Gustavo Pena, el otro príncipe uruguayo

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Hay en YouTube un clip breve, de unos seis minutos y medio, que representa la esencia del músico que no puede parar de componer, que vive el arte como algo que está mucho más allá. Se llama «Polenta» y es un fragmento del documental La cocina que Willy Villalobos hizo, según ha dicho en varias entrevistas, para intentar que la figura de Gustavo Pena no quede en el olvido.

En una habitación básica El Príncipe, con un pantalón manchado, con algunos dientes que le faltan y un pañuelo al cuello que le da un toque de elegancia, hace escuchar una grabación llamada «Polenta» donde compara un plato de esa comida, caliente y con queso, con «dormir abrazadito de un buen amor». Cigarrillo en mano, Pena canta y se mata de la risa y a la vez parece que quiere llorar.

Todo tiene una inocencia, una dulzura y una genialidad atrás, pero también una carga emocional fuerte, que es maravilloso.

Esto viene a cuento porque La cocina, que ha tenido poco rodaje por reclamos de la propia familia del músico, se exhibe hoy en el Bar Brecha con un pequeño show. Y porque también este domingo se hace en Buenos Aires la tercera edición de un festival homenaje al Príncipe, donde se verá la película y varios músicos estarán versionándolo.

Y viene a cuento también porque mientras la figura de Eduardo Mateo ha tomado una dimensión importante en Uruguay con el paso del tiempo, la de Pena creció a paso mucho más lento. Para la mayoría, El Príncipe remite solo a Enzo Francescoli.

Es una lástima, considerando que El Príncipe es de las figuras más maravillosas que ha dado la música uruguaya y para el gran público una figura desconocida a pesar de que varias de sus canciones están en el repertorio de otros artistas actuales.

Por suerte hay mucho material circulando en internet (sobre todo en el blog Imaginando buenas de su hija Eli-U), un proyecto de reeditar su discografía y el pianista y compinche Herman Klang planea editar un álbum a dúo con material de su archivo. Y cualquier puerta es buena para entrarle: es todo un enigma de melodías encantadoras, poesía, sensibilidad y desfachatez que engancha rápidamente a los niños y que a los adultos debería moverles todo lo que tienen adentro. No sé bien por qué sigue en las sombras, pero hay que ir a buscarlo.

Publicado en El País

 

 

 

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