Todos los fuegos al cómic

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La chispa de Prendefuego chasquea a mediados de agosto en un Gol Country empantanado en la banquina barrosa de un camino vecinal al borde del anochecer. Ziul Mitomante, José Arizmendi y familia vienen de Rosario bastante decepcionados por las ventas que sus respectivos libros tuvieron en la convención comiquera Crack Bang Boom, en relación al gasto y sacrificio que implica toda la movida. Como olvidaron cargar nafta y no van a llegar a Córdoba, deciden dejar la autopista para cargar en Marcos Juárez, pero pifian la salida y terminan ahí. La escena parece estar guionándose para la historieta que José acaba de editar:Salsipuedes. En ese marco –y hasta la pródiga aparición de un lugareño en camioneta portando linga y malacate–, la mujer y la beba de Arizmendi son testigos de una elocuente propuesta de José a su colega: formar un colectivo que reúna a las nuevas editoriales de cómics cordobesas.

“A mí me venía dando vueltas la idea de agruparnos, más que nada por el tema de distribución y venta”, repasa José. “Tal vez la idea del colectivo ya venía siendo pensada por cada uno de sus futuros integrantes, pero en mi caso se volvió nítida cuando José me tiró la posta, porque realmente cree en el conjunto –lo cuenta Ziul Mitomante, alias artístico de un nombre ya olvidado–. Lo del barro y la salvada fue una cosa muy luminosa. Parece ser que el universo nos quiere. Si no, quizás todavía seguiríamos ahí”. Pero no: ni ellos siguen encajados ni sus ediciones duermen en cajas.

La yesca de Arizmendi había encontrado una pira precalentada: “A la semana, Ziul me invitó a una choripaneada que ya había arreglado con el Negro Viglietti (su sello Contamusa daba sus primeros pasos) y Matías Zanetti (con el libro puntal de su editorial Holograma en imprenta) para hablar ese tipo de cosas, aunque todavía sin una forma concreta, lo que yo le había propuesto en el auto. Enseguida se sumó Hernán (González, que proyectaba su sello Buengusto) y largamos”. Había nacido Prendefuego, alianza operativa de las editoriales autogestivas cordobesas Buengusto, Contamusa, Gato Madre, Holograma y Mitomante.

“Cuando nos quisimos dar cuenta, ya nos invitaban a ferias de libro en toda la provincia y en San Luis”, dice José. Oportunidades como esas, de llegar al público sin intermediaciones son clave para los microemprendimientos culturales: “Las librerías y distribuidoras son una vidriera, pero tienen bajo porcentaje de ventas –explica Ziul–. El mayor ingreso viene por venta directa”. Y como no alcanza con hacerlo a nivel local, se impone la logística colectiva: “Así organizados, podemos dividirnos y asistir a un montón de ferias y eventos de comics del país. Cubrimos los gastos de uno o dos integrantes y ellos llevan el material de todos. Ahorramos recursos, tiempo y energía”, agrega Zanetti.

Ziul subraya la importancia del ahorro energético: “Como casi todos hacemos la producción desde cero, para la parte final del proceso ya quedamos agotados”. Y González la redondea: “Prendefuego es un engendro cooperativo donde todos, con hambre de publicar y similares ambiciones, juntamos nuestras fuerzas: en vez de pegar un tincazo con un solo dedo, pegamos un cachetadón”.

La experiencia de colectivos de sellos independientes tiene buenos ejemplos recientes: Nueva Historieta Argentina (NHA) reúne a siete editoriales argentinas, incluyendo a la cordobesa Llanto de Mudo; Big Sur agrupa sellos comiqueros de Rosario y Buenos Aires aún no tan emergidos como los de NHA; y Frente Mar potencia los esfuerzos de varios editores literarios locales.

Además de resolver problemas de comercialización, la sinergia producida por estas asociaciones estratégicas ensancha notoriamente la difusión. “Es exponencial el alcance que tenemos cuando laburamos juntos, porque cada uno de nosotros laburó un tiempo solo y tiene sus contactos”, aporta el Negro Viglietti. Porque si bien cuatro de los cinco sellos que conforman Prendefuego son muy recientes, todos sus responsables venían codeándose con la cuestión editorial.

Viglietti, rosarino radicado en Córdoba hace unos años, integró el equipo de Dead Pop, editorial comiquera que reunía voluntades cordobesas, rosarinas y bonaerenses, y distribuía por aquí ediciones independientes de historieta, ciencia ficción y fantasía de Rosario y Buenos Aires. Además, como escribe literatura, trabajó con la gente de Libros Son, donde se empapó de funcionamiento horizontal. González, dibujante, integraba el grupo de publicaciones indies de todo tipo Fanzine Time, generador de ferias y otras movidas, mientras hacía su revista de cómics Humor Vítreo, que se convirtió en libro antológico cuando Hernán se sumó al equipo de Llanto de Mudo.

Zanetti guionó desde 2010 las historietas breves que dibujaron diversos artistas y que terminaron conformando su libro Todos mueren (y yo también). En el medio escribió una tira de historieta publicitaria para la empresa Crese y los cómics de divulgación científica Luz, cámara, ciencia, editados por la UNC desde 2013. José Arizmendi, guionista, llevaba un par de años colgando en la web la historieta que realiza junto al dibujante Ariel Córdoba, que en los eventos promocionaba obsequiando un breve tráiler impreso. Ziul, autor integral, venía mostrando las primeras publicaciones de Mitomante desde 2012.

“Somos los tipos que hacemos esto en la misma franja generacional y mismo nivel de laburo en Córdoba”, sintetiza Ziul, quien conoció a Viglietti y Arizmendi en los talleres de La Casita del Kaos, encabezados por el rosarino Renzo Podestá, quien varios años antes enseñaba junto a Diego Cortés y Nico Brondo en Taller Llanto de Mudo, donde ya habían coincidido Arizmendi y Zanetti. Otros nodos del ambiente historietístico local, Facebook incluido, habilitaron los cruces que faltaban; y el Festival Impresentable –de gestión independiente– de 2014 terminó de arrimarlos.

En Prendefuego, las afinidades exceden las intenciones logísticas hasta teñir lo artístico: “Antes de empezar a trabajar juntos, ya éramos lectores de las obras de los otros. Así que las colaboraciones creativas cruzadas también se dieron de manera natural”, revela González. El Negro guionó para que Ziul dibuje Heatlands –que tras subir a Internet se convirtió en la primera publicación del sello del primero– yBirdman, editado por los sellos de ambos. Ziul guionó y Hernán dibujó Misterios, puntapié inicial de la editorial de González. Y este último dibujó una de las historias del libro con el que Matías se desvirgó como auto-editor.

"Salsipuedes".

Esa cercanía que implica la juntada redunda en otros beneficios: “El colectivo hace que todo se autentifique más, ya que cada obra que publicamos va subiendo el listón para todos”, sostiene Ziul. Y Hernán advierte que el reparto de responsabilidades en Prendefuego también va más allá de lo comercial y lo comunicacional: “Está el que maqueta, el relaciones públicas, el que letrea, el que traduce… y de esta manera no involucramos a terceros, porque cada uno encara su parte de manera muy personal, como si fueran proyectos propios, y a la vez de manera muy profesional”.

¿Por qué entonces, con tanto en común armaron un colectivo editorial y no, directamente, una editorial que los integre a todos? Los límites, elegidos y sostenidos, son, además de la independencia económica de cada parte, la libertad de criterio: “Funcionamos como una editorial clásica desmembrada: somos correctores, diseñadores, distribuidores, vendedores, y ante todo autores, trabajando en conjunto con varias metas en común, pero conservando la autonomía de cada línea editorial: una posibilidad de diversificarnos más –aclara El Negro–. Además es una cuestión de practicidad operativa: somos tan horizontales en la forma de laburar, que unificar nuestros criterios nos llevaría mucho tiempo”.

Hasta acá todo bien. Pero la duda que surge apenas leemos o escuchamos el nombre del colectivo todavía requiere más respuestas en esta reconstrucción de los hechos: qué quieren encender y qué quieren incendiar estos muchachos. “Quiero encenderme a mí mismo y a mi creatividad. Quiero incendiar otros corazones para que también hagan lo que quieran hacer realmente”, revela Ziul. “El fuego mutuo, eso de cuando hablás con alguien, te muestra cosas copadas y te prende la cabeza, te activa para hacer”, declara González. “Las mentes de nuestros lectores y los mitos sobre cómo editar. Dicho de otro modo: movilizar ideas, generar cambios en los autores que nos lean y en las formas de contar y leer historias”, confiesa Viglietti. No más preguntas, señor juez.

Del Llanto venimos

Para los nuevos sellos comiqueros locales agrupados en Prendefuego, el veinteañero sello local Llanto de Mudo y su principal gestor, Diego Cortés, fueron fuerzas propulsoras insoslayables: un motor de explosión cuando el guionista y editor los incentivaba, y una bomba de vacío cuando tuvo que partir.

“De una manera u otra, todos venimos de Llanto, porque fuimos a su taller, porque nos publicó nuestras primeras cosas en una antología… Y la mayor enseñanza que nos dio es que todos podemos editar, con buena calidad y de manera autogestiva”, blanquea José Arizmendi. “Diego es el guaso que abrió puertas en la movida local que estamos haciendo ahora, el que agarró un machete e hizo un nuevo camino por la selva”, suma Ziul Mitomante.

“Con Diego, estaba barajando hacer una colección dentro de Llanto. Pero a la vez, él siempre me alentaba a hacer mi propia historia. Y cuando murió me hizo un crack: decidí dar un paso al costado y arrancar con mi editorial”. Matías: “Como empecé a hacer historietas en el taller de Llanto, quería cerrar un ciclo publicando mi primer libro con ellos aunque ya estuviera planeando armar mi sello. Pero cuando murió Diego y Llanto entró en etapa de reestructuración, entendí que ya tenía que largarme solo”. Ziul: “Su sepelio fue el día en que habíamos acordado una reunión para hablar la posibilidad de coeditar Misterios, el libro que hice con Hernán”.

Y aunque haya aturdido, ese big bang de la edición cordobesa sólo puede producir vitalidad: “Mientras más gestores seamos y más diversidad tengamos, más nutrida va a ser la variedad de libros que circulen –cree el Negro–. Hay una decisión importante, la de transformarse en punto de llegada y de partida para otros autores”.

En la calle

Dónde. Además de poner el cuerpo en todo evento y feria cultural que les abra cancha, los Prendefuego sostienen un puesto callejero fin de semana de por medio en la zona del Paseo de las Artes y un pintoresco sistema de bici-delivery con un tipo disfrazado de animé pedaleando la entrega a domicilio. Encargos y consultas se canalizan por mensajes a la fan page: www.facebook.com/prendefuegos. Además, sus ediciones se consiguen en las comiquerías Crossover (General Paz 174, local 5) y Llanto de Mudo (Colon 355, Galería Cinerama) y en las librerías cordobesas de perfil más indie, como Café del Alba (9 de Julio 482), Volcán Azul (Galería Barrio, Achaval Rodriguez 244) y Asís Libros (Río Ceballos). Y planean inminente distribución en librerías de Rosario y de otras grandes ciudades.

Birdman, episodio 0 (Mitomante y Contamusa) es una afilada sátira a los cómics de mutantes enredados en manejos gubernamentales. Un exoficinista al que el advenimiento de las mutaciones le dejó una cara entre cóndor y gallina, y ningún superpoder, asiste a una terapia de grupo con otros fenómenos para tratar el estrés postraumático.

Heatlands, Scorched Earth(Contamusa y Mitomante) es otra saga distópica, pero en un mundo derruido más neutral y ficticio, y narrada con estilo y ritmo más frugales. Sus autores describen casi a coro que “habla de una tierra despojada, un planeta donde no debería existir la vida y sin embargo existe, un lugar donde nadie puede oírte gritar”.

Misterios (Buengusto y Mitomante) reúne historias cortas sin texto, oníricas y experimentales. Su guionista lo ve “como un ejercicio de coherencia/simetría: la obra y el contenido se reflejan a sí mismos”. Para su dibujante –cuyo minucioso trabajo de rayado y raspado blanquinegro lo emparenta con el historietista germano-suizo Thomas Ott– “se disfruta con la parte del cerebro que no busca la razón. Lo vemos más como un libro-arte que como una novela gráfica”.

 

Editorial Gato Madre debuta con una serie de género post-cataclismo inspirada en Mad Max pero ambientada “en un desierto menos llano”. “¡Salsipuedes me pareció el nombre más post apocalíptico del mundo!”, exclama el guionista. Aunque el título no refiere puntualmente al pueblo homónimo, gente, historias y paisajes de Sierras Chicas alimentan la trama ficcional, contada con detalladas secuencias de acción y violencia dibujadas por Ariel Córdoba.

Todos mueren (y yo también), publicado por Holograma, incluye 13 historias guionadas por Matías Zanetti y dibujadas por 13 artistas de diversos estilos de Córdoba, Mendoza, Buenos Aires, Mar del Plata y Madrid. Predomina un tono melancólico en un abanico que abarca reflexiones místicas y filosóficas, ciencia ficción, crítica social, terror, dramas familiares, superhéroes y más.

Mitomante, vol. 1, la historieta que bautizó al sello, es un extraño compilado de “viajes por inframundos, aventuras clásicas y travesías metafísicas” relatados con austeridad y dosis de un humor ácido y absurdo que lo vinculan con obras de los franceses Trondheim y Sfar.

Ninguno de los sellos se limitará al material de sus gestores. Entre los proyectos figuran: Una noche oscura, cómic “mudo” de terror para niños y no tanto de Nicolás Lepka –ya en imprenta– y un libro del barcelonés Arnau Sanz Martínez (Buengusto); Camino Real, compilado de historias breves surgidas de tiradas de tarot (Holograma); Cracks, futbolística dibujada por el santafecino Facundo Belgradi, y la ciberpunk Zona de Quarentena (Gato Madre).

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