Perú celebrará sus tradiciones populares este domingo en el Día Mundial del Folclore

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Día Mundial del Folclore en la tierra de las mil danzas

Marinera de Lima que languidece bajo la fina garúa que aterciopela las maderas que, a modo de bancas, se enfilan en el Parque de la Exposición. Con un vacío que daba pena terminó, el pasado 9 de agosto, el X Concurso de Marinera de Lima que, como es su obligación, organiza la municipalidad de la ciudad capital. Los cuatro gatos de siempre, unos nuevos campeones y las mismas jaranas que se entonan desde los tiempos de Abelardo Vásquez, hijo de don Porfirio, del cielo favorecido.

Si ya en los años 80, la marinera limeña no era la que mayores adeptos captaba en los concursos que entonces organizaba el Grupo Acurio, imagínese ahora que el común de los mortales cree que la única que se baila es la marinera norteña, con banda de guerra y transmisión vía Canal 7 y conducción de Fátima ‘Campión’(sic) Saldonid. Para el hijo de vecino habitual no existe marinera ayacuchana, puneña o arequipeña. A eso ha llegado el desconocimiento de aquello que llamamos ‘folclor’

Vea nomás la fiesta de la Candelaria que se baila en Puno. De los cientos de danzas que antaño se cimbreaban en el rico y multicolor Altiplano, en la tele solo se capta la saya y la diablada, y paramos de contar. De la tuntuna, la llamerada, ni noticias, joven. Porque, ¿de qué hablamos cuando hablamos de folclore? ¿De las anquilosadas danzas que como postales para turistas se aletargan en las peñas? ¿O acaso de las multitudes maceradas y bailantes que cada fin de semana amanecen en los más insólitos y regios pampones de la urbe desencantada? ¿Qué distancia separa a Naranjita de Sucre de Pastorita Huaracina, más allá de la mera toponimia.

¿Es folclor el danzante de tijeras y no Yobana Hancco, que causa más alborotos en la Carretera Central que los paros en La Oroya?

Cualquiera que sea el caso, el folclor sirve para curarse en salud contra la prepotencia y la ignorancia. Amén de la extensión en el atlas personal de la geografía nacional. La cosa es armarse de paciencia y curiosidad para ampliar los horizontes sonoros con los que uno se ha criado. Lo mismo que un metalero en un rave. No es que todo suena igual, hay que empezar a distinguir los huaylarsh de campo de los de ciudad. Lo mismo para aprender las etapas por las que atraviesan un danzaq y sus tijeras, en sus duelos de acrobacia, de magia y de sangre, cuando la danza pase con costura en el cuero.

EL ORIGEN
Orlando Huacho, periodista y folclorista de vocación, explica la razón por la que este 22 de agosto en el mundo entero se celebra esto, que no es otra cosa que la voz de los pueblos: “En 1846, William John Thoms publi có en la revista ‘Athenaeum’ de Londres, un texto sobre el uso de la palabra ‘folklore’ para denominar a las tradiciones culturales populares en vías de extinción debido a la industrialización europea. ‘Folk’ implica tanto a la gente como la nación y describe la cultura orgánica, expresada en canciones, costumbres, rituales e historias de la gente”. Pero no sería hasta 1960 que la Unesco recién hizo alarde de sus funciones como organismo mundial de la educación y la cultura y declaró el 22 de agosto como Día Mundial del Folclor, que es en cierta medida un homenaje a la empatía y capacidad visionaria del mentado Thoms.

LA FIESTA EN CASA
En realidad, en el Perú la fiesta se inició el lunes que se fue en el Brisas del Titicaca, mítica peña quechua-aimara que desde hace cinco décadas batalla por sentimientos que enaltecen el espíritu: identidad, orgullo, nobleza. Se repartieron premios, se dieron discursos y, lo mejor, se bailó, se comió y se bebió. En el reducto del jirón Wakulski, hoy Héroes de Tarapacá 168, Cercado de Lima, se trenzaron las manos y dibujaron sonrisas al ritmo de chonguinadas, marinera y pampeña arequipeñas, tobas, caporales, marinera puneña, marinera norteña, huaylarsh, danzas afroperuanas y bailes que se suponen amazónicos. Todo fruto de la escuela y el elenco de baile que mantiene el Brisas.

Y continúa este fin de semana con el concurso de marinera norteña que organiza la academia de Adela Ahón en el coliseo Miguel Grau del Callao (entrada: diez soles desde las 11 de la mañana). Día sábado y domingo, en todas las categorías habidas y por haber, amén de concurso grupal de un baile que debería ser de pareja. Y con el acompañamientos de dos bandas de música que ejecutarán canciones, que en el origen se cantaban con guitarra y con cajón. Con primera y arranca con la segunda.

Y ya en el extremo del oriente, en La Choza de la Anaconda de Los Olivos, se celebra la Semana Tarapotina por feliz coincidencia. Hasta el sábado 22 de agosto se sirven potajes y tradiciones como en casa. La cita es en el cruce de la cuadra 14 de la avenida Izaguirre con la avenida Universitaria. Selva, montaña y pandilla. Celebra, Perú.

El Comercio

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