50 años bailando Diablo en Naiguatá

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Norberto Iriarte se propone profundizar la tradición original de los Diablos Danzantes de Naiguatá

A los cinco años comenzó a bailar como diablo en la cofradía. En aquellos días de 1965 sólo había 12 diablos comprometidos en su fe y en el arraigo ancestral de honrar al Santísimo Sacramento en Naiguatá, pueblo capital de la parroquia que lleva su mismo nombre, en el estado Vargas.

Con el ejemplo de su abuelo Ciriaco, y luego  de su padre Norberto, ambos diablos mayores de la cofradía cada uno en su momento, actualmente Norberto Iriarte (hijo) lleva este mismo nombramiento que sólo lo da el orden jerárquico regido por la antigüedad dentro de la sociedad de danzantes activos.

“Llevo 50 años bailando diablo”, dijo en una entrevista a la Agencia Venezolana de Noticias (AVN) en la que, frente al Rincón de Beto, especie de altar familiar alzado en memoria de su padre, afirmó estar comprometido no sólo con ser un buen diablo, sino con velar por el apego hacia las manifestaciones originarias que permitieron que los Diablos Danzantes de Naiguatá fuesen declarados Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en diciembre de 2012, por la Unesco.

“Siento que tengo que continuar los pasos y la enseñanza de mi abuelo y mi padre. Siempre pensé que llegaría el momento en que me tocaría llevar esta responsabilidad, por lo tanto la llevo con orgullo, es lo mío”, afirmó.

De generación en generación

Aun cuando reconoce la fama de curandero y rezandero de su antecesor, Pablo “Robin” Izaguirre, fallecido en 2013, Norberto asume su rol de diablo mayor desde su capacidad de enseñar a otros la tradición.

“Mi abuelo siempre dijo que el diablo mayor –yo siempre le hice mucho la pregunta sobre qué se necesitaba para serlo- debe ser simplemente un buen ejemplo. Si se da el ejemplo de cómo deben hacerse las cosas, muchos te van a seguir. Con mi padre también pasó lo mismo”, recordó.

Es por esto que para Norberto, el diablo mayor debe ser el guía, no sólo en el desarrollo de las danzas y pago de promesas, sino también en el reforzamiento de la tradición, de cómo se deben hacer las máscaras, cómo se deben pintar los trajes, con todo el simbolismo que encierran, y cómo se deben hacer las campanas.

Debe supervisar que el calzado sea la alpargata y, más allá de la indumentaria, orientar sobre las razones por las cuales se hacen las promesas, generalmente vinculadas con peticiones de salud.

“Hemos tenido una influencia dañina de los medios de comunicación. Creo que nos hace falta hacer más hincapié en la difusión de nuestra tradición y profundizar más en la enseñanza”, afirmó.

Simbolismo religioso

Producto del sincretismo religioso y la mezcla de culturas india, africana y española, las máscaras de estos diablos deben ser hechas sobre una base de alambre, con motivos marinos, animales domésticos o figuras diabólicas. Dibujadas con colores planos y llamativos, deben abundar en figuras geométricas entre las cuales las cruces son las protagonistas.

De una forma similar deberán ser pintados los trajes, en cuyo centro, a la altura de la espalda y pecho, debe destacar la imagen del Santísimo. A la cadera y hacia la parte posterior deberán ir las campanas, cuyo repicar ahuyenta al maligno.

A diferencia de otros diablos mayores, Norberto no usa una sola máscara sino que cada año se hace una. “Mientras tenga manos yo me hago una nueva (mascara) cada año y así enseño a quiénes vienen aquí para que aprendan y las mantengan dentro de la tradición”, dijo.

Más allá de lo estético, Norberto también asumió el rol espiritual que tiene como diablo mayor frente a la cofradía. En los dos últimos años se ha dedicado a cruzar a los muchachos que se han iniciado como diablos, ritual que se realiza previo al Corpus Christi, que se hace para alejar cualquier mal durante la víspera y la celebración al Santísimo.

“El diablo mayor debe saber cruzar: Hay que rezarle las oraciones que han pasado de una generación a otra, colocarles la imagen del Santísimo y las cruces, antes de que empiecen a danzar. Algunos van a la iglesia para que el padre les rece estas imágenes y luego vienen para que yo los cruce. Ellos andarán con esas imágenes hasta que termine la fiesta”, explicó.

La cofradía

Cuenta Norberto que cuando entró a la cofradía había sólo 12 diablos. “Cuando entró mi abuelo Ciriaco sólo habían seis y él prometió hacer crecer el número de diablos. Cuando él muere, en 1999, ese año habían danzado más de 200 diablos”, recordó.

Junto a su abuelo y el grupo de diablos danzantes ya viejos, Norberto se había comprometido en alcanzar algún día el sueño de ser reconocidos patrimonio cultural. La muerte de su padre lleva a Robin a ser diablo mayor, pero Norberto asume la creación y registro de la Asociación de Diablos Danzantes de Naiguatá, hoy con la figura legal de cofradía.

Hoy la cofradía de los diablos danzantes, quizá por el impacto que causó la declaratoria de la Unesco, experimentó un drástico incremento y ya pasa los 1.500 diablos.

“Mi padre y mi abuelo auguraron un aumento en la cantidad de diablos de darse la declaratoria. Quizá podamos luego registrar una baja en la cantidad de diablos, pero lo importante es mantener la tradición con conciencia de lo que ella representa con exactitud”, afirmó.

Sobre esta base, para este jueves, Norberto estará al lado del cajero mayor, Elio Yriarte, para guiar a la diablada en su peregrinar hasta la puerta de la iglesia, una vez más cerrada para los diablos, desde donde los instará a ser “buenos diablos”.

Junto a esta cofradía, en Venezuela fueron reconocidas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad un total de 11 diablos danzantes que celebran el Corpus Chistis desde el siglo XVII de forma ininterrumpida, nueve jueves después del Jueves Santo.

AVN

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