La cumbia de América Latina

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La cumbia: de marginal a lo más popular

Por Andrés Torrón

Hay una música que ha hecho mucho más por la unidad latinoamericana que cientos de discursos. Un ritmo que hermana a colombianos con venezolanos, a bolivianos y peruanos con chilenos, a uruguayos con argentinos.

Aunque generalmente ignorada por los intelectuales, la cumbia ha sido la música más popular en casi todos los países del continente de habla castellana desde hace más de medio siglo. En todos los lugares donde llegó se fue mezclando con ritmos e idiosincrasias locales sin perder su clásica cadencia ni su espíritu bailable.

La explicación de tal popularidad y de tanto arraigo puede tener que ver con su origen. La cumbia es el único ritmo que tiene los tres ingredientes étnicos y culturales comunes en casi toda Sudamérica: lo negro, lo indígena y lo europeo.

Los orígenes del género

El ritmo nació en la costa caribeña de Colombia en el siglo XVIII, según se cree. Se transformó en una danza folclórica y en el género colombiano por antonomasia en el siglo XX. A partir de las décadas de 1930 y 1940, coincidiendo con la popularización del sonido grabado, inició su difusión por todo el sur y gran parte del norte del continente, es decir, Panamá, México, Costa Rica y hasta el sur de Estados Unidos.

Aunque paradójicamente no sea el ritmo más popular en su país (el vallenato es probablemente la música más escuchada), Colombia no solo es el responsable de la creación de la cumbia, sino el lugar de donde han salido alguno de sus cultores más maravillosos.

Uno de ellos es Lucho Bermúdez (1912-1994), uno de los primeros en hacer de la cumbia un género internacional.

Bermúdez, clarinetista y director de orquesta, usó la sonoridad de las big band jazzeras, llevando el ritmo a un nuevo lugar. Su propuesta, súper refinada pero a la vez muy bailable, está muy emparentada con la de la música cubana de las décadas de 1940 y 1950 (lugar donde la música de Bermúdez fue también muy popular) y con la edad de oro de las grandes orquestas de jazz.

Durante la década de 1960, la cumbia inició su expansión continental. Colombia siguió teniendo la posta con agrupaciones como la Sonora Sonidera, Los Black Stars o La Sonora Dinamita, conjuntos que grababan en el mítico sello Discos Fuentes, uno de los grandes impulsores de la música de dicho país dentro y fuera de fronteras.

A través de la selva amazónica, el ritmo llegó a Perú, donde recibió un tratamiento muy especial. La llamada cumbia amazónica o «cumbia psicodélica» es una extraña mezcla que profundiza las raíces indígenas del ritmo –su cadencia repetitiva e hipnótica– con los sonidos y la instrumentación roquera.

A fines de los 1960 y principios de los 1970 las mezclas entre el rock y las música autóctonas eran moneda corriente en América del Sur (piénsese en el candombe-beat uruguayo por ejemplo), pero el caso de la cumbia psicodélica es muy particular. Se trató de un género enormemente popular entre las clases más marginadas y casi ignorado en su momento por la intelectualidad. El opuesto de lo que ocurrió en países como Argentina, Brasil o Uruguay. En Perú grupos fascinantes y mayormente instrumentales como Los Destellos o Los Mirlos eran la banda de sonido de los bailes domingueros de las clases populares.

De esa cumbia amazónica derivó la Chicha, un género hermano que además de guitarras eléctricas, sumó el elemento andino, mezclándose con el uayno quechua y aymara.

Cumbia rioplatense

En el Río de la Plata la cumbia se hizo popular de la mano de Los Wawancó, una agrupación con integrantes colombianos, peruanos, chilenos, costarricenses y luego también argentinos formada en Argentina en 1955. El furor de Los Wawancó (que, con innumerables cambios de integración, aun siguen activos) incluyó a países del sur del continente como Chile, Paraguay y obviamente Uruguay.

Pero más allá de eso, en nuestro país, aunque por décadas se usó el término «cumbia» despectivamente para referirse a toda la música tropical, el ritmo colombiano no estuvo tan presente en la génesis de la movida tropical.

Los conjuntos tropicales uruguayos se apoyaron mucho más en los ritmos centroamericanos, como la plena portorriqueña o el son cubano. Ni los conjuntos decanos de la década de 1960 como Borinquen ni los renovadores de los 1980 como Karibe con K, la movida tropical pop de los 2000 (Chocolate, Los Fatales) o el Gucci hoy en día abrevaron de la cumbia. Son grupos que usaron mayormente la plena como ritmo principal. Pero, igualmente la cumbia no dejó nunca de estar presente en Uruguay, ya sea por los grupos latinoamericanos que se escuchaban aquí como por la tradición de grupos «electrónicos» (Keguay, por ejemplo) que surgieron en los 1970.

Argentina tuvo en los 1990 a su diosa fugaz Gilda y a inicios de este nuevo siglo fue testigo de un nuevo género musical: la cumbia villera.

De la villa a los chetos

Pablo Lescano era un joven de 23 años del barrio Villa La Esperanza, una «villa miseria» ubicada en el conurbano bonaerense, cuando creó el grupo Damas Gratis en 2000.

Pero, ¿qué diferenció a Damas Gratis de los otros grupos tropicales? Había por una lado una cuestión de imagen. Sus integrantes no solo eran habitantes de los barrios periféricos, lucían como tales. Arriba del escenario, los músicos, que no se escudaban en el playback, tocaban sus instrumentos vestidos con ropa de calle (equipos deportivos, championes) y su cantante, además de su rostro aindiado (lejano al modelo rubio de pelo largo de la movida tropical tradicional) recién había salido de la cárcel.

Musicalmente la cumbia villera mantenía el ritmo binario de la cumbia, inspirándose en la chicha peruana, usando (y abusando) de los sonido de los sintetizadores de la década del 1980 y las baterías electrónicas tocadas en vivo. Pero lo más importante fue la temática de sus canciones, que describían muy literalmente la vida en la villa, con su carga de violencia, bronca contra la policía, apología del alcohol y las drogas, y sexualidad descarnada, con un lunfardo actual.

La música tropical siempre había tocado una temática más o menos explícita en lo sexual, pero desde un punto de vista más picaresco. En cambio las alusiones a la «yuta», «el reviente» y el vivir peligrosamente eran hasta ese momento patrimonio del rock.

Como el hip hop estadounidense, sin dejar de ser un género de las clases bajas, la cumbia villera se convirtió en un éxito popular que traspasó las barreras sociales. Para la gente de las villas miseria el nuevo género fue un rasgo de orgullo e identidad, y expresiones peyorativas como «negro cumbiero» se transformaron en símbolos de orgullo, en un estilo muy similar al del termino nigger para los afroestadounidenses.

Casi como una antítesis de la cumbia villera, llegó sobre fines de la primera década del siglo XXI la llamada «cumbia cheta», que también nació en Argentina.

En 2010 un grupo de estudiantes y jugadores de rugby de La Plata ideó un grupo llamado Agapornis para tocar en los terceros tiempos de los partidos de La Plata Rugby Club. La idea era versionar temas conocidos (de Soda Stereo, Shakira, Maná) en ritmo de cumbia, casi como un chiste. Pero la broma se volvió extremadamente popular en Argentina y, por ende, en Uruguay.

Los grupos de cumbia pop uruguayos que están haciendo furor actualmente como Márama o Rombai son deudores de esa movida argentina, aunque en su caso hacen temas originales. El sonido de estos nuevos grupos, tiene mucho más que ver con el pop latino y las bandas adolescentes, pero no dejan de tener siempre rastros de cumbia en su rítmica.

Hay quien ha visto esta movida como una apropiación cultural por parte de las clases altas de una expresión popular de la baja cultura. Para otros es justamente lo contrario: la reivindicación de un ritmo que ha hecho bailar con orgullo o vergüenza a todas las clases.

El tiempo de lo cool

Fue nuevamente Colombia –donde la cumbia nunca fue un género considerado marginal ni menor– la que volvió a darle un toque global cool, como en las épocas de Lucho Bermúdez.

Desde hace por lo menos un par de décadas la cumbia se ha mezclado con la electrónica, dando resultados interesantes. Un ejemplo es Bomba Estéreo, uno de los proyectos más exitosos internacionalmente.

Un fenómeno extraño es la relación británico-colombiana que se ha dado con el ritmo. Hay por lo menos dos proyectos que tienen esa combinación. Uno de ellos es Sidestepper, formado en 1996 por el productor y DJ Richard Blair y el productor colombiano Iván Benavides, una de las agrupaciones pioneras de la electrocumbia, que tuvo entre sus integrantes a músicos que luego formarían parte de grupos muy populares como Bomba Estéreo o ChocQuibTown. El otro es Quantic, alterego del músico inglés residente en Colombia Will Holland que, acompañándose por una cambiante integración colombiana, ha mezclado cumbia con pop, rock, reggae y dub.

Una de las figuras centrales de la nueva movida colombiana es Mario Galeano, quien trabajó con Jorge Drexler en el disco Bailar en la cueva. Es el líder de Frente Cumbiero, el creador junto a Quantic de Ondatrópica y miembro de grupos muy alternativos como Los Pirañas. Galeano es un músico completísimo, con un enorme conocimiento de la música de su país, pero con el cosmopolitismo necesario para hacer que su música se difunda en el mundo.

En Argentina la cumbia electrónica tuvo varios exponentes desde mediados de los 2000. Artistas como Gaby Kerpel, Tremor, Villa Diamante y Axel Kryeger, fueron parte del colectivo Zizek, una serie de fiestas de cumbia electrónica que se llevaban a cabo en el boliche Niceto del porteño barrio Palermo, que se convirtieron en un mini fenómeno cultural.

En Montevideo las llamadas fiestas del Club Subtropical son continuadores de esa movida, con DJ que mezclan cumbia, con electrónica, dub y afrobeat.

En 2011 el músico y productor Juan Campodónico sorprendió cuando en el álbum debut de su proyecto Campo incluyó el ritmo de la cumbia en sus temas La Marcha Tropical y Cumbio. Campodónico recuerda que sus primeros contactos con la cumbia fueron en los bailes del pueblo Batlle y Ordoñez, de donde es su expareja Verónica Loza. «En esos bailes solo sonaba cumbia y tocaban orquestas de música tropical. Yo vivía todo ese mundo como algo muy ajeno y lejano a lo que quería hacer en la música», cuenta.

En esa época, Campodónico era miembro de El Peyote Asesino y sus principales intereses pasaban por el hip hop, el rock, el techno y house, pero también músicas populares como el tango, la bossa nova y la canción uruguaya.

«Cuando empecé a tocar con Bajofondo, en uno de esos eventos típicos de fin de año, un pariente me preguntó: ‘¿Como va lo del tropi tango?’. Me ofendió que alguien pudiera confundir con lo tropical algo tan valioso para mí como Bajofondo. Pero eso me activó una alarma sobre mis propios prejuicios», explica Campodónico.

«Hace unos cinco años, en un cumpleaños de 15 de una sobrina, escuché muchísima cumbia villera y vi cómo los adolescentes enloquecían. En ese momento me di cuenta que ese género estaba lleno de ideas nuevas, sintetizadores disonantes, ritmos muy originales y auténticos. Entendí que era la música nueva de estas urbes del Río de la Plata, que era una parte de nuestro paisaje musical y que, pese a lo rústico y lo machista de las letras, tenía cosas muy interesantes y con mucha identidad local», cuenta.

Y agrega: «Me puse a escuchar e investigar y con Campo empecé a hacer una cumbia villera, quitando los elementos chabacanos, el sexismo y agregándole conexión con elementos de la cultura musical que yo tenía, más basada en el hip hop, la electrónica y la música popular. De ahí salieron La marcha tropical y Cumbio. Fueron prototipos de cumbia villera pop», afirma el artista.

De ser una música marginada, que las clases medias solo se permitían bailar al final de los casamientos con mucho alcohol encima, la cumbia ha pasado a ser un símbolo de identidad en todo el continente. Un camino no muy distinto al que han seguido la mayor parte de los géneros populares, del tango al rock. Mientras se baila, habrá que ver cómo sigue la historia.

Para escuchar

Lucho Bermúdez: El Maestro. Antología de uno de los padres de la globalización de la cumbia. Con un sonido jazzero súper refinado y cosmopolita, Bermúdez llevó a la cumbia colombiana a los escenarios de todo el mundo durante la época de oro de las grandes orquestas en las décadas de 1940 y 1950. Temas recomendados: Tolú, Matildita.
The Roots of Chicha: Psychedelic Cumbias From Peru. Un compilado hecho en Estados Unidos de grupos de cumbia psicodélica amazónica y chicha de los años 1960, 1970 y 1980, que hizo conocer internacionalmente el fascinante mundo de la cumbia eléctrica peruana de bandas como Los Mirlos, Los Destellos o Juaneco y su Combo. Temas recomendados: Sonido amazónico (Los Mirlos), Vacilando con ayahuasca (Juaneco y su Combo).
Frente Cumbiero meets Mad Professor. En 2009 el colectivo Frente Cumbiero de Mario Galeano invitó al productor guyanés/británico de dub Mad Professor, para realizar un encuentro sonoro entre la cumbia y el dub. El resultado puede escucharse en este hipnótico disco. Temas recomendados: ChucuSteady,Ariwacumbé.
Ángeles Azules: Cómo te voy a olvidar. La banda emblema de la cumbia sonidera mexicana se juntó con varios músicos «alternativos» (Carla Morrison, Kinky, Lila Downs, Ximena Sariñana, Vicentico) para repasar éxitos de todas sus épocas en un formato de lujo. Temas recomendados: Mis sentimientos, Mi único amor.

 

 Publicado en El Observador

 

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