Oskar Cartaya, un homenaje a Cachao y al jazz de Puerto Rico

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En el clavijero de su bajo eléctrico se impone nuestra Monoestrellada.

Signo revelador e indiscutible de lo orgulloso que el músico Oskar Cartaya se siente de su identidad y nacionalidad puertorriqueña.

Cartaya nunca olvida sus inicios en la Escuela Libre de Música Ernesto Ramos Antonini. (Foto suministrada)

Desde antes de la aparición de la nueva generación de jazzistas boricuas que se desarrolló a partir de la década de 1990, Oskar ayudó a forjar parte del cimiento en un relevo generacional que le impartió continuidad a las puertas que Tito Puente y Eddie Palmieri abrieron a partir de mediados del Siglo XX.

En 1988 Oskar audicionó con la sensacional banda de jazz fusión Spyro Gyra, en la que permaneció como bajista hasta 1993.

Cartaya, incluso, produjo el disco “Two Amigos” (1990) para los flautistas Herbie Mann y Dave Valentín. Y, en 1997, conceptualizó el proyecto “Passion Dance” del trompetista Herb Alpert, a quien conectó con Humberto Ramírez, cuyo Jazz Project, en el umbral de la década de 1990, precisamente Oskar también le ayudó a organizar.

Oskar Cartaya, fruto de la Escuela Libre de Música Ernesto Ramos Antonini, del Conservatorio de Música de Puerto Rico y del Musicians Institute en Los Ángeles, tocó con Willie Colón, Rubén Blades, Celia Cruz y Héctor Lavoe al tiempo en que se asoció con el pianista argentino Jorge Dalto y la brasileña Tania María.

Experiencias que afianzaron su proyección en el jazz y que, en cierto modo, propiciaron su incursión en Spyro Gyra, banda con la que grabó los discos “Rites Of Summer”, “Point Of View”, “Fast Forward”, “Three Wishes” y “The Collection”.

“El jazz siempre ha capturado mi atención. Cuando surgió la oportunidad para audicionar con Spyro, recuerdo que asistimos como 10 bajistas. Asistí pensando cuando vivía en Royal Town en Bayamón, escuchando los discos de Spyro en mi marquesina, y como llegué a la audición con ellos. Mi etapa con Spyro fue la que me validó en el mundo del jazz, el rock y la fusión de no ser un bajista latino, sino de ser un bajista. Punto. Desafortunadamente, siempre te ponen géneros y títulos. Eso pasa dondequiera. Pero he demostrado que simplemente soy un bajista que toca de todo”, dijo a este medio.E taller de Spyro Gyra se orientaba al jazz experimental y su fusión con el soul, el rhythm & blues y el rock. Entonces, desarrollaban y atemperaban su estilo a grupos contemporáneos como Return To Forever de Chick Corea, The Head Hunter de Herbie Hancock y Mahavishnu Orchestra de John McLaughlin.

Oskar, quien jamás olvidará las noches en que, a mediados de los 80, frecuentó el club Cat’s en el Condado para disfrutar de los “jam sessions de Juancito Torres, Víctor Payano, Junior Irizarry, Carlitos Pérez y otros, recientemente se reencontró con su amigo del alma Humberto Ramírez en la grabación del cedé “Lifetime Friends”, seleccionado entre las 20 producciones más sobresalientes de 2015 por la Fundación Nacional para la Cultura Popular.

Ya habían colaborado en “Jazz Project” y en “Rumbantela”. En “Lifetime Friends”, a todas luces otro relevo generacional, unen sus talentos en respaldo a músicos en crecimiento como Jonathan Suazo, Rolando Castañeda, Leonardo Osuna y Marcos López.

Sin embargo, el taller de Oskar Cartaya es muy dinámico. En Los Angeles, Oskar dirige el grupo The Enclave. Tras su primer disco como solista, titulado “My Music, My Friends, My Time”, Oskar le imparte los toques finales a su nuevo proyecto “Bajo Mundo”.Cada encuentro con Humberto Ramírez es un abrazo de vida y amistad. “El caso de él y yo es que somos hermanos de por vida. Nosotros nos conocimos a los 13 años, en el patio de la Escuela Libre de Música, que le decían El Mangle, metida por donde terminó el Instituto Tecnológico. Éramos dos niños con sueños. Y 35 años después seguimos en la misma actitud y con el mismo amor por lo que hacemos. Lo comenzamos hace 35 años y fue ahora que lo grabamos”.

“Mi música y mi cultura, aunque estoy radicado en Estados Unidos, están muy identificadas en mis raíces. Lo trato de mezclar con todo lo que va a tono con lo que vivo en la ciudad. No es latin jazz 100% al estilo Tito Puente o más contemporáneo, como Poncho Sánchez, sino que me gusta mezclar todas las influencias que tengo de tantos géneros como el jazz, rock, pop, funk y hip-hop. Uso todos esos ingredientes para crear mi propia voz”.

Oskar Cartaya ha sido uno de los pioneros de la fusión del jazz con el hip-hop. Mucho antes de que el rapero Kendrick Lamar sorprendiera a la industria con su fusión del hip-hop con elementos del “free jazz”, como se apreció en el reciente espectáculo del Grammy durante la presentación de “The Blacker the Berry” y “Alright”, Oskar tuvo en su grupo al rapero Aloe Blacc.

“Para mí, ese es el futuro de lo que está pasando en la creatividad musical ahora mismo. En los años 60, los papás de muchos muchachos pensaban que Los Beatles eran solo unos ‘pelús’ y preferían a Glenn Miller. Eran insignificantes para mucha gente, pero han sobrevivido la prueba del tiempo. Estamos viviendo eso. Hay muchachos que están experimentando, como Aloe Blacc, que comenzó con mi Enclave hace 10 años”.

«En Bajo Mundo”, Oskar le rendirá tributo a Israel López, el inolvidable Cachao. Lo hará tocando su primer instrumento: el contrabajo. “Es un viaje imaginario a la vieja Habana, a recrear una noche de ‘jammeo’ o descargas”.
Parte de sus invitados (y oportunamente en otra entrevista abundará) son Giovanni Hidalgo y el legendario Stanley Clarke, con quien grabó la composición “A los 70’s”.

“Es un tributo a la música de la década de 1970 y todas las loqueras que se hacían en aquel entonces. Se lo dediqué a mi amigo Stanley Clarke, quien está de invitado”.

También grabó la obra “Bomballenato”, una fusión de ritmos de Borinquen y Colombia. “Usé músicos de Carlos Vives y los puse a tocar con Giovanni Hidalgo”, adelantó Oskar, que también grabó con el ‘big band’ de su compadre Humberto Ramírez que todos los lunes se presenta en Yerba Buena.

“Mi nuevo disco tendrá un poquito de todo: clásico, tradicional, latino y fusión de los 70. Creo que en las tiendas de música debería haber una categoría que se identifique como ‘Good Music’. Me idea es que la gente se ponga unos audífonos, cierre los ojos y se disfrute la música”.

En Oskar Cartaya palpita el ritmo de la clave. Cuando habla, articula la melodía. Y al pensar, reflexiona en armonía. Su mundo es el bajo y la música, su vida.

Publicado por Fundación Nacional para la Cultura Popular
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