Los terremotos: un tema ineludible en la literatura y el cine chilenos

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Clara, la esposa clarividente de Esteban Trueba, lo presintió: «La tierra va a temblar». «¡Siempre tiembla, Clara, por Dios!», respondió su marido. «Esta vez será diferente», aseguró ella. Tenía razón; el terremoto comenzó a las cuatro de la madrugada. «Clara sintió que el suelo se sacudía y no pudo sostenerse en pie. Cayó de rodillas. Las tejas del techo se desprendieron y llovieron a su alrededor con un estrépito ensordecedor. Vio la pared de adobe de la casa quebrarse como si un hachazo le hubiera dado de frente, la tierra se abrió, tal como lo había visto en sus sueños, y una enorme grieta fue apareciendo ante ella».

La escena narrada por Isabel Allende en La casa de los espíritus, de 1982, relata cómo un cataclismo devora la casona patronal de los Trueba. Casi una década después, en 1993, la novela inspiraría la célebre película dirigida por Bille August y protagonizada por Jeremy Irons, Meryl Streep, Glenn Close, Winona Ryder y Antonio Banderas. Casi como un mal presagio o tras la pista de la realidad, esta escena retrata cómo la ficción se ha hecho cargo de una problemática histórica para esta franja de tierra, remecida por su naturaleza. Ayer, el terremoto 8,4° en Illapel se convirtió en el de mayor intensidad en el mundo en lo que va del 2015, y en el sexto en los registros de la historia de Chile.

Es el tercer movimiento de gran intensidad que sacude al país en cinco años, precedido por el de Iquique en abril de 2014 (8,2°), y al del 27 de febrero –más recordado como el 27/F– de 2010 (8,8°). Según las cifras y mediciones, dos de los diez terremotos más devastadores, incluido el primer lugar (el 9,5° que azotó a Valdivia en 1960), han ocurrido en Chile.

Pasaban las 3 la tarde de ese domingo 22 de mayo de 1960, y Valdivia acababa de desplomarse. En cuestión de horas se supo que el terremoto costó la vida de casi 2 mil personas y dejó a otros 2 millones de damnificados. El sismo 9,5° pasará a la historia como el de mayor intensidad en el mundo registrado hasta la fecha.

A pocos días de la tragedia, el historiador y documentalista chileno-español Leopoldo Castedo viajó al sur del país en ruinas. El remezón había obstruido el desagüe del lago Riñihue, y alguien debía frenar el ímpetu de la naturaleza. Los afectados esperaban una respuesta de las empresas y del Presidente Jorge Alessandri, quien tardaría en llegar. Al año siguiente, Castedo presenta su registro: La respuesta, el mismo documental que este año inspiró la obra de teatro homónima escrita por Franco Toledo (Amansadura), y que tuvo su temporada en julio y agosto en Teatro del Puente.

Al rebobinar la cinta, también asoman otros registros ficticios que han recogido los movimientos sísmicos. Escasamente recordada a pesar de lo reciente de la catástrofe, la película 03:34 Terremoto en Chile, dirigida por Juan Pablo Ternicier y escrita por Mateo Iribarren, narró tres historias sobre el sismo de magnitud 8,8 que provocó un tsunami la madrugada del 27 de febrero de 2010.

Más atrás aún, el cuento El terremoto de Chile, del alemán Heinrich Von Kleist, uno de los escritores románticos más importantes del siglo XIX en Europa, recuerda el remezón que azotó al Santiago de 1647. La trama del relato es una historia de amor imposible entre una pareja de jóvenes de clases sociales diferentes. El amor fue condenado, obligando a ambos protagonistas a cumplir las penas correspondientes para aquella época. En el instante en que se iba a materializar una de estas condenas, ocurre el terremoto del 13 de mayo de 1647. El texto se publicó en 1807, y el mismo fue exhibido sobre las tablas en Alemania en 2011, en el Hessisches Staatstheater Wiesbaden.

La viajera inglesa Maria Graham es otra que recogió su experiencia tras un terremoto en Chile, aunque con hechos reales. En 1830 se encontraba en este lado del mundo, y anotó en sus memorias una destacada descripción del terremoto de 8,2° del 5 de noviembre de 1822. Sus impresiones provocaron un acalorado debate en la Sociedad Geológica de Londres entre dos corrientes de pensamiento acerca de los terremotos y su papel en la conformación de montañas. Además de la descripción del terremoto en su Journal of a Residence in Chile, también escribió sobre el fenómeno más detalladamente en una carta a Henry Warburton, uno de los fundadores de la Sociedad Geológica de Londres.

Una de sus observaciones se refería a la elevación de grandes áreas de tierra respecto del nivel del mar. En 1830, este testimonio fue incluido en el trabajo del geólogo Charles Lyell The Principles of Geology, como prueba en apoyo de su teoría de que las montañas habían sido formadas gradualmente por sucesivas erupciones y terremotos. Otro célebre personaje que abordará los particulares sismos en Chile fue Charles Darwin, quien durante su paso por Valdivia en 1835, observó la misma elevación de terrenos y aguas en un país que hace décadas, y hasta hoy, se asombra ante la inusitada subversión de su tierra.

Publicado en La Tercera
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