Radiografía del periodismo argentino

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El sistema de medios en Argentina se creó bajo la órbita de familias fundacionales que mutaron a organizaciones con otros intereses además de las noticias. Hoy, con rentabilidades en baja y transformación de los soportes, el mapa periodístico tradicional y sus trabajadores buscan reconvertirse mientras que en las periferias del mercado se abren lugar experiencias que apuestan a la calidad o la curaduría. Con cifras, datos comparados y entrevistas, Sebastián Lacunza hace una radiografía del mapa de medios gráficos y digitales. Un fragmento de “Pensar el periodismo” (Ediciones B).

Las redacciones de los diarios argentinos alcanzaron un despliegue histórico bastante superior al promedio de Sudamérica, algo comprobable en la oferta en el kiosko y en la cantidad de periodistas empleados. Clarín no tiene los 1.200 periodistas de The New York Times pero alcanza los 450, que protagonizan hace una década un tránsito hacia el formato binorma (impreso y digital). El principal diario argentino tampoco cuenta con los cincuenta corresponsales y colaboradores permanentes desde el exterior que tiene el Times, pero sí con una decena.

 

La Nación tiene un cuerpo de redacción algo menos numeroso que el de Clarín. Un escalón bastante más abajo, Página 12 suma unos 90 periodistas entre fijos y colaboradores permanentes, con una decena de corresponsales en el exterior y unos 50 redactores no permanentes. En ese rango mediano se encuentran diarios populares como Crónica y unos cuantos títulos importantes de las provincias, como el mendocino Los Andes (de Clarín). Los diarios económicos porteños emplean entre 30 y 60 periodistas, en tanto que los periódicos más pequeños, los gratuitos y muchos provinciales, se editan con entre 10 y 25 redactores.

 

Veamos la realidad de los sitios informativos de Internet. La web pura —sin soporte “impreso”— más desarrollada de Argentina es Infobae. Exitosa al punto de que compite de cerca con la cantidad de visitas de La Nación, desarrolló secciones temáticas y una estructura de redacción parecidas a las de un medio gráfico tradicional. Su staff de cerca de 60 periodistas, sin embargo, es menor al de un diario mediano. Similar dotación trabaja en Mediapart, el sitio francés que instaló en la agenda varios escándalos de corrupción en los últimos años (siete veces menos cronistas que Le Monde).

 

Minuto Uno (Grupo Indalo), un difundido sitio digital que marcha detrás de Infobae, emplea a unos 20 redactores, y su par BigBangNews, 25. En Mendoza, otra de las webs informativas más ambiciosas, MDZ online (de los empresarios Terranova que manejan la publicidad en la vía pública de Buenos Aires y otras ciudades), alcanza los 40 profesionales. La página El Destape (de Talar Producciones, perteneciente al periodista Roberto Navarro), de marcado tono crítico hacia el gobierno de Mauricio Macri, suma 11 periodistas.

El mundo digital también dio lugar a sitios periodísticos específicos del soporte. Dos ejemplos son Chequeado y Revista Anfibia. El primero depende de una fundación cuya fuente de financiamiento central proviene de embajadas, empresas y microdonantes. Procura contrastar el discurso de personalidades públicas con datos duros, por lo que configura un medio en sí mismo y a la vez un insumo para otros. Emplea a siete periodistas fijos y recibe habituales colaboraciones. También funciona sobre la base de colaboradores Anfibia, la revista de crónicas, ensayos y relatos creada en 2012 en el ámbito de la Universidad Nacional de San Martín, y que levantó vuelo hasta transformarse en uno de los productores de textos en castellano más elaborados del momento. Anfibia cuenta con cinco editores permanentes y, como Chequeado, logra parte de su financiación vía capacitaciones.

Julia Cagé , una investigadora francesa formada en Harvard, repasa experiencias de medios puros online de Estados Unidos. Buzzfeed es uno de los de redacción más numerosa, con 170 puestos, mientras que Vice o Huffington Post abrieron decenas de franquicias y delegaciones en el exterior. El innovador diario tradicional británico The Guardian hizo el camino inverso y se metió en el mercado digital estadounidense; su oficina  en Manhattan emplea a unos 70 empleados y suma otros 15 entre San Francisco y Washington DC. De cualquier manera, aun si son números significativos en comparación con la realidad de otros países, siguen resultando irrisorios a la luz del tamaño de las redacciones tradicionales estadounidenses.   La realidad demuestra que los sitios mencionados pueden jugar en la misma liga que el Times, The Wall Street Journal y Washington Post en cuanto a la competencia por navegantes, gracias a su habilidad para explotar los insumos y el lenguaje digital, pero en ningún caso logran un volumen de negocios como para emplear a grandes redacciones y, en línea directa con ello,  generar contenidos específicos con similares calidad y amplitud a las de los medios tradicionales.   Algunas páginas alcanzaron parte del éxito con videos hogareños, blogs de terceros, aportes gratuitos de los cibernautas e instituciones, o copiando, citando y conectando contenidos producidos por otros, aunque también es cierto que los mejores sitios abrieron nuevas ventanas laborales para desarrolladores del lenguaje digital, entre ellos diseñadores, expertos en estadística para lidiar con grandes volúmenes de datos, y community managers.   El mayor cambio a raíz de las nuevas tecnologías, sin embargo, se da en el tipo de trabajo para muchos de los que se dedican al oficio. Como marca el periodista brasileño y docente de la Universidad Federal de Santa Catarina Carlos Castilho, “ante la avalancha de información, percepciones y opiniones sobre un hecho”, la demanda principal sobre el periodista no es tanto que produzca noticias, crónicas o entrevistas, sino que lleve a cabo una “curaduría periodística” para tratar de separar lo importante de las versiones en circulación, y que sea capaz de llevarlo a un lenguaje entendible”.   La nueva superliga de los medios   Durante décadas, el sistema de medios funcionó bajo la órbita de familias fundacionales o compañías icónicas, con intervalos periódicos que abrieron las puertas a camadas innovadoras. Algunos de esos apellidos pudieron tener origen en la elite política (Mitre, Gainza Paz), pero ellos mismos o sus herederos se movieron para poner las fichas en el casillero de la prensa en tanto “fiscal” (del pueblo, de poderes fácticos, de valores morales) y “puente” entre los hechos y los ciudadanos que necesitan saber de qué se trata (noción primitiva del proceso informativo que funcionó mucho tiempo y que aún hoy es sostenida por un marketing poco enterado).

A su vez, los procesos y acontecimientos históricos que modificaron relaciones sociales, políticas y económicas alumbraron nuevos tipos de propietarios de medios. Las internas de la Generación del 80, la inclusión de los inmigrantes en la vida pública, los gobiernos radicales surgidos de elecciones limpias, el fraude, el peronismo, las dictaduras que lo proscribieron, la clase media en su apogeo, el regreso de Perón, la dictadura más sangrienta y la democracia de 1983 vieron surgir proyectos que renovaron el lenguaje y forzaron a los dueños de la pelota a cambiar o perecer. Las tecnologías que habilitaron nuevos soportes (radio y TV) también constituyeron hitos que dieron campana de largada a nuevos competidores.   En cualquier caso, más allá de la figura hoy desdibujada del “empresario periodístico”, desconocer el peso del entramado político-económico en el desarrollo del sistema de medios a lo largo del último siglo implicaría una enorme falsedad histórica. No hubo época en que los pactos o las tensiones con los gobiernos democráticos y las dictaduras dejaran de incidir en las condiciones del mercado o, lisa y llanamente, solventaran a unos y desfinanciaran a otros.   Los ejemplos son inabarcables, pero el siguiente resulta particularmente ilustrativo a los ojos de la historia. El legendario editor Jacobo Timerman escribió en la revista Confirmado en marzo de 1966, durante el gobierno del radical Arturo Humberto Illia, electo con el peronismo proscripto pero respetuoso de otras libertades democráticas, según el consenso de los historiadores: “No es la primera vez que el periodismo argentino debe luchar denodadamente por la libertad de prensa en el país (…) Lo importante no es sufrir la persecución de un gobierno. Lo importante es resistir presiones, superar prejuicios, para que ningún hecho sea ocultado a la información de la opinión pública”. En el mismo medio, otro párrafo decía: “Esta página estaba destinada a un aviso. Pero el secretario de Industria, Alfredo Concepción, y el secretario de Prensa de la Presidencia, Luis Caeiro, han prohibido a numerosas empresas argentinas y extranjeras publicar avisos en Confirmado”.   Según reconstruyó la periodista Graciela Mochkofsky, la presión de los funcionarios citados por Timerman para que empresas nacionales y extranjeras boicotearan a Confirmado era real. Tan real como la complicidad de Confirmado con el golpe en ciernes que instalaría en el poder al dictador Juan Carlos Onganía (ministros de Illia daban por sentado que la revista era financiada por la Inteligencia del Ejército).   En reacción a esa ofensiva explicitada en las tapas de casi toda la prensa gráfica, el ministro de Justicia radical Carlos Alconada Aramburú presentó una querella penal contra Primera Plana, Confirmado, Atlántida e Imagen por generar “un clima psicológico propicio” para el golpe.   Del multimedios al señor de las redes   La novedad desde hace unos cuantos años la aportan los balances contables. Tradicionales y emergentes se encuentran con que los números de la explotación de medios no cierran. Si la rentabilidad del modelo “comercial políticamente dócil” muestra signos de agotamiento para los soportes informativos de siempre (prensa, radio, TV, agencias de noticias), y los que surgen en el mundo digital no le encuentran la vuelta, no es extraño que se registre un desplazamiento de las placas tectónicas de la propiedad de los medios. –

El mapa de los grupos mediáticos locales brinda unas cuantas respuestas para entender dónde estamos parados. Desde hace tiempo, gran parte de las organizaciones periodísticas tienen un accionista principal o una mano invisible cuyo objetivo económico central no pasa por hallar beneficios en la producción informativa.   El Grupo Clarín es el principal multimedios de Argentina, con activos en casi todos los rubros de la comunicación. Ocupa un tamaño tal que no resistiría la aplicación de ninguna norma anticoncentración del norte de Europa o Estados Unidos. En todo el arco político y mediático, incluida la redacción de Clarín, casi nadie deja de reconocer en privado que la expansión lograda por este multimedios es desproporcionada para el mercado argentino.   Facundo Landívar, uno de los responsables del día a día del periódico en los últimos años (Nota de la Redacción: la entrevista se realizaó antes de que el periodista dejara el diario en octubre de 2016), coincidió durante la entrevista que mantuvimos en que es necesario regular la expansión de los medios. Formula y se responde las siguientes preguntas: “¿Cómo le decís a alguien que tiene un derecho adquirido que no lo tiene más? ¿Se tendría que haber hecho mucho antes? Sí, claro. ¿Se dejaron hacer millones de cosas? Por supuesto. ¿El tamaño hoy está por encima de lo que debería ser? Tal vez”.   En las últimas dos décadas, el corazón económico del grupo dejó de latir con el gran diario argentino, Radio Mitre o Canal 13, y pasó a depender de las redes (o los cables), que consiguió en gran medida a partir de explotar los derechos de transmisión del fútbol. Con Mauricio Macri en la Casa Rosada, se apresta a incursionar en el mercado de telefonía móvil, objetivo al que dedicó denodados esfuerzos en los pasados quince años. Clarín es hoy un emporio que incluye un multimedios. La proyección sin límites que le da el nuevo escenario con Mauricio Macri en el gobierno podría tornar su presencia todavía más determinante. A eso parece aludir Carlos Guyot, secretario general de redacción de La Nación¸ cuando dice en la entrevista que mantuvimos que el gobierno “no ve o no entiende” ciertos riesgos.

Publicado en Revista Anfibia

 

 

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