Galo Mora (Ecuador)

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Por NodalCultura desde
San Miguel de Tucumán
De formación amplia y ecléctica, con una inclinación renacentista surgida a partir de su curiosidad infatigable, antropólogo especializado en gestión cultural, músico, escritor y militante, el ecuatoriano Galo Mora Witt es una referencia insoslayable a la hora de reflexionar e interpretar este tiempo histórico que vive la región. Ex ministro de cultura del gobierno de Rafael Correa y actual embajador ante la Unesco,  Mora se prestó a un diálogo con Nodal Cultura luego de su participación en el Foro Nacional y Latinoamericano Nueva Independencia. A continuación, una versión abreviada de una imperdible entrevista que próximamente publicaremos en su totalidad.

¿Cuál es su valoración de la experiencia del Foro que recién finalizó?
Creo que lo más importante es tener la posibilidad de expresarnos en profundidad, libremente, sin cortapisas y sin que haya guías ideológicos ni políticos, tener la amplitud necesaria para enfrentar, confrontar y también para solidarizarnos mutuamente. Esta puerta que se ha abierto en algunos de nuestros países de América Latina tiene que ver precisamente con voluntades políticas. Nadie puede ignorar que es una voluntad política la que permite que estemos aquí, no es un invento de un ateneo cultural, es decir aquí no estamos hablando de la alta burguesía que tiene su derecho también pero que desarrolló siempre una cultura de elite. Aquí, contrariamente, tenemos el derecho no solamente para confrontar con esa posición elitista sino también de imaginar y soñar una cultura que ojalá sea, algún día, distribuida para todos. Mira, en 1983, se realizaba el segundo Festival de la Nueva Canción y fue presidente de honor de ese evento realizado en Managua, el poeta Ernesto Cardenal que decía algo así como que la cultura debería ser un carro de helados en el que todo aquél que tenga calor puede acercarse pero en lugar de lo que hace el comercio, que el mejor helado sea el más caro, tengamos la posibilidad de ofrecer helados gratuitos. Yo creo que en esa breve metáfora que hizo Cardenal pueden encontrarse significantes y significados de lo que se está haciendo hoy en los países de América Latina y subrayo a Argentina por la tradición cultural de un pueblo maravilloso que desgraciadamente ha vivido etapas terribles, particularmente esa etapa de la dictadura militar que cercenó pensadores, innumerables voces, el pensamiento de generaciones. Creo que lo que está sucediendo ahora no tiene que ver con buscar venganza de todo aquello, sino con una revancha histórica que no busca esa venganza sino la justicia. Aquí se habla mucho y afortunadamente mucho porque siempre debe haber voces que se multipliquen a fin de llegar a develar, descubrir, cuáles son los elementos que nos unifican sin buscar jamás un pensamiento homogéneo, un pensamiento uniforme. En nuestra diversidad latinoamericana tan afortunada está la respuesta.
¿Cómo se fueron entrelazando y enriqueciendo tus distintas actividades y facetas como músico, antropólogo, militante y ensayista?
Hace tiempo entrevistaban a un profesor mío, Santiago Páez, en Quito y él decía: “Galo Mora es un renacentista, es decir que trata de hacer todo lo que puede. En la Universidad fue siempre así, buscando todo lo posible de leer cualquier cosa. Desorganizado como él solo. Leía desde el marxismo en los clásicos hasta las aventuras cinematográficas del realismo italiano. Lo mismo en la música: desde escuchar al período clásico con su grandiosidad hasta escuchar a los cantores populares”. Esa formación múltiple se da por la avidez de buscar respuestas y seguir haciendo preguntas porque si en algo este espíritu dialéctico sirve es para no ser dueño jamás ni poseedor de ninguna verdad absolutista. Sirve para seguir indagando en la vida. La antropología es solamente una interpretación o el arma para interpretar. El marxismo es un arma para interpretar la realidad. La música es, quizás, la primera respuesta a inquietudes individuales. La música, aunque se ejercite colectivamente, para un creador siempre es un proceso de una profunda indagación existencial hacia lo interno como respuesta a las influencias de la sociedad. He escrito tanto de política, como de arte, hasta de fútbol que como la música es una pasión para mí.

¿Cómo entiende el vínculo de las sociedades contemporáneas con la música?
Entiendo la música como una pasión que debe encaminarse porque el oído de la gente a que no hay solamente músicas torpes y canciones torpes. Yo me acuerdo cuando Silvio Rodríguez escribió un fragmento que decía: “te quiero mi amor, mira que me muero”, y él mismo se contesta ya ven que puedo escribir tonterías. Ejercitar el oído y la sensibilidad hacia las cosas más profundas. Joan Manuel Serrat decía cuando lo acusaban de crear historias que la gente no entendía: “no me culpen a mí, sino a Franco por no educar a nuestra gente”. Así va esta historia. Mi profunda amistad con Mercedes Sosa, Víctor Heredia, con Miguel Ángel Estrella que compartimos embajada ahora en París. También con León Gieco, Cesar Isella, tanta gente maravillosa. A alguien que es entrañable para mí, con quien compartimos un viaje en Venezuela: Armando Tejada Gómez, un poeta inmenso. Ahora fungiendo de historiador, escribiendo la historia de la izquierda latinoamericana

¿Cómo es tu relación con la escritura?
No puedo hacer ficción, no tengo esa capacidad. Además, la realidad se parece mucho a la ficción. Me muevo, básicamente, en el género del ensayo.

¿Cómo analiza la situación actual de la cultura o las culturas latinoamericanas a la luz de los distintos procesos políticos que vive la región?

No me atrevo a esbozar una respuesta porque la cultura latinoamericana es cultura de los pueblos, de los seres humanos, y en esa cultura está alguien que políticamente nunca fue admirable pero que literariamente fue admirable como Jorge Luis Borges, esa maravilla de erudición, de pensamiento, de magia, de juego. Es imposible dejar de tener la compañía de Borges. Me alegra mucho que no le hayan dado el premio Nobel porque lo habrían sacralizado. Y está desde la derecha política otro gran escritor como Octavio Paz que necesariamente tiene que ser asumido. Por eso te decía, no me atrevo a dar respuestas porque hay un mundo gigantesco. Inmensos, escondidos, refundidos. El problema ha sido no generarnos una biblioteca nacional latinoamericana que podamos compartir todo de todos y que sepamos del otro.

En cuanto a su recorrido militante y político, en estos años participó activamente de la experiencia que lleva adelante Rafael Correa. ¿Qué reflexión hace de su propio rol y las distintas funciones que le tocó cumplir?
Siempre prefiero no hablar de mí, eso me parece pedante. Lo que te puedo decir es la razón por la cual estuve allí y estoy aquí. Fernando Pessoa tiene un texto hermoso que decía: “no es que esté alegre, es que ya me cansé de estar triste”. Creo que eso representa un poco lo que pienso luego de tanta derrota, de tanta humillación a nuestro pueblo. No vengo de las bases populares de la sociedad ecuatoriana, pero vengo de la sensibilidad. Ahí está el elemento básico: luchar contra el egoísmo, contra el capitalismo. Hoy acaba de estar en mi país el Papa Francisco que ha dado un verdadero empuje a esta cuestión que hemos planteado de la redistribución de la riqueza.

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