La resistencia también es cultura

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En Contexto
El martes 17 de enero de 2017 el presidente de Estados Unidos Barack Obama conmutó la pena de Oscar López Rivera, el líder independentista portorriqueño, que es considerado el preso político más antiguo del mundo. La decisión surge después de una fuerte campaña a favor de la liberación del luchador por la independencia de su país, que fue considerado sedicioso por la justicia estadounidense.

El 11 de enero amaneció con fuertes lluvias. Aunque no tan fuertes como el diluvio que nos viene cayendo encima hace unos meses y que se ha acrecentado en las últimas semanas. Ese día, a decenas de manifestantes en las afueras de la torre de control federal en Puerto Rico, les madrugaron los remanentes de un frente frío que pronto saldría de la isla llevándose consigo los aguaceros dispersos, pero dejando, concentrado entre el pueblo, el alboroto del oleaje.

Contra vientos y marea, muchas (os) puertorriqueña (os) continúan luchando por causas de justicia social como la de excarcelación del prisionero político Oscar López Rivera, compatriota de 74 años de edad que lleva 35 de ellos tras las rejas de cárceles estadounidenses. A pesar de todos los esfuerzos hechos por la comunidad nacional e internacional para que la petición de excarcelación de Oscar llegue a Casa Blanca antes de que Barack Obama finalice su cargo este próximo 19 de enero, el aún mandatario de Estados Unidos pareciera no inmutarse ante tal reclamo. La indiferencia de Obama no carcome la causa, sino que la blinda contra cualquier pronóstico del tiempo.

Las lluvias no amilanaron a las decenas de manifestantes que llegaron la mañana del pasado 11 de enero hasta los predios del Tribunal Federal a conmemorar el natalicio del prócer puertorriqueño Eugenio María de Hostos y a exigir una vez más “¡Excarcelación para Oscar, ahora!”. Tampoco han acobardado a los integrantes del Campamento Contra la Junta, que está erguido justo al frente del imponente edificio federal desde el 31 de agosto de 2016, fecha en que se impuso la Junta de Control Fiscal.

Pese a la resistencia de tantos, “Están a destiempo”, me expresó aquella mañana una señora en una cafetería cercana al Tribunal. Comentó eso, café en mano, con ganas de menospreciar la manifestación próxima a comenzar y la permanencia del Campamento en ese perímetro de la urbe tan concurrido y asediado por el trajín diario. “¿Y cuándo es el tiempo?” pensé, aunque debí haberle increpado en voz alta.

En momentos tan cruciales como los que atraviesa Puerto Rico, para muchos y muchas como esa señora, cuándo será el tiempo. ¿No ahora que pretenden imponer una injusta reforma laboral?, ¿No ahora que la autonomía y la acreditación de la Universidad de Puerto Rico están en la mirilla con el proyecto de ley 451 de la Cámara de Representantes?, ¿No ahora que el gobernador electo firmó un proyecto que enmienda la Ley de Alianzas Público Privadas (APP) a fines de empoderar más a agencias del sector privado que quieran negociar con el gobierno?, ¿No ahora que están en advertencia de colapso los Sistemas de Retiro?, ¿No ahora que quieren reestructurar el país a base de muchas otras medidas que seguirán asfixiando al pueblo?

Ese sentido de asfixia fue el que condujo al cineasta Tito Román y al maestro Godofredo Vázquez a cometer desobediencia civil frente a la entrada y área de inspección del Tribunal Federal aquella mañana del 11 de enero mientras el piquete continuaba bajo la lluvia. Ambos activistas fueron arrestados por agentes federales y puestos en libertad ese mediodía a merced de que comparezcan a una citación próximamente.

El gobierno recién elegido, sin lugar a dudas, tiene un plan de restructuración de la deuda en la que toda la clase política ha metido al país. No obstante, ¿a quiénes beneficiarían los ajustes propuestos en ese plan? Desde que el gobernador tomó posesión de su escaño, la lluvia de medidas ha caído de golpe causando ansiedad e incertidumbre entre el sector poblacional más atento a lo que ocurre en el país. Quizás el sopetón es una estrategia para ahogar tanto a los que resisten en pie de lucha como a los que, al igual que la señora de mi relato, continúan tomándose el café matutino sin tan si quiera intrigarse por lo que sucede en las cercanías de la rutina diaria.

Publicado por Claridad
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