La venezuela eterna

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Grandes Maestros de la Pintura #Venezolana protagonizan exposición en D’Museo

Arte que estimula la memoria del país

«En estos momentos en los que la gente se siente angustiada es necesario ahondar en nuestras raíces», dice el especialista en artes visuales Nicomedes Febres. Las raíces están pintadas con las pinceladas del paisajista Rafael Monasterios o del margariteño Pedro Ángel González, quienes congelaron escenas de la Caracas del siglo XX, esa que, aunque no parezca, pertenece al venezolano actual al constituir parte de su historia. Los rizomas que Febres propone examinar brotan de la epopeya bolivariana esbozada por Tito Salas, o del retrato de una mujer de 1910 realizado por Arturo Michelena.

Los grandes maestros del arte venezolano no sólo son parte de la historia del país, sino que la cuentan. «Esto somos nosotros, de aquí venimos», dice Febres, quien, con la intención de revivir la memoria nacional (e incluso repararla), prepara la muestra La Venezuela eterna, que será inaugurada este domingo en la Galería D’Museo, ubicada en el Centro de Arte Los Galpones.

La exhibición reúne piezas del alemán Ferdinand Bellermann, quien llegó a Venezuela en 1842 influenciado por las ideas de Alejandro de Humboldt; Arturo Michelena, Carlos Rivero Sanabria, el valenciano Antonio Herrera Toro, el pintor neoimpresionista venezolano Emilio Boggio, Andrés Pérez Mujica, Tito Salas, Manuel Cabré, Pedro Ángel González, Alberto Egea López, Rafael Monasterios, y el escultor Francisco Narváez, entre otros, que fueron solicitadas a coleccionistas privados. «Hablamos con ellos y algunos estuvieron dispuestos a prestar sus obras (…) Hoy es difícil recopilar piezas de un artista porque las fuentes están cerradas, sienten desconfianza».

La Galería D’Museo inaugura la agenda expositiva de 2016 con un pie en el pasado y otro en el presente, porque «es importante evitar que triunfe el olvido y la desmemoria». Febres lamenta que incluso los artistas jóvenes «ignoren las raíces del arte venezolano, y que además se sientan orgullosos de desconocer su pasado». Para el experto, el descuido del legado de los maestros es, en parte, una falla de las estrategias públicas y un rasgo de una crisis política que «olvida a propósito» o «descontextualiza las imágenes».

Así, la galería se apropia de una exhibición que debería «ser mostrada todo el tiempo en una sala de la Galería Nacional, por ejemplo», sin que ello implique «que el museo se convierta en un cementerio».

La pared izquierda de la sala es puro verde y azul, de cálidas luces y vegetación. La Urbina (pintada por Pedro Ángel González) y Los Rosales (un óleo de Rafael Monasterios) están colmados de plantaciones bajo la mirada de El Ávila, el registro de «una Caracas que sí existió y que aquí está reflejada». Otros creadores menos conocidos, como Humberto González, «que era una de las grandes promesas, pero murió muy joven», está junto a una escena de Bellermann en debate: ¿el paisaje corresponde a Los Andes o La Guaira? Febres está casi seguro de que se trata del segundo.

En la pared derecha, la línea es «el poder y los valores patrios», un conjunto que incluye Los causahabientes de Tito Salas y un cuadro anónimo que parece corresponder a 1910 en el que figura el Palacio de Miraflores. El recorrido pasa «por el simbolismo, el naturalismo, el expresionismo, entre otras corrientes de la época».

La muestra incluye postales y fotografías de Caracas del siglo XIX y XX, y hay imágenes tomadas por Próspero Rey y Federico Lessmann, grandes fotógrafos de entonces».

Revelan las costumbres y estilo de vida de una capital que no se había separado de sus rasgos rurales, y que otorgan verosimilitud a las impresiones artísticas.

Las fotos forman parte de una colección personal del curador, píldoras de viejos tiempos que llegaron a sus manos progresivamente. Algunas estarán dispuestas en vitrinas, otras se apreciarán en un video.

«Serán más de 100 imágenes, que son un bello marco de referencia para apreciar cómo era la ciudad cuando estos hombres pintaban». En una los zamuros se posan sobre el matadero de Caracas. En otra Catia aparece como un terreno baldío en 1910. En la antigua avenida Carabobo se ven burros andando. Y hay varios registros de las lavanderas en el Río Anauco. «Nosotros dijimos: ‘Vienen tiempos difíciles, vamos a empezar (el año) por conocernos, no, mejor reconocernos, para enfrentar el futuro».

Publicado en El Universal

 

 

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