Luis Chaves: «Latinoamérica siempre está saludable en lo que es literatura»

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Por Gustavo Yuste

-Siempre que entrevisto a un poeta no puedo evitar hacerle la pregunta más obvia: para vos, ¿qué es la poesía?
-Uh, empezamos mal (risas). Siento que tengo empezar a hablar de cómo entré yo a la escritura, que fue por la puerta lateral o trasera. No tuve ningún estímulo literario de niño, pero sí aprendí a leer antes de entrar al colegio, porque yo me quedaba en casa con mi abuela y ella me enseñó. No había muchos libros, pero cualquier material impreso yo lo empezaba a leer y luego me enganché muchísimo con las canciones que escuchaba en la radio, sobre todo aquellas que tenían una línea narrativa, que contaban una historia. Obviamente que estoy hablando de baladas románticas en español, que es lo que se escuchaba. Eso fue una educación sentimental  y a la vez una introducción al mundo de contar historias.

-Eso que contás suele pasar mucho en las últimas generaciones de escritores, donde la música popular y los formatos más visuales como la televisión y el cine son también puertas de entrada a la literatura, ¿no?
-Claro, hay gente que cuenta con bibliotecas grandes en sus casas y pueden entrar por ahí. En mi caso fue otro acceso. Además, por mucho tiempo la literatura como plan no estuvo muy presente en mi vida. Sin embargo, siempre sucede que cuando empezás a leer, te dan ganas de escribir, de replicar eso que tanto te atrapó. Así empecé yo, escribiendo poemas de amor cuando era muy jovencito.

-¿Cuándo cambiaste el estilo?
-Al muy poco tiempo, me fui moviendo más hacia la poesía narrativa, que es algo que siempre me caracterizó de cierto modo: nunca me interesó pensar cuál va a ser el género de lo que estoy escribiendo. Por eso, cuando me preguntas qué es poesía, yo me preguntaría “¿qué es literatura?”, ya que siempre he mezclado mucho los géneros. A veces son los editores los que toman esas decisiones y no yo.

-Eso se puede ver en Falso documental (Seix barral, 2016), donde hay pequeñas prosas, mini relatos y hasta el libro Asfalto que es una especie de nouvelle.
-Sí, su primera edición en 2006 fue como poesía y en 2012 se re-editó como una novelita corta. En ambas salió de la misma forma, sin ningún retoque. Mucha de mi poesía tiene aspectos narrativos, una tensión de ese estilo y casi todos los libros tienen una breve sección en prosa.

chaves2-jpg_1084524040-¿Qué autores tuviste como referentes?
-Al no tener muchos referentes de joven, empecé a leer lo más clásico, como Gustavo Adolfo Bécquer, Pablo Neruda. Un poco más adelante, conocí la obra de César Vallejo, que te vuela la cabeza completamente. Básicamente un poco de lo que se ve en la escuela. Luego, con el paso de los años y con el paso de los propios autores, vas conociendo a otros y te abres a nuevas lecturas. En ese sentido el haber asistido a talleres literarios me acercó a nuevos rumbos como la poesía norteamericana. En Costa Rica vivió durante muchos años Jorge Boccanera, un poeta argentino que daba un taller muy interesante, donde no imponía una visión o un estilo, sino que identificaba las inclinaciones de los alumnos y nos mostraba autores. Tanto él como Osvaldo Sauma, un poeta costarricense que empezó siendo un mentor y hoy es una suerte de amigo, me ayudaron a formarme.

También me sucede que ahora, al estar del otro lado y ser yo coordinador de talleres, me pongo en contacto con nuevos autores y eso me mantiene muy activo, conociendo siempre nuevos estilos.

-¿Y actualmente qué escritores son tus predilectos?
-Te diría que uno de mis autores favoritos es Germán Carrasco de Chile o Ben Lerner de Estados Unidos, pero sin importarme mucho la distinción entre géneros, sino buscando eso que me genere un impacto, un estímulo. También me sucede que, ahora, al estar del otro lado y ser yo coordinador de talleres, me pongo en contacto con nuevos autores y eso me mantiene muy activo, conociendo siempre nuevos estilos.

-En esos casos, seguramente habrás recibido alumnos iniciáticos que daban sus primeros pasos. ¿Qué consejos les solés dar?
-Un poco lo de siempre y que fue lo que yo recibí cuando comencé: leer, leer y leer. Es la única manera, en caso de que existiera una manera, de aprender a escribir. No creo que haya otra forma. Siempre van quedando sedimentos de lo que te gusta como de lo que no, formando tu propia escritura. Nadie está partiendo de cero.

-Al recopilar toda tu obra en Falso documental, ¿pudiste ver tu propio camino en la escritura?
-Sí, fue una cosa tremenda, porque parecía algo más fácil de lo que finalmente ocurrió. No fue solamente juntar los pdf uno tras otro y listo, sino que llevó el leer nuevamente muchos textos. El primer libro que se encuentra en Falso documental es de 1997 y yo me acordaba de algunos poemas que leo algunas veces en recitales, pero el resto de los poemas que sostienen el libro creo que no los leía desde 1997 y a veces ni me acordaba haberlos escrito. Fue como la sensación de escuchar por primera vez nuestra voz grabada.

-¿Editaste algo del contenido?
-Estuvo la tentación de hacerlo, pero ahí entró en juego poner una distancia y poder decir que este era yo en 1997 y sostenerlo. Después hubo otro proceso, que fue acordarme de lo que estaba leyendo en ese momento y en algunos casos es súper evidente. Además de esa cuestión literaria, también estaba lo vivencial y volver a recordar la gente con la que andaba, los lugares a los que iba, la música que escuchaba. Fue como ver una especia de película de mí mismo.

-¿Cómo te sentiste con el resultado final de Falso documental?
-Quería sentarme más cercano al libro y por eso empecé de hoy hacia atrás, en vez de ordenarlo desde el primer libro al último. A mí me daba terror que Los animales imaginarios de 1997 quede primero, porque estaba lejísimos de lo que trato de hacer ahora. Sin embargo, en Costa Rica, quizás por la tradición poética que hay allá, se prefiere ese libro antes que todo lo posterior. Cada libro tiene su vida y ya no depende del autor, quizás para otra gente lo que hago es una mierda.

-Recién hablabas de las diferencias entre los géneros literarios y que vos no las veías, algo que se nota mucho en Falso documental. ¿Cómo manejás ese ritmo de escritura? En otro libro, Salvapantallas (Seix Barral, 2014), hay muchos momentos poéticos a pesar de ser narrativa, por ejemplo.
-Sí, hay textos que piden un formato más cercano a lo que se conoce como poesía, cuestiones relacionadas al corte de verso. En Salvapantallas, mucha gente me decía que si eso era crónica, autobiografía, novela, porque el formato era de prosa y no poesía. Yo ahí me lavo las manos, porque lo presenté como una novela autobiográfica que se fue armando como un lego, ensamblados en distintos tiempos y momentos.

-La poesía generalmente es un género que no se suele vender mucho dentro del mercado editorial. ¿Por qué creés que pasa eso?
-Yo creo que con la poesía lo que sucede es que la leen las personas que escriben poesía. Estoy seguro de que tanto tú como yo, porque los dos escribimos, invertimos parte de nuestro dinero escaso en libros de poesía. Es muy raro encontrar a alguien que lea poesía sin que tenga la intención de escribir. Es un género que se ve reducido a un consumo por parte de la gente que lo hace. Es algo que sucede en todos lados, ya sea en España, Estados Unidos, Perú o donde sea. No es un género masivo, pero no creo que tampoco la literatura lo sea, no es una necesidad o algo urgente.

-En ese sentido, en una entrevista anterior vos habías manifestado que la poesía era algo irrelevante y que ahí mismo radicaba su importancia.
-Claro, el otro día escuché a Mirta Rossemberg decir lo mismo. No es una idea original mía tampoco. La importancia que tienen las cosas siempre es relativa.

-Volviendo a la escritura, a la hora de escribir un poema ¿tenés algún mecanismo o rutina?
-No, soy bastante poco disciplinado en relación a tener un horario. Siempre estoy leyendo, eso sí. Puedo estar sin escribir, pero no sin leer. Eso es por puro placer, un acto reflejo que siempre hago en los tiempos muertos. Si tengo que hacer un trámite, me ha pasado llegar al lugar con el libro y no con los papeles necesarios. Las oficinas municipales, los bancos, son excelentes lugares para leer.

-Las nuevas tecnologías y las redes sociales, ¿creés que modificaron la producción literaria y su publicación?
-Diría que, si lo afectó, fue positivamente, ya que demostró que cualquiera puede escribir. Antes un escritor era alguien que publicaba un libro, pero los blogs permitieron conocer a gente muy buena que no tenía posibilidad de publicar. Fue algo muy democratizador.

-Por último, ¿cómo ves el panorama actual de la literatura latinoamericana después de los estertores del boom latinoamericano?
-Creo que el boom actualmente le interesa más a los editores que pueden ganar dinero con eso. No porque haya que renegar con el boom, pero ha pasado mucho tiempo y han aparecido tantos buenos escritores, que creo que el boom latinoamericano pasó a ser más una referencia. Me parece que hoy se habla más de Bolaño y su fuerte influencia en la literatura actual. Algo parecido a lo que pasó con García Márquez y el realismo mágico. Latinoamérica siempre está saludable en lo que es literatura. Hace diez años que doy talleres y siempre me entusiasma seguir viendo a jovencitos con el tanque de combustible lleno de buenas búsquedas. Es algo que no para, siempre van a seguir surgiendo buenos escritores. De ahí que se hagan famosos ya es otro tema, que no es literario.

Publicado en La Primera Piedra

 

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