Los primeros historiadores nicaragüenses

2.256

En relación al primer libro de texto escolar sobre historia de Nicaragua, el reportero Eduardo Cruz reiteró un error de Guillermo Fernández Ampié: que esa prioridad le pertenecía a la obra del francés Pablo Levy: Notas geográficas y económicas sobre la República de Nicaragua (París, 1873). En realidad, le correspondió al Catecismo de historia  patria (1889) de José Dolores Gámez: “un extracto de la obra titulada Historia de Nicaragua [del mismo año de 1889], que se presentó al concurso histórico de Nicaragua por el mismo autor; está destinada a la primera enseñanza” ––se lee en su “Advertencia”.

Pablo Levy

Sin embargo, en el capítulo I de su obra de 627 páginas, Levy dedicó las primeras 66 a un no desdeñable “Resumen histórico” del país. Porque sus Notas geográficas y económicas constituían una “summa” de conocimientos sobre Nicaragua para servir de guía al proyecto de modernización que asumieron Vicente Quadra (1861-75) y los gobernantes posteriores.

Independientemente de sus prejuicios racistas y errores, esta obra enciclopédica, marcó un hito por su visión integral. Además, incluyó la más completa bibliografía y cartografía que hasta entonces se había compilado y ordenado sobre nuestra patria.

Pedro Francisco de la Rocha

El granadino Pedro Francisco de la Rocha (1820-1881) fue el primero que abordó el ensayo historiográfico al publicar su Revista política sobre la historia de la revolución de Nicaragua (1874) que, lamentablemente, no tuvo eco, quedando  olvidada en el mismo siglo XIX. Trasladado a Honduras, elaboró otro ensayo sobre la materia en 1874, el cual arroja nuevas luces acerca de los primeros años de nuestra vida independiente; más también permaneció desconocida para sus coterráneos.

Jerónimo Pérez

Por su lado, el masaya Jerónimo Pérez (1828-1884) fue el cronista de la guerra civil de 1854 y de su consecuencia: la antifilibustera. De hecho, dejando una amplia producción, impulsó las disquisiciones históricas entre nosotros. Tal lo indican sus dos tomos de Memorias (1865 y 1878), la Biografía del General Don Tomás Martínez ––entre otros–– y el testimonio de José Dolores Gámez, en quien despertó la afición por registrar archivos y perseguir datos históricos. Pérez era ––en opinión del último–– “tan modesto como bien intencionado, tan laborioso en su trabajo como paciente para sufrir pullas y befas de los que no le comprendían”. En 1928, 1975 y 1993 se publicaron sus Obras históricas completas, compiladas por Pedro Joaquín Chamorro, a quien se le debe esta valoración: “Su mérito consiste en haber dejado la única fuente histórica de la época más fecunda y trascendental de nuestra vida independiente. Su narración es generalmente serena, ajustada a la verdad… Como polemista, Pérez es fuerte, lógico y persuasivo; sobre todo, revelase en ese género una cualidad suya que no aparece ni perfilada en sus obras históricas: una ironía fina que casi siempre se trueca en cruel sarcasmo”.

Tomás Ayón

Todo ello preparó el camino para hacer posible la prolija labor historiográfica del leonés (aunque no nacido en la ciudad de León) Tomás Ayón (1820-1887) y, sobre todo, la de José Dolores Gámez. Al primero se le debe la general y narrativa Historia / de Nicaragua /  desde los tiempos más remotos hasta el año 1852 (Granada, Tipografía de El Centro-Americano, 1882 y 1887), que le encargara el presidente Joaquín Zavala.

Dos volúmenes comprendió esta obra que abarcaba el primero desde la época precolombina hasta 1600 y el segundo de 1601 a 1750. Anselmo H. Rivas, propietario de la imprenta donde vieron a luz los volúmenes, cuenta que el último Ayón lo corrigió minuciosamente, no obstante permanecer agobiado por la enfermedad que lo llevaría a la tumba, hasta formar el índice y la fe de erratas y disponer el sitio donde debía colocarse el mapa que lo acompaña.

La Historia de Ayón, cuyo tercer tomo aparecido en 1889 lo redactó su hijo Alfonso, obedecía a una necesidad: la de descubrir el sentido identitario de la existencia del país, sacudido por el proceso independentista, la ruptura de la Federación Centroamericana y la Guerra Nacional Antifilibustera. “La respetable obra de Ayón ––anotaría José Coronel Urtecho–– respondió a su manera a aquella necesidad, porque fue la primera presentación de Nicaragua con la debida perspectiva histórica, vista desde el descubrimiento y el fondo aborigen, hasta el umbral de la Independencia. Es una lástima que no haya llegado hasta 1852 como se proponía”.

También dos monografías abarcó la pluma de Ayón: los Apuntes sobre algunos acontecimientos políticos de Nicaragua en los años 1811-1824 (1875) y  Juicio histórico de D. Juan Bautista Sacasa (1876) ––ambos editados en León, Imprenta del Istmo––, aparte de una extensa reseña del Estudio histórico de América Central, de su colega guatemalteco Agustín Gómez Carrillo.

José Dolores Gámez

Pero es a otro granadino, José Dolores Gámez (1851-1918), a quien se le debe prácticamente la creación de la historiografía nacional en sentido moderno, no solo por sus obras personales, entre ellas su Historia / de Nicaragua / desde los tiempos prehistóricos hasta 1860 / en sus / relaciones con España, México y Centro-América (Managua, Tipografía de “El País”, 1889), de vasta influencia, sino además por iniciar la bibliografía documental con el Archivo histórico / de la / República de Nicaragua. Tomo I. Comprende desde 1821 hasta 1826 (Managua, Tipografía Nacional, 1896). Premiado un año antes de editarse en un certamen promovido por el Gobierno de Evaristo Carazo, la Historia del ideólogo liberal ha merecido apenas dos reediciones ––en 1955 y 1975––, pero trascendió a la enseñanza primaria a partir de su Catecismo de historia patria (1889), ampliado en 1894; y en otro volumen: Catecismo / de Historia de Centroamérica (Managua, Tipografía Nacional, 1900), también reeditado.

La gran vocación histórica de Gámez lo condujo, curiosamente, a emprender investigaciones arqueológicas, siendo el primero de los nicaragüenses en tomar esa iniciativa. “Su nombre es popular y simpático ––anotó entonces la Baronesa de Wilson––, y la historia de Nicaragua que tengo a la vista me revela tal cual al concienzudo y laborioso escritor. Ocupábase a la sazón en dirigir excavaciones por el territorio de Rivas, buscando antigüedades de gran mérito que guarda en sus entrañas la tierra donde hace siglos”.

Otros aportes de Gámez, por citar algunos, corresponden a la Biografía de Máximo Jerez (1882), varias veces reeditada; Promesa cumplida (1879), Gerardo Barrios ante la posteridad (1901), Rafael Carrera y Justo Rufino Barrios ante la historia (1907) y las póstumas Historias de la Costa de Mosquitos / Hasta 1894 (1939) e Historia moderna de Nicaragua (1975).

Hasta 1972, la Historia de Nicaragua de Gámez, más breve que la de Ayón, pero mejor organizada y más compacta, era un libro indispensable sin sustituto de la misma categoría.

“Aunque no alcanza más acá de la Guerra Nacional y pocas veces logra superar los prejuicios de partido del propio Gámez, o sus limitaciones ideológicas ––observaba Coronel Urtecho–– aún no se ha escrito nada más inteligente como presentación global de nuestra historia”.

Francisco Ortega Arancibia

En la línea liberal se inscribe la monografía de otro masaya, Francisco Ortega Arancibia (1830-1931): Nicaragua / en los / primeros años / de su emancipación política (París, Librería de Garnier Hermanos, 1894), en cuya página 21 se lee: La historia no es un simple juego de abstracciones. El que escriba la de Nicaragua debe ser imparcial, para merecer el nombre de historiador, y tendrá que examinar, con el ánimo sereno del filósofo, todo lo que se ha escrito con pasión o sin ella […] para deducir la verdad histórica, dando a cada cosa y a cada agrupación el lugar que le corresponde según los hechos, el lugar y la época en que se verificaron.

Émulo de su coetáneo y coterráneo Jerónimo Pérez, Ortega Arancibia redactó en la tercera edad su Historia de Nicaragua (Cuarenta años: 1838-1878), que no fue editada sino hasta 1912 y se reeditó en 1957, 1975 y 1993. En ella su autor se sustenta especialmente en la tradición oral y el recuerdo autobiográfico.

Otros aportes historiográficos de la época cabe citar: Historia de los tres años del Gobierno Sacasa (León, Tipografía de J. Hernández, 1893), de Jesús Hernández Somoza (1865?-1940): “obra meditada y elaborada con gran copia de detalles”, la valoró Darío; los artículos de El Diario Nicaragüense (1895-96), firmados por Anselmo H. Rivas, que integrarían su póstuma Ojeada retrospectiva (1936); los de Carlos Selva, publicados asimismo en 1896, reunidos más tarde en el volumen Un poco de historia (1948) y la Historia de la guerra entre Honduras y Nicaragua (1895), de Fernando Somoza Vivas.

Publicado en El Nuevo Diario
También podría gustarte