En Buenos Aires inauguran una muestra fotográfica que recorre la historia de las Madres de Plaza de Mayo

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«Son 38 años que caminamos», dijo Hebe escoltada por una docena de Madres, que recorrieron junto a visitantes del CCK la muestra que reseña las primeras rondas alrededor de la Pirámide de Mayo, alguna marcha de la Resistencia, cargas a caballo de la Infantería que trataban de impedir, infructuosamente, el paso de las combativas mujeres, y la participación popular en actos y «siluetazos» con figuras humanas con nombres de desaparecidos.

«Las fotos lo dicen todo, las guardamos, las queremos», refirió Bonafini, quien contó que cada vez que la llevaban detenida de alguna manifestación callejera, fotografiaba con una camarita que llevaba escondida entre sus ropas los baños de las comisarías.

Hebe relató que las fotos traían muchos recuerdos y celebró que «los jóvenes vean ese pasado pero no lo vivan: ojalá que siempre siga así y que nunca más pase lo que pasó».

«Agradezco a Néstor y a Cristina (Kirchner) estos momentos tan felices que nos han dado, viendo a los que tienen que estar presos, presos», reivindicó.

La retrospectiva -que podrá verse hasta el 1 de noviembre en la Sala 607 del sexto piso- incluye algunas imágenes inéditas que integran el archivo de 50.000 fotografías de la organización de Derechos Humanos.

También una serie de fotos actuales de las principales dirigentes, recortadas a color sobre el fondo de la Plaza de Mayo, de Leandro Montini, quien seleccionó junto a Madres cada una de las fotografías «que condensan un año de historia de búsqueda incansable».

Con paso corto y lucha larga, las Madres recorrieron la muestra que refleja rostros conocidos, paisajes callejeros reconocibles controlados por agentes de las fuerzas represivas, carteles con el reclamo de «juicio y castigo a los culpables», abrazos, y pañales hechos pañuelos con nombres queridos y leyendas de «no olvidaremos»

Publicado por Agencia Télam

Por Demetrio Iramain

A partir de hoy y hasta el domingo 1 de noviembre, las Madres de Plaza de Mayo montarán en las paredes del flamante Centro Cultural Kirchner una muestra fotográfica sobre su lucha. La retrospectiva abarca las instantáneas (muchas de ellas hasta ahora inéditas) más impactantes de sus 38 años de pelea en la calle, con el cuerpo, y una serie de fotografías actuales, producidas por el artista Leonardo Montini.

Así, las fotos de las Madres, la belleza de sus rostros, la conmoción que provoca su lucha, ocuparán durante casi todo un mes ese emblemático centro de arte y cultura, que en tan poco tiempo se ubicó entre las propuestas más destacadas de la rica oferta cultural porteña. Es notable que un gobierno popular, con la impronta de los tres que condujeron los Kirchner, deje como dos de sus mayores herencias, además de sus políticas públicas y sus logros concretos en su enfrentamiento con el poder real, un centro cultural, el CCK, y otro dedicado a las ciencias, Tecnópolis. No metrobuses, ni bicisendas, sino cultura popular y conocimiento científico. Indudablemente, al proyecto nacional le da para mucho más que ordenar el tránsito.

Al sueño de la revolución que sueñan las Madres y del que pueden seguirse sus últimas noticias a través de las fotos que testimonian su lucha, se llega por varios caminos. A veces, por la explicación científica de la necesidad social e histórica de cambiar el patrón de acumulación, para abreviar la brecha entre ricos y pobres, que se había ensanchado demasiado. Esa es la verdadera grieta, que algunos insisten en invisibilizar.

Pero también puede arribarse por los caminos del dolor convertido necesariamente en rabia. Los pueblos no deciden sus circunstancias. La poesía, la fotografía, la belleza de las Madres resistiendo en su Plaza, la fuerza de sus manos tensadas unas con otras, también acompañan ese recorrido hacia la revolución. Comúnmente, la poesía testimonia la razón que tienen los pueblos con más eficacia y rapidez que un tratado sobre historia política. Y las Madres lo saben desde casi el primer día: el pañuelo blanco anudado bajo el mentón, fue una de sus primeras síntesis políticas, y da cuenta de lo definitorio que resulta para ellas dar pelea en el terreno simbólico.

Alguna vez, hace muchos años, Hebe de Bonafini dijo, al dejar inaugurado un sitio de arte de las Madres, que «queríamos que este lugar fuera irónico, alegre y que no tuviera nada que ver con la muerte. Todo lo que las Madres creamos, siempre queremos que tenga que ver con la vida, con la alegría, con los sueños, con las esperanzas. Y esto nos viene de algunas cosas que nos dijeron nuestros hijos.»

Las paredes del Centro Kirchner engalanadas con las fotografías de las Madres irradiarán precisamente eso: alegría, esperanza, vida. Lucha. Nada hay más lejano y ajeno a las Madres que la palabra muerte. «Cuando se llevaron a mi primer hijo –continuó Hebe-, el otro más chico me dijo ‘mirá, no tenés que estar triste, porque la cosa va a venir pesada y es mala, pero para poder seguir viviendo y luchando tenés que escuchar música, ir al teatro, ir al cine, aprender a reírte, porque sino no vas a poder luchar'».
Las Madres, que inicialmente salieron a la calle a luchar y más tarde se organizaron, entienden el arte igual que la política. Cultura de la acción. Escuela donde el aprendizaje y la enseñanza no se realizan ni antes ni después de una «clase» o «conferencia» de arte, sino durante, mientras, en tanto que, el hecho creador. Ese mismo espíritu insurrecto, inquisidor, que las llevó a la lucha, ellas lo devuelven en sus creaciones, sus luchas, sus transformaciones, reelaborado, reconvertido en una nueva síntesis política, ideológica y por qué no poética.

El arte, las manifestaciones de cultura popular, no son un pasatiempo escapista sino la manera de ser de los pueblos. Su desgarrada alegría. Reflexión apasionada. Podrán ser «bienes» culturales, pero no el sentido mercantil del concepto. Sirven para abreviar las distancias que se abren entre el hombre y el mundo. Devuelven al hombre esa distancia como desafío y al mundo como creación de sí mismo. Con la fotografía, la poesía, la música, la plástica, la danza, el teatro, pueden nombrarse los sueños, las pasiones, los dolores que le ocurren a la humanidad todos los días y no constan, sin embargo, en las crónicas de la historia oficial. Como la teoría, el arte también educa. Ciencia con pies de barro donde los pueblos tienen razón.

La poesía (la fotografía tampoco) no pregunta a sus interlocutores sorprendidos, protagonistas de su belleza, por sus conocimientos estilísticos previos. Los desbarata, los desconcierta, y punto. El artista no es un semidiós; apenas es un hombre –o mujer, tornero o costurera, estudiante o doctor, ferroviaria o bancario- que posee una sensibilidad radical, esa soledad picante deseosa de ser compartida. Las Madres saben que todo creador verdadero se ha nutrido de la realidad de su pueblo, al que ha ofrecido esa misma realidad, estéticamente elaborada, en un intento de influir sobre ese pueblo, de despertar la conciencia dormida que de sí mismo posee. El arte nace del hombre y regresa nuevamente a él. Por eso mismo nada de lo humano le es indiferente ni ajeno.

Por lo tanto, la cultura no puede ser neutral, ni permitir que la traten como la hermana ingenua y menor de una familia ambiciosa y voraz. Como todo lo que está vivo y forma parte de la realidad concreta, en el seno del arte también se libra una lucha sin cuartel entre clases sociales contrapuestas, que lo desangra y a la vez lo dinamiza. Hay palabras, colores, estéticas, que adquieren significado según quién los esté empleando. Que lo hagan los poderosos o el pueblo define su validez. Poesía «para sí». El redoblante militar es igual al tambor de los corsos de las esquinas, pero uno marca el paso de la guerra y el otro dirige el ritmo de los bailes doloridos de protesta popular.

¿Deberíamos permitir que la Ballena Azul sea trinchera algún día de expresiones artísticas ajenas a lo popular, elitistas, ahistóricas, pasatistas; que artistas que pasen por allí trafiquen por lo bajo el concepto de derrota, desde poetas hasta dibujantes o músicos?

Desde luego que no.

Conscientes de esa puja, las Madres se pronuncian enteramente por la belleza de los pueblos, la ternura de los trabajadores, la gracia y la solidaridad de los ofendidos por el capitalismo enajenante. Como en su concepción clasista de los Derechos Humanos, ellas optan abiertamente por el combate frontal a los explotadores del sistema económico y social, también desde el hecho artístico.

Una lírica desde lo popular, que no por ello deba vulgarizar sus cualidades estéticas; un arte que sea político, de resistencia, pero no por lo que resulte de la decodificación de su sistema simbólico sino por su permanente replanteo del mundo, que incida críticamente sobre la realidad.

El año pasado, el Indio Solari reivindicó en Gualeguaychú la lucha de las Madres de Plaza de Mayo. Recordó puntualmente a la nuera de Hebe, María Elena, oriunda de esa ciudad entrerriana, quien era la mujer de su hijo Jorge Omar. «La memoria sigue viva», dijo el músico ante casi 200 mil personas que entonces colmaron la ciudad a la vera del río Uruguay.

Pero atención: para que la memoria siga viva es necesario un ejercicio consciente y formativo permanente, que puje, tensione y contrarreste las constantes deformaciones y forzamientos a la que es sometida esa memoria colectiva, que es política, histórica y social. ¿Por qué sino las cámaras empresariales rechazan con todas sus fuerzas, simbólicas y de las otras, la Comisión Bicameral que investigará las complicidades económicas con el genocidio? Las fotografías de las Madres, la fuerza expresiva de esas mujeres en pleno acto público, potencian ese desafío, que es histórico. No sólo estético. Pasen y vean.

Publicado por InfoNews
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