Descubren restos de barrio indígena

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Arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) han descubierto testimonios de dos importantes construcciones que durante la época colonial y buena parte del siglo XIX, dieron identidad a lo que fue el barrio de indios de San Juan Moyotlan: el Convento de San Juan de la Penitencia y el Hospital Real de San José de los Naturales.

De acuerdo con un reporte dado a conocer hoy, el equipo de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH con apoyo de trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha retirado decenas de huesos humanos que constituyeron un par de osarios, así como osamentas semicompletas.

Según un conteo preliminar basado en los huesos largos pares y cráneos que fueron recuperados, los arqueólogos calculan que corresponden a unos 70 individuos, lo que los hace pensar que en esta sección del cementerio debió estar la fosa común del también llamado Hospital de Indios.

La arqueóloga Belem Beltrán Alarcón, responsable de los trabajos de salvamento, informó que la antigüedad del material óseo corresponde a diferentes fases del funcionamiento de esa institución hospitalaria (desde que se erigió en 1553, a petición de la orden franciscana, hasta 1822).

La institución atendía a los indígenas de la ciudad y también del Altiplano Central, de ahí que se considerara el hospital de indios más importante de América.

Con altibajos para su operación, sobre todo hacia finales de la Colonia, el nosocomio fue clausurado una vez consumada la Independencia, en virtud de que uno de los apostolados era la abolición de las diferencias raciales.

Fue hasta 1935 cuando el hospital y su iglesia barroca anexa, dedicada a El Divino Salvador, fueron demolidos para ampliar la avenida San Juan de Letrán, hoy Eje Central Lázaro Cárdenas.

Lo más interesante, coinciden los arqueólogos Adrián Fuentes, Juan Carlos Bautista y Ana Karen Guerrero, quienes supervisan los trabajos, será el posterior análisis antropofísico de los restos óseos que permitirá conocer detalles del tipo de población que era atendida en este lugar y las causas de muerte, entre las que no se descartan la viruela y otras enfermedades infecciosas.

Según el reporte, la mayoría de los restos óseos son de individuos adultos masculinos, algunos de los cuales, por el tamaño de los huesos largos y el volumen del cráneo, pudieran corresponder a población negra o mulata.

El Hospital de Indios fue el primero donde se hicieron autopsias, y quizá con el análisis complementario de los antropólogos físicos se podría explicar el por qué de la gran cantidad de huesos hallados en capas que exceden los 40 centímetros.

La excavación (de 4.40 m por 2.30 m, y 3 m de profundidad) que contendrá una bóveda eléctrica, es una pequeña sección de los espacios del hospital, el cual contaba con enfermerías, teatro, escuela, botica, patios, jardines, iglesia y cementerio.

Ocupaba una amplia extensión que abarcaba desde su fachada, que daba hacia San Juan de Letrán, hasta lo que hoy son las calles Dolores, López, Artículo 123 y Victoria.

El pozo donde ahora excavan los arqueólogos también se vuelve ínfimo al considerar el área donde la CFE realiza desde hace dos años la sustitución del cableado eléctrico y cuyos límites son las avenidas Puente de Alvarado, Circuito Interior, Chapultepec y Eje Central.

En este espacio, que concentra alrededor de 580 hectáreas, los arqueólogos han aprovechado los pozos y zanjas destinados a la sustitución de la red eléctrica subterránea, para recuperar testimonios de la historia capitalina, puntualizó el propio INAH.

Este transecto los ha llevado al lugar donde por siglos estuvo el barrio de Moyotlan o ‘Lugar de mosquitos’, uno de los campos de la antigua México-Tenochtitlan, así llamado porque parte del terreno era cenagoso.

Fuera de los límites de la ciudad novohispana, el barrio conservaría el nombre durante la Colonia, pero precedido por la advocación de San Juan Bautista.

Precisamente en la Plaza de San Juan, donde se ubica el templo de Nuestra Señora de Guadalupe, mejor conocido como El Buen Tono (por la extinta fábrica de cigarros), el equipo de la Dirección de Salvamento Arqueológico del INAH registró semanas atrás la sección de un cuarto del antiguo Convento de San Juan de la Penitencia, en cuyas paredes podían observarse restos de pintura mural.

El arqueólogo Juan Carlos Bautista explicó que el ex convento data de principios del siglo XVII y que fueron los propios pobladores de San Juan Moyotlan quienes solicitaron su edificación.

“Por medio de fuentes históricas, constatamos que a lo largo del tiempo, la gente de este barrio propuso la construcción de edificios tan importantes como éste, las iglesias de San José del Sagrado Corazón y de Nuestra Señora de Guadalupe, y la cigarrera El Buen Tono”.

La arqueóloga Belem Beltrán comentó que la evidencia del Convento de San Juan de la Penitencia se dio a partir del registro de un muro, de ahí que se decidió ampliar la excavación. Se ubicó el citado cuarto que mostraba tres etapas de nivelación de su piso, derivado posiblemente por problemas estructurales (uno de ellos con lajas de roca volcánica, otro de estuco y una más de ladrillo cuatrapeado), que debieron realizarse entre 1750 y 1850.

“Lo interesante es que el dato arqueológico, en este caso la traza del muro que ubicamos, se ajusta a lo citado en un plano de 1867 donde está referida. De hecho, el muro hallado debe ser uno de carga, de los principales del convento de clarisas”, refirió Bautista.

El inmueble conventual, que fue fraccionado tras la promulgación de las Leyes de Reforma, tuvo como límites las actuales calles Luis Moya, Victoria, Ernesto Pugibet y Buen Tono.

Por otra parte, añadió, el equipo de especialistas del INAH que ha acompañado las labores de la CFE registró también parte de un sistema hidráulico de acequias y canales que funcionaron entre finales del siglo XVIII e inicios del XIX.

Estos hallazgos revelan que los canales principales respetaban la traza de acequias construidas en la Colonia, como se ha observado con los restos encontrados en avenidas como Bucareli, Morelos y Puente de Alvarado.

Para el arqueólogo Adrián Fuentes y su colega Ana Karen Guerrero, los canales más pequeños corresponden a drenajes destinados a sacar agua de los predios, “y los encontramos en calles, callejones y terrenos baldíos, casi siempre son de ladrillo rojo y su sistema constructivo varía, a veces su base y tapa es de lajas de basalto de riolita y otras de ladrillo”.

Mientras que los colectores principales albergaban agua pluvial para irrigar los huertos y zonas de cultivo que se hallaban en las afueras de la ciudad, por lo regular son de roca de basalto, de alrededor de 1.30 m de alto, y 1.20 m de ancho.

Publicado en La Jornada

 

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