El músico argentino Charly García festejó 65 años entre homenajes y conciertos

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Por Hernani Natale

En el día del cumpleaños del homenajeado, Rosal, Melina Moguilevsky, Jalfin y Los Alquimistas, Lucio Mantel, Santiago Vázquez, Javier Maldonado, Tatadios con Florencia Ruiz como invitada, ChauCoco! y Alfonso Barbieri ofrecieron lecturas de famosas canciones que no sólo no hicieron extrañar a las originales, sino que permitieron un acercamiento desde otros lugares, al punto de realzar una obra que resiste cualquier formato.

Es que cada uno de los músicos realizó interpretaciones desde su particular estilo, en cruces que aportaron elementos del folk, el pop, el jazz y el tango contemporáneo, a las ya de por sí ricas composiciones de Charly García.

Estos mismos protagonistas fueron quienes animaron las cuatro fechas anteriores de esta celebración, en la que en cada una se repasaron algunos de los discos más emblemáticos de García, con algunas licencias que permitieron también echar mano a alguna canción de otra álbum no incluido en esta revisión.

De ese modo, se revisitó “Confesiones de invierno”, de Sui Generis; “Peperina”, de Seru Giran; y “Yendo de la cama al living” y “Piano Bar”, de su etapa solista.

María Ezquiaga, al frente de Rosal, abrió la noche con un intimista set acústico de guitarras, con el que interpretó “Necesito tu amor”, “No se va a llamar mi amor” y “Love is love”, en un combo que permitió poner la lupa en las letras y en algunos motivos musicales escondidos en las intensas melodías.

Acto seguido, Melina Moguilevsky, con brazalete de Say No More en el brazo, se hizo cargo de las emotivas “Cinema Verité”, “Adela en el Carrousel” y “Plateado sobre plateado”, en tres preciosas versiones que combinaron la dulce voz de la cantante con la fuerza de la banda.

El anfitrión de la noche, Darío Jalfin, y su banda Los Alquimistas le aportaron sonidos de jazz a la noche, sobre todo por la combinación de arreglos de clarinete y flauta, en sus lecturas de “Ojos de video tape”, “Nuevos Trapos” y una refinada “Peperina”, uno de los puntos musicales más altos de la velada, con una engañosa introducción que citó a “De mí”.

La primera parte del show cerró con Lucio Mantel, que con una banda bien guitarrera recreó el espíritu rockero del disco “Piano Bar”, con eléctricas revisiones del tema que da título al disco, “Promesas sobre el bidet” y “Demoliendo hoteles”, con una batería que en vez de apelar al famoso machacante beat del original, optó por un ritmo marchoso.

Tras un breve intervalo, Santiago Vázquez abrió la segunda parte con versiones tribales de “Rezo por vos” y “Ángeles y predicadores”, acompañado por un berimbau, con lo que logró una conexión con el estado más puro de esas composiciones.
Si hasta el momento, todos los artistas habían elegido composiciones de los años ´80 en adelante, cuando García ejercía como nadie el rol de gran lector de la realidad, Javier Maldonado repasó canciones de Sui Generis, y no pudo evitar trazar un paralelo entre varias de esas letras y el actual momento del homenajeado.

En ese tono, casi como cantadas directamente para él, Maldonado versionó “El tuerto y los ciegos” y “Confesiones de invierno”, con el oportuno cambio de letra que lo llevó a recitar “la fianza la pagó Palito” (Ortega), en obvia alusión al papel jugado por el cantautor tucumano en los cuidados de salud de Charly. Para luego, dar un salto en el tiempo, y cerrar con “Influencia”, composición de Todd Rundgren, que le cae al dedillo al homenajeado.

“Tatadios”, con Florencia Ruiz en la voz, abordaron en tono de tango contemporáneo, el “Lado A” de “Yendo de la cama al living”, con este tema, “Superhéroes”, “No bombardeen Buenos Aires” y “Vos también estabas verde”; ChauCoco! siguió con “Canción del 2 por 3”, “Yo no quiero volverme tan loco”, en una versión cercana a la de Seru Girán, y “Say no more”.

El cierre fue a puro rock, con Alfonso Barbieri, quien en tono incendiario abordó “Mr. Jones”, “Tribulaciones, lamento y ocaso de un tonto rey imaginario o no” y la más reciente “No importa”, previo recuerdo con audio del momento en que Charly mantuvo hace varios años un picante cruce verbal con el periodista Jorge Lanata.

Todos juntos, con Darío Jalfin al piano, y la ayuda del público, entonaron “Inconsciente colectivo” a modo de cierre de un ciclo que, a juzgar por el tamaño y valor de la obra del homenajeado, podría no haber tenido nunca fin.

Publicado en Télam

Las versiones tangueras que nunca se escucharon de Charly García

Para celebrar el cumpleaños de Charly García, el Zorrito Quintiero (Charly García y Soda Stereo) y el cantor Cucuza Castielo se reúnen para reversionar las canciones más tangueras del bigote bicolor, hoy a las 17, en el auditorio de Radio Nacional (Maipú 555), con entrada libre y gratuita.

El encuentro entre estos artistas de géneros diferentes podría llamar la atención a simple vista. Los caminos de Cucuza y el Zorrito se cruzaron gracias a Sergio Calgaro, amigo en común y aficionado al tango. El Zorrito fue a las noches del bar El Faro de Villa Urquiza, donde Cucuza reúne a la bohemia tanguera y quedó entusiasmado con su forma de cantar. El cantor de tango ya conocía al Zorrito de los discos en los que había tocado junto a Soda Stereo y Charly García. A pesar de su linaje tanguero es un fanático del rock local. En su repertorio el rock y el tango transitan veredas comunes. Castielo impulsa hace varias temporadas el ciclo La Menesunda (la última fecha del ciclo es el 26 de noviembre en Galpón B), en el que recupera el espíritu de aquellas canciones del rock con letras de corte tanguero y llevadas al universo del bandoneón y la guitarra. Por ese ciclo ya pasaron, desde Palo Pandolfo a Manuel Moretti de Los Estelares.

Este encuentro, sin embargo, tendrá un tinte especial. «Al Zorrito le gustó esta cosa de cruzar el tango con el rock. A diferencia de La Menesunda, vamos a meter arreglos de tango en canciones de García como «Kurosawa» y «Anhedonia», con mi estilo tanguero, pero también vamos a hacer los temas con los arreglos de Charly».

En el concierto Cucuza, que estará acompañado por su hijo Mateo Castielo en guitarra y el bandoneonista Sebastián Zasali, además de la banda del Zorrito Quintiero, versionarán aquellas canciones de Charly de sus diferentes etapas, desde Sui Generis a su etapa solista: «Tango en segunda», «Confesiones de invierno», «No soy un extraño», «Canción de 2×3», «Vos también estabas verde», «Yendo de la cama al living» y «Pasajera en trance».

Desde los inicios del rock, el tango sobrevoló las letras de artistas como Moris y bandas como Manal. Esa lírica urbana con parentescos en los grandes poetas del tango es reconocible en muchas canciones de Charly García dice Cucuza, especialista en encontrar el espíritu del tango en muchas letras del rock local: «¿Quién puede dudar que «No soy un extraño» es un tango. Sui Generis y Serú Girán tenían sus cosas tangueras también y su etapa solista siempre tiene tango. Entre Charly, Spinetta y Palo hay una trilogía tanguera del rock», define el cantor.

Una excusa para celebrar a García. Un nuevo capítulo de encuentro entre el tango y el rock.

Publicado en La Nación

 

Charly García cumple 65 años: anécdotas y recuerdos de una vida turbulenta

Por Pablo Riggio

Si hay una persona a la que debe ser difícil seguirle el ritmo, definitivamente es Charly García. Impredecible, cambiante, sin importarle en absoluto sus alrededores ni el qué dirán, el ícono del rock argentino pasó por diferentes etapas tanto en lo musical como en lo personal, hasta convertirse en uno de los artistas más influyentes del país y la región. «Es un ‘Rock Star’, lo máximo del rock nacional», lo define Maximliano Vernazza en su 65° cumpleaños.

Se trata del fotógrafo que lo acompañó desde 1997 hasta el año pasado. Después de conocerse casi de casualidad en una nota y, sin buscarlo, se formó un «código especial» entre ellos basado en la confianza que no tardó en convertirse en una amistad -afirmado por el propio Charly-, que le permitió a Maxi meterse en la intimidad del cantante. «Nunca me pidió que no publicara una foto», asegura a Teleshow. Y recuerda viejas historias.

– ¿Cómo conociste a Charly?
– Laburo en la revista Gente desde 1997. Para aquel entonces Charly estaba peleado por algún motivo con la revista, pero se reconciliaron cuando yo recién arrancaba. Entonces iban a hacerle una nota por esta reconciliación. Como yo era el único que estaba en la redacción me mandaron para su casa.

– Imagino que te recordás esa historia con lujo de detalles…
– Ni bien llegué el periodista me dijo que prefería hacer la nota solo con él. Entonces fui al living y me senté en el sillón. Apareció la mucama y empieza a aspirar, hasta me hizo levantar las gambas… ¿Para qué aspiraba si estaba todo sucio? No se podía limpiar toda esa basura.Después llegó Charly y me dijo ‘armá tus cosas tranquilo’. Él tenía esos televisores gigantes de antes y puso un video de Prince mientras yo probaba la luz. Le saqué una foto y me dice ‘ya está’ y salió corriendo para el otro lado. ‘Sacame acá ahora’, me dijo. Yo como tenía flash necesitaba medir la luz, pero él iba corriendo de un lado para el otro y yo iba atrás siguiéndolo por toda la casa con el paraguas y el flash.

– ¿Te puso nervioso?
– No, yo ni siquiera era seguidor de Charly, no lo escuchaba. Peroautomáticamente me hice fan. Su forma de vivir, esa cosa de no tener horarios… A la siguiente nota él mismo pidió ‘que venga el fotógrafo de rulos’. Y después empecé a generar los encuentros yo, lo empecé a seguir, lo fui a ver y después si salía algo lo llamaba.

– ¿Cómo lograste entablar una relación con una persona con una vida tan distinta a la tuya?
-Nació una relación de afecto entre ambos casi sin que nos diéramos cuenta. Se armó un código especial entre los dos sin necesidad de que nos pusiéramos de acuerdo. Él sabía hasta donde yo llegaba. Y yo sacaba hasta donde el sentido común me indicaba. Siempre nos entendimos perfectamente. Lo vi en buenas y malas y lo respeté siempre, como personaje y como persona.

Esta «relación de afecto» que cuenta Vernazza se extendió mucho más de lo que él hubiera imaginado. Estuvo junto a él en momentos íntimos como la grabación de Kill Gil en Nueva York, los shows, sus cumpleaños, sus vacaciones habituales en Pinamar. Incluso, llegó a retratarlo en el baño del famoso «bunker», como denomina él, de Coronel Díaz y Santa Fe.Caminó a su lado, tal vez, por los momentos más complicados de su vida, en las últimas dos décadas. Palabra autorizada, dice que su manera de comportarse en público no es una pantalla. En absoluto.

El fotógrafo, quien está presentando una muestra con motivo del 65° cumpleaños de Charly en el CCK hasta el 30 de noviembre,  se alegra de que ahora se encuentre mejor, acompañado por su novia Mercedes Iñigo -36 años menor que él-, quien «lo acompaña mucho», y hasta le hace de «intermediadora», ya que él no maneja un celular y casi que no tiene vínculos con la tecnología. Eso sí, es un experto en todo aparato que tenga que ver con la música. Y también usa su iPad… Para enchufarlo al amplificador. «Siempre me acuerdo que cuando alguien lo criticaba después de la internación porque estaba un poco más gordo o más lento por las medicaciones que estaba tomando, decía ‘que se tiren de un noveno piso y me vengan a hablar'», indica.

Durante años, el tipo no sabía ni qué día ni qué hora era. Sólo sabía si era de día o de noche porque miraba por la ventana. Es que no necesitaba saberlo. Vivía en su mundo, en su música, todo el tiempo tocando. Entrabas al cuarto y era un caos total. Metía la mano en una cosa de cables tremenda y de repente sacaba algo que te quería mostrar. Después de la internación (en 2008) se lo veía mejor. 

– ¿Alguna vez te fuiste enojado o molesto de su casa por alguna actitud suya?
– Jamás. Algo que me mantuvo cerca de él fue que nunca me dijo ‘no saques esa foto’ ni me pedía verlas. Él confía en mí. Yo nunca busqué alguna situación que a otro lo podría haber tentado, algún golpe bajo… Si ves mis fotos podés darte cuenta de qué época de su vida se trata pero no hay golpes bajos. Tampoco mostré ni conté algo que no se podía. A mí me gusta laburar de una forma en la que vos ni te das cuenta que estoy ahí.

– ¿Qué cosas te llaman la atención de él?
– Son muchos años de trabajo… Una vuelta fui a Nueva York, a cubrir algo de la ONU y él estaba grabando allá. Me quedé con él. Cuando yo iba al estudio el mánager aprovechaba para irse a dormir y me dejaba sólo con él. Me sorprendía cómo Charly, que no manejaba nada de computadoras, tocaba todos los instrumentos, manejaba todas las consolas, era impresionante. Me acuerdo que había un norteamericano mirando y estaba callado. A la noche salía y después se quedaba en el hotel tocando horas…

– ¿Hay alguna foto que te guste más que las demás?
– Siempre me gustó una que se la hice en la Casa Rosada cuando tocó con la presencia del ex presidente Néstor Kirchner en el Salón Blanco (2005). Antes de eso dio una conferencia de prensa y tenía las manos pintadas y como media de mujer en el brazo. Estaba sosteniendo un cigarrillo. También agrego una que le hice en el Colón, que está de espaldas mientras hace la prueba de sonido.

– ¿Pasaste algún cumpleaños junto a él?
– Sí, siempre los festeja de alguna forma. En una época siempre hacía shows, me acuerdo de uno en el Roxy de Colegiales. Fui a la casa y de ahí, en la ‘limo’, nos fuimos para allá. En el camarín estaban Nacha Guevara, Hilda Lizarazu, Gustavo Cerati, Juance, el Zorrito Von Quintiero, Gaby Álvarez… Había una torta gigante, y no sé si le tiraron un papel o qué  pero se empezó a prender fuego. Volaban papeles y Charly se reía. Después, de repente, se va. Yo lo empecé a seguir, se fue por un pasillo que iba del camarín a la calle. Empieza a caminar solo y me escucha que estoy atrás sacándole una foto. Se da vuelta y me dice: «Al final siempre me voy solo». Deja el vaso de whisky apoyado y se va. Venía de una joda terrible y se fue solo a la casa…

Palabra de uno de los pocos que conoció puertas adentro a uno de los músicos más grandes del país. Una sombra con flash en la intimidad de Charly. Su amigo silencioso.

Publicado en Infobae

Charly García cumple 65 años entre la gloria y la oscuridad

Por Ricardo Hinojosa Lizárraga

Yo era un hombre bueno/ si hay alguien bueno en este lugar./ Pagué todas mi deudas,/ pagué mi oportunidad de amar, se empezó a cantar, detrás de un telón que iba subiendo lentamente, en un teatro repleto y entusiasmado. A medida que ese telón trepaba, la euforia aumentaba entre un público compuesto por tres generaciones diferentes. Todos se sabían la canción. Nietos, hijos y abuelos vieron cómo se levantaba por completo la cortina y aparecían frente a ellos los intérpretes originales de una canción escrita por Charly García: “El fantasma de Canterville”. En el escenario, León Gieco, María Rosa Yorio, Nito Mestre y el mismo García acompañaban a Raúl Porchetto en la celebración por sus 45 años de carrera artística en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Era Porsuigieco en pleno, nuevamente.

Esa noche de setiembre último celebró Porchetto, pero hoy le toca a Charly García: llegó a los 65 años superando todas las expectativas. Las suyas incluidas. “Charly tiene el éxito en la conciencia y en el gusto de la gente más que en la venta de los discos”, dijo alguna vez sobre él Federico Moura —el fallecido líder de Virus que nació, igual que él, un 23 de octubre de 1951—. Por eso lo cantan generaciones distintas: la conciencia y el reconocimiento de la gente es lo que lo mantiene vivo. Casi tanto como su teclado, el cordón umbilical que lo une al mundo.

Como Mozart, Charly García y su piano tienen un romance que pocos entenderían. Como Mozart, Charly tiene oído absoluto, esa condición mágica gracias a la cual un hombre es capaz de hacer música con la misma facilidad con la que se dice que los dioses antiguos fueron inventando el universo. Porque, como en las artes divinas, lo suyo no son canciones, sino constelaciones, explosiones solares, cometas embravecidos. El mismísimo Big Bang. La mediocridad para algunos es normal,/ la locura es poder ver más allá.

— Yo que crecí entre fascistas —

Si Charly García no estuviera disfrutando la alegría de estar vivo hoy mismo, el día que cumple 65 años, tendríamos que inventarlo. A pesar de eso, cualquier personaje que seamos capaces de crear, por más cualidades mitológicas que tuviera, para bien y para mal, no podría parecerse a él. “Cuando la gente me dice que soy un genio y yo les digo que sí, se ofenden. ¿Quién los entiende?”, ha dicho alguna vez. Anotado esto, debe quedar claro que García es el dios más humano que existe. Un muchacho díscolo y genial que siempre fue el abuelo loco del grupo. Aunque tiene la edad oficial de jubilación en Argentina, todo indica que tiene para rato.

“Músicos celebran el cumpleaños de Charly con el ciclo Octubre García”, “El coro de la Universidad de Cuyo canta a Charly García”, “Tributo a Charly por su 65 aniversario”, “Festejos todo el mes por el cumple de Charly”. Los titulares sobre diversas celebraciones que le rendirán tributo al músico colman las secciones de espectáculos, y van más allá. Hay que recordar que este hombre ha trascendido el mundo de la música para convertirse en una figura de la cultura contemporánea de Latinoamérica, pese a que, hace muchos años, haya sido diagnosticado como “neurótico, histérico y de personalidad esquizoide”, según propia confesión. Pero no piensen que está loco, es solo una manera de actuar. Al mismo tiempo que estos anunciados festejos, la emisora argentina Nacional Rock 93.7 ha llenado su programación con sus canciones desde hace algunos días, preparando la fecha central.

Han hecho lo correcto: hay que entender a Charly García a partir de sus canciones y recordar qué sucedía cuando él cantaba determinado tema, en lugar de etiquetarlo en el cliché de su imagen desquiciada. Para ello hay que hacer más que hablar de drogas, alcohol, malcriadeces suyas o incomprensiones nuestras. Hay que hacer cosas más inquietantes que recordar su clavado de nueve pisos —que hoy algunos youtubers han convertido en una suicida disciplina: el balconing—, su cabello rubio en tributo a Kurt Cobain, la delirante historia sobre los mensajes satánicos de sus canciones, su distanciamiento de Calamaro o sus incidentes rompiendo equipos en sus presentaciones, olvidándose sus propias letras a mitad de algún concierto o terminándolos tras dos o tres temas, sin respeto hacia su público.

Hay que entender que su única disciplina siempre ha sido someterse al capricho de las ideas. Que lleguen a cualquier hora del día, pero que lo hagan. Así fue como, en 1969 y mientras hacía su servicio militar obligatorio, un muchacho de 18 años cogió un lápiz y un papel y comenzó a escribir: Hubo un tiempo en que fui hermoso y fui libre de verdad/ guardaba todos mis sueños en castillos de cristal./ Poco a poco fui creciendo/ y mis fábulas de amor/ se fueron desvaneciendo como pompas de jabón… “Canción para mi muerte” sería la primera del álbum debut de Sui Generis, Vida, de 1972, que incluye letras reflexivas como “Dime quién me lo robó” o “Cuando comenzamos a nacer”, al lado de temas más lúdicos como “Necesito”, “Mariel y el capitán” o la dulce “Quizás porque”. En su voz y en la de Nito Mestre, su perfecto partner, estos se convirtieron en frescos representativos de una camada de jóvenes particularmente afectada. Hoy son himnos para varias más. Luego vinieron el folk y el blues de Confesiones de invierno (1973). Aprendí a ser/ formal y cortés/cortándome el pelo/ una vez por mes, cantaba un hombre dispuesto a criticar a las entidades de un país que se le hacía jodido a él y a otros músicos de su generación. Pequeñas anécdotas sobre las instituciones (1974) fue censurado y recortado por las autoridades. No preguntes más/ tenés sábados, hembras y televisores, ironizó García en su tema inicial, “Instituciones”. Amar a la patria bien nos exigieron/ si ellos son la patria, yo soy extranjero, decía en otro que no tuvo la suerte de pasar el corte de los censores, “Botas locas”, peculiar crónica sobre sus días en el servicio militar obligatorio.

En aquel momento, Carlos Alberto García Moreno tenía apenas 23 años, la edad en que muchos de nosotros aún estamos buscándonos el porvenir, estudiando en la universidad, tratando de ser. Antes de convertirse en “Charly”, había crecido en Caballito, un barrio bonaerense de clase media. Desde pequeño manifestó su vocación musical, y a los cinco años ya interpretaba a Bach, Mozart y Chopin. “Chopin es el pop de la música clásica, y Beethoven es el heavy metal”, dijo en alguna entrevista. Apenas en la pubertad ya era profesor de teoría y solfeo. Su futuro como intérprete de música clásica parecía escrito…, pero en eso aparecieron los Beatles, y su vida cambió para siempre. Luego llegaron los Stones, Hendrix y The Who. La suerte estaba echada. Say No More.

— Éxtasis, todo el tiempo vivo en éxtasis —

El espíritu progresivo, deudor de bandas como Emerson, Lake & Palmer, Yes o los italianos Premiata Forneria Marconi se apoderó de él y de su siguiente proyecto, La máquina de hacer pájaros, con quienes grabó, en dos extraordinarios álbumes, canciones que también son fundamentales en su discografía: “Bubulina”, “Cómo mata el viento norte”, “No te dejes desanimar” o “Películas”. Luego vino uno de los puntos más altos de su carrera, al formar Serú Girán al lado de David Lebón, Oscar Moro y Pedro Aznar. Canciones como “Eiti-Leda”, “Seminaré”, “Viernes 3 a.m.”, “Desarma y sangra”, “Peperina”, “Cinema Verité” o “Canción de Alicia en el país” —donde en tono metafórico se criticaban los abusos de la dictadura— producidas en un plazo de no más de cuatro años en cuatro discos distintos —y eso, sin mencionar el disco de reencuentro de 1992— son fundamentales en la historia del rock hispano, y consolidaron a Charly García como una de sus voces mayores, si no la mayor. El rock en la Argentina es un género que, tras la guerra de las Malvinas y el posterior final de la dictadura, en diciembre de 1983, evolucionaría y encontraría otros modos de expresión. Y también de experimentación, claro, uno de los actos favoritos en la carrera de nuestro artista. Clics modernos —con hits como “Los dinosaurios” o “Nos siguen pegando abajo”— marcó otro nuevo impulso, no solo en su carrera, sino en la historia del rock de esta parte del mundo. Aunque al principio criticado por la presencia de temas ‘bailables’, lo cierto es que fue el inicio de mucho más y varios siguieron su ejemplo. Aunque nadie haya podido igualarlo. Esa vanguardia, ese paso adelante, lo siguió demostrando a lo largo de una carrera como solista que lleva casi 35 años: Piano bar (1984), Parte de la religión (1987), Filosofía barata y zapatos de goma (1990), Say No More (1996), Influencia (2002) o Kill Gil (2010) son algunos ejemplos de ello. Ya lo cantaba en “Viernes 3 a.m.”: Cambiaste de tiempo y de amor/ y de música y de ideas./ Cambiaste de sexo y de Dios,/ de color y de fronteras,/ pero en sí, nada más cambiarás.

— Yo no quiero volverme tan loco —

Acá el jefe soy yo”, le dijo Charly García a Bruce Springsteen durante una presentación en el estadio de River Plate, en 1988. Peter Gabriel, Sting y Gieco también tocaron. Casi 30 años después, demuestra que lo sigue siendo. “La música no son las notas, sino la distancia entre ellas, lo que hay entre las notas”, dijo en una entrevista con Alejandro Fantino, citando a Hendrix.

Ese fue el mismo espacio que, a pesar de la producción de Kill Gil, en el 2007, Charly García se tomó para salir de las drogas gracias a la ayuda de una inédita mano amiga: Palito Ortega. “Un día me internaron, me vino a buscar y era la última persona en el mundo que pensaba que iba a hacer eso. Me dio un hogar, un estudio y su familia. La luchó como un loco”, dijo sobre aquel período oscuro. Pero de uno de sus más duros bajones, vino la luz y la recuperación. Siguió la tradición de otros sobrevivientes del rock que pocos esperaban ver hoy en pie de guerra: Brian Wilson, Ozzy Osbourne, Keith Richards, Iggy Pop o Pete Townshend. Charly García, el hombre que dijo “Acá no había estrellas de rock, solo había músicos de rock, hasta que yo me lo inventé” tuvo su propio regreso: el Concierto subacuático del 2009 fue el que marcó el hito entre el García desaforado de fines de los noventa e inicios del siglo XXI, y el músico sereno y cuya característica delgadez es cosa del recuerdo. “Siempre que llovió, paró. Say No More es impermeable”, dijo aquella vez, ante la ovación del público.

Ese fue el mismo espacio que, a pesar de la producción de Kill Gil, en el 2007, Charly García se tomó para salir de las drogas gracias a la ayuda de una inédita mano amiga: Palito Ortega. “Un día me internaron, me vino a buscar y era la última persona en el mundo que pensaba que iba a hacer eso. Me dio un hogar, un estudio y su familia. La luchó como un loco”, dijo sobre aquel período oscuro. Pero de uno de sus más duros bajones, vino la luz y la recuperación. Siguió la tradición de otros sobrevivientes del rock que pocos esperaban ver hoy en pie de guerra: Brian Wilson, Ozzy Osbourne, Keith Richards, Iggy Pop o Pete Townshend. Charly García, el hombre que dijo “Acá no había estrellas de rock, solo había músicos de rock, hasta que yo me lo inventé” tuvo su propio regreso: el Concierto subacuático del 2009 fue el que marcó el hito entre el García desaforado de fines de los noventa e inicios del siglo XXI, y el músico sereno y cuya característica delgadez es cosa del recuerdo. “Siempre que llovió, paró. Say No More es impermeable”, dijo aquella vez, ante la ovación del público.

Pedimos perdón/ seguís enmascarando el fin./ Por eso te busqué/ por eso diseñé/ la máquina de ser feliz, dice la letra. Y es que el músico está muy lejos de aquella frase que alguna vez cantó, buscando una vejez sin temores y una vida reposada. Pase lo que pase, de ahora, en adelante, su vida es un rock eterno. Después de todo, como él mismo lo dijo en el Concierto subacuático: Esta canción durará por siempre, por eso mismo yo la hice así./ Una canción sin amor, sin dolor:/ la canción sin fin.

Publicado en El Comercio

 

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