La intranquilidad como resistencia

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Por Nathalie Galland (*)

En esta tierra de larguísimas sombras1

a Marina
a L. Rolando

El último miércoles de este otoño incierto, en la puerta de la oficina de enfrente, que es la de mi colega estadunidense Mark, unas palabras estaban escritas en una hoja blanca recién pegada: office open for commiseration… Porque entre su puerta y la mía se estira la pequeña frontera del pasillo, zona gris de un tránsito permanente, puse a mi vez una hoja en la puerta: también de este lado recibimos condolencias… Como miles de otras palabras sembradas por la comunidad consternada tras la elección del señor T., ésa fue mi silenciosa y no menos rabiosa respuesta a la herida vecindad.

Me acuerdo que hace mucho tiempo ya, en los 80 tal vez, el Carlos Fuentes que jamás escribió La Presidencia imperial, postulaba la existencia de Mexamérica, movedizo intermundo, extraño utopos donde venía a disolverse la frontera y con ella las cristalizaciones racistas y clasistas tejidas por una historia “a medio camino de la miseria y del sol”.2 A distancia de esta cartografía hoy tan disonante, lejos de los dioses y de la reunión imperfectible, proliferan muros de concreto ciego, de tiempo petrificado, pantallas gigantes como nuevas dunas miserables desplegadas a fracturas por una tierra baldía en suspenso. Finisterrista horizonte. Mano palpando la epidermis de concreto. Mirada palpando la mano.

            Tiempo Tiempo

Mediodía estancado entre relentes.
Bomba aburrida del cuartel achica
tiempo tiempo tiempo tiempo.

Era Era.

Gallos cancionan escarbando en vano.
Boca del claro día que conjuga
era era era era.

Mañana Mañana.

El reposo caliente aún de ser.
Piensa el presente guárdame para
mañana mañana mañana mañana

Nombre Nombre.

¿Qué se llama cuanto heriza nos?
Se llama Lomismo que padece
nombre nombre nombre nombrE.3

Muro Muro. Murmurios. Clausura colindancia: delimitar, dividir, separar, errar como equilibrista de los confines. Las imágenes también producen eco. Me acuerdo del rompecabezas perpetuo que eran, de niña, esos paisajes de Escher pulverizados en puzzles, conjunto masoquista de piezas de cartón recortadas, líneas definitivamente desorientadas, volcadas hacia otros puntos cardenales. Es una extraña brújula el señor T., que excita el deseo ardiente de desmantelar por completo la morfología continental, desaparecer orillas, franquear cualquier límite y espejismo para tambalearse a gusto, reinventar imaginarios y abrazar la cintura de otra América.

Frente a los militantes cotidianos de la inhumanidad4 —y porque también anda por acá Rolando que, desde el auto-exilio amoroso y como miles de nosotros, sembradores de la comunidad doliente, nunca pudo tragarse el horror irresuelto de Ayotzinapa— se impone la intranquilidad como virtud y resistencia. Intranquilidad de la percepción, del instante, de la memoria. ¿Quién se acuerda de las breves preguntas de Marcos un día de diciembre después de Acteal?5, ¿del sinfín de feroces formas de agotamiento del mundo?

Frente al oscuro vértigo de listas6 letales, armar nuevas procesiones, escindir colmando con palabras: siquiera permanecer “en este delgadísimo filo, / precario y delgadísimo filo /del abismo”,7 pedir el paquete 11 de La Pagoda, liquidar el Atlántico, poner chía en el agua de limón, buscar en el diccionario a ver qué palabra brota, pronunciar brexit con un toque británico que acaba de recuperar su exotismo, decir desastre, decir lábil, decir ni una raíz de nada, decir tamalito, decir pronto la nieve, decir constelaciones, decir border writings, decir promontorio del sueño…8

A esta hora el cielo, el techo de la casa y el margen
de las puertas son todos de una misma materia,
brillante y tenue,
que se cuela entre el espeso follaje
y rodea a los grillos.9

Como esta reunión mágica, repentina, de corporeidades bajo la fugacidad de la luz, la escritura puede significar virtud y resistencia. Como fuente intranquila del sentir, interrogante aisthèsis, ser filtro, voz, convocatoria nómada. Exploración de borde(r) o desborde, libre peregrinar por travesías indiferentes a todo dique. La poesía sin duda, sin fin, es una red ejemplar que establece relación favoreciendo el contagio, el pálpito común por conexiones de lenguaje que se interpelan al romper lo inexplicado del mundo, al deshacer rupturas e imposibles. Desde este presente de tenaces relentes separatistas, parece imprescindible volver a lo que Glissant, gran poeta y crítico antillano, afirmaba en El imaginario de las lenguas: la absoluta necesidad, para la escritura, de hacer estallar las fronteras genéricas mediante textos de formas constantemente renovadas, excitando las contradicciones y desvinculando el problema de la lengua del problema de la identidad en una época de relevante presencia de todos en todas las lenguas del mundo.10

Un personaje de Hopper enciende el cuadro.
El naranja de su silueta cruza la línea opaca
que divide el blanco luminoso de un cielo
a ras de tierra y el pastizal.
Entre las ramas bajas del pino
que succionan su llama
desaparece.            Por una carretera
que no se ve.11

Escribir, leer, compartir, circular más allá, abrir mundo, hacer mundo, forzar el límite de lo visible, el cerco de la finitud: el objeto de la existencia, y de la literatura.

En 2013, Coral Bracho fue invitada a una residencia de artista en Marfa, pequeña localidad a contracorriente de un Texas de sobreabundantes tópicos trumpistas, efervescente muestra del impacto reflexivo del arte en la vida y el mundo. Entre extensión lunar y ciudad post-western, Marfa constituye el espacio abierto por excelencia, espacio de un minimalismo místico recorrido en las últimas décadas por cantidad de artistas plásticos, directores de cine y escritores, de Donald Judd (One Hundred Boxes in Aluminum)a los hermanos Coen (No country for old men). De estas semanas en una casa transparente y arbolada,12 nacieron textos de especial intensidad en la obra poética de la mexicana, poemas como rectángulos de impacto fotográfico, concentración de inmediatez en la imagen, detallismo de la presencia mundana en un lapso que abarca la lejanía y asimila la otredad.

En este lugar tranquilo,
sin bardas, sin candados, ni rejas,
donde las puertas son de vidrio delgado,
y los jardines visibles,
el interés que en su gente podría despertar lo ajeno
no los orilla a tomarlo
ni a romper esas puertas,
ni a matar a sus dueños.13

Virtud del verso, del ver desde el verso, hacia un versus, un envés tranquilo de las cosas y de perspectivas tal vez demasiado esperadas. Un versus que aquí empuja la proliferación anafórica, rítmica de las negaciones y promueve así una metafísica del encuentro y de la transparencia susceptible de desechar las múltiples fronteras de metal, el imposible convivir.

Virtud del verso al componer páginas-paisajes, donde chocan cromatismos que acentúan brechas y contrastes de lo real:

Casi todos
los que trabajan
en los plantíos de jitomate
son mexicanos;
y casi todos prefieren
la pizza blanca.14

El rojo, explosivo y solar, derramado en superficies inmensas termina desapareciendo del círculo minimalista de la pasta blanca. Estos trabajadores, como millones de otros, mexicanos o hispánicos abajo de la Bible belt, potencialmente deportables, constantemente explotados en el horizonte de este erizado desierto, resisten al contagio del rojo; como ironía de la suerte ingieren la palidez.

U otras páginas-paisajes donde surgen figuras improbables, memoriales:

Aquellos burros abandonados
en sus ranchos por los dueños que huyeron
de la violencia y de la muerte en México cruzan
la frontera15

Abandonar, huir, cruzar… Con un tríptico de gestos orillados al blanco de la página, se redefine la frontera como última línea de transgresión, nuevo Mictlán postmoderno, postexótico, posthumano. Más que muro, más que río o desierto, la frontera se erige, habita y se multiplica en violencia y muerte, fértiles surcos de esos confines norteños. Espacio espectral de errancia rulfiana, la frontera se prolonga al otro lado, extensión doliente y destino inevitable, encarnada en burros, huellas fugitivas, mudos testigos.

Frente al muro, la poesía es brecha, reconfiguración de lo sensible. Que sea militante o vertido hacia horizontes íntimos, el ejercicio de las palabras cuestiona las maneras de habitar el mundo. Así cuestiona la posibilidad de una democracia comunitaria, fundada en una ética de la participación y el compromiso con la cosa pública, con el espacio público, con el tiempo compartido; una democracia comunitaria capaz de impedir la suplantación y expropiación de las percepciones, de las decisiones sociales por profesionales de la política, de la corrupción, o representantes de la vulgaridad más crasa de uno u otro lado de la frontera. Desde Marfa, Texas, promontorio pasajero de una poesía que inquieta la relación del sujeto con el mundo, la escritura es resistencia al enclaustramiento, al achicamiento, al patinaje de lo mismo; es virtud del decir que rompe las categorías de la evidencia, surgimiento de disenso.16 Fragmentos de voz de una mexicana en un fragmento de tiempo más allá de la frontera norte. Poemas como series pictóricas que se asoman hacia lo visible, lo tenue, hacia horizontes ambiguos que se cruzan obstinadamente. Poemas que captan lo inmediato, una rama, una troca, una huella que irradia; o fugan, dialogan con espacios heterodoxos que refractan la frontera, más allá. Versos que propulsan luminosa y vagabunda permanencia, desde la única solidez de las palabras.

este árbol que nombra, que desdobla su impulso
como un augurio, un aliento
que encarna
y su insondable fuerza;
este árbol, ígneo y vasto,
y entrañable,
y fugaz.17

 

(*) Profesora-investigadora de la Universidad de Borgoña, especialista en poesía mexicana contemporánea.


1 Primer verso de “Dura sólo un instante”, Coral Bracho, Marfa, Texas, México, Era, 2015, p. 75.

2 Siguiendo a Albert Camus, en Argel todavía, a la hora de escribir su primerísimo libro L’Envers et l’endroit, Paris, Gallimard, 1958.

3 César Vallejo, « II », Trilce, Obra poética completa, (ed. Américo Ferrari), Madrid, Alianza editorial, 2016, p. 120 [ed. orig. 1999].

4 Noir désir, “L’homme pressé”, 666-667 Club, Barclay, 1996.

5 Comunicado del 22 de diciembre de 1997: “A la sociedad civil nacional e internacional. / Hermanos y hermanas: / ¿Por qué? / ¿Cuántos más? / ¿Hasta cuándo? / Desde las montañas del Sureste mexicano / Subcomandante Insurgente Marcos”, en Documentos y Comunicados del EZLN, IV, México, Era, 1997, p. 115.

6 Umberto Eco, Vertige de la liste, Paris, Flammarion, 2009.

7 Coral Bracho, “Facilidades para desviar e invertir”, op. cit., p. 53.

8 Victor Hugo, Le Promontoire du songe, Paris, Imaginaire/Gallimard (Essai/poésie), 2012 [ed. orig. 1901]. En 1860, Hugo visitó al físico y astrónomo François Arago en el Observatorio de París. Contemplando el relieve de la luna con lentes astronómicos, Hugo nombró uno de los picos que distinguía el “promontorio del sueño”, originando una amplia reflexión sobre el sueño y la fábula, y su interpretación romántica.

9 Coral Bracho, “Son todos de una misma materia”, op. cit., p. 17.

10 Édouard Glissant, L’Imaginaire des langues, Entretiens avec Lise Gauvin (1991-2009), Paris, Gallimard, 2010 y Poétique de la Relation, Poétique III, Paris, Gallimard, 1990; Introduction à une poétique du divers, Paris, Éditions Gallimard, 1996; Traité du Tout-Monde, Paris, Gallimard, 1997.

11 Coral Bracho, “Un personaje de Hopper”, op. cit., p. 14.

12 Conversaciones con Coral Bracho, México, abril de 2015 – Paris, junio de 2016.

13 Coral Bracho, “Sobre la imagen de un dios” (fragmento), op. cit., p. 56.

14 Idem, “Pizzeria”, p. 44.

15 Ibid, “Reacción en cadena” (fragmento), p. 55.

16 Sobre relaciones entre literatura y política, disenso, reconfiguración polémica de lo sensible:  Jacques Rancière, Le Partage du sensible, Esthétique et politique, Paris, La Fabrique-Éditions, 2000 y Aux bords du politique, Paris, La Fabrique-Éditions, 1998.

17 Coral Bracho, “Enebro ante la ventana” (fragmento), op. cit., p. 10.

Publicado por Nexos
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