La ortodoxia del metal en Guatemala

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Por Alejandro Ramírez

Adentrarse en la escena “metal subterránea” local, (por darle algún nombre), es hacer un viaje al pasado, esta escena que ha sobrevivido, con penas y pequeñas pero dulces glorias, desde los estertores de la década del 80 se asemeja por momentos al “Mundo Perdido” de Conan Doyle, un sitio encapsulado en tiempo y espacio en este pedacito de trópico centroamericano.

Tengo en mis manos el EP “Horizons” de la banda guatemalteca The Black Portrait, una agrupación de metal contemporáneo que mezcla de forma más que efectiva Death Metal, con elementos melódicos y progresivos. A mi apreciación lo están haciendo realmente bien, cuidando de forma integral cada detalle de su propuesta. The Black Portrait junto a The Aversionist, M.E.R.M.A.I.D, Random Hatred, Devouring Sight, Rotten Kingdom, entre otras, forman parte de una generación de bandas con sonidos frescos, músicos de gran nivel y profesionalismo, que buscan abrir espacios dentro de esta inestable escena subterránea.

Al escuchar el material en cuestión y atestiguando el buen hacer de las bandas mencionadas, me obliga a pensar sobre el impacto de estas “novedades” en un entorno tan difícil, principalmente porque el metal, en particular, como la música en general (y como demasiadas cosas en el país) padecen un desfase crónico. Las agrupaciones tienen una calidad evidente, para mí deberían estar aún mejor posicionadas dentro del gusto general de la audiencia, esto me cuestiona ¿por qué es tan difícil para una banda que no toca un thrash, death o black clásico, o como se le dice en el medio; de la “vieja escuela”, conectarse con el público y que éste abrace la música como propia? Es mucho menos complicado (no necesariamente fácil) para una banda con este estilo “clásico” encontrar espacios entre un público acostumbrado (y acomodado) a ciertos sonidos, que para otra con tendencias más “modernas”, le tocará luchar contra los prejuicios anacrónicos de la generalidad.

En honor a la verdad es justo mencionar que desde que inició a gestarse este colectivo imaginario existió cierto desfase en cuanto a las tendencias del orbe, las novedades musicales venían con retraso, la información de quinta mano con cierto halo mítico, difundiéndose de boca en boca con la veracidad de un “teléfono descompuesto”.

A inicio de los 90 en este submundo se escuchaba principalmente hard rock, heavy, thrash y black metal, de bandas que venían sonando en otras latitudes desde la década anterior, pero acá lo hicieron tardíamente aunque con carácter a novedad. La escena se consolidó en los 90 sobre sonidos de los 80 y alarmantemente en generalidad parece que sobre esas bases sigue “descansando” plácidamente.
Slayer, Sepultura, Sodom, Sarcófago, Venom, Celtic Frost, Kreator, Hellhammer, entre otras tantas agrupaciones, marcaron el camino a seguir para las emergentes bandas locales de entonces y parecieran todavía referente para muchas de las actuales.

Puedo atestiguar, de primera mano, que en casi cuatro años de transmitir música metal en FM hoy día la gente sigue solicitando mayoritariamente las mismas bandas (y las mismas rolas) de entonces, para llegar como máximo a los primeros años después del 2000, y no hablo sólo de nostálgicos que crecieron con estas agrupaciones y nunca supieron descubrir otras cosas, generaciones posteriores que se formaron en este seno, han heredado y hecho suyos estos “clásicos” de tres décadas. La escena metalera en muchos aspectos da la sensación de haberse convertido en una especie de sociedad hermética, que guarda sus preceptos de forma ortodoxa, sólo para los iniciados, donde difícilmente hay espacio para experiencias sonoras nuevas.

Ante la falta de una trascendencia intergeneracional existe una enorme brecha entre el auge del power metal, en la primera mitad de la década del 2000 (probablemente la última tendencia aceptada hasta cierto punto en la escena), y el metal actual, esta ruptura con los nuevos sonidos hace que se aprecien desde la óptica local como ajenos, mientras en otras latitudes estilos aparentemente dispares conviven sanamente como parte de un todo. Por ejemplo el festival “Hellfest”, celebrado recientemente en Clisson, Francia, reúne en su cartel bandas tan heterogéneas entre sí como; Black Sabbath, Rammstein, Testament, Twisted Sister, Within Temptation, Ghost, Foreigner, Dark Funeral, The Offspring o Bring Me The Horizon, entre otras decenas de agrupaciones de lo más variadas, coexistiendo de manera tolerante y natural.

En gran parte la situación se ha ido degenerando por la falta de espacios de difusión para las tendencias musicales recientes, haciendo la escisión aún más grande, y es aquí también donde toca decir mea culpa, la responsabilidad ha sido en gran parte de quienes tenemos cierta participación en los escasos foros para este rubro musical, que no hemos sabido tener la suficiente visión hacia el presente y futuro, siendo cómplices de este círculo vicioso de añoranzas, de sonar la misma música porque la gente la solicita y que la gente la solicite porque no conoce más.

Recuerdo una ocasión, hace muchos años, hablando con un amigo mayor, que escuchaba sobre todo bandas de los 70 y principio de los 80, no lograba comprender ni digerir el thrash (tampoco quería hacerlo), para su gusto y sus parámetros era “pura bulla”, y así pasó también para muchos cuando estalló comercialmente el sonido de Seattle en los primeros años de la dé 90; cuando Pantera incursionó en la escena internacional; o el llamado Nu Metal a finales de los 90; y así con cada transición. Somos reacios a los cambios. Es como el rodar de la piedra de Sísifo, el ciclo ad infinitum del cambio generacional, chocamos con nuestras limitaciones y paradigmas. Afortunadamente no todas las personas pertenecientes a esta subcultura tienen estos comportamientos, pero lamentablemente son tendencias bastante comunes.

Aunque muchos arruguen la nariz al escuchar la palabra “Core”, en la actualidad, sigue haciéndose música de primer nivel, con inspiración y técnica, hay que ir más allá de bandas nuevas con sonidos viejos, como las tendencias revival del thrash metal (Municipal Waste, Crisix, Havok, Angelus Apátrida, etcétera), la llamada nueva ola del heavy metal tradicional (Enforcer, RAM, White Wizzard, Cauldron, por ejemplo), o las bandas stoner ácidas que emulan los sonidos de los 60 y 70 (Orchid, Kadavar, Scorpion Child, Crobot, entre otras), descubriendo el trabajo de bandas actuales que toman el metal y lo llevan un paso adelante.

No se malinterprete, es importante tener raíces, lo malo es cuando éstas se convierten en cadenas que no permiten llegar más lejos, crecer ni evolucionar.

Nada debe forzarse, es cierto, cada quien con su gusto, pero es sano descubrir la buena música que se sigue produciendo actualmente, antes de censurarla. Ya hubiéramos querido que hace 25 años las bandas de nuestra escena sonaran con la técnica y calidad musical de las de hoy, claro guardando las distancias lógicas y comprendiendo que eran otros tiempos y muchas las limitaciones. Es importante hacer un pequeño ejercicio de objetividad y dejar la justificación nostálgica, comprendiendo cada cosa en su contexto adecuado, no todo tiempo pasado fue necesariamente mejor, pero más importante que eso es hacer los prejuicios a un lado, y dejarse cautivar de nuevo, sentir ese escalofrío en la espalda cuando se escucha un buen riff, dejar que fluya y nos haga agitar la cabeza y, para algunos, quizás el poco pelo que va quedando…

Publicado en La Hora
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