Tecolote: el artista-ave de Guatemala

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Trazar un par de líneas sobre una superficie puede parecer sencillo. Dedicarse a la profesión de trazar líneas una y otra vez, puede parecer una locura. Y en realidad lo es.

Entonces esos locos se convierten en artistas. Pero no cualquiera que haga una o mil líneas puede llevar el nombre de artista.

Una persona puede hacer mil cortes con bisturí, y no necesariamente se le llamará cirujano y se le tomará en cuenta para realizar una operación en el quirófano, tampoco a esa persona la contratarían en una carnicería para destazar reces. El apellido de artista no es casualidad. Es el resultado de algo llamado disciplina.

Ahora bien, ¿puede un ser humano convertirse en un ave, o esa ave puede convertirse en un ser humano? Y en ese caso, ¿puede existir una tercera transformación? Qué fue primero, ¿el ave o el ser humano? En cualquiera de los casos lo que importa y es fundamental es la última transformación: La de artista.

Porque un artista puede nacer con los pinceles en la mano y en el camino convertirse en otra cosa;un mal político quizás, pensando en la clase más despreciable en la que algunos seres humanos pueden llegar a transformarse.

También sucede que en el lugar más ordinario nace el ser menos común y corriente que uno se pueda imaginar. Ese lugar puede estar sometido bajo cualquier clase de dictadura, militar o no. Incluso ese lugar puede haber sido sometido por diferentes procesos históricos, muerte y saqueo, y nadie puede imaginar que en ese lugar prácticamente inexistente pueda surgir uno de esos locos llamados artistas. Mucho menos un hombre que se convierte en ave y también en artista.

Guatemala tiene uno de esos seres extraños. Hombres-animales, animales-hombres, convertido en un Tecolote gigante, rapaz y nocturno. El ave nos abre sus alas y su pico sin pudor. En su mundo no existe este hábito humano.

El Tecolote, como se hizo conocer, es un artista que desde la profundidad de sus cavernas nos invita a revolotear en cada una de sus obras. Su lenguaje es amplio, otra de las características de un artista sólido, en sus trabajos se reflejan todos los mundos en uno solo.

Único y completamente metódico nos vomita pequeñas dosis de verdad. Podríamos decir también que las garras del Tecolote Ramírez Amaya toman fuertemente a sus modelos y los hace hablar hasta el punto que podemos encontrarnos frente a un espejo que nos muestra una realidad increíblemente madura.

Estamos en el punto donde nos volvemos a hacer la pregunta, ¿puede un hombre convertirse en ave? Y en ese proceso puede dedicarse al oficio de trazar líneas sobre superficies vacías y hacer de esta locura una vida. Al estilo de Cronos, que con su pincel invisible traza líneas perfectas sobre la tez humana, el Tecolote aprendió a volar sobre las superficies y realizar el mismo trabajo del dios griego.

Para hablar de este hombre–tecolote, hay que tener su trabajo al alcance del alma. Ahí encontraremos la voz de un hombre habitado por legiones. Ahí encontraremos trozos de su historia y ahí mismo también encontraremos trozos de la historia de ese lugar no tan común y corriente bautizado como Guatemala.

Quizás encontremos mucha verdad. Es entonces cuando la obra producirá lo que el artista busca con su creación: ser un espejo al que estemos dispuestos a enfrentar y vencer, o salir corriendo, atemorizados por las bestias que hemos visto y dejarlas seguir existiendo para mala fortuna de la existencia humana.

Sobre el Tecolote

Arnoldo Ramírez Amaya, nacido en Guatemala el 26 de noviembre 1944. Su basta trayectoria artística lo ha llevado a exhibir su trabajo en  América y Europa.

Su obra no matérica desveló a uno de los mejores dibujantes de su tiempo. Durante la década de los 70, y parte de los ochenta realizó su más importante obra teniendo mucha actividad internacional de mucha relevancia.

Publicado en Barrancópolis
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