Una mirada al arte del país

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El programa Imagen Regional, que cumple 20 años, expone en Bogotá obras que vienen de ocho regiones.

Dicen que ser artista en Colombia es difícil. Imagínese serlo por fuera de Bogotá o de las ciudades donde se encuentran la mayor cantidad de museos y de espacios artísticos.

Este es uno de los aspectos que más les incomodan a los artistas. Sin embargo, esto ha venido cambiando. Ciudades como Medellín –donde se realiza en la actualidad el encuentro MDE15– e iniciativas de espacios culturales y residencias en Barranquilla, el Eje Cafetero y Bucaramanga, por nombrar algunos lugares, han ido visibilizando poco a poco los procesos artísticos que se dan fuera de la capital.

Una iniciativa del Banco de la República lo viene haciendo desde 1995, cuando se creó Imagen Regional, cuya primera fase expositiva fue en las 28 áreas culturales que tiene en el país. Tras verse en Bucaramanga, Cali, Ibagué, Medellín, Montería, Santa Marta, Pasto y Tunja, una selección de obras que componen Imagen Regional 8 llegó a Bogotá, al Museo de Arte del Banco de la República.

Allí se presentan trabajos de 27 poblaciones, incluida Bogotá. Cada curador se encargó de trabajar un conjunto de ciudades. “La muestra es el resultado de posiciones personales, que se cruzan o se distancian, que convergen o se dispersan, pero que, en definitiva, forman parte del acervo del arte de nuestro país, más allá del centro”, explica el curador Javier Mejía, en el catálogo de la muestra colectiva.

Allí también se consignan entrevistas a los 39 artistas seleccionados.

No hay un eje temático transversal o curatorial definido en esta exposición. La idea es dar cuenta de los procesos creativos que suceden en las regiones en donde la presencia de museos o galerías es menor, incluso nula.

Sin embargo, explica Mejía que en las obras hay referencias al paisaje, a la noción del territorio y de cómo se relacionan sus habitantes con este. Bien sea a través de un objeto, como las pimpinas de Susana Basto (Riohacha, 1980), a propósito de la situación en La Guajira y la frontera con Venezuela respecto del combustible. O fotomontajes como Paisaje con soldados, de Jairo Andrés Vergara, con imágenes superpuestas de San Luis (Tolima), golpeado por el conflicto armado.

En su mayoría, los artistas que hacen parte de esta edición son emergentes, otros como William Bahós o Edwin Monsalve han participado en muestras de la Fundación Gilberto Alzate Avendaño o del Ministerio de Cultura, como el Salón Regional de Artistas. Hay algunos que son bastante jóvenes, con menos de 25 años.

Hay obras que resultaron de procesos artísticos grupales. Como es el caso del Colectivo Aguafuerte, de Montería, que trabaja con comunidad desplazada en la región. De este se expone una instalación con jaulas y objetos que van desde bombillos hasta envases de plástico y telas. Alude a una despedida al río Sinú que hicieron los embera katíos, como protesta a la construcción de la represa de Urrá, y a algunos actos violentos que denuncian.

Así, además de presentar nuevos nombres de la plástica contemporánea en Colombia, esta es una oportunidad para conocer otras realidades y propiciar encuentros entre los artistas y actores de la escena artística y los públicos.

Las ciudades que participaron

Fueron en total 27, y cada una tuvo un curador. Rafael Ortiz: Armenia, Manizales, Medellín y Pereira. María Isabel Rueda: Barranquilla, Santa Marta, Riohacha y Valledupar. Gabriela Numpaque: Cúcuta, Bucaramanga y Tunja. Jim Fannkugen: Cali, Popayán, Buenaventura y Quibdó. Cristo Hoyos: Cartagena, Montería, San Andrés y Sincelejo. Santiago Vélez: Honda, Ibagué y Neiva. Mercedes Angola: Ipiales, Leticia y Pasto. Y Andrés Gaitán con Bogotá y Villavicencio.

¿Dónde y cuándo?

Museo de Arte del Banco de la República. Calle 11 n.° 4-21. Bogotá. Hasta febrero del 2016.

Publicado por El Tiempo

Una mirada desde adentro del paisaje

Reconocerse como nación es una de las tareas más complejas que asumen los países cuando logran su independencia o su autonomía política. Definir quiénes somos, qué nos une y qué nos diferencia de los demás es uno de los principios que permite determinar una identidad y, por ende, unos rasgos culturales comunes. Empero, es más complejo aún reconocer la diferencia en la unidad. Desde la Constitución Política de 1991, Colombia se reconoce como un país de gran diversidad étnica y cultural: un país de regiones desde las afinidades culturales y los orígenes antropológicos que son el hispanoamericano, el amerindio y el afroamericano. El mapa cultural del país tiene ocho grandes regiones: la región caribe, la región andino-oriental (altiplano cundiboyacense y Santanderes), la región noroccidente-central (Antioquia y el viejo Caldas), el Tolima grande, la región sur-occidente (Valle, Cauca y Nariño), la región pacífica, la región de la Orinoquía y la región de la Amazonía . Colombia se divide también en seis regiones naturales: desde lo geográfico en cuarenta y cuatro subregiones, que conforman, a su vez, otras regiones, y desde lo político en treinta y tres departamentos, que también conforman unas regiones político-administrativas. El concepto de ‘región’, por tanto, se nos hace difuso y diverso. En su acepción básica una región es “una porción de territorio determinada por caracteres étnicos o circunstancias especiales de clima, producción, topografía, administración, gobierno, cultura, etc.”  Si estamos hablando de arte, que es lo que nos convoca, las definiciones de región son tan abstractas como arbitrarias.

El arte en Colombia se ha debatido permanentemente entre el centro y las regiones. Es de todos conocido que el “mundo del arte” colombiano se limita a Bogotá: el circuito principal de galerías, museos y espacios de exhibición se concentra en la capital del país, con unas contadas excepciones en las regiones, en especial en Medellín, Cali y, más recientemente, Bucaramanga y Cartagena. El resto del país aparece como desolado para el espectador desprevenido de las artes, pues rara vez se visibilizan los procesos, las exposiciones o los eventos artísticos de importancia que se hacen por fuera de la capital o las otras ciudades principales. Por tanto, los procesos en las regiones, más que inexistentes, son más bien invisibles, afectan ese entorno inmediato y pocas veces logran trascender esas fronteras regionales. Como curador, he trabajado toda mi vida desde la región, generando procesos y fomentando la creación de los artistas por fuera del circuito principal. Conozco de primera mano mucha de la actividad artística que se hace en las regiones, y esta se mantiene en permanente ebullición. El panorama es amplio, diverso y hoy en día, gracias a las tecnologías de la información y la comunicación, cualquier punto es el centro y podemos hacer un seguimiento más en detalle de lo que pasa por fuera de la capital. En consecuencia, varios son los cambios que ha fomentado la creación artística en las regiones, lo cual ha permitido un fortalecimiento del llamado ecosistema de las artes visuales. Según Guy Bellavance, dicho ecosistema está conformado por diversos sistemas, de los cuales podemos identificar cinco, que son indispensables en todo medio artístico relevante: la enseñanza de las artes, el fomento del Estado, las colecciones, el mercado del arte y los artistas. Estos sistemas son autónomos y no siempre operan en relación con los otros, pero deben coexistir para generar un ecosistema sostenible para las artes visuales. En Colombia, este ecosistema se ha venido fortaleciendo en las regiones de unos años para acá. Por ejemplo, la enseñanza de las artes está presente en todos los niveles del sistema educativo, desde primaria hasta estudios de posgrado. Hoy en día, las escuelas de arte se mantienen principalmente en los centros urbanos importantes, pero programas como los Laboratorios de Investigación Creación del Ministerio de Cultura tienen presencia en casi todos los departamentos del país y, en muchos de ellos, por fuera de las capitales. Otro de los factores que ha incidido de manera positiva en las regiones es el fomento del Estado, en el que están incluidos todos los organismos oficiales que trabajan por y para el fomento del arte y la creación, como el Ministerio de Cultura que, con la Política de Artes Visuales, le dio más autonomía a las regiones al fortalecer el programa de Salones Regionales y propiciar que los procesos curatoriales de investigación se hagan directamente desde las regiones y no desde el centro, como se hacía antes. Así mismo, Imagen Regional ha coadyuvado a este fortalecimiento, así como lo hacen los programas de becas y estímulos que se otorgan a los artistas en el ámbito departamental. En cuanto a las colecciones tanto públicas como privadas, estas desempeñan un papel importante y están representadas principalmente por los museos, las bibliotecas y los centros culturales, que constituyen una de las principales herramientas de promoción de las artes visuales, pues cumplen una doble función: la colección de obras y la realización de exposiciones. Son estas instituciones las que mantienen una programación permanente por donde circulan los artistas de las regiones, trabajan en la formación y hacen difusión de sus trabajos con las exposiciones. Por otra parte, encontramos el mercado del arte, que es quizá el sistema más débil de todos en las regiones: la ausencia de galeristas profesionales, que ubiquen a los artistas en el mercado y los posicionen dentro de las colecciones privadas, es la asignatura pendiente que permitirá fortalecer las condiciones económicas de los artistas. Por último, están los artistas, que son los protagonistas de este ecosistema. Son numerosos y diferentes, los hay emergentes, reconocidos, consagrados y maestros. Muchos de ellos se mantienen en las regiones y otros han emigrado hacia los centros, precisamente en busca de las condiciones ideales para poder desarrollar plenamente su carrera profesional.

La muestra Imagen Regional 8 recoge la obra de 39 artistas procedentes de las diferentes regiones del país, con lo cual da un vistazo a la producción artística en Colombia.

La curaduría es un ejercicio de diversas miradas que aglutina artistas y obras, sin ánimo de definir o aseverar quiénes son los artistas o cuál es el arte que se hace o se debe hacer en las regiones. La muestra es el resultado de posiciones personales, que se cruzan o se distancian, que convergen o se dispersan, pero que, en definitiva, conforman parte del acervo del arte de nuestro país, más allá del centro. Los proyectos expuestos tocan diversos temas, pero, al ubicarse la pesquisa curatorial en las regiones, las referencias al paisaje son inminentes. La alusión al territorio y las relaciones de este con sus habitantes es uno de los tópicos más reiterados y el referente común, dentro del cual los artistas desarrollan su obra al abordar narraciones del contexto inmediato que se refieren al paisaje natural, cultural, político-social o al paisaje construido, aquel donde el artista, de manera individual, configura una mezcla de los tres.

Alusiones a ese paisaje cultural las podemos percibir en las fotografías aéreas de Gustavo Adolfo Martínez, que nos remiten a la vida y al trabajo en los hatos ganaderos de los Llanos Orientales, o en las imágenes de Laura María Melo, que nos hablan de la industria automotriz y la tradición “carrocera” de Duitama (Boyacá). De la misma manera, las composiciones pictóricas y fotográficas realizadas por Ruth Stella Forero hablan del deterioro patrimonial de los puentes históricos de Honda, conocida como la Ciudad de los Puentes, en el departamento del Tolima. Por su parte, Mateo Pérez acude al paisaje, desde lo que él denomina geografía de la mirada, y analiza la forma en la que el hombre se aproxima al territorio; esa visión única y personal la plasma en una serie de fotografías sobre el Salto del Tequendama, en la sabana de Bogotá.

Otros proyectos hacen esta referencia al paisaje a manera de bitácoras o diarios de viaje, como los recorridos urbanos materializados en el dibujo de Omar Lebaza Guerrero, que es la representación de un mundo imaginario personal, creado de elementos e interpretaciones visuales, que se alimentan del contexto y las reminiscencias de Popayán, su lugar de origen. Del mismo modo, Ricardo Muñoz Izquierdo presenta ABC, un proyecto en proceso que pretende cartografiar el país desde el dibujo como una aproximación estética a los contextos de cada región, para lo cual se centra en Puerto Colombia (Atlántico), en el Caribe. Otro registro, a la manera de los cuadernos decimonónicos de exploración científica, lo hace Juan Carvajal Franklin con Toches & Co. Cuaderno I y II de la Kosmografía de Kvkvlandia, especie de inventario natural sobre los tipos de aves que se pueden observar en la región de los Santanderes.

Los proyectos que abordan el paisaje natural nos invitan a la reflexión ambiental, práctica presente en los trabajos del Colectivo Lunamar y de Paula Andrea Yunda, que parten del dibujo para hablar de la preocupación por el deterioro de la naturaleza y del entorno local, pero con un pensamiento global. Así mismo, Graciela Viveros Arboleda hace composiciones pictóricas con materiales no tradicionales que toma directamente del paisaje, como tierra, minerales, extractos de plantas, etcétera. La obra, resultado de un laboratorio de investigación creación, es testimonio de su vida en el corregimiento de Zacarías Río Dagua, en Buenaventura (Valle del Cauca), donde la minería de oro ha dejado grandes secuelas en el medio ambiente. La contaminación, a causa de la explotación minera, también es abordada por Tatiana Moreno Arciniegas, quien con una performance denuncia las políticas de apropiación y explotación megaminera de multinacionales como la AngloGold Ashanti en la región de La Colosa (Tolima). De igual manera, Catalina Mora aborda, en su obra, la incidencia de la industria minera del carbón en el paisaje de la Orinoquía colombiana. En tanto que la instalación de Lina María Quintero, titulada Zona azul, interviene el espacio de exhibición con bolsas azules de plástico y nos remite a problemas como la contaminación, el consumo, la producción masiva y la generación exagerada de desechos sólidos. Preocupación que comparte con Juan Alberto Durán, quien, en una alusión crítica al consumismo, nos presenta la instalación Cuernos de la abundancia, donde la riqueza de las cornucopias del escudo nacional es reemplazada por materiales industriales de desecho encontrados en la ciudad. Habría que mencionar también la obra de Edwin Monsalve, Naturaleza y artificio, que aborda un problema global, como es la tala indiscriminada de árboles. A partir de la reproducción facsímil de cortezas de madera, el artista nos muestra esas falsas naturalezas con las que tendremos que vivir si continúa el consumo irracional de los recursos naturales.

Ya sea desde la intervención o desde la reflexión sobre el cuidado de la naturaleza, el paisaje igualmente está mediado por el hombre. Esta antropósfera define la situación política del lugar donde vivimos e interactuamos, configurando lo que podríamos denominar como paisaje político-social. A este paisaje aluden propuestas como Estética del monumento contracolonial, de Óscar Salazar Genoy, y Reptilia, de José Pérez Tello, cuyos proyectos se ocupan de las teorías de modernidad/colonialidad desde las nuevas perspectivas del pensamiento decolonial. Por su parte, Jairo Andrés Vergara plasma, desde la fotografía, una idea de territorio titulada Paisaje con soldados, que es un registro de la zona rural del municipio de San Luis, al sur del Tolima, región que ha sido marcada, en algunos momentos, por la guerra, pero, sobre todo, por el miedo. Las huellas del conflicto interno colombiano, que se han sentido de manera más fuerte en las regiones, han dejado su marca en la producción artística local, como es el caso de la obra de Manuel Enrique Castro, quien narra, con una instalación, la historia real del asesinato de Éver Cordero, campesino víctima de la violencia presente en el departamento de Córdoba. De este departamento es originario el Colectivo Aguafuerte, que en su obra Do wabura dai bia ozhirada, frase en dialecto emberá katío que traduce “adiós río que tanto bien nos hiciste”, recuerda una ceremonia de despedida al río Sinú, en la que esta comunidad realizó una singular protesta por la construcción de la represa Urrá y por una serie de actos violentos en contra suya. En ese mismo orden de ideas sigue el proyecto Se fueron los Rodríguez, intervención-instalación de María Teresa Solano, donde la artista, con miles de placas radiográficas, elabora mariposas negras que instala en el espacio como una clara metáfora de todos los colombianos que han sido desplazados de su tierra y que como la mariposa negra andan errantes, pues nadie los quiere en su casa. La obra Confesión, de “Chando” Yances, es una estructura en forma de espiral tejida exclusivamente en cepa de plátano, que se presenta como el resultado visual de la experiencia obtenida en las conversaciones sostenidas durante los talleres con mujeres desplazadas víctimas de la violencia en el departamento de Córdoba. Así mismo, Fernando García Vásquez realiza su proyecto de instalación en colaboración con desplazados que trabajan en el mercado de Barranquilla, y construye calaveras elaboradas en papel maché que instala dentro de guacales de madera para frutas, que también consigue en el mercado. Estos guacales representan a las fosas comunes y las calaveras de papel a los muertos producto del conflicto armado que yacen dentro de ellas. Por su parte, William Bahós, en su obra pictórica de gran formato, representa una lengua, cuya imagen surge de su interés por abordar el silencio como un acto impuesto y violento propiciado por el Estado, así como por los grupos armados ilegales. Un acto violento aplicado al cuerpo de algunos que se atrevieron a hablar y más violento aún es el silencio por miedo impuesto a aquellos que pudiendo hablar y, tal vez queriéndolo hacer, no lo hacen para evitar correr la misma suerte que otros.

Del mismo modo, el paisaje político-social se ve afectado por problemáticas locales, situaciones específicas que afectan la vida de una ciudad o un grupo social. Por ejemplo, Catalina Toro Giraldo referencia en su obra, de manera muy personal, la vida, durante la década de 1980, en la Medellín sitiada por el narcotráfico, Carlos Alberto Bolaños, la marginación social y la pobreza de los vendedores ambulantes en Pasto y Susana Basto, el contrabando y la venta de gasolina en la frontera colombo-venezolana. María Cristina Ospina Sánchez parte de la observación de los grafitis y las pintadas urbanas que se encuentran en los muros de Medellín. Daniel Felipe Escobar Velázquez se apropia de los refranes de la sabiduría popular paisa de la región antioqueña. Mario Zabaleta trabaja, desde la pintura, modelos culturales que contradicen los estereotipos tradicionales del hombre del Caribe. Fredy Saúl Serrano aborda un imaginario personal, que se alimenta del contexto y las reminiscencias de su Santander natal. Luz Adriana Vera habla de la marcada influencia de la Iglesia católica en los habitantes de Pamplona, en Norte de Santander. Daladier Ernesto Patiño Cuastumal cuestiona en sí mismo la validez de los salones de arte regionales y el sistema estatal de fomento a las artes visuales.

Todos estos trabajos, que se refieren a problemáticas o situaciones locales, amplían el espectro de discusión a esferas más globales, subvirtiendo, cada vez más, el concepto de ‘lo local’ en lo que Kevin Power define como glocal y en el que una cultura cotidiana, que se encuentra en aumento determinada por una combinación de signos y conceptos que se extraen tanto de lo local como de lo global (lo glocal), y el campo simbólico en el cual se forman las identidades culturales, se mezcla, cada vez más, con símbolos híbridos y globales. Lo local, entendido como lo regional, se pone cada vez más en cuestión. El interrogante ya lo planteaba Rafael Ortiz en el texto curatorial de la muestra preliminar de Imagen Regional 8 al preguntarse: “¿Qué tan regionales somos cuando tenemos a nuestra disposición información global en línea?”. Precisamente, este cruce entre lo global y local es lo que expresa el Colectivo Mandioca en su obra, en la que interviene, con tinta de café, piezas de Casabe o Pan de América, a las que dibuja íconos de códigos QR (quick response code “código de respuesta rápida”), confrontando lo artesanal y tradicional propio, en este caso el casabe como parte de la tradición de muchas culturas propias de América, con símbolos de la tecnología contemporánea, que tienen un carácter global, homogeneizador y hegemónico. Por su parte, Andrés Leonardo Caballero Piza se remite, en su trabajo plástico, a los reinados de belleza y emplea la fotografía como medio de apropiación para subvertir el significado de la imagen con un dibujo burlesco y caricaturesco que representa a las reinas de Miss Universo; las cuales encuentra en las redes sociales y en sitios web especializados y cuyas imágenes, que provienen de lugares tan disímiles y distantes como Dinamarca, Filipinas, Venezuela o Tanzania, ubican su trabajo en la llamada aldea global.

El paisaje también es una construcción, como lo define más en detalle Andrés Gaitán en el texto curatorial de las exposiciones preliminares de Imagen Regional 8, donde plantea que el paisaje ha irrumpido como si reclamase algo que había perdido o algo que nosotros le habíamos arrebatado. La obra de estos artistas permite percibir cómo se construyen las nuevas maneras de ver el paisaje y entender las nuevas poéticas sobre el mismo.

Ciertamente, algunos artistas presentes en Imagen Regional 8 no se limitan a la contemplación o recreación del paisaje, sino que derivan en la acción-intervención. Tal es el caso de Paola Andrea Correa y su proyecto Celare Vultus V, que surge de una exploración de largo aliento llevada a cabo desde 2012, en la cual indaga sobre el camuflaje del rostro como una forma de inserción en el territorio expandido del paisaje. Su videoperformance parte de un único gesto que es incorporarse para fundirse en la naturaleza en total quietud y silencio. Precisamente, el título de la obra usa palabras del latín: celare “ocultar, emular, esconder” y vultus “ahí está, ver, rostro”. Por su parte, Maribel Tuta, con la acción que ejerce sobre el papel, elemento cotidiano presente en el entorno, quiere impregnar el paisaje, y los objetos contenidos en él, a manera de huella o testimonio de las emociones vividas, para reconocer esas emociones y tomar conciencia de que los objetos, que nos rodean y están presentes en el paisaje, pueden dar un testimonio de lo que somos. Con su proyecto Amor…fo, Lilian Rocío García pretende reflexionar sobre la inclusión de las personas con discapacidad y discapacidad moderada. Una acción que, desde el hecho artístico, ayuda a sensibilizar y reflexionar sobre la manera como el paisaje personal del otro se desconstruye y construye a partir de las necesidades de las personas con discapacidad. Así mismo, Óskar Roberto Romo Ramírez construye ese paisaje personal desde la fragmentación del plano pictórico, con lo cual genera una relación compleja con el espacio arquitectónico (instalación pictórica) y la acción de intervenir el espacio in situ, con el fin de ampliar la experiencia artística a otro nivel y dejar su huella, su rastro personal, sobre el entorno inmediato.

La muestra Imagen Regional 8 es un espacio que, desde lo institucional, ayuda a sostener el ecosistema de las artes visuales en las regiones y que visibiliza el trabajo de los artistas del país. Además, es un espacio que los artistas valoran y respetan y que, como muchos lo manifestaron, dignifica su trabajo y les abre oportunidades para trascender ese entorno regional. Finalmente, es la ventana por la cual pueden mirar más allá del paisaje el inicio del camino y una invitación a dar el primer paso en la búsqueda del reconocimiento nacional o internacional que todo artista anhela.

Javier Mejía, Curador Independiente Santa Marta, julio de 2015

Publicado por Imagen Regional
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