Renacer de la cueca

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En el restaurant El Huaso Enrique, a tres cuadras de la estación de metro Quinta Normal, se zapatea y revolotean pañuelos todo el año. Allí, la música con versos octosílabos y las guirnaldas tricolores no aparecen sólo en alusión a las Fiestas Patrias, sino que se instalan como decoración permanente. Una fonda con principio, pero sin final, un rescate constante del folclore, de lo popular, de lo que llaman “nuestro”.

Un escenario que pone como protagonista a la cueca, ese género músical que también posee una danza, compuesta por parejas mixtas y sueltas que se lucen en cada vuelta. La misma a la que se le asocian orígenes distintos y que ahora se reivindica en la llamada cueca urbana, también conocida como cueca chora, y que cuestiona la versión oficial, más seria y formal, e instala las preguntas: ¿cuál es la original? ¿Existe más de tipo de cueca?

“Varía un poco la coreografía, pero yo creo que se generó un cambio cuando la cueca pasó de lo más popular o tradicional al salón. Ahí se estilizó un poco la cueca, que llegó al salón en la época más aristócrata de Chile. Yo creo que la cueca siempre va a mutar. Los protagonistas también van a ser distintos”, afirma Cristián Campos, guitarra y voz del conjunto  Aladín y sus Reyes, reconocidos cuequeros.

Esta noche, suben al escenario guiados por su maestro y mentor, Aladín Reyes, un músico no vidente que toca 14 instrumentos y que hace 65 años entró al mundo de la cueca para dedicarle su vida y talento.

Pero antes de que comience la música en vivo, en el centro de este restaurant que se asemeja  una casona campestre, maciza y acogedora, se encuentra Milton Meza, profesor de cueca urbana.

“Nosotros nos dedicamos a enseñarle a los principiantes. Con aproximadamente 3 ó 4 clases ya están bailando bastante bien para defenderse en cualquier parte. Vienen a practicar y se forma un grupo de amigos bastante ameno”, dice Meza, quien junto su esposa Edith Aballai,  lleva más de 10 años enseñando la técnica y gracia del baile nacional.

La picardía

Catalina Barriga es una joven de 25 años que, pañuelo en mano, practica una vuelta y comenta con sus compañeros de clase el gesto de coquetería que acaba de incluir. Ella se considera amiga de la casa y defensora de este estilo de interpretación.

“Al final uno sabe bailar puro reggaeton y la cueca es como un chiste. Uno siempre termina bailando cueca haciendo gracias estúpidas, fomes y sin sentido. La cueca brava es porque una se ve más adulta y también quiere sacar algo más de sensualidad y ser un poco más provocativa. Yo ya soy relacionadora pública, he salido a otros países y quiero dejar bien parado a mi país, bailar bien cueca”, dice Barriga.

Ese ingrediente de sensualidad es el que Edith Aballai enseña en cada clase. Lo defiende ante quienes piensan que la cueca urbana resta elegancia al baile de salón o más tradicional. Recibe con entusiasmo a quién quiera llevar zapatos planos, deportivos o pañuelos con lentejuelas y brillo.

“De parte de la mujer es la sensualidad, pero es una sensualidad que no es grotesca ni vulgar, todo lo contrario. La dama de por sí siempre tiene una sensualidad propia, es innata, nace con ella, entonces yo entrego las técnicas y luego ella aplica esa parte”, explica pausada Aballai.

Catalina Barriga concuerda con su maestra y destaca esta característica, como también el carácter que asume la mujer. “Es una coquetería bien sutil y pícara. No tengo que estar aceptando que en el baile me toquen o que se acerque mucho a mí, sino que yo mantengo el límite. Todo el tiempo, la mujer mantiene al hombre ahí, marcando la cancha”, sentencia Barriga, mientras guarda un pañuelo colorido y se despide de sus maestros.

El origen

Como en todo origen, el de la cueca tiene varias versiones, controversias y teorías. No sólo se baila o se canta, también es objeto de estudio y literatura.

Benjamín Vicuña Mackenna, político e historiador,  postulaba que la palabra originaria fue Zambaclueca, dándole una raíz africana mezclada con elementos criollos. La palabra “zamba” significa baile en el idioma africano Bantú, y “clueca”, la fase cuando la gallina deja de poner huevos y busca donde empollar.

Vicuña Mackenna se basó en los apuntes escritos por Jullien Mellet en 1823, donde señala que el origen del baile y música se refiere al Lariate, danza que había sido advertida en el Caribe y que fue introducida por los africanos en su viaje a Perú, es decir, lo que ahora conocemos como Quillota y El Almendral.

“Yo siempre le digo a mis alumnos que la cueca es única. No hay hartas cuecas. Son distintos tipos de pasos y movimientos, no hay otra. Entonces, uno cuando le anima a la gente a que venga y aprenda a bailar, es para que aprenda una base, y también las técnicas” responde Aballai cuando se le pregunta dónde nace la danza que ella enseña. Sin embargo, asegura que “este estilo (el de la cueca urbana) le acomoda mucho más a la gente de ciudad, porque muchas veces la gente no quiere bailar porque no tiene un sombrero, no está vestido de huaso o por  miedo al ridículo. Con este estilo en general se va perdiendo ese miedo”.

Y dejando el miedo, viene la improvisación y el carácter de cada intérprete. Para Milton Meza, esa es la principal caracteristica de la también conocida como cueca urbana. “Tiene mucho más entrega, tiene una cierta libertad. Es urbana, nosotros que somos gente de ciudad, poco tenemos que ver con el caballo, los ríos y el campo. Entonces nos gusta también por lo citadina, por lo coqueta de la cueca”, subraya Meza.

Estilo y sentimiento

La autenticidad de la cueca urbana no es la única que entra en el debate . Entre los estilos más conocidos está la nortina, la pampina, la huasa, la campesina, la chilota y la cueca Minera.  Pero más allá de la forma, hay también un fondo, pues esta danza tradicional ha sido apropiada como un testimonio de dolor y denuncia.

La “Cueca Sola”, considerada  una creación inédita, rse basa en que no existe un acompañante que corteje a la mujer. Fue interpretada por primera vez  en una actividad pública y masiva desafiando a la dictadura,  el 8 de marzo de 1978, en el Teatro Caupolicán. En aquel acto que conmemoraba el Día Internacional de la Mujer,  el Conjunto Folclórico de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos estrenó la “Cueca Sola”, compuesta por la  folclorista Gala Torres. En él deja al descubierto la desaparición de su compañero de baile y el importante rol social que cumple la mujer, quien frente a la adversidad continúa bailando.

Cristian Comigual es un multifacético músico, acordeonista, que también forma parte de Aladin y sus Reyes. Él explica que la estructura de la cueca, depende de la zona. “En el sur, la cueca tiene una estructura de seguidilla de principio a fin. Con versos de 7/5, 7/5, 7/5,  en el centro se canta con una cuarteta y luego viene la seguidilla. Una cuarteta octosílaba. Estructuralmente esa es la diferencia, pero en cuanto al baile, a las vueltas y todo eso, es exactamente lo mismo”, dice Comigual, mientras abraza su acordeón.

Aunque es lo mismo, no es igual. Milton Meza insiste  en la libertad que ofrece la cueca urbana, lo que impulsa a que personas muy diversas se interesen en interpretarla. “Es muy transversal. Como no necesitas una indumentaria tipo para bailarla, el niño que se viste punky, viene y baila su cueca punky. El que es rastafari, viene y baila su cueca. El oficinista, el obrero y el empleado.  Todos son bienvenidos, no hay distinción”, dice Meza.

Los más puristas siguen definiendo la cueca en singular. Se baile en Fiestas Patrias, en campeonatos nacionales o en presentaciones de colegio, para Aladín Reyes, que dice llevar la cueca en el ADN, la discusión está zanjada: “Es una mala usanza, una mala política eso de la cueca Brava. Quieren cambiar la fisonomía de la cueca. No se le tiene que poner, ni agregar o quitar nada. Hacerla tal cual es. Yo no estoy con eso de la cueca brava, que esto y que el otro, que la cueca urbana. No, no. La cueca chilena no más. Y se acabó”.

Publicado en Radio UChile

La cueca después de la cueca

ESTA historia ya no la protagonizan esos hombres vestidos de huaso sobre dos ojotas ni las coquetas chinas de trenzas. Tampoco ocurre en el campo profundo sino en medio del metálico estruendo de la ciudad, donde el eco de la cueca se cruza con el rugido de las micros y otros ritmos fiesteros. Por eso no es raro entrar al legendario Huaso Enrique u otros rincones populares, como Las Tejas, La chimenea o el Bar Victoria, y ver a jóvenes bailar y canturrear cumbias y rancheras antes de zapatear, en jeans y minifalda, una cueca que está lejos de parecer cueca y, que sin embargo, lo es.

Según el musicólogo y director del Instituto de Música de la U. Alberto Hurtado, Juan Pablo González, el nuevo despegue y redescubrimiento de la cueca, en especial la urbana, esa que brota y se esparce en la ciudad, responde a “una tendencia de fin de siglo de retomar la música de sus abuelos. Había ocurrido con el tango y la aparición de las milongas en Buenos Aires; con el chôro antiguo entre cariocas, y hasta con los bailes swing entre jóvenes norteamericanos. Es lo mismo que está ocurriendo con los jóvenes cuequeros chilenos”, advierte.

Mirar hacia atrás

Un decreto del 18 de septiembre de 1979 la declaró baile nacional. El cantor e investigador Mario Rojas cree que desde entonces “la cueca estuvo entrampada en una jaula, aunque su historia nunca dejó de correr en lo subterráneo”. Con los años, la nueva camada de músicos, alentada por bandas populares, como Los Tres, volvieron a apoderarse de ella “desde lo musical, aludiendo a que no era tema de milicos ni de la patria ni del copihue ni de los investigadores. Esta huevá es música, y por eso estamos viviendo este redescubrimiento, desde el lugar que se debe”, alega.

Conjuntos como Los Santiaguinos, Los Tricolores y Las Torcazas fueron los primeros en darle otros aires a la cueca, en los 90, “incorporando baterías, bajos y otros instrumentos”, añade Rojas. Chora, brava, urbana o de salón, lo cierto es que la cueca se ha multiplicado en su propia cancha, entre los barrios Brasil, Yungay, Estación Central y Huemul, en Santiago; también en regiones, como Valparaíso.

Y aunque por años su origen ha dividido a los expertos en una discusión sin salida, desde la teoría de su origen africano impulsada por Benjamín Vicuña Mackenna, hasta las febriles ideas de José Zapiola, quien se autoproclamó su importador desde el Perú, quienes hoy la traspasan a las nuevas generaciones adhieren a la teoría más aceptada: su origen español, particularmente de la tradición arábigo-andaluza.

“La cueca tradicional proviene de los cantos moros en España tras la ocupación árabe”, afirma Luis Castro de Los Chinganeros, heredero de una tradición familiar apegada al Canto a la Rueda, protegido por José Miguel Carrera en 1811. Siguiendo la línea del cultor de la cueca o chilena tradicional, Fernando González Marabolí, este año viajó a EEUU, México y Perú con su documental Su majestad la cueca, su historia: el canto bicentenario de Chile, un registro de cuatro horas que repasa 200 años de cueca. “Se la enseñamos a los jóvenes tal como la aprendimos, porque les interesa aprenderla así, pero es cierto que la cueca ha cambiado por los ritmos afuerinos. Lo respeto, pero no es como solía ser”, dice.

Está en lo cierto.

Las Capitalinas, el conjunto femenino  agrupado en 2001, contradijo la tradición machista cuequera que relegaba a las mujeres a tocar el pandero y bailar alrededor de cuatro cantores. “No solo volvimos a probar que podemos cantar cueca, como hicieron Violeta Parra y Margot Loyola, sino que además le dimos un sonido más rockero y anglo, del blues al foxtrot”, dice su guitarrista, Karen Alfaro. Sus letras también retuercen lo clásico, como su versión del Guatón Loyola, de Alejandro Gálvez. “Como gran parte de la música ya fue hecha, el reto es jugar con lo que hay. Por eso compusimos El flaco Loyola, que convierte al famoso hombre de Los Andes en un punk al que le sacan la cresta en una tocata”, dice Alfaro.

Los Tricolores, por su parte, mantuvieron la escuela clásica de Hernán Nano Núñez, fundador de Los Chileneros, para interpretar nuevas cuecas al ritmo de una batería y las guitarras amplificadas. Sus letras, en tanto, retoman las historias de amor y desamor que transcurren en la ciudad. “La nueva escena prueba que la cueca de hoy es distinta: las hay de muchos tipos y para todos los gustos, como si se tratara de un género de nicho, pero con vocación popular”, dice Daniel Pezoa, baterista de la agrupación.

“La cueca es un canto libre, ese fue el valor que vieron los jóvenes para reconocerla como propia, sumando la música que ellos mismos escuchan”, dice el actor y cuequero Daniel Muñoz.

“Creo que hacemos la cueca que nos habría gustado que nos enseñaran en el colegio”, señala Karen Alfaro, quien además es profesora. “En los programas escolares aún exigen que los alumnos escuchen esos cantos y letras anticuadas. Lo mismo ocurre con el baile, y eso provoca el rechazo en los niños”, opina. Rojas añade: “Si la gente -y los políticos- se dan el gusto de bailarla como se les antoja, con sus propias pilchas y no disfrazados, que los músicos jueguen con sus partituras es lo de menos. Al contrario, solo la perpetúan”.

Al margen del fenómeno, la clausura del galpón Víctor Jara y la actual crisis de patente del Club Matadero, dos semilleros de la cueca en Santiago, podría agüarles la fiesta, pero todos confían en que no será así y que solo sumará una anécdota en su larga historia. “Es una lástima, desde luego, pero si ya no es allí, tocaremos dondequiera que nos abran la puerta -dice Pezoa-. Hace mucho tiempo que no solo nos llaman para septiembre. En Santiago hay cuecas durante todo el año”.

Publicado en La Tercera
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