Enrique Arnal: figura central de la pintura boliviana

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Bajo el nombre de Manuel José Enrique Arnal Velasco, nació en Catavi, Potosí, el año 1932, uno de los artistas plásticos más importantes y emblemáticos que ha tenido Bolivia en la segunda mitad del siglo XX.

Su primera exposición individual sucedió en 1954, con una exposición en Cuzco (Perú) y continuó infatigable hasta mediados de diciembre del año pasado, cuando –representado por sus hijos Matias y Carmen– presentó una exposición retrospectiva en la galería Blanco de la ciudad de La Paz, además de un calendario auspiciado por Solidaridad Suiza.

Según lo describe el crítico de arte Pedro Querejazu, Arnal fue militante del cubismo, el paisaje andino, la naturaleza muerta, los gallos de pelea y los toros. Durante los años 60 del siglo pasado trabajó sobre la figura del aparapita (personaje que ha inspirado a varios artistas bolivianos). Durante los 70 y luego de ser preso político, se concentró en los cóndores y para los años 80 las mujeres, las montañas y la Pachamama fueron los motivos centrales de su obra.

Pese a ser pintor autodidacta de gran calidad, Enrique Arnal ganó una beca de la Fundación Simón I. Patiño y entre 1966 y 1967 estudió en la Ciudad Internacional de las Artes de París y luego ganó también una beca Fulbright en Virginia (EEUU).

Entre los varios premios que ha recibido, destaca el haber sido el tercer ganador del Pedro Domingo Murillo, galardón que recibió en 1955 después de María Luisa Pacheco y Marina Núñez del Prado.

Enrique Arnal falleció el pasado domingo 10 de abril en la ciudad de Washington aquejado por un cáncer de próstata. Sus cenizas, según su voluntad, serán traídas a La Paz en las próximas semanas.

Hace poco más de 10 años, el periodista uruguayo Jorge Gestoso definió a Enrique Arnal como una leyenda viviente latinoamericana y mundial. En vida, el artista boliviano se definía como un bucanero, un hombre con espíritu aventurero. “Todo lo que hice (en mi vida) tiene un motivo. Volver atrás no tiene sentido”, aseguraba.

 

El misterio de Machu Picchu

La carrera de Enrique Arnal como artista plástico comenzó en 1954, durante un viaje que hizo –en términos no muy cómodos– a Machu Picchu, munido de un block y un abrigo.

En este místico lugar Enrique Arnal vivió un mes como faquir, observando la vegetación y las formas de las piedras con la intención de reencontrar los lenguajes americanos.

“Viví un mes sin ningún propósito, tomando apuntes”, dijo Arnal en una entrevista de colección que le fue hecha por Jorge Gestoso en febrero del año 2005.

En esta entrevista de casi una hora, el artista boliviano recordó cómo Machu Picchu, a mitad del siglo pasado, era una ciudad remota en el espacio que era visitada sólo por serpientes, aves de todo tipo y muy pocos turistas.

Después de este viaje –en el que aprendió que era posible vivir solo y además realizó su primera exposición individual en Cuzco– Arnal retornó a la ciudad de La Paz, donde una tía suya le consiguió un taller en una plaza de toros.

Ese tiempo para él fue mágico ya que, además, su vocación de artista plástico le había sido revelada en esos años a través de un sueño permanente que tenía con un toro, símbolo de la percepción y de la creatividad.

“He sido amante del paisaje vacío –dijo Arnal en la entrevista–. Nací en una mina y fui muy feliz de niño jugando en lugares donde no había árboles, no había más nada”.

 

Bolivia, país vivo

Bolivia, en los años 50 sufría, una metamorfosis. En realidad, para Enrique Arnal el país vive en una constante mutación.

“Bolivia es un país muy vivo, es un país activo permanentemente y eso es lo interesante y apreciable de Bolivia. Mucha gente cree que es un país descalabrado. No lo es, todo lo contrario, es un país que busca su identidad permanentemente”, aseguró en la citada entrevista.

 

Un Quijote boliviano

Para explicar la capacidad de su arte para llegar a ser entendida y apreciada en cualquier parte del mundo, Enrique Arnal citaba con frecuencia a Miguel de Cervantes: “Si quieres ser universal, cuenta de tu aldea”.

Y eso fue lo que hizo este boliviano que logró posicionar su obra, plagada de andes, mercados campesinos, aparapitas, cóndores, toros y gallos de pelea, en galerías de América y Europa y colecciones privadas de todo el mundo.

Sobre su arte Arnal decía que la construyó “cambiando, perdiendo y ganando”. “Uno mejora cuando se despoja, cuando renuncia a su bagaje”.

Fue gracias al curador José Gómez que el artista salió de las galerías bolivianas y del mercado pequeño y parroquial para mostrar sus habilidades en galerías de ciudades como Buenos Aires, Asunción, Santiago de Chile, Bogotá, Lima, Washington, París o New York, entre otras.

“Somos una unidad cultural” opinaba el artista sobre el fenómeno latinoamericano en artes y letras que vivió la América Latina de la que él fue parte durante los años 60 y 70.

Interrogado por Jorge Gestoso sobre el actual afán mercantilista del arte, Enrique Arnal respondió que al contrario, el arte actualmente se ha convertido en un objeto de consumo.

Publicado en Los Tiempos

Adiós, maestro Arnal

Paisajes cubistas del altiplano, desnudos en óleo y dibujos en tinta china. Periodos realistas, seguidos por otros neofigurativos, para incursionar de manera desaprensiva en el abstracto. Series de toros, de gallos, de aparapitas; de cuerpos tenues y suaves, seguidos de otros con explosión de colores.
Para quien lo haya intentado catalogar o definir la obra de Enrique Arnal es una aventura destinada al fracaso.
Primero, porque ésta ha transitado los más diversos lenguajes, formatos y estilos expresivos; y segundo, porque en esta ruta de exploración incesante, ha aparecido siempre renovada, como si en cada fase se tratara de un nuevo artista.
Arnal, figura central de la plástica boliviana, falleció este domingo en Washington, Estados Unidos, tras luchar con una larga enfermedad. Su hijo, Matías Arnal, escribió en su perfil de Facebook: «Padre hermoso. No sabes el vacío que me dejas. Fui el hijo más afortunado de tenerte como padre. Voy a luchar cada día para ser el gran hombre que fuiste tú, el hombre mas noble, creativo, y sensible que conocí”.
La publicación prosigue. «No pasará el día que no piense en ti y trabajaré en el gran legado que nos has dejado. Mi mundo se puso oscuro, pero lo que me alienta es que nos volveremos a ver en un futuro no muy lejano. Gracias por todo lo que me enseñaste. Te amo. (1932-2016)”.
De proyección universal, aunque profundamente ligado a lo nacional, Arnal fue un artista único, emblemático.
Nació en 1932 en el complejo minero Catavi, departamento de Potosí, Bolivia, donde pasó su infancia. Tras un inicio autodidacta en el que se expresa la que fue su invariable determinación de dedicarse a la pintura, fue becado por la Fundación Simón I. Patiño a París (1966).
Hizo su primera muestra individual en Cuzco, Perú, en 1954 y, a lo largo de su carrera, varias exposiciones individuales en La Paz, Buenos Aires, Asunción, Santiago de Chile, Washington, D.C., Bogotá, Lima, París y Nueva York. También participó en muestras colectivas, entre ellas el Homenaje a la Pintura Latinoamericana en el Patronato Nacional de las Artes de El Salvador en 1977 y el Primer Encuentro Iberoamericano de Críticos de Arte y Artistas Plásticos de Caracas en 1978.
En octubre de 2007, Enrique Arnal recibió el Premio Municipal A la Obra De Una Vida, del Salón Pedro Domingo Murillo de La Paz, en distinción a su destacada y singular trayectoria en la pintura boliviana. Obtuvo siete premios internacionales de pintura, incluidos el Gran Premio Municipal de Pintura de La Paz (1955) y el Premio Bienal INBO de La Paz (1975).
Fue Profesor Honoris Causa de la Escuela Superior de Bellas Artes de La Paz. Estudió en St. George’sCollege de Buenos Aires, Argentina y fue becario de la Fundación Fulbright (1991).
Su obra  se encuentra en varias colecciones de arte privadas, nacionales e internacionales,  en colecciones y espacios públicos, incluidos el Museo Nacional de Arte y el Parque Central de La Paz. En Washington, D.C., su obra está representada en The Phillips Collection, el Museo de las Américas de la OEA, y en la residencia de la
Embajada de Bolivia.
Una larga enfermedad que lo llevó a dejar Bolivia definitivamente y finalmente falleció en Estados Unidos.
Publicado en Página Siete

 

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