Un documental

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En Contexto
La Operación Condor fue un plan de inteligencia y coordinación de la ejecución de acciones represivas paramilitares entre los servicios de seguridad de Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia. En octubre de 1975 se constituyó una organización clandestina internacional para la práctica del terrorismo de Estado contra opositores a los regímenes dictatoriales que contó con la cooperación de los Estados Unidos.

La Operación Cóndor fue el Mercosur de las dictaduras

Fue en Montevideo a fines de los años 70, que vi de cerca, por primera vez, el rastro y el rostro de la ‘Operación Cóndor’ en América Latina. En ese entonces, el continente era un tapiz de dictaduras cuyos organismos de represión actuaban en estrecha colaboración, sin frenos ni fronteras. Antes, apenas vislumbraba la herida en escenas fugaces de Estado de Sitio y Missing, películas de Costa-Gavras, que denunciaban al régimen de Pinochet y la presencia de agentes brasileños en Chile, dando clases de cómo operar instrumentos de tortura. Conversaba con exiliados brasileños en Uruguay, en un café en el centro de la capital. Uno de ellos (no estoy seguro si el coronel Dagoberto Rodrigues o el periodista Paulo Cavalcante Valente) me pegó en el hombro y preguntó: «¿Sabes que a menos de 40 metros de aquí queda la farmacia de los padres de Lilian Celiberti, secuestrada en Rio Grande do Sul por agentes brasileños y uruguayos, y entregada a la dictadura de acá junto a su marido y sus dos hijos?

No sabía de la farmacia ni de sus propietarios, que más tarde visité llevado por Paulo Valente, pero conocía bien la historia de la pareja de uruguayos Lilian Celiberti y Universindo Diaz. Trabajaba en aquel momento en el Jornal do Brasil y no me perdía detalle del caso de secuestro político que sacudió los cimientos de la dictadura en el país en 1978. Representó, también, un momento histórico de coraje y empeño investigativo de la prensa brasileña.

Luiz Cláudio Cunha, director de la corresponsalía de la revista Veja en Porto Alegre, recibió un llamado telefónico anónimo sobre una acción de secuestro que estaba sucediendo en ese mismo instante en un departamento de un edificio de la capital gaúcha. Sin dudarlo, el periodista salió de la redacción para verificar todo, acompañado del fotógrafo João Batista Scalco y pronto estuvo delante del hecho inesperado que alimenta los grandes logros periodísticos.

En el lugar indicado telefónicamente, Luiz Cláudio y su colega terminaron siendo testigos de un hecho con potencia explosiva de muchos megatones, cuyo seguimiento y consecuencias iban a ayudar al esclarecimiento del secuestro y protección de las víctimas, además de desnudar a la opinión pública la ‘Operación Cóndor’, el sistema de cooperación entre las dictaduras de Brasil, Uruguay, Chile, Argentina, Bolivia y Paraguay, que actuaba como una especie de Mercosur de la tortura.

El trágico saldo de esta operación que ganó repercusión mundial con el encarcelamiento de Pinochet en Inglaterra (se acusa a los Estados Unidos de ayuda técnica y financiamiento desde la época de las películas de Costa-Gavras). El ex secretario de estado Henry Kissinger es acusado de ser el «autor intelectual» de la operación cuyos escombros vuelven a ser revueltos por la justicia italiana, a partir del pedido de prisión de 146 figuras de países sudamericanos acusados de participación directa en el ‘Cóndor’, promovido por Giancarlo Capaldo.

En la nómina de acusados hay 13 brasileños, algunos ya fallecidos como el ex presidente de la república João Figueredo, quien encabeza la lista. Un abogado uruguayo ya había solicitado la prisión de Kissinger, mucho antes del quid pro quo actual. En la cuenta de la ‘Operación Cóndor’ pesan cerca de 30 mil muertos y desaparecidos en la Argentina, entre 3 y 7 mil en Chile y más de 200 en Uruguay, además de algunos cientos de presos y torturados por las dictaduras en connivencia.

El secuestro de la pareja uruguaya y sus dos hijos tal vez no pueda ser considerada la historia más dramática en este grisáceo universo de pérdidas y daños. Pero seguramente es uno de los casos más significativos y uno de los raros en que los agentes del servicio secreto de la operación se pusieron en evidencia. Además de ello, es un registro importante para la historia de cómo militares brasileños sirvieron activamente en otros países, sobre todo en la organización de aparatos represores, tomando como ejemplo la creación de la DINA, el servicio secreto de Pinochet.

En mi paso por Montevideo en abril de 1979 referido al comienzo de estas líneas el «caso de los uruguayos» aún merecía muchos espacios y repercutía intensamente en los diarios y revistas sudamericanos, con una mención especial al notable y valiente trabajo periodístico de Luiz Cláudio Cunha y su colega Scalco, en Veja, del periodista José Mitchell, de la corresponsalía del Jornal de Brasil en Porto Alegre, y de la prensa brasileña en general.

El episodio es tema del largometraje documental Cóndor del cineasta y periodista Roberto Mader, ganador en el Festival de Gramado 2007 del Premio Especial del Jurado obtenido por la película y del Premio Calidad Artística para la banda sonora de Vitor Biglione. El realizador abre espacio para testimonios de personajes de los dos lados del caso. Uno de ellos es la mismísima Lilian Celiberti, que sobrevivió para contar su historia. Hay testimonios también de Jarbas Passarinho, ministro en tres gobiernos militares en Brasil, e incluso del general Manuel Contreras, considerado el brazo derecho del dictador Augusto Pinochet en Chile.

Vale la pena ver, y más aún luego de que el fiscal italiano Giancarlo Capaldo decidió pedir el encarcelamiento de los implicados en esta calesita latinoamericana de secuestro y tortura, quebrando el silencio y la omisión que en general llevan a la impunidad. Y sepultan en el olvido horrores como los practicados por la Operación Cóndor.

Publicado en Terra Magazine

Em busca do passado

De 2004 pra cá, com extrema freqüência nos deparamos com filmes (documentários ou ficções) que tratam de temas relacionados com o período da ditadura militar: de Quase Dois Irmãos a Cabra Cega, de Araguaya a Hércules 56, de Sonhos e Desejos a O Ano em que Meus Pais Saíram de Férias, entre outros. Neste sentido, Condor é certamente parte de um processo. Portanto, é preciso, nesta variedade confusa de aproximações, traçar os pontos em comum e pensar quais novos sentidos e propostas estão sendo extraídos e perpetuados.

A “grande questão” por trás destes filmes ainda consiste invariavelmente em se representar circunstâncias ou acontecimentos caros e esquecidos de nossa História recente – e em Condor não será diferente. A idéia de Robert Mader é tratar da chamada Operação Condor, nome dado à cooperação entre governos militares sul-americanos que resultou no seqüestro, assassinato e exílio de milhares de pessoas. Durante duas décadas, negou-se a existência desta Operação, tratada como um exagero paranóico, uma teoria da conspiração de vítimas e opositores. Condor quer jogar luz sobre este período. “Não podemos pensar no futuro sem recuperarmos o passado”, diz uma depoente. “Isso aconteceu. E aconteceu conosco”, complementa outra. Frases que sintetizam muito bem as intenções de Mader.

Do ponto de vista da linguagem, Condor opta por uma estrutura dramática bem simples. Trata-se de um filme de depoimentos e material de época, entre jornais e imagens de arquivo. As entrevistas tentam, ainda que de maneira frágil, explorar as opiniões contrárias de defensores da lógica ditatorial e vítimas da Operação Condor. O espectador segue um tanto desamparado o fluxo de depoimentos e imagens pelo continente. A edição de Célia Freitas e o corte final de Ricardo Miranda parecem por vezes reproduzir essa idéia de um fluxo sem fronteiras, a ponto de ser às vezes complicado identificar e associar todos os eixos narrativos.

Percebe-se claramente uma ascendência na escola britânica de John Grierson, para quem a idéia do documentário não era de modo algum uma idéia cinematográfica. Neste sentido, podemos dizer que Mader tem mais perícia do que exatamente um estilo pessoal. Mais do que se expressar, o que o documentarista deseja é se comunicar. Conseqüentemente, reage-se muito mais ao conteúdo do que ao artista. Neste sentido, Mader parece ambicionar um painel amplo e por vezes se reveste de importância e nobreza, mas acaba perdendo o foco. Condoresbarra em muitas questões para apenas deixá-las em aberto (a participação americana, o papel do Brasil na operação, o trabalho da Cúria, etc.).

Em determinado momento, percebe-se o desejo por uma descida às memórias e às realidades presentes das pessoas que viveram o período. Foi através das relações entre pais e filhos que Roberto Mader encontrou a melhor maneira de falar da Operação Condor. São muitas e comoventes histórias. Há o caso dos Larrabeiti, que presenciaram a morte dos pais biológicos no Uruguai e foram adotados por uma família chilena. Há também a uruguaia Sara Mendes, presa e torturada na Argentina, que encontra seu filho após 25 anos de busca. Outras histórias tiveram grande repercussão no Brasil, como a do casal de Lilian Celiberti e Universindo Diaz, seqüestrados pela polícia uruguaia em Porto Alegre. São casos realmente exemplares e emocionantes, mas não suficientemente explorados. Para isso,Condor teria de ser mais longo ou talvez se deter em um número menor de personagens. Alberto Cavalcanti já nos alertava para o fato de a metonímia ser uma das melhores estratégias para se aproximar do tema de um documentário: “Você pode escrever um artigo sobre os correios, mas deve fazer um filme sobre uma carta”, dizia ele.

Mader não tem dúvidas a respeito do que pretende dizer com seu filme: que a Operação Condor existiu e que o país só poderá virar esta página quando resolver falar abertamente sobre o período. No entanto, ao seguir uma estrutura um tanto confusa, o filme não entrega o que nos promete: o documentário não apresenta informações novas sobre a operação, nem nos explica sobre seu funcionamento. Tampouco se trata de um filme investigativo ou de denúncia. Apesar de dar voz a militares, o documentarista não é objetivo em um sentido jornalístico, mas também não é panfletário. Em Condor, não vemos um argumento sendo apresentado, discutido e provado, mas tampouco somos lubridiados goela abaixo. E, curiosamente, talvez o maior trunfo de Mader, o legado de seu filme, seja o depoimento (raríssimo) do general chileno Manuel Contreras, chefe da Dina (Direção de Inteligência Nacional). O tempo dirá.

Publicado en Revista Cinetica

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