Entrevista al escritor nicaragüense Sergio Ramírez, el hombre que escribió «La fugitiva» inspirado en Yolanda O.

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En Contexto
Yolanda Oreamuno es sin dudas la más importante escritora costarricense del siglo XX. Con solo 16 años, en 1932, publicó un ensayo titulado «¿Puede tener la mujer los mismos derechos políticos que el hombre?». El gran salto en su escritura y en el reconocimiento lo dará en 1948 con la publicación de «La ruta de la evasión». Su obra estuvo atravesada por una preocupación política que involucraba una mirada sobre las cuestiones de género y los problemas en la educación. En solo 40 años de vida Yolanda O., misteriosa y prolífica, dejó una marca fundamental para la segunda mitad del siglo XX en Costa Rica

Sergio Ramírez: «Yolanda Oreamuno es la gran escritora de Costa Rica»

Por Natalia Rodríguez Mata

Sergio Ramírez irrumpe nuevamente en las letras, esta vez con una novela cuyo personaje principal está inspirado en la escritora costarricense Yolanda Oreamuno.

«La fugitiva»  ha suscitado toda clase de comentarios. Algunos le reprochan el no haberse referido a la escritora y a la verdadera mujer en Yolanda y más bien haberse concentrado en su mito y los chismes de barrio. Otros concuerdan en que es una gran novela muy bien escrita, pero que no refleja “la esencia” de Yolanda.

Lo cierto del caso es que Sergio Ramírez no escribió una novela sobre Yolanda Oreamuno sino inspirada en su vida, tal y como ha dejado claro en repetidas ocasiones. Y eso le permite escribir sin condiciones.

Ramírez dice haber leído toda la obra de nuestra escritora y lo que sobre ella se ha escrito, por lo que se convierte en una de las fuentes de consulta cuando de hablar de la escritora se trata.

Sobre su novela y sobre Yolanda Oreamuno, conversamos en una larga entrevista que no editamos demasiado para que cada quien lea lo que le interesa.

Sobre Yolanda

¿Cuándo fue la primera vez que escuchó hablar de Yolanda Oreamuno?

Bueno, eso tiene que haber sido cuando yo vine a vivir a San José en la década de los 60. Yo vine aquí en 1964 y en 1970 publicamos la primera edición costarricense que se hizo de La ruta de su evasión, que sólo había sido publicada en Guatemala. De modo que en ese tiempo yo escuché hablar de ella y entonces supe, en ese momento, que alguna vez sería el personaje de una novela. Desde ese momento cargué con ella y a lo largo de muchos años. Lo que pasa es que el proceso para escribir una novela es complicado. Uno para dar con un personaje cuesta mucho tiempo y no lo resuelves sino cuando se dan determinadas circunstancias y eso me pasó.

Después de conocer tan bien a Yolanda Oreamuno como usted ¿cuál considera su rasgo más llamativo?

Desde niña, su ambición de ser diferente y romper el molde social que la mujer tenía asignado entonces. Yo creo que en la naturaleza humana ya hay ese elemento fundamental que hacen a una persona ansiar lo distinto, poner por delante su individualidad — su condición femenina en este caso, porque ella era mujer. Pero también es importante que ella estudió en un colegio de primera categoría y un colegio muy liberal: el Colegio de Señoritas, que fue una institución muy destacada en la vida social de Costa Rica. Colegio gratuito pero de primera calidad.

Es innegable que hay todavía una deuda histórica del país con Yolanda Oreamuno. Por ejemplo, todavía lo que se ha escrito de ella está muy disperso, hay libros que ya no se consiguen, no hay una antología de su obra, y  se habla más de su belleza o su mito que de su producción literaria. Incluso me llama mucho la atención que haya que tenido que venir un extranjero y volver a escribir sobre ella para volver a ponerla en boca de todos. Lo asocio mucho con ese desdén que tiene el costarricense por lo propio.  ¿Por qué cree que esto ha sucedido?

Mi conversación fundamental es de hace muchos años con alguien que la conoció fue con Lilia Ramos, quién ya está muerta hace tiempo y ella le tenía muchísima devoción. Cuando editamos “La ruta de su evasión” en EDUCA fue con la complicidad de Lilia Ramos y Alfonso Chase que tenía la edición original de Guatemala. Entonces fue a través de Lilia que yo la conocí más a fondo. Cuándo yo hablaba con otros escritores costarricenses contemporáneos de Yolanda, que conocí varios (todos hombre) la verdad  es que muchos de ellos hablaban con desdén de Yolanda y eran opiniones masculinas…

¿»Masculinas» machistas?

Sí, un tanto. Porque se referían a Yolanda, su vida sexual y, es decir, no hay cosa más repugnante que oír a un hombre juzgando a una mujer por su vida sexual. Bueno pero es que esa es la sociedad patriarcal.

Y todavía pasa…

Claro, eran escritores de izquierda que se sentían ofendidos porque Yolanda Oreamuno había roto con los cánones vernáculos de la literatura que eran una especie de pilares sacro santos de la literatura nacional lo vernáculo, lo social. La literatura se movía entre lo vernáculo y lo social y de repente viene esta mujer y plantea una literatura introspectiva que busca explorar el alma humana hacia dentro. Algunos decían con desdén — y yo copio eso en mi novela — que Yolanda tenía “Proustitis” porque ¿de dónde había sacado a Marcel Proust que era tan extraño a este país? Entonces, eso de ver la literatura distinta con extrañeza no deja de ser provinciano y Yolanda era lo menos provinciano que podía haber. Mi pregunta fundamental es, ¿existe una reconciliación verdadera entre Yolanda Oreamuno y la sociedad costarricense? Yo creo que esto lo van a resolver los más jóvenes que la han tomado como una escritora de culto. No creo que Yolanda Oreamuno sea una preocupación diaria de la sociedad costarricense ni de los establecimientos culturales de decir bueno, ¿qué hacemos con Yolanda Oreamuno? No tiene un monumento, hay que dedicarle algo importante más que el rinconcito que tiene en el Teatro Nacional.

Su tumba ni siquiera tiene una placa  con su nombre (esta entrevista se realizó antes que se colocara la placa el pasado 8 de julio).

Eso es ya una cosa diferente ¿no? Pero hay estos muchachos que tienen el grupo que promueve la figura de Yolanda Oreamuno que lo van a hacer el 8 de julio cuando se cumple el aniversario de su muerte y van a poner la placa porque ya tienen los permisos. Pero esto es un acto mínimo de justicia ¿cuándo va a estar Yolanda Oreamuno en los billetes, no? Porque ella es la gran escritora de Costa Rica.
 

¿Cuál cree usted que fue el pecado de Yolanda Oreamuno?

Desafiar. Yo creo que desafiar lo establecido. Esto tiene un costo muchas veces. Cuando se desafía lo que ya está establecido, desde cualquier perspectiva, no sólo la literaria o de la condición de mujer. Cuando alguien desafía en voz alta al establecimiento termina pagando un precio.

¿Cómo cree que le iría a Yolanda si fuera una muchacha de 19 o  20 años en la Costa Rica de ahora?

Yo creo que tendría otro tipo de inquietudes, diferentes a las de aquel tiempo. Hay en la agenda de los jóvenes ahora otras cosas, ahora muy distintas. La ecología, por ejemplo es un tema que entonces no existía. Este era un país verdaderamente verde, había montañas por todos lados, los ríos no estaban contaminados entonces ese es un tema nuevo. Si se deja que una minería a cielo abierto contamine o no un río importante del país es un tema por el cual los jóvenes se preocupan mucho. La ecología es un tema ya político, el tráfico de drogas, el poder de los carteles de narcotráfico en Centroamérica. Son temas nuevos, entonces cada época tiene sus temas.

¿Piensa que sería tan juzgada como lo fue?

No veo cómo no. Es decir, ahora la mujer tiene otro papel en la sociedad. Si estuviéramos hoy en 1934 o 35 sería imposible que tu me estuvieras entrevistando a mí, tendrías que ser un hombre porque periodistas eran hombres todos. Entonces ahora nadie se extraña que haya periodistas, médicos, abogados, jueces, la presidenta de la República, ministras mujeres. Es decir, la mujer tiene otro papel en la sociedad. Las mujeres conquistaron las profesiones liberales, las universidades están llenas de mujeres graduándose, esto hace que la mujer que tiene sus propios ingresos, su propio papel en el mundo, tenga otro papel en el hogar. El sometimiento en el hogar se debía a que la mujer no generaba ingresos y por lo tanto estaba indefensa frente al hombre que era el que llevaba el pan a la casa y ella no tenía más que cocinar. Si alguien se atrevía separarse de un hombre quedaba en la calle, no sólo desprestigiada sino que no podía valerse por sí misma. Hoy día es difícil que eso ocurra. Pero la gran pregunta es: ¿se terminó la sociedad patriarcal?  Yo creo que no. Yo creo que muchísimos de los valores machistas de la sociedad patriarcal están vigentes no sólo en la mente de los hombres sino también en la mente de las mujeres. Y a mí me choca mucho ver todos los días las páginas de los periódicos de Nicaragua, las notas rojas llenas de casos de maltrato de hombres contra mujeres en la vida familiar, de abusos sexuales contra hijastras, como las mujeres se ponen del lado de los maridos a la hora de la denuncia de un abuso sexual contra sus propias hijas. Todo eso me parece que pertenece a los resabios de una vieja sociedad que todavía clama por su fuero. Ha cambiado poco.

Sobre «La Fugitiva»

¿Qué tipo de documentos investigó para escribir su  novela?

Primero, leer su obra: su obra dispersa y su novela, por supuesto, la cual he leído varias veces. Luego, la primera recopilación que hizo Lilia Ramos de escritos de ella y sobre ella que se llama “A lo largo del corto camino” publicado por la Editorial Costa Rica en 1961. Luego, todo lo que se ha escrito sobre ella pero bueno, eso sobre Yolanda, también sobre sus contemporáneas: sobre Eunice Odio, sobre el grupo de muchachas que tenían inquietudes literarias y artísticas en los años 30 en Costa Rica. Luego sobre la sociedad misma, sobre la ciudad. Me leí los periódicos de la época en microfilm en la hemeroteca nacional, vi planos de la ciudad, cómo era entonces la ciudad de San José para hacerme una idea de las ubicaciones. Es decir, todo lo que haría un biógrafo o un historiador sólo que lo que yo escribí, deliberadamente desde un principio no iba destinado ni a una biografía ni a un libro histórico sino que a una novela, pero el trabajo de preparación es el mismo. Hay que hacer una investigación a fondo para poder fijar los escenarios reales. Todo puede ser inventado en una novela menos los escenarios.

¿Cuántos años en total tomó toda esta investigación?

La investigación así de venir a San José solamente a hacer eso yo diría que a lo largo dos o tres años. Luego, la lectura de muchísimos libros de la época y finalmente el trabajo de escribir la novela que me tomó dos años.

¿Cómo hizo para retratar tan fielmente la manera de hablar de los personajes costarricenses? Particularmente en la primera parte la señora se siente como si uno la tuviera en frente, como si de verdad hubiera sido una entrevista.

(Se ríe) Eso es una cuestión de entrenar el oído. Yo viví 14 años aquí y sé cuál es el acento, cómo se habla…

Es que no es sólo el acento, es…

Los modismos ¿no?

Los modismos, la visión de mundo de una señora de esa época, con esas características y de ese estrato social. Es como estar oyendo hablar a las señoras así. La manera en que hilvana cuando está hablando un tema central y se desvía a otro, esos temas son los que hablan ese tipo de señoras. De pronto se me olvidaba que existía el escritor y yo estaba con ella ahí, hablando y tomando café.

Bueno, esa es la manera de aproximarse a los personajes. Es decir, poder conquistar su tesitura digamos,  como en la música, que era una tesitura del relato oral. Porque estos relatos, los tres relatos son orales y yo actúo como un entrevistador que a la hora de editar la entrevista se sale, se saca de la entrevista, tacha las preguntas y deja que sean los personajes los que hablen. Entonces no sé, es una cuestión de oído musical. Los escritores tienen que tener un oído musical para el relato verbal. Uno de mis pasatiempos favoritos en una reunión dónde hay gente de distintas nacionalidades es adivinar los acentos, de dónde viene cada uno. Entre los uruguayos y los argentinos cuesta pero al fin lo logro así como entre los paraguayos y los ecuatorianos. Y, por supuesto, yo pasé años oyendo el acento costarricense.

¿Qué fue lo que le interesó más poner en evidencia de la sociedad costarricense?

Bueno lo que me interesó cuándo vine aquí y vi. Lo que yo conocí no es este San José de hoy: caótico, que se enciende por todos lados, con un tráfico infernal a las horas pico sino ese San José de los años 60 que era muy tranquilo, muy contenido, la gente era muy sosegada igual que lo era la lluvia. Aquí esa es otra diferencia. En Nicaragua los aguaceros son interminables. Aquí la lluvia es muy serena. Y en ese tiempo vivir en la meseta central era muy agradable, porque uno podía ir a pie de un lado a otro de la Avenida Central, estaban las librerías que eran muy buenas. Entonces era una sociedad conservadora pero tranquila. Yo venía de un lugar dónde había una dictadura como Nicaragua con la familia Somoza y aquí yo me encontraba con otro ambiente. Uno se podía encontrar al el Presidente de la República en la calle. A Utilio Ulate lo había atropellado una bicicleta, frente a la Plaza de la Artillería, cruzando la calle y siendo presidente. Esa es la Costa Rica que yo conocí, que me llamó la atención, dónde las instituciones estaban asentadas, no había abuso del poder político, se respetaban los derechos de los ciudadanos y todo mundo se conocía.

Llama también la atención la influencia europea en San José. Todo lo que usted retrata de Barrio Amón, el Teatro Nacional, el Edificio Metálico. Costa Rica siempre aspiró a parecerse a Europa.

Claro, aquí en el siglo XIX hubo en toda Centroamérica una política de atraer europeos bajo la filosofía de que los europeos eran los dueños de la tecnología, los que podían organizar el trabajo, hacer progresar las sociedades. Como se hizo en Nicaragua también, con una filosofía liberal (venía el positivismo liberal), llegaron familias de alemanes a cultivar el café (a Guatemala también), pero no fue como en Costa Rica. En Costa Rica las inmigraciones fueron constantes y hubo grupos notables de europeos. Aquí había mucho catalanes, muchos asturianos, suizos, franceses, ingleses, entonces eso le da un color determinado a la sociedad. Como yo lo trato de explicar en mi novela es, de repente unos campesinos con dinero que quieren verse en un espejo distinto, un espejo europeo, y de eso el Teatro Nacional es un verdadero símbolo.

¿Por qué introducir a la figura de la supuesta Chavela?

Yo necesitaba una voz contrastada. Yo necesitaba voces contrastadas. Necesitaba una voz como la de Gloria Tinoco, esta señora de la alta sociedad que habla con cierta gracia y desparpajo, pero nunca deja de saber adónde está parada. Ella es una señora aristocrática que nadie le está disputando su lugar en el mundo. Está Marina Carmona que habla en un tono más profesoral, más alambicado y luego necesitaba esta tercera voz de conflicto, que es un personaje que no le va a parecer simpático a todos los lectores porque ella es la voz de choque, la que choca con Costa Rica, la que no quiere a Costa Rica, que se expresa tan mal, aunque yo creo que en el fondo ella lo que está diciendo es “quiéranme, véanme, aquí estoy” y que tiene este conflicto con Yolanda o más bien con mi personaje, Amanda Solano. Tiene este conflicto que ha estado siempre aquí en la leyenda de lo que se cuenta acerca de Yolanda que en determinado momento tijeretearon los vestidos que tenían en la tienda y ¿quién lo hizo? Eso es una leyenda urbana aquí.

¿Qué fue lo más difícil al escribir «La Fugitiva»?

Meterme dentro de estas tres mujeres. Hablar como ellas, diferenciar sus voces. Esto siempre lo fui haciendo con mucho cuidado, formando estas voces, queriendo saber a cada paso si realmente no estaba errando.

¿Validó esto de alguna manera?

Yo le daba a leer a mujeres cercanas a mí que me dijeran si yo realmente estaba hablando desde dentro de una mujer o estaba errando el tiro lejos. En sí fui haciendo estas pruebas de laboratorio. Yo creo que de todas maneras la gran misión de un escritor es hablar dentro de una mujer, desde la perspectiva de una mujer y de sus conflictos. Es decir, como quitar el velo del misterio.

¿Y cuál es la principal diferencia que usted nota en hablar desde una mujer con respecto a hacerlo desde un hombre, cuál es la característica principal de las mujeres?

Yo creo que el poder adivinatorio que una mujer tiene sobre los hechos de la vida, su intuición absolutamente desarrollada. Como el lóbulo del cerebro que maneja la intuición es mucho más grande en las mujeres, parecería que la lleva a este poder adivinatorio de poder ver los acontecimientos de manera diferente de cómo los ven los hombres, la sensibilidad es diferente.

¿Cómo ha recibido la gente de fuera de Costa Rica el libro? Obviamente aquí va a causar muchísimo interés por estar inspirado en Yolanda, pero afuera, ¿cómo lee usted la reacción del público?

Yo creo que con mucho interés. La parte dónde se explica un tanto la historia de Costa Rica es porque Costa Rica es hoy un destino turístico. Usted va a Londres o va a Berlín y se encuentra los vuelos que salen no sólo para San José sino también para Liberia. Está lleno de turistas, es un destino turístico privilegiado. Costa Rica es una marca internacional muy bien vendida. Estabilidad y democracia es igual a destino turístico, y no hay ejército, que es un elemento también muy importante. Pero lo que el lector se puede encontrar en este libro es que estas condicionas actuales de la vida costarricense no son gratuitas sino que son el resultado de todo un proceso muy dinámico que comienza con el derrocamiento de la dictadura de los hermanos Tinoco, que fueron derrocados por una insurrección civil en las calles igual a las que derrocó a las dictaduras de Túnez y de Egipto: maestros, estudiantes, empleados públicos, pacífica. Luego las reformas sociales del Dr. Calderón Guardia, el Código de Trabajo, la seguridad social, el papel de la iglesia, Monseñor Sanabria, la alianza con el Partido Comunista. Luego antes las luchas bananeras, el movimiento obrero, la creación del Partido Comunista. Todo esto va a desembocar en la Revolución del 48’ que es cuando termina, como consecuencia, el ejército, pero ya ves todo lo que hay detrás. Esto yo lo quería explicar en el libro a través de la voz de Marina Carmona. Yolanda se rebela contra la sociedad pero ¿qué sociedad es esta? Es una sociedad que al mismo tiempo que permanece estática en sus valores patriarcales se mueve hacia cambios sociales y económicos fundamentales: la nacionalización de los seguros, la nacionalización de la banca. Todos estos son elementos muy tempranos en América Latina, que se presentan muy temprano. Luego, los derechos políticos de las mujeres que no se logran sino en los años 50. Aquí las mujeres, igual que en Nicaragua, no votan sino a partir de la década de los 50. Pero si usted mide el tiempo en décadas esto ahí es lo más: no tenían derechos sociales, derechos políticos. Mientras aquí se luchaba por los derechos del trabajador, las grandes huelgas bananeras, las reivindicaciones sociales, código del trabajo, seguridad social, la lucha por la conquista de los derechos políticos de las mujeres era bastante marginal. No estaba incluida en la agenda de los partidos políticos. O estaba, pero no se logró sino hasta los años 50.

¿Qué incorpora, desde su perspectiva, este libro a su carrera como escritor?

Acercarme a la realidad de un país distinto a Nicaragua. Yo viví muchos años aquí de mi vida, casi catorce años, pero eso no me da el conocimiento pleno que le da a un escritor haber nacido en un país. Bueno, yo escribí este libro con mi parte costarricense y mi gran aspiración sería que este libro fuera leído como una novela costarricense.

Publicado por RedCultura

 

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