Cuba: Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana

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La edición 37 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano quedará inaugurada esta noche en el Teatro Karl Marx, con la proyección del largometraje de ficción El clan (2015), dirigido por el destacado cineasta argentino Pablo Trapero.

Protagonizado por el conocido actor Guillermo Francella -El secreto de sus ojos (2009), Corazón de León (2013)- y Peter Lanzani, el filme dramático policial gira en torno al caso del Clan Puccio, una familia criminal de la Argentina de los años 80.

Esta película, la primera de Trapero basada en hechos reales, llegará a las pantallas habaneras luego de cosechar importantes lauros en los festivales de Venecia, Toronto y San Sebastián.

Además de convertirse en la cinta más exitosa en su primer fin de semana en la historia del cine argentino -luego de superar a Relatos Salvajes (2014) con más de 500 mil entradas vendidas-, El clan representará al país latinoamericano en la próxima edición de los Premios Óscar.

Trapero, considerado uno de los máximos exponentes de la nueva cinematografía argentina surgida a mediados de los años noventa, ha participado en el Festival de Cine de La Habana en numerosas ocasiones con cintas como Nacido y criado (2006), Leonera (2008) y Elefante blanco (2012), galardonadas en distintas categorías.

En la presente edición del certamen destacará la presencia de la actriz británica Geraldine Chaplin, quien recibirá durante la ceremonia inaugural del Festival el Premio Coral de actuación femenina en papel protagónico, otorgado el pasado año por el filme Dólares de arena (República Dominicana, Argentina, México).

Publicado en Escambray

“El Festival de Cine no es una empresa”

El Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, cercano a las cuatro décadas de existencia, es uno de los tantos jalones que Cuba ha burilado en la amplia cartografía cultural y artística de Nuestra América. Fundado en 1979, ofreció una plataforma importante para las voces autorales que prefiguraban y preconizaban un cine socialmente comprometido con sus contextos y el macro-contexto, de búsqueda morfológico-discursiva y replanteamiento de paradigmas. El Festival ha transversalizado todo un apreciable (y muy variopinto) período histórico cubano, como proyecto indiscutiblemente prioritario, siendo su sostenibilidad un constante reto para la nación. Al respecto, La Jiribilla conversó con Iván Giroud, su actual presidente.

¿Cómo han ido cambiando los criterios de sostenibilidad del Festival desde su fundación hasta ahora?

El Festival no puede escapar a la realidad económica del país, del mundo, del desarrollo, los cambios, las transformaciones. Como es un evento que va a cumplir 37 años, se pueden seguir a lo largo de su transcurso esas modulaciones ¿no? Empezó como un evento en una sola sala, como era lógico, en el año 1979. Era el primer evento de cine latinoamericano que se hacía aquí en Cuba. Se veía muy poco cine latinoamericano en aquella época, sobre todo porque no había mucho desarrollo en esta zona. Empezaba a surgir un nuevo cine, que se desarrollaba por lo general, sin ayuda, sin leyes, sin protección, al margen de los apoyos gubernamentales; pues la mayoría de los países de América Latina padecían dictaduras. Entonces La Habana abre las puertas y empieza con un festival pequeño que va creciendo en amplitud, en dimensión, en cines. En la quinta edición se crea laFundación del Nuevo Cine Latinoamericano y al otro año esta crea la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV). En aquella época se veían las películas del Festival en todo el país. Eran años donde, claro, estaba el CAME, había dinero; era otro momento.

Entonces no había tantas escuelas de cine como hay ahora. Tampoco había tantos festivales de cine, como hay en América Latina en el día de hoy, porque tampoco había tanta producción. Todo el mundo cambió. En esa época, el Festival era absolutamente subvencionado por el Estado cubano. Tanto es así que, bueno, la cantidad de invitados que venían, la cantidad de películas, de largos…hoy en día ni soñarlo. Es impensable. No se puede regresar a esos tiempos. Las cosas hoy valen también diez veces lo que costaba antes, aunque la tecnología se haya abaratado…

Es decir, que era subvencionado…

Absolutamente subvencionado por el Estado… Cuando viene el Período Especial, bueno, se transformó el país, tuvo que reinventarse y el Festival igual. Eran años donde el cine cubano a veces no tenía una película que estrenar. Y el ICAIC sobrevivió como pocas industrias culturales del país gracias a los servicios que se hacían a empresas extranjeras que venían a filmar en Cuba series de televisión, películas que ni recordamos los nombres. A nivel estético las puedes criticar, pero hay que considerar que esa producción ayudó a dar y mantener el empleo de muchos y que el ICAIC no fuera un peso muerto y hacer unas poquitas películas.

El Festival tampoco podía arrancarle el dinero a la producción. Entonces se nos ocurrió —por supuesto, fue una decisión de Alfredo Guevara — incorporar el elemento de la publicidad. Ya a finales de los 90, el Festival se hacía con ese dinero. Sin sustraer dinero del ICAIC , ni de la producción del cine nacional; con el apoyo de la Oficina de Cooperación Iberoamericana, de España, de la Fundación de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), también española. Compensamos el presupuesto y logramos sobrevivir.

En ese momento hubo cosas que se hicieron mejor, cosas que se hicieron peor, y hubo elementos que dañaron un poco la sensibilidad de algunas personas, quienes veían eso un tanto desproporcionado. Hubo críticas. Al final se decidió que “cero publicidad”. Estoy hablando, creo, de los 2000.

Vino una instrucción del gobierno que preguntaba: ¿Cuánto dinero ustedes consiguen con la publicidad? Dimos las cifras. Entonces se decidió primero que el Ministerio de Economía considerara al Festival como un evento cultural priorizado, lo cual se tradujo en una serie de beneficios en el modo de operar y segundo que entre el Ministerio de Cultura (MINCULT) y el ICAIC aportaran al presupuesto del Festival lo que se ingresaba por concepto de publicidad.

Hay conciencia de que el Festival es imprescindible para el país, para la cultura, para la ciudad también. Cambia, transforma un poco La Habana en esos momentos. No hay que ver sólo lo que uno gasta, hay que ver lo que se genera. El Festival mueve gente que viene específicamente para verlo. Más de mil personas. Cuánto gastan, dónde, cómo. Ese es un dinero que revierte el evento a la economía de la ciudad. La activa, la dinamiza. Desde la que vende maní en la puerta del Yara, hasta la que tiene un cuarto en renta, la “paladar” de la esquina, el hotel de enfrente. Imagino que sucede igual con la Bienal: ¿cuánto turismo pudo haber venido a la Bienal? ¿Qué volumen de operaciones, de ventas comerciales generó? Hay muchas ciudades que reclaman la operación de eventos, pues provocan una dinámica económica…

Hay conciencia de que el Festival es imprescindible para el país, para la cultura, para la ciudad también. Cambia, transforma un poco La Habana en esos momentos. No hay que ver sólo lo que uno gasta, hay que ver lo que se genera

Nosotros seguimos tratando de buscar fuentes externas de financiamiento e internas también. Atravesamos una crisis en este momento, un cambio de paradigmas: desapareció el celuloide, y por tanto todos los proyectores de los cines que tenemos son ya parte del pasado, el paso del cine analógico al digital, el estado de los cines. Los términos del consumo del cine se han transformado. Tampoco nuestros cines son el paraíso…

El valor fundamental del Festival es la calidad de la programación, y esa calidad cada vez hay que cuidarla más. Vamos hacia una propuesta más selectiva, más curada. Hubo veces en que traíamos hasta 500 películas, pero sólo se podían pasar una vez, pues no había tiempo. El Festival antes se desarrollaba en 22 salas. Hoy en día lo hacemos apenas en 11.

Las personas piden todavía vacaciones para asistir al Festival. Tiene un atractivo, pero hay otras maneras de consumir, otras características de la ciudad, del transporte; está el envejecimiento de cierta parte de la población que siguió al festival desde sus orígenes y por ende, la creación de nuevos públicos. El Festival tiene que ser muy sensible a todas estas transformaciones.

Hoy en día seguimos haciendo un Festival para que los públicos vayan. ¿Qué son dos pesos cubanos? Nada. Mi opinión, que he defendido en todos lados, es que no debemos aumentar la taquilla hasta tanto nuestros cines, nuestros espacios, también mejoren.

Hoy la calidad es espectacular en los cines Chaplin y Yara. Pero sigue siendo riesgoso subir la entrada, pues el Festival nació y fue creciendo en la medida que fue un evento popular. Y creo que no debe perder la esencia, porque está pensado para el público. Eso no quiere decir que pongamos películas con concesiones, no, pero nos hemos ido abriendo a segmentar la programación, de manera que los públicos puedan identificar más sus intereses.

El espectador está hoy más preparado para seleccionar y escoger, y quiere elegir, si no, existen otras alternativas que todos conocemos: la ven en la casa, en una computadora. El Festival tiene que seguir generando interés…ser un momento donde la gente abre un paréntesis, pues en el resto del año apenas ve cine latinoamericano.

¿Hasta cuándo, entonces podrá ser viable el Estado como principal fuente de subsidio? ¿Cuándo el Festival pasará de sostenible a rentable?

Nunca…nunca va a ser rentable. El Festival nunca va a ser rentable, y proponerse eso sería o un suicidio, o un asesinato en todo caso. Una cosa es que, con responsabilidad, administremos los recursos que nos dan, y que generemos ingresos que complementen el presupuesto y hagamos el festival que podemos hacer de acuerdo al país donde vivimos y no nos propongamos lo que no podemos, que si alfombra roja, que si limosina; y otra cosa es pensar cómo vamos a rentabilizar, sin fuertes patrocinios. Todo está muy encadenado. Si no inviertes en reparar los cines, los precios no pueden subir; pero entonces, los precios no pueden subir por los salarios. Esto está todo muy tejido en la economía del país. Entonces, no podemos pretender que el Festival se va a autosostener como una empresa. El Festival no es una empresa. Es un evento cultural, público, social, que genera recursos pero nosotros no los recepcionamos. Los absorbe la economía de la ciudad, la economía privada, la economía pública; pero en definitiva es dinero que está quedando y circulando. Si tú me preguntas cuándo vamos a ser rentables: nunca.

El Festival nunca va a ser rentable, y proponerse eso sería o un suicidio, o un asesinato en todo caso. Una cosa es que, con responsabilidad, administremos los recursos que nos dan, y que generemos ingresos que complementen el presupuesto y hagamos el festival que podemos hacer de acuerdo al país donde vivimos y no nos propongamos lo que no podemos

¿Cuáles son los principales patrocinadores aparte del Estado, y en cuáles términos en que se negocian estas relaciones?

El principal patrocinador actualmente es la SGAE. Primero, porque hay gran cantidad de autores cubanos, los más importantes —o parte de los más importantes, no quiero generalizar— que son miembros. Es la sociedad que recauda el derecho de autor internacionalmente. Ellos tienen la Fundación SGAE, que desarrolla un patrocinio importante para el Festival y, claro, apoya también el concurso de guion. Nos dan un fondo que es muy útil para nosotros, porque claro, viene de fuera.

¿El Festival ha asumido también experiencias y dinámicas de otros festivales del mundo para sostenerse, o sigue su modelo particular?

Ya te decía, estamos encajados en una realidad. Entonces “la carreta no puede ir delante de los bueyes”. Nosotros seguimos muy de cerca los otros festivales importantes del mundo, pero ¿qué te voy a decir? Cannes tiene 50 millones de euros de presupuesto, San Sebastián ocho, y Toronto debe tener entre 30 y 40 millones, o más. Es imposible aspirar a eso. Como imposible es comparar una película del cine cubano con una película hecha por la industria de Hollywood . Seguimos la escala de nosotros, la escala Caribe.

Hoy está ocurriendo un fenómeno muy interesante: los festivales no son sólo el lugar donde se proyectan las películas terminadas. Están jugando un rol muy importante en la financiación de películas por terminar. Y eso, en cierta medida, condiciona un tipo de cine para un tipo de mercado. Es un tema complejo. Entonces, nosotros no podemos hacer lo que hace Buenos Aires con el evento Ventana Sur, ya quisiéramos, pero no podemos. No hay recursos. Se trata de vivir en nuestra escala, de lo que podemos hacer mirando a otras partes, tratando de no quedarnos descolgados del mapa. Pero no podemos trasladar los modelos, primero, porque en esos países, como la misma Argentina, hay una ley de cine que establece que el 20 o el 30 por ciento de la taquilla recaudada por del cine estadounidense en el país, es para financiar el cine argentino.

Nosotros no tenemos una taquilla estratificada de los precios. Es tan diferente todo, que no podemos traspolar la estructura económica de otros países y otros modelos. Estamos en un momento donde se están transformando ciertas cosas en una dirección y se preservan otras. No podemos ir más adelante de lo que permite la economía del país, y el estado de los espacios donde se desarrolla el Festival.

¿Hasta qué punto los cambios tecnológicos hacia el cine digital van a condicionar el desarrollo del Festival? ¿Cuántos cines estarán habilitados para la próxima edición 37?

En esa “lucha” estamos. El año pasado tuvimos la oportunidad de hacer una demostración pública de cine digital en el teatro Karl Marx con la cinta argentina Relatos salvajes Ahí pudiste comprobar que no hay competencia. Cuando una película se ve en esa escala y con esas condiciones, no hay computadora, ni Tablet, ni teléfono que la supere. Así y todo, fue una experiencia casi contingente. Se armó todo artificial: el proyector digital 4K se rentó, el sonido se reforzó. Bueno, en este año, a la fecha, se están haciendo esfuerzos. Claro, el MINCULT tampoco tiene suficiente dinero. El ICAIC sólo tiene los cines pero el MINCULT tiene los teatros, los cines, los museos, las galerías, la enseñanza artística todo…y claro, no puedo discutir la escala de prioridades. Yo lucho por lo que me corresponde, porque es mi papel también el alertar. Hoy en día se han comprado dos proyectores digitales 4K. El que viste en el Karl Marx está hoy en el Yara y otro en el Chaplin. Se está esperando una donación francesa que irá para La Rampa y nosotros, el Festival, gestionamos en Italia el que se supone vaya para el cine 23 y 12. Posiblemente haya otro que está gestionando el MINCULT para el cine Riviera, de manera que si los dioses ayudan, el Circuito 23 completo, tendrá esa tecnología para el Festival de este diciembre.

Esto condiciona la reducción de la programación. Pero no va a afectarse la calidad del Festival: un título bueno tendrá más posibilidades de exhibición. Vamos a tratar ahora de hacer más con menos…porque las películas no son gratis. Los derechos de exhibición pueden costar entre 600 y 800 euros por un pase. Nosotros aún las conseguimos gratis. El Festival tiene todavía esa mística de convencer. También se sabe que no lucramos con las proyecciones. Es un evento absolutamente cultural y a nuestro favor está también el enamoramiento de los directores y el público. El público es el que ha logrado esto, no es más nadie.

Vamos a tratar ahora de hacer más con menos…porque las películas no son gratis. Los derechos de exhibición pueden costar entre 600 y 800 euros por un pase. Nosotros aún las conseguimos gratis. El Festival tiene todavía esa mística de convencer. También se sabe que no lucramos con las proyecciones. Es un evento absolutamente cultural y a nuestro favor está también el enamoramiento de los directores y el público. El público es el que ha logrado esto, no es más nadie

Un director está durmiendo en el Habana Libre, y cuando se levanta por la mañana ve que la cola da la vuelta a la manzana para ver su película, como le pasó a Alberto Lecchi en su primera cinta, pues nunca lo olvida. Entonces, siempre quiere que su película esté en La Habana . El Festival es querido y muy respetado en el mundo y en el mundo del cine.

¿Tienen que aumentar las gestiones con patrocinadores en los próximos tiempos?

Sí, tienen que aumentar. Ahora, yo no tengo una perspectiva respecto a eso, de verdad te lo digo, si es la respuesta que estás buscando. He aprendido con los años a tratar de vivir en el presente, con los errores que cometimos en el pasado. El proyecto es mantener el Festival por lo que ha representado. Y se tiene que ir transformando como la vida, como la sociedad, el cine y los medios. No puede estancarse. No podemos hacer un festival nostálgico. Pero la economía no puede ir delante de la idea. La idea va primero y la economía va detrás. Tampoco puedes tener una idea absurda que la economía no pueda corresponder. Pero si no tienes una idea, tú no puedes planificarte.

Tengo un pensamiento estratégico y un pensamiento táctico ¿no? Entonces, quiero llegar a tener el circuito completo. Primero tuvimos el Chaplin, luego el Yara. Y este año quiero tener tres o cuatro cines más modernizados. Entonces, hago mis presiones, porque sé que eso es importante, no para mí ni para los que hacemos el Festival, sino para la ciudad, para el público, para la cultura, para el país, para el cine latinoamericano. Todos esos festivales que existen hoy en día en el continente, o un porciento muy grande, para no ser absoluto, se le debe a Cuba por haber creado el Festival cuando no existían otros en América Latina, crear y desarrollar la EICTV. Entonces, no podemos navegar tanto para morir en la orilla. Hoy no estamos, por los recursos, en determinado plano, pero “estamos” y tenemos que seguir siendo un referente…

Publicado en Habana Film Festival

Latinoamérica se lucirá en Festival de Cine de La Habana

Entre las películas que concursarán en el 37 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana -del 3 al 13 próximos-, figura la chilena El Club, del realizador Pablo Larraín.

Ganador del Premio del Jurado en el Festival de Berlín, dicho filme que oscila entre el drama y el thriller, se centra en la vida de un grupo de sacerdotes pedófilos, a quienes la jerarquía eclesiástica recluyó en un remoto pueblo costero.

Del también chileno Matías Bize competirá el melodrama La memoria del agua, con el que vuelve a indagar en la relación de pareja, esta vez sometida a una dura prueba: la pérdida de un hijo.

La cinta la protagonizan la española Elena Anaya y el chileno Benjamín Vicuña, recordado como el villano Benicio Echagüe en la telenovela argentina Herederos de una venganza.

En ese maratón de exhibiciones fílmicas, aparece también una sección de presentaciones especiales.

Una de las propuestas, es el filme de ficción Allende en su laberinto, con el que su realizador, el chileno Miguel Littín reconstruye las últimas horas del presidente Salvador Allende, junto a sus más cercanos colaboradores en el Palacio de la Moneda.

Del brasileño Eduardo Coutinho se verá su documental Últimas conversaciones, una entrevista a estudiantes de la enseñanza media pública en Río de Janeiro sobre sus vidas y expectativas.

Igualmente, habrá documentales dedicados al cantautor Carlos Varela y al fadista portugués Carlos do Carmo, y otro que ofrece la visión de once realizadores latinoamericanos acerca de la deserción escolar.

Publicado en Radio Cubana

Cine cubano en el Festival de La Habana: los filmes inéditos

De la decena de largometrajes cubanos que concursarán en el cercano 37mo. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, apenas Vuelos prohibidos, de Rigoberto López, tuvo ya un estreno masivo. Del resto, si exceptuamos La Obra del Siglo (Carlos Machado), que inaugurara en presentación especial la 15ta. Muestra Joven, y Cuba libre (Jorge Luis Sánchez), que tuvo una premiere el 20 de octubre, en saludo al Día de la Cultura Nacional, poco se ha podido ver en pantallas habaneras.

De ahí que me toque hablar a ciegas de la mayor parte de estos títulos, que tendrán su primer encuentro con su público natural en los diez días del Festival. Exceptúo además de esta relación a El tren de la línea norte (Marcelo Martín), al que ya me referí anteriormente en este espacio.

Entre las novedades que los cubanos seguirán con avidez está el nuevo largo del realizador Gerardo Chijona, La cosa humana. Según se ha dicho, es este el retorno a la comedia de un director muy conocido por los cubanos debido a sus anteriores Adorables mentiras y Un Paraíso bajo las estrellas, aunque en sus títulos más recientes (Boleto al paraíso y Esther en alguna parte) se alejara del género.

El humor en La cosa humana -ha declarado Chijona- tiene un sesgo más sofisticado. Aunque, si se atiende a su sinopsis, acaso se adivine que el tono de sátira social rige un tratamiento que vuelve a poner en evidencia las vertientes menos evidentes de la doble moral. Cuenta Chijona: “Narra cómo un delincuentico de mala muerte encuentra de la manera más asombrosa e inesperada su verdadera vocación. A partir de un robo de una casa a la que van a sustraer efectos eléctricos comienza todo. Entre los objetos que sustraen hay un bolso que tiene un manuscrito literario. Entonces ve la posibilidad de convertirse en escritor”.

La idea original pertenece a Francisco García, coescritor del guion de Boleto al paraíso. Nació de una conversación en torno a Balas sobre Broadway, de Woody Allen. Dice el director que tiene mucho que ver con el humor de Allen, aunque esta es en esencia su primera película donde “el referente no es la realidad sino el cine mismo. Hay muchos homenajes al cine del mismo Allen, al de los hermanos Coen, a filmes como El padrino y a series como Los Soprano”.

El protagonista de La cosa humana es Héctor Medina, acompañado por un reparto de primera: Carlos Enrique Almirante, Vladimir Cruz, Laura de la Uz, Osvaldo Doimeadiós y Mario Guerra, entre otros.

Otro título nuevo es El acompañante, que apenas se ha visto en algunos festivales en el extranjero. Es el tercer largo de ficción de Pavel Giroud, resultado de un extenso proceso que tomó más de media década. En 2009 había sido reconocido en el Festival de Gotemburgo como Proyecto en desarrollo. En 2010 obtuvo el Premio SGAE Julio Alejandro, y fue Mejor proyecto en desarrollo en el Festival de San Sebastián en 2013.

La anécdota de El acompañante se remonta a mediados de la década de 1980, cuando iniciaba el enfrentamiento a la epidemia del SIDA en Cuba. En ese tiempo, los individuos reportados como seropositivos eran recluidos en un sanatorio en los márgenes de la capital, y cuando les correspondía salir “de pase” debían ir acompañados por otra persona en calidad de vigilante.

Cuenta Giroud: “El acompañante es la historia de dos hombres que están ahí por razones diferentes, pero con un objetivo común: escapar del destino que les ha sido impuesto. Uno es un paciente, héroe internacionalista que contrajo el virus en África, y el otro, su acompañante. Se trata de un boxeador sancionado por dopaje, que ve en esa nueva labor la posibilidad de regenerarse socialmente. Hay varios filmes que se acercan al tema, pero aseguro que este no se parece a ninguno, y justo porque el fenómeno en Cuba tiene matices muy particulares. No fueron gays los primeros casos, sino héroes internacionalistas. Otra diferencia que generó polémica fue la del sistema de control de propagación: los enfermos ingresaban obligatoriamente en un sanatorio, que en su inicio era bajo régimen militar”.

El resto de los títulos cubanos son, además de novedades, óperas primas con las que sus realizadores se atreven con el largo de ficción. Es el caso de Bailando con Margot, de Arturo Santana. Él mismo refiere la sinopsis: “En la actualidad hay un señor en un asilo, él es una suerte de detective que comienza a recordar un momento en su vida. Ese recuerdo es la trama de la película, que se remonta al amanecer del 31 de diciembre de 1958. A su vez, esa fecha nos traslada a 1918, luego salta a los años 20, a los 30 y regresa al 58. Todo eso transcurre mientras ese hombre recuerda, sentado en una silla de ruedas en un portal”.

Todas las reseñas periodísticas aproximan el tratamiento formal al cine negro. Cuenta Santana: “El protagonista realiza la investigación sobre el robo de una marina de Romañach en la casa de una elegante viuda habanera. Las pistas que este detective encuentra lo lanzan al pasado, y en ese pasado se descubre quién era esa viuda, cuál fue su entorno, quién fue su esposo, cómo llegó a donde está… Y mientras se nos revelan estos detalles de la personalidad de la mujer, se va desarrollando la pesquisa sobre el robo del cuadro”.

Este proyecto tiene dos décadas siendo soñado por su director. En el relato original se trenzaban tres historias sobre boxeo, pero el tiempo lo hizo mutar. “Yo imaginé que esta no sería mi ópera prima, sino la tercera o cuarta película, por la complejidad que tiene. Pero la vida me dijo ‘es ahora o nunca’ -confiesa Santana-. Tenía otros proyectos aprobados por la industria que tratan la realidad actual e inmediata. La vida me obligó a saltar”.

También salta a la ficción el documentalista Rigoberto Jiménez, formado dentro de la TV Serrana, con Café amargo. Este proyecto fue rodado en 2012 y ha conocido un largo y accidentado proceso de posproducción hasta que hace pocas semanas se estrenara en calidad de premiere en Bayamo y luego en San Pablo de Yao, Sierra Maestra, donde tuviera la mayor parte de sus locaciones. Ahora llega a La Habana.

Su sinopsis señala: “En la década de 1950, Lola, Gelacia, Pepa y Cira Garlobo son cuatro hermanas jóvenes que viven solas en una finca cafetalera en medio de las montañas de la Sierra Maestra. No quieren a ningún hombre en la casa, pero el paso por la finca de un joven de la capital que va camino de alzarse con los rebeldes cambiará sus vidas de golpe, aunque no por ello escaparán de su soledad”.

Esta historia nace con el documental Las cuatro hermanas, dirigido por Jiménez en 1994, aunque de ahí a la ficción varió un mundo. El argumento original fue escrito por el propio director y por Roberto Renán, y luego llevado a un guion por Arturo Arango y Xenia Rivery.

Otra documentalista que salta al largo de ficción es Jessica Rodríguez, con Espejuelos oscuros. Dice la sinopsis: “Esperanza es una mujer ciega que vive sola con su gato en una casa solitaria en el medio de la campiña cubana. Mario es un delincuente buscavidas que huye de la policía tras cometer un robo en un pueblo cercano. Cuando Mario irrumpe en casa de Esperanza para esconderse, pronto mostrará un interés sexual por la ciega. Y esta tratará de desviar la atención de Mario a través de sus historias. Porque Esperanza escribe historias, historias de gente común que a su juicio merecen ser recordadas. Así, como si de una Scheherazade moderna se tratara, Esperanza elige tres relatos que le contará a Mario antes de entregarse a él”.

Estas tres historias, así como la trama central, son interpretadas por Laura de la Uz y Luis Alberto García. Atraviesan diferentes momentos de la historia cubana. Devuelven el tema central de la obra de Rodríguez: la soberanía de la mujer sobre su cuerpo y libre albedrío en medio de sociedades patriarcales y machistas. Algo que ha atendido la realizadora en sus obras anteriores: Tacones cercanos (2008), El mundo de Raúl (2010, codirigido con Orizoe García), Crac (2012), y Ahlam (codirigido con Shaza Moharam).

Finalmente, el guionista y cortometrajista Fabián Suárez hace su ópera prima con Caballos. Basada en un texto para el teatro del mismo título que publicara hace unos años, la versión fílmica supone variaciones frente a ese referente.

Cuenta Fabián: “Es la historia de Robi, un joven fotógrafo de vida un poco solitaria que básicamente se debate entre dos amores: el de Salomón, su mejor amigo y protector, y Galaxia, que es una cantante. Todo comienza una noche en un bar, cuando Robi conoce a esta misteriosa cantante. Le gusta mucho, la invita a una fiesta para hacerle unas fotos y ahí se empiezan a develar estas relaciones de poder y se desata el triángulo amoroso. Robi descubre que Salomón está celebrando su cumpleaños enfermo de VIH y hace un testamento para dejarle la inmensa casa donde vive. También descubre que esta muchacha se va a vivir dentro de unos días a París. Él se debate entre esas dos decisiones: quedarse en Cuba para cuidar a su amigo o irse a Francia detrás de esta joven”.

Caballos es un homenaje confeso al fotógrafo estadunidense Robert Mapplethorpe, y se inspira no solo en su obra y vida, sino también en la historia de amor que lo envolviera con la intérprete Patti Smith. Precisamente, el primer álbum de la cantante se titulaba Caballos (Horses) y tenía de portada una icónica instantánea que le hiciera su amante.

El guionista Arturo Arango ha escrito a propósito de esta historia enigmática y nada complaciente con el espectador: “Se trata de una historia sobre una Habana distinta o, mejor, que es mirada por otros ojos. Fabián trabaja con personajes que se comportan como seres comunes, que no son conscientes, o apenas lo son, de su excepcionalidad. Pero su riqueza está, justamente, en esa rareza, en esa capacidad de ser extraordinarios sin apenas darse cuenta. La historia, pequeña en apariencia, tiene la posibilidad de ahondar en relaciones de dominio, en procesos de frustración y, sobre todo, en las relaciones de los seres humanos con el destino y con la muerte”.

A seguidas, Arango desliza una consideración más severa: “En la actualidad, me atrevo a asegurar que el panorama del cine cubano, y del arte en general, parece desolador. Se reiteran, una y otra vez, los mismos tópicos, idénticos recursos artísticos ante una realidad que, de momento, no parece ofrecer estímulos para la indagación estética. Sin embargo, al menos en el cine, ya ha comenzado a aparecer una mirada distinta, muy esperanzadora, que está asumiendo esos riesgos artísticos que deberán remover, convulsionar, el audiovisual cubano”.

Ojalá la selección cubana en concurso del 37mo. Festival deje alguna confirmación de tan esperado renacimiento.

Publicado en Cuba Contemporánea
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