«El abrazo de la serpiente» e «Ixcanul», las películas del 2015 latinoamericano

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Por NodalCultura – Daniel Cholakian

El sueño de la serpiente y los desafíos éticos de la mirada occidental

La película de Ciro Guerra, es una compleja narración cuyos sentidos estallan más allá de la trama. Cuenta la historia de el encuentro entre Karamakate, un hombre que es chamán y el único sobreviviente de su tribu y dos científicos en dos momentos diferentes de su vida y de la historia del mundo. En 1909 conoce a Theodor Koch-Grünberg, entomólogo alemán y el estadounidense Richard Evans Schultes quien visita la selva amazónica en 1949 siguiendo los escritos de su antecesor y en busca de la yakruna, una planta sagrada, cuyas propiedades curativas se consideran incontables.

¿Qué se proponía cada científico con apenas 40 años de diferencia? ¿Cuál es el sentido del conocimiento? ¿Cuál el del dominio del hombre positivo sobre la naturaleza? ¿Cuánto es “conocible”? ¿Puede toda experiencia ser comprendida desde la perspectiva del conocimiento científico?

Si todas estas preguntas son realmente complejas, El abrazo de la serpiente es además un recorrido sobre un mundo que no solo no es necesariamente asequible a partir de los conocimientos y la experiencia de la mayoría de los espectadores, sino que propone una cuestión de orden ético: ¿cuáles son las herramientas correctas para aproximarse a otra cultura, para intercambiar, para comprender?

La experiencia frente a El abrazo de la serpiente es necesariamente sensorial. Ese mismo camino en el que se aventura Koch-Grünberg, enloquecido como si fuera un personaje Herzogniano, o en el que Karamakate lleva a Schultes, es el camino en el que Ciro Guerra lleva al espectador, que de a poco queda envuelto en un viaje espiralado, mágico y profundamente bello.

De este modo, la película se constituye como una apertura a la experiencia y a la duda, a la indagación sobre la posibilidad de una totalidad imposible de ser conocida pero si de ser experimentada. Al ser esta experiencia intransferible, la obra se convierte en una representación de aquello que es inasequible.

Frente a ello, solo nos queda la duda.


Ixcanul, la película guatemalteca que conquistó el mundo de Festivales

Ixcanul, la ópera prima de Bustamente ha sido premiada en gran cantidad de festivales internacionales. María vive con su familia en una pobre y árida zona rural al norte de Guatemala, frente al volcán que los separa del sueño estadounidense, de la vida en un lugar con luz todo el día, donde hasta las calles están iluminadas. Un lugar con automóviles, pero sin un aroma particular como el del café que inunda la comarca.

María llega a la edad en que los padres pueden comprometerla en matrimonio. Ella tiene una relación casi casta con Pepe, un peón del lugar, pero los padres la van a casar con el capataz de esta tierra. En un espacio semi feudal, donde la familia ocupa una casa que les es cedida por el patrón –ausente- a través de su delegado, en la que pueden sembrar el café y obtener parte del resultado de la cosecha, a la vez que trabajar como peones en la recolección. El casamiento con el capataz les garantiza que ellos podrán quedarse en la casa para siempre.

El Pepe tiene decido irse. Se sienta frente al volcán y mira con sus ojos volando del otro lado y más allá. “Al otro lado del volcán queda EEUU”, dice, “en el medio está México, pero eso no es importante” agrega. La única salida de la pobreza, de la condición de iletrado, de la hiper explotación laboral está en el norte. María quiere que la lleve, él no promete nada. Entre ellos circula la tensión del deseo sexual, la castidad de María, la ansiedad de Pedro y una cierta lógica del intercambio: si ella se entrega a él, tal vez esté dispuesto a llevarla al norte dorado.

Ante la inminencia del casamiento y la partida de Pepe, María decide entregarse a él, con la convicción de que de ese modo el no podría negarse a comenzar juntos el viaje al norte. Eso no ocurre y como es de esperar María queda embarazada.

La pobreza, el temor a perder el trabajo y la casa, la imposibilidad de alimentar a un niño, el Estado que además de ausente discrimina a la familia, las creencias y las tradiciones, pero también la posibilidad de un aborto que permita resolver la situación y las víboras que nadie puede espantar y impiden trabajar el terreno asignado, son parte de una trama que tiene al volcán como horizonte y como barrera.

Plásticamente la película presenta una paleta que rescata todo lo que el escenario natural provee. Bustamente logra construir los personajes con gran profundidad, conocimiento del deseo, los choques entre la modernidad y lo tradicional, el uso del ocio y la esperanza vacua del viaje al norte en un país que no parece tener respuesta para ningún joven y menos si es indio y campesino.

Ni estigmatizante ni misógina, Ixcanul asume un punto de vista cercano, muy cercano, a los personajes. En esa suerte de encuentro íntimo del espectador con María y su madre por sobre todo, permite una acercamiento casi etnográfico, una aproximación comprensiva a la historia y la cultura de estos mayas guatemaltecos, donde se intersectan la modernidad tardía, los modos pre capitalistas, el Estado excluyente y delictivo, las tradiciones orales y los mandatos familiares. Bustamante busca con su cámara conocer. No juzga, no pontifica, no hace a nadie ni bueno ni malo. Ixcanul es una muestra interesante del valor de la ficción para proponer conocimiento.

Su director da un gran paso en ese sentido.

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