Las acrobacias del circo nacional para subsistir

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Cómo el circo chileno sortea la cuerda floja

Tiene 63 años, y antes de convertirse en patricarca del popular circo Los Tachuelas, uno de los más antiguos en Chile, cuatro generaciones se hicieron cargo del negocio familiar. El jueves recién pasado, un día después de echar a andar otra temporada en la emblemática esquina de Alameda con General Velásquez, en Estación Central, y a pocos minutos de comenzar la función, Joaquín Maluenda recuerda con orgullo que hace poco menos de un siglo, su abuelo era la principal atracción del circo que luego heredaría de su padre.

“También se llamaba Joaquín Maluenda, y el público se deleitaba cuando tomaba al toro por las astas para darlo vuelta. Hoy, varios años después, este mismo circo tiene a la sexta y séptima generación Maluenda sobre la pista, y mi nieto, también llamado Joaquín Maluenda, deslumbra con su talento como la bala humana, lanzándose con un cañón gigante con que cruza la carpa”.

Días antes, la mañana del sábado 5 de septiembre, se dio inicio a los festejos del Mes del Circo Chileno con una caravana que avanzó por la Alameda desde Los Héroes hasta Plaza Italia. Camiones y carros de familias circenses recorrieron la principal avenida de Santiago, exhibiendo lo mejor de su repertorio. Más tarde, acróbatas, malabaristas, payasos y números musicales, se presentaron a cielo abierto en la Plaza Central del GAM, y empresarios circenses, como Sonia Pavez, Julia Sánchez, Julio Romero y Vicente Ventura, fueron condecorados con el Sello de Excelencia a artistas del circo chileno por su trayectoria. Del 15 de septiembre al 15 de octubre, en tanto, una muestra fotográfica se tomará 30 paraderos del eje Apoquindo-Alameda, entre Escuela Militar y Las Rejas, con imágenes históricas y del circo local en Europa de los artistas Francisco Bermejo y Marta García Cardellach.

El mismo 5 de septiembre, más de 120 trabajadores de Los Tachuelas ajustaban la carpa donde hoy tiene lugar la última temporada en uno de los rincones insignes de Santiago. “Ya no son rumores”, dice Maluenda, “será la última vez que un circo chileno se presente en la mítica esquina de Alameda con Velásquez”, lamenta el también apodado Tachuela Grande. Al sitio le llaman el Oscar circense por ser uno de los puntos que más público atrae, y fue en 1982 cuando el terreno de 6.192 metros cuadrados acogió por primera vez a un espectáculo de este tipo. “Pero no fue a uno chileno”, alega Maluenda, “sino a los mexicanos de los Hermanos Fuentes Gasca. Recién en 1987, al margen de los conflictos políticos, logramos que las autoridades municipales de turno dieran luz verde a una carpa de las nuestras”.

Desde entonces, más de 50 circos nacionales, incluidos Las Aguilas Humanas, el Panamericano y hasta el extravagante Timoteo, entre otros, se han posado sobre ese paño. Sin embargo, la semana pasada se dio a conocer su venta a una inmobiliaria que pagó 50 UF por metro cuadrado. “Aunque nosotros estaremos aquí todo septiembre, ya hay una parte del terreno que no se puede utilizar, pues pronto partirán las obras”, dice Maluenda. Por su parte, Vicente Ventura, de Las Aguilas Humanas, comenta que la historia circense en Chile, de más de 150 años, está marcada por los cambios: “Estamos acostumbrados. Somos nómades, de vida movediza, así que tarde o temprano nos resignaremos a la idea de que esta esquina ya no nos pertenece. Nuestro futuro está en los patios de los malls -como el Florida Center y el Mall Plaza Vespucio-, en regiones, donde aún nos va bien,  y comunas de la periferia”.

No es el único hecho que empaña los festejos de la madre de las artes escénicas, como se le llama popularmente. Promulgada en 2007, la Ley 20.216, conocida como la del Circo, fue creada para fomentar y proteger la actividad circense en todo el país, y sin embargo también es cuestionada por empresarios del rubro. “Se tiende a creer que septiembre es el Mes del Circo porque corresponde al de su promulgación, y también porque la gente recién nos ve instalándonos y dice: ¿De qué viven ustedes todo el año? Eso ocurre pues varios de nosotros, y desde hace mucho tiempo, trabajamos bajo la antojadiza decisión de las autoridades de turno”, dice Maluenda.

Como los osos, los más de 120 circos que existen hoy en Chile -según cifras de la Asociación de Empresarios y Artistas de Circo, presidida por Maluenda- hibernan en la temporada otoño-invierno. “La plata que se gana entre septiembre y marzo o abril, la ahorran para vivir tranquilos esos meses”, dice Abraham Lillo, el conocido Tony Caluga. Sin embargo, aclaran, hubo sobre 30 de ellos que, ante la inexistencia de una línea de fomento para su sostenibilidad, debieron funcionar para costear la vida de familias enteras. Maluenda revela que, además, varios lo hicieron sin permisos municipales o en trámite.

La misma ley, en el artículo número 2, estipula que los circos sí pueden mantener animales domesticados, aunque dejaron de hacerlo para no distanciar parte del público. “Depende de cómo se le mire. Nuestros animales eran mantenidos en mejores condiciones que las de años anteriores, pero los medios de comunicación hacen alarde de maltratos sin saber si los hubo o no, lo mismo con los accidentes o defectos técnicos”, dice Maluenda. En 2011, Los Tachuelas fue el último circo chileno en retirar tigres, leones, elefantes y otras especies de sus espectáculos. Así y todo, dicen, el público no disminuyó sustancialmente.

“De los artistas chilenos somos algo así como los parientes más pobres, a pesar de vivir en mejores condiciones que nuestros padres y abuelos, y haber profesionalizado nuestro trabajo”, comenta Lillo. “Tenemos un público fiel, no podemos desconocerlo, pero nos resulta muy complicado competir contra los circos internacionales”, explica Maluenda: “El Cirque du Soleil, por ejemplo, uno de los que más visita Chile, monta un espectáculo brillante, pero cuenta también con el apoyo institucional como para vender entradas anticipadas, invitar a autoridades que sí asisten a las funciones y asegurar su éxito. Nosotros aún convidamos a la gente con un megáfono, ni siquiera alcanza para mandar a hacer volantes. Ese, además de la creación del Premio Nacional de Circo, es uno de nuestros focos y meta como familia”.

Publicado en La Tercera