Café con Leche, una historia salvaje

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Hace 29 años, la incipiente escena del rock nacional era dominada por un dúo tan fenomenal como excéntrico. Café con Leche, su nombre de batalla, se apropiaría de las ondas radiales costarricenses hasta convertir en himnos de varias generaciones cada uno de sus temas.

Pero hoy, a la vuelta de casi tres décadas, mucha agua ha pasado bajo el puente del rock tico y, con la muerte inesperada y prematura de sus dos fundadores, José Capmany y Enrique Ramírez, la niebla del tiempo no ha hecho más que espesarse alrededor de una historia escrita con los tintes trágicos del destino.

Sobre Capmany, su miembro más visible, mucho se ha dicho y escrito. Homenajes, discos y tributos han marcado cada aniversario de su partida. Su influencia como líder inspirador de varias generaciones de roqueros es incuestionable.

En cambio, sobre Ramírez, casi nada nos habla de su presencia. Salvo para aquellos pocos que aún conservan el acetato del disco Rock, el primero de Café con Leche, queda escasa evidencia de su paso por la historia del rock tico.

En 2002, un año después de la muerte de ambos músicos, varios de los éxitos de Café con Leche fueron reeditadas por su disquera original en tributo a Capmany.

Es en ese momento en el que cualquier vestigio de Enrique es borrado para siempre; su nombre deja de aparecer junto a José en los créditos de los temas que habían dado origen a aquella aventura roquera.

La historia salvaje, Mamá y papá, La modelo y ¡Oiga, Pito!, canciones en las que el genio de Ramírez quedaría plasmado como intérprete y compositor, dejarían de ser suyas por una suerte de amnesia colectiva. Poco importaba que de los 11 temas del disco Rock, 7 llevaran la impronta creativa de Ramírez.

Fue así, de un plumazo, que Enrique terminaría de esfumarse de la vitrina de la música nacional.

No sería sino hasta 15  años después de su salida de Café con Leche, que los titulares de la prensa nacional recogerían de nuevo su nombre.

Lamentablemente, en esa ocasión, la noticia sería la de su trágica muerte.

Café con Leche, el origen

La historia, contada por ambos a lo largo de los años, da cuenta de que Enrique y José se conocieron en un bar josefino en un ya lejano 1984. Muy pronto, la chispa creativa de ambos artistas afloraba bajo un nombre peculiar: Grupo Folclórico Autóctono Nacional Enajenation Now.

Poco a poco, el dúo comenzó a darse a conocer gracias a sus electrizantes presentaciones. Enrique aportaba su verbo mordaz y su capacidad de improvisación; José hacía de su talento musical el complemento perfecto.

Tras el cambio de nombre a Café con Leche, y la incorporación de una sólida banda de apoyo, Los de abordo, José y Enrique llamaron la atención de la casa disquera CBS Indica.

Fue bajo aquel sello que nació Rock, un sólido álbum que haría de aquel 1987 uno de los mejores años de la historia del rock nacional.

Pese al éxito, el destino tenía escrito que Enrique se separara del proyecto y que José siguiera capitaneando el barco. El 31 de diciembre de aquel mismo año, durante un concierto en el Paradero Nahomi en Quepos, Enrique dejaba la agrupación.

En adelante, Capmany continuaría su sólida carrera liderando Café con Leche, agrupación con la que lanzaría los discos Burro en lancha (1991) y Un dí­a cualquiera (1994). En 2000, Canciones cotidianas se convertiría en su primer disco solista.

Para José, fue el reencuentro con el éxito y la conquista de una nueva generación.

Por otro lado, Enrique seguiría una exitosa carrera en publicidad, trabajo que junto a la docencia universitaria canalizaría sus múltiples impulsos creativos.

La tragedia de aquel 2001 

Sin embargo, pocos estaban preparados para lo que seguía: el 13 de octubre, un accidente de tránsito truncó la existencia de José Capmany. Un par de meses después, el 11 de diciembre, Enrique se quitaría la vida.

Incomprensiblemente hermanos del destino, unidos en la muerte muy a su pesar, José y Enrique se despedirían del mundo con apenas unas semanas de diferencia. José, el primer músico que demostró que la vida del roquero costarricense sí es posible; Enrique, el genial y desadaptado que se despidió dejando una rara estela de irrealidad.

Ésta, sin duda, es una historia salvaje.

Publicado en CRHOY
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