Feria del libro de Guayaquil

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Con la presentación de jóvenes que tomaron como temática la obra de William Shakespeare y posteriormente un grupo de danza, este miércoles se dio inicio a la segunda edición de la Feria Internacional del Libro 2016 ‘Guayaquil es mi destino para leer y crecer’, en el Centro de Convenciones.

El alcalde Jaime Nebot durante su discurso de inauguración, destacó la importancia del libro, “es el mejor amigo del hombre y la mujer”. También agradeció la presencia de los invitados a la cita literaria, entre ellos a John Maxwell Coetzee, Premio Nobel de Literatura 2003.

La actividad, que tiene por objetivo incentivar la lectura en la comunidad, especialmente entre los niños y jóvenes, se desarrollará hasta el domingo.

Como parte de las actividades de hoy está la conferencia magistral con Coetzee, a las 20:00, y un conversatorio con la escritora Laura Restrepo (Colombia) y Clara Medina (Ecuador) sobre ‘Pecado’, a las 19:00.

Además, Alberto Manguel (Argentina) e Iván Égüez y Paquita Calderón (Ecuador) participarán en la mesa redonda ‘Insistamos en leer’ a las 18:00.

También está previsto la presentación de varios libros, entre ellos, ‘En la caja’ de Paco Cuesta, a las 17:00. Una hora después Alma Franco de Fandiño presentará su obra ‘Amorfología’, mientras que la Dirección de Cultura lanzará ‘San Martín y Bolívar en Guayaquil’, y a las 19:00 presentará ‘De la fidelidad a la revolución’. Mientras que a las 20:00 será presentado el libro ‘Manifiesto para la agricultura familiar campesina e indígena del Ecuador’.

Durante los cinco días estarán a disposición del público 50 stands, se desarrollarán 50 actividades entre conversatorios, debates, presentaciones y firmas de libros. También se realizarán concursos y varias actividades culturales.

La cita literaria es organizada por la Empresa Pública Municipal de Turismo, Promoción Cívica, presidida por Gloria Gallardo, con el apoyo logístico de Expoplaza.

El costo del ingreso es de $ 2 para adultos y $ 1 para niños, personas de la tercera edad o con capacidades especiales. Las puertas están abiertas desde las 09:00 hasta las 22:00.

Publicado en El Universo

John Maxwell Coetzee, contra los modos de interiorizar la censura

John Maxwell Coetzee (Sudáfrica, 1940) dijo —en una entrevista con este diario— que la “autocensura aparece de dos formas: consciente e inconsciente. La autocensura inconsciente es la más interesante, pero, por la naturaleza de las cosas, se mantiene invisible al sujeto. En cuanto a la autocensura consciente, ciertamente la practico.

Por ejemplo: no me pronuncio en público sobre lo que pienso de algunas formas de religión organizada, ya que creo que nada bueno se consigue mediante la expresión de opiniones críticas sobre asuntos que están muy cerca de los corazones de ciertas personas, en algunos casos los vecinos y conciudadanos”.
En 1994 se abrieron los archivos del apartheid, el sistema político que —no hace mucho— rigió en Sudáfrica y segregó a los grupos raciales que vivían en el país. Quienes eran considerados de raza blanca tuvieron privilegios en los derechos civiles, como el voto o la libertad de establecer matrimonios interraciales.
Coetzee escribió en ese contexto, en el que, además, los escritores se enfrentaban a una ley que podía censurar sus obras y limitar su lectura en el país donde nacieron.
De esa forma funcionaba en él la autocensura, que parecía invisible hasta que se develaron sus modos de operar. Cuando pensó que los archivos de ese sistema se exterminarían una vez que aquella imposición sobre la vida humana terminara por la elección de un gobierno democrático, le llegó el correo de un conocido.
En el mensaje le preguntaban si quería revisar los archivos con las calificaciones de sus obras antes de que fueran distribuidas y leídas en su propia país. En Sudáfrica, durante los tiempos del apartheid, los escritores con más trascendencia enviaban sus trabajos a una editorial londinense, en la que si lograban publicarlos debían, para que regresaran a su país, pasar por el censor impuesto, en distintas fases.
Estos libros publicados en el exterior llegaban a la aduana sudafricana donde eran confiscados por un tiempo para autorizar o no su distribución. En esos documentos, los censores, siempre anónimos, hacían una lectura de fragmentos de las obras de Coetzee y autorizaban aquellas en las que, a pesar de las limitaciones de la ley, había sexo interracial y diálogos críticos, alusivos al modelo de gobierno en vigencia.
Coetzee expuso en su primera charla magistral en Guayaquil, durante la Feria Internacional del Libro, el juzgamiento por el que pasó su obra durante el apartheid. Con ello explicó su proximidad a la censura y el origen de su crítica.
A través de distintos ensayos, recopilados en el libro Contra la censura (2007), Coetzee plantea, a modo de tentativa —según él mismo—, comprender una pasión con la cual no tiene ninguna afinidad intuitiva; la pasión que se expresa en actos de silenciamiento y censura.
Para Coetzee “la censura es un fenómeno que pertenece a la vida pública, y el estudio de la misma se extiende a varias disciplinas, entre ellas el derecho, la estética, la filosofía moral, la psicología humana y la política (la política en el sentido filosófico, pero más a menudo en el sentido más limitado y pragmático del término)”.
Su conferencia tenía el mismo nombre que su publicación y, en la ciudad, ante un auditorio que sobrepasó su capacidad para 300 personas, copado por jóvenes que interrumpieron los cortos espacios del piso, dio pie a que la obra en la que aborda el tema se extinga entre las ofertas de las librerías en stock.
Coetzee inició su ponencia congratulándose con la cálida acogida que recibió en el país desde su llegada, el pasado martes, y por estar en Ecuador, “el país que le dio asilo diplomático a Julian Assange, un enemigo de la censura”. El autor, que recibió el Premio Nobel de Literatura en 2003 por “la brillantez a la hora de analizar la sociedad sudafricana”, se enfrentó a los análisis de aquellos sujetos que en su país de origen consideraron su obra como “hermética, inaccesible, lectura poco recreacional o carente de atractivo”.
Coetzee se refirió a los archivos que recibió sobre la calificación de tres obras: En el corazón del país (1977), Esperando a los bárbaros (1980) y Época de Michael K (1983). La censura estaba fijada en fragmentos de la narración y los censores la justificaban en la ley considerando una distinción creada entre lectores cultos, casi especializados, y lectores comunes.
Descubrió en los archivos que los censores creían en esa distinción a la que considera espuria. “¿Cuánto puede decirnos este aparato de la censura en general?”, dijo ante un auditorio que le escuchó con atención, mientras lo traducían simultáneamente.
Los censores anónimos eran personas que, durante el apartheid, tenían una carrera consolidada en el medio artístico y que, además, decidieron tener una relación social con él, aun cuando, en algunos casos, ni siquiera lo conocían de manera previa y él era un hombre blanco próximo a la clase media. La censura no solo operó a través de sus contenidos, y sus jueces se sentían protectores de la literatura.
Coetzee volvió a repetir lo que dice respecto a la censura: está inmersa en nosotros y lejos de morir. “¿Qué puedo decir sobre los sistemas de vigilancia que hemos creado en torno de la pedofilia? ¿Qué podemos decir de esas relaciones de afecto entre niños y adultos? Ahora son tan difíciles, especialmente de hombres hacia los niños; ahora son imposibles bajo los métodos que hemos creado para censurarlas y con los cuales la humanidad debe lidiar”, dijo en el cierre de su discurso sobre la censura que, considera, influye en el modo en que se observa el mundo y en la misma medida se describe.
Publicado en El Telégrafo

Las novelas ‘cuarentonas’ de Egüez y Dávila Vásquez, homenajeadas en la Feria del Libro de Guayaquil

Las novelas ecuatorianas ‘La linares’ de Iván Égüez y ‘María Joaquina en la vida y en la muerte’ de Jorge Dávila Vásquez, que han cumplido 40 años de publicación, fueron homenajeadas la tarde del miércoles 7 de septiembre tras un conversatorio con los autores en la segunda Feria Internacional del Libro de Guayaquil (FIL-G).
Ambas están escritas en un lenguaje neobarroco, con elementos del realismo mágico y se inscriben en la ficción histórica pues terminan por retratar una época o centran su atención en un capítulo de la historia. Los dos autores ganaron a año seguido con las obras, 1975 y 1976, el premio Aurelio Espinosa Pólit. El Municipio de Guayaquil y los organizadores de la feria, cuya cabeza es la crítica y académica Cecilia Ansaldo, quien dirigió la charla, entregaron una placa de celebración exaltando los méritos y trascendencia de las dos obras en la literatura ecuatoriana. “Mencionar los títulos de estas novelas es mencionar la verdadera transformación de la narrativa ecuatoriana del siglo XX”, indicó Ansaldo. También recordó a otra cuarentona, ‘Entre Marx y una mujer desnuda’, de Jorge Enrique Adoum. Cuarenta años también han pasado desde la publicación de ‘Historia de un intruso’, de Marco Antonio Rodríguez.
Iván Egüez dijo que esa generación estuvo marcada por una parte por la revolución cubana, pero también heredó y renegó de un realismo social que surgió con la generación del 30, pero que llegó a ser “demasiado maniqueo con el indigenismo, con un discurso extremado que ya no era literario sino planfetario”.
También estuvo marcada por “esa forma especial” de hacer novela histórica que propuso el escritor cubano Alejo Carpentier, dijo, que entraba en esa categoría solo con referirse a un periodo anterior a la vida del autor. “Sí, se dio un corte, un giro, pasamos a usar más herramientas literarias, a despreocuparnos un tanto de ese mensaje político, en una ruptura con la generación del 30”, indicó Egüez.
Dávila Vásquez reivindicó como ficción histórica aquella que se refiere a sucesos y personajes históricos contados con la mayor libertad que es capaz de imaginarse. Y reconoció en las dos obras analizadas los ecos del boom latinoamericano. “Aunque Iván dice que ‘La Linares’ no se inscribe en el realismo mágico, para mi sí lo hace (…) Mi generación es hija del realismo mágico, es parte de nuestra identidad y manera de ser, todos hemos tenido abuelitas, tías que nos contaban cosas terribles”, dijo. Antes de ‘La Linares’, que recrea un personaje simbólico de Quito para terminar por retratar a toda una época, Egüez solo había escrito poesía y se saltó el ‘noviciado’ del cuento para saltar directamente a la novela. Escribió la primera parte en un mes de vacaciones y la retomó un año después.
Mientras que Dávila Vásquez, reciente premio Nacional Eugenio Espejo, escribió el primer borrador de ‘María Joaquina…’ como una contribución a la novela de los dictadores durante 15 días hospitalizado en espera de un diagnóstico médico en 1975. Entre los personajes está el despótico Ignacio de Veintimilla, presidente del Ecuador entre 1876 y 1883, y una relación incestuosa como tema central de la novela.
Publicado en El Comercio
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