El hombre que sueña con colores

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Frente a sus ojos, la vida pasa dejando huellas de colores, con tonos fuertes y festivos. Cada vivencia, cada sentimiento tiene su tono propio. “Yo vivo del arte, respiro arte, sueño con colores”, confiesa. Tal como ve a sus pinturas, él se define a sí mismo: simple, alegre y fiel a las creencias y tradiciones populares.
De nacimiento quechua y de sangre aimara, Roberto Mamani Mamani asegura seguir siendo el mismo “boliviano bonachón, bailarín, orgulloso de sus raíces y respetuoso de la cosmovisión andina”, el cual plantea ese equilibrio entre  naturaleza,  hombre y Madre tierra (Pachamama). Esa es la inagotable fuente de inspiración de sus coloridas pinturas que cada vez lo llevan más lejos.
Vive y trabaja en su taller. No tiene auto, su madre aún vende en el mercado y él disfruta con el mismo entusiasmo de sitios de lujo donde lo invitan o de una comida criolla en el mercado.

Casa, taller, galería y escuela Vive y trabaja en la histórica y turística calle Jaén de La Paz. Pinta por las noches acompañado de música.

Nuevo año, nuevos retos
El niño que empezó haciendo sus primeros dibujos sobre cartones y periódicos usando como lápices los restos del carbón con que cocinaban en su casa, hoy a sus 54 años de edad calcula que ya son unas 3.000 las pinturas que ha producido, muchas de las cuales llegaron a manos de presidentes y otros grandes personajes internacionales.
Mamani Mamani no duda en decir que está en la mejor etapa de su vida, sorprende con nuevas propuestas y se plantea grandes desafíos. De cuadros pequeños ha dado un salto hacia los gigantes murales en vías públicas que están despertando elogios y aplausos fuera de Bolivia.
Desde 2015, una de sus obras de grandes dimensiones se luce en una avenida principal del centro de Bogotá. Y este 2017, el artista autodidacta se alista para pintar un gran mural en Houston, la ciudad más poblada en el estado de Texas (EEUU), a pedido de la Alcaldía de esa urbe.
Según cuenta, allí sus pinturas causaron sensación en una exposición de arte en la que participó.

 

Grandes obras
En la capital de Colombia, su mural de 20x15m está en la avenida Jiménez con carrera Décima,  ruta de alto flujo turístico por donde circula a diario el concurrido servicio de transporte masivo TransMilenio. Lo hizo a solicitud de la Alcaldía de Bogotá y lo terminó en un mes.
Mamani Mamani alista maletas para viajar a Houston en marzo, con el fin de coordinar el tema de la pintura que se le pidió realizar. Según sus cálculos, si se trata de un mural de 20x20m, puede concluirlo en un mes.
Cree tener la fuerza y energía necesaria para seguir realizando este tipo de obras monumentales que ofrecen un gran beneficio público. “A diferencia de un cuadro que solo es para el disfrute de quien lo compra, el arte del mural se puede mostrar a todos.  Hay mucha gente que no va a un museo o una galería porque piensa que solo es para gente entendida. Con las pinturas en vías públicas buscamos socializar más el arte”, explica.
Considera que el gigantesco mural que realizó entre 2015 y 2016 en el condominio Wiphala, de la ciudad de El Alto, le atrajo más mirada internacional.
El arte de Mamani Mamani  se luce en los siete bloques de esa infraestructura, cada uno con 12 pisos abarcando un área de 10.000 metros cuadrados, obra financiada por el Estado.  «Allí está reflejada toda la cosmovisión andina con sus figuras, colores y simbología propia.  Da una amplia información de nuestra riqueza ancestral y se la puede ver incluso desde el aire”, explica. La obra se realizó en cinco meses con ayuda de 40 personas. Tenía planes de presentar esa obra al Guinness Record, pero el plan aún no prosperó.

Sus obras ahora son joyas
Las pinturas de Mamani Mamani ahora también se las puede lucir desde el cuerpo y llevarlas de adorno por donde uno vaya, como lujosas joyas o accesorios.
Es otro de los nuevos terrenos en los que ha comenzado a transitar este dinámico pintor boliviano.  Para las mujeres lanzó una vistosa propuesta de  anillos, un juego de aros y pendientes. Para los hombres, ofrece unos elegantes gemelos. Todos llevan impresos sus coloridas pinturas. La colección fue presentada a fines del año pasado. La primera serie se agotó, ahora ofrece la segunda entrega y ya piensa en un tercer lanzamiento. Los precios están entre Bs 150 y 350.

Trajes con sus diseños
A la par de su destreza en la pintura, Mamani Mamani ostenta su habilidad como bailarín de música folclórica boliviana y ha logrado combinar armoniosamente ambas aficiones. Este año hará realidad un gran deseo, bailar kullawada en la majestuosa entrada del Carnaval de Oruro. Sus padres bailaron hace 40 años esa danza, por lo que le genera una profunda emoción ser ahora partícipe de esa agrupación.
El traje que usará llevará sus dibujos y colores. En años pasados también aportó con su talento artístico a decorar las vestimentas de danzarines de otras fraternidades. «Para pintar  trajes de grupos folclóricos hay que bailar y sentir los ritmos de cerca. Solo así se lo puede expresar  mejor en una pintura. Ya bailé morenada, tinku, caporales, potolos y otras danzas», relata.
Siguiendo con su entusiasmo por el folclore nacional planea incursionar también en el diseño de joyas y otros accesorios para danzarines. Para estas fiestas carnestolendas prevé  sacar a exhibición unos bombos y tubas que él pintará

Lecciones
Ya son cerca de 30 años que Mamani Mamani se dedica a la actividad artística, un tiempo que le ha dejado grandes lecciones.
Las oportunidades y experiencias que la vida le ha puesto en su camino, en su opinión, le han permitido enriquecer su personalidad y creatividad.
Sus padres son de La Paz, él nació en Cochabamba pero vivió varios años entre Oruro, Potosí y Sucre. El contacto cercano que tuvo con todas las ceremonias, rituales y festividades andinas que su familia cumplía con fervor, le hizo valorar mucho la riqueza histórica y cultural de los pueblos, sus danzas, aromas y sabores. “Mi padre vendía maní en la calle y yo lo acompañaba para ayudarle a comercializar ese producto en ferias y carnavales. Fue así que desde niño me fui familiarizando con la música, tradiciones y vestimentas típicas. Él falleció. Mi madre vive y es comerciante, sigue vendiendo  en el mercado Uyustus. Ambos se dedicaron a la agricultura”, relata.
Recuerda con emoción el tiempo que vivió con su abuela Juana Mamani y la gran enseñanza que ella le transmitió y que lo refleja en sus pinturas.
«Ella era una gran tejedora, experta en la lectura de la hoja de coca y una persona espiritual. De ella aprendí todo ese respeto que hay que tener por la madre tierra, el agua y el aire. Me decía que los colores fuertes de los aguayos son para ahuyentar los malos espíritus y no quedarse en la oscuridad. Siento que mis obras ahora son un agradecimiento a la pachamama por todo lo que nos da», indica.

Por amor al arte
Mamani Mamani estudió Agronomía y Derecho, pero pesó más su vocación por la actividad artística por eso decidió dedicarse de lleno al arte.
“Desde niño el arte ya estaba dentro de mí. Empecé dibujando a mis ocho años. Fui aprendiendo en el camino, en la práctica. Siempre me gustó el arte precolombino, en particular el relacionado con los tejidos. Admiro a los grandes maestros latinoamericanos, que se han alimentado de nuestra cultura», explica.
Poco a poco se le fueron abriendo las puertas de éxito al destacarse por la calidad de sus trabajos. Muy joven empezó a hacer presentaciones individuales y luego comenzó a recibir invitaciones desde varios países para participar en ferias y exposiciones. También es convocado por universidades y otros centros educativos a dar charlas para hablar de la cosmovisión andina que inspira sus pinturas.
Hoy Mamani Mamani vive del arte. Cree que uno puede ganarse la vida en este oficio si lo realiza con pasión y esfuerzo.
“Yo empecé como cualquier otro artista. Mis obras se vendían hasta en 10 dólares, ahora mis cuadros están sobre la base de los 1.000 dólares. Es el mercado el que pone el costo a una obra de arte. Fuera de Bolivia obviamente los precios pueden aumentar notoriamente”, señala.

El desafío de innovar
Y Mamani Mamani, ¿no tiene miedo a estancarse o repetirse? Para no caer en ese extremo dice que varía temáticas constantemente.  En ese sentido ya lanzó alrededor de 30 series (de la madre tierra, de las flores, caballos, agua, amazónica, etc).
Su más reciente serie son pinturas referidas a los músicos. Además, detrás de cada obra hay un contenido profundo que es propio de cada diseño, aclara.
No todo son elogios y en algún momento este artista boliviano admite haber recibido críticas por su estilo. No le molestan esas observaciones. «El arte es diverso, a unos les puede gustar a otros no. Yo respondo a todo con mi trabajo.  Mi coraza es dura, como una piedra, como un templo andino. Me siento motivado a seguir innovando. Soy un guerrero fortalecido con todos mis años de experiencia”, reflexiona.
Para lograr el éxito en la actividad artística, Mamani Mamani cree que hay que ser auténtico y crear un estilo propio.
“Yo me he concentrado en los colores de los aguayos y en lo que representa la cosmovisión andina para tener un estilo que me caracteriza.  Esa es la diferencia con artistas universales. Por eso  me invitan a tantos paises. Detrás de eso hay un contenido profundo que representa el respeto a la Madre tierra y a la profundidad del ser humano”, dice.

Su rutina diaria
Roberto Mamani Mamani que recuperó los apellidos de sus abuelos (Juana Mamani y Carlos Mamani) se da tiempo para todo. Prefiere trabajar de noche, ya que en el día su agenda está llena de actividades por cumplir, entre exposiciones, charlas, la escuela de arte, entrevistas y otros compromisos.
Mientras trabaja, su compañía infaltable es la música. “Escucho música nuestra, no le llamo folclore sino música mayor como kullawada, morenada o  llamerada. Sigo los ritmos de Wara, Rumillajta, Ruphay, Savia andina y otros grupos musicales).
Su equipo de trabajo está conformado generalmente por unas seis o siete personas, aunque busca mayor personal cuando las obras son más grandes.
Duerme muy poco. Hay veces que se queda trabajando hasta las 3 o 4 de la mañana. Pese a ello despierta muy temprano.  Entre sus rutinas mañaneras están trotar y prepararse jugos de frutas de temporada. A menudo también practica fulbito. Tanto le gusta la música que en su tiempo libre escribe canciones, sobre todo con ritmos folclóricos. Ya tiene varias letras y espera a futuro complementarlas con acompañamiento musical.

Agradecido con la vida
Y, ¿cómo le cambió la vida todo el éxito que ha ido cosechando en su carrera artística?
Responde en pocas palabras: «Sigo siendo el mismo”. Y es que según afirma un día puede estar comiendo en un hotel de ‘siete estrellas’ y otro degustando un rostro asado, un ají de fideo o un majadito  en un mercado. Disfruta de ambas experiencias con el mismo entusiasmo. “Me gusta compartir. Vivo como cualquier otra persona. No tengo auto, soy un hombre de a pie. Mi vida ha sido de constantes sorpresas. Tuve oportunidad de conocer a presidentes e importantes personajes. Me sorprende ver cómo me reconocen en algunos países y me reciben con emoción”, dice.
Se siente agradecido y cree que le faltarían ‘dos vidas’ para  plasmar todo lo que aún tiene en su cabeza. “Somos una fuente inagotable de inspiración. Podemos dar más”, reflexiona

Publicado en El Deber
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