Andrés Hoyos: «El periodismo escrito está pasando por una época difícil»

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Las revistas culturales, o como Andrés Hoyos, fundador de El Malpensante, gusta llamarlas («revistas de arte y literatura»), siempre han estado bajo la espada de Damocles: hoy existen, mañana no. Varias son las publicaciones culturales que desaparecen en medio de la precariedad. Son un espécimen del periodismo que se mantiene a flote gracias a la voluntad, vanidad y capricho de personas que entienden sus publicación más allá de la mera información coyuntural. Para celebrar los 20 años de El Malpensante, hablamos con su director, quien nos contó, entre otras cosas, sobre el surgimiento de la revista, las crisis económicas, la influencia estadounidense y cómo se debe escribir para su publicación.

¿Cómo empezó la revista?

Empezó como solían empezar ese tipo de revistas, por razones un poco cursis. No me gustaba como se estaban manejando los medios existentes y sus famosos complementos culturales, los cuales a su vez eran muy clientelistas, muy cerrados. Además, en aquella época éramos realmente vanidosos y pensábamos que teníamos algo muy nuevo que aportar. Al mismo tiempo, yo toda la vida fui un tipo lector de revistas internacionales, sobre todo las híbridas entre literatura, cultura y periodismo, entonces dije: ‘bueno, organicemos un grupo pequeño y saquemos una revista que retome las artes‘. Sacar los primeros números fue la parte fácil, porque uno tiene guardada mucha ideas que quiere publicar.

La dificultad está en darle continuidad, establecer una personalidad clara que sabe lo que no quiere hacer. Una de las primeras cosas que dijimos que no queríamos hacer era meternos con la coyuntura política y violenta que vivía el país. Salimos en 1996, ya estaba muerto Pablo Escobar y el Cartel de Cali tenía su presidente (Samper); eso no implicó que tuviéramos un sesgo periodístico como prioridad, pero siendo una revista literaria entendimos que hay un género híbrido que es el periodismo literario: la crónica, el reportaje, el perfil -hijos periodísticos que ha tenido la literatura-, los cuales empezamos a incluir a los tres años de fundado El Malpensante. Desde entonces, el modelo está más o menos claro.

¿Cómo hace una revista de artes para subsistir sin apegarse a la misma coyuntura?

El problema obviamente es pagar las cuentas, eso es lo difícil en este momento para la mayoría de las publicaciones. Pero afortunadamente a la gente le gustan los temas que no están directamente apegados a la coyuntura, aunque nosotros empatamos con la realidad por el lado de la crónica, el reportaje y el perfil. Como te digo, a nosotros nos resultó una audiencia bastante atractiva desde un principio, una mezcla entre veteranos y jóvenes -tenemos un bajón de audiencia con la gente que está en plena actividad productiva, que tiene que trabajar seis veces a la semana-, pero gracias a la pauta, algunos eventos y a los fieles suscriptores nos mantenemos en pie.

Usted tuvo, o tiene, filiaciones izquierdistas. Es una peculiaridad que alguien que piensa de esa forma, también esté tan apegado a la cultura norteamericana y lo entusiasmen las revistas ‘imperialistas’…

Yo sí tuve una militancia de izquierda cuando era joven, pero migré al centro político hace muchos años, dejé de ser una persona radical -a decir verdad, nunca lo fui-. Siempre me pareció fastidioso que a final de los años setenta, uno se metía a estos movimientos y se encontraba con gente muy rara: grupos armados, alejados de las posturas izquierdistas loables. Eso me pareció de una irresponsabilidad increíble. A principios de los años ochenta nosotros queríamos cambiar el mundo y el establecimiento colombiano -que era muy malo- a través de la palabra y no lo logramos, pero los que optaron por las armas fueron peores. El tiempo me da la razón.

Aquí la noción de izquierda es una noción torcida. Se consideró izquierda básicamente a la gente que era violenta. La gente de izquierda sofisticada se reflejó a través de una revista que se llamó Mito, de Jorge Gaitán Durán. Pero cuando éste murió en el 62, la izquierda no sectaria se disolvió y quedaron los de la línea de Moscú, la línea China, la línea procubana: los armados. Una gente muy peligrosa, una izquierda del siglo XIX.

Ahora, las mejores revistas artísticas y culturales del mundo son americanas o inglesas, pero sobre todo estadounidenses, qué le vamos hacer. Allá no están vinculadas a la derecha, incluso quieren establecer lo que ellos llaman ‘un sesgo liberal’. Si las quieres ver en acción montándole trifulca a Trump, ahí están.

En Colombia, los medios mayoritariamente han sido opositores de Álvaro Uribe y del NO. ¿El Malpensante tiene alguna posición política en este momento?

Nosotros que yo recuerde hemos publicado dos editoriales: una en 2000, diciendo que la guerra contra las drogas era un desatino total, una edición digamos premonitoria; la segunda se escribió a mediados de este año apoyando el proceso de paz. Aquí somos muy provincianos, el proceso de paz la gente lo ha involucrado con la coyuntura política, pero en un país normal es una cosa que daría para un consenso muy grande.

El Malpensante no tiene una posición partidista, siempre dijimos que era una revista que apoyaba los elementos más básicos de la democracia, entre esos, la paz. Entonces es absolutamente legítimo que apoyemos el proceso, y que estemos de acuerdo con que hay que implementarlo, eso no quiere decir que somos amigos de Santos. Ya cada cual tendrá su posición, pero nosotros no tenemos el sesgo partidista.

¿Cómo está la calidad periodística de los medios escritos en Colombia?

A mí me parece que la crisis económica que han tenido los medios impresos ha contribuido a que desmejore la calidad. También, para que exista gran calidad en la prensa se necesitan editores, se necesita más gente, más tiempo; pero resulta que no hay plata para pagar esos editores, no hay tiempo para hacer las cosas más a fondo. Entonces, la gente que hace cosas muy buenas las hace por su cuenta. El nivel de escritura de los medios ha bajado, se encuentran errores de ortografía, cosas a las que le faltó edición. A uno mismo como columnista le toca cuidarse mucho, porque si por alguna razón mando una columna con un error de ortografía sale tal cual, me ha pasado.

Digamos que el periodismo escrito en particular está pasando por una época difícil y no se como vamos arreglar eso. Los medios están cayendo en las manos de la gente más rica, eso no es bueno, pero es peor que se quiebren.

Usted ha dicho que una buena forma de afrontar la violencia es leyendo revistas culturales, ¿por qué?

Resulta que las artes en particular contienen conflicto, las artes sin conflicto son aburridas, son estériles. La gente recurre tan fácilmente a la violencia porque a veces no tiene nada que hacer. Están en un pueblo, aburridos, sin leer un libro, mirando telenovelas, y aparece un señor con un fusil y un uniforme, si tú eres un hombre joven con hormonas, dices: ‘listo, me voy‘. Es decir, las artes son una alternativa a la violencia porque ambas tienen cosas comunes. Son formas de canalizar energías eróticas, violentas, políticas, energías de los lugares más oscuros de la personalidad.

¿El Malpensante pueden llegar a los estratos 1, 2 y 3?

El problema no es de estratos. El Malpensante desde un principio entendió algo: nosotros queremos ofrecer textos a la gente sin exigir que ese lector en el 80% de los casos tenga una formación muy densa. Lo que tiene que tener es curiosidad. Porque están las revistas académicas o las de artes autorreferenciales, en las que si tú no tienes una formación muy específica, no entiendes un carajo de lo que estás leyendo.

Ahora, un buen cuento lo entiende una persona que sabe leer, un ensayo literario bien hecho sobre un tema atractivo lo entiende una persona que sabe leer. Para nosotros la literatura es escritura refinada y refinada no quiere decir incomprensible. A mi me parece, por ejemplo, que las canciones de José Alfredo Jiménez son poesía de altísima categoría y no hay ni una sola palabra rara ahí.

¿Cómo se debe escribir en El Malpensante?

Una revista literaria no puede prohibir el idioma, lo que sí puede pedir es que sea un idioma necesario. Yo escribí un manual de escritura y lo que explicó ahí es que en la mayoría de los casos las palabras sencillas son preferibles, aunque de tarde en tarde hay un concepto que no puede ser descrito por una palabra sencilla. Hay veces que necesitas la palabra rara para ser preciso. El idioma no se puede prohibir y el uso de palabras relativamente poco comunes es muy razonable siempre y cuando sirvan para describir una cosa absolutamente precisa.

Es famoso el cuento de los esquimales que tienen 13 maneras de decir blanco. ¿Por qué?, porque tienen que distinguir entre los matices para describir su realidad. Tú y yo solo necesitamos blanco o albo.

En 2014 usted escribió una carta a los suscriptores de El Malpensante, pidiéndoles ayuda para que la revista no desapareciera. ¿Qué ha pasado en estos dos años?

Nos apoyaron en su momento. Aunque la cuesta sigue templada, no nos hemos caído de la bicicleta. Seguimos necesitando apoyo. Después de 20 años, una revista como El Malpensante se vuelve una institución necesaria y hay una cantidad de cosas que pasan. Por ejemplo, el verdadero cuentista necesita que le publiquen sus cuentos en las revistas, no necesita premios ni nada de eso, evidentemente hay un problema cuando ese cuentista simplemente va a las editoriales y pretende que le saquen una colección de cuentos que nadie conoce. Alice Munro, la famosa Premio Nobel, es hija de The New Yorker, sin su respaldo esa señora no hubiera podido hacer su obra.

Para mí sería más fácil lavarme las manos y decir se acabó, pero no puedo, porque haría un daño. Le quitaría a una audiencia minoritaria, pero importante, una ventana sin la cual perdería mucho. También sería quitarles a los escritores jóvenes un punto de salida.

¿El Malpensante puede ser la catapulta para visibilizar una gran obra, como en su momento lo fue The New Yorker para John Hersey?

Lo ha sido. Una revista tiene que tener versatilidad, el caso más conocido es 300 días en Afganistán de Natalia Aguirre. Es una médica paisa que estaba con Médicos Sin Fronteras en Afganistán y empezó a enviarle una serie de correos a su familia, los correos estaban escritos de una manera muy divertida, tenía una serie de referencias al mundo paisa pero al mismo tiempo estaba contando una historia tremenda de ella en Afganistán. Su madre, Eva Zimmerman, me empezó a enviar los correos y yo me decía, ‘qué hago con esto‘. Después de muchas vueltas le dedicamos una edición completa a ese texto: editamos con mano ligera, es decir, quitamos repeticiones, redundancias, pero dejamos el sabor del correo electrónico, los organizamos mejor según temas, cogimos las fotos que ella misma había tomado que eran muy buenas y esa edición ganó premios de todo tipo. Pero eso no se puede premeditar, eso cuando se da, se da.

La longitud es uno de tantos prejuicios que hay en el periodismo contemporáneo. ¡Pues no!, las cosas mal escritas merecen tres párrafos, pero hay cosas maravillosamente escritas que pueden tener 20.000  palabras, o más, y uno se las lee de una.

Publicado en Arcadia
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