Pioneros de la crónica chilena

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Algo ocurría en el cielo. Una luz brillaba entre las nubes con más fuerza de lo normal y avanzaba a una velocidad imposible de replicar. Las nubes de Los Andes estaban cargadas de agua. De pronto se veían relámpagos. Hasta que “un trueno insólito avisó” y cayó en la casa de campo de don Nicolás de la Cerda, no un rayo, “que es menos temible por su recta dirección, sino una centella…”, se lee en el registro del fenómeno natural titulado Cae un meteorito y publicado el 19 de enero de 1815, en la Gaceta del Gobierno de Chile.

El texto, de autor anónimo, es uno de los primeros antecedentes de la crónica en el país, en el siglo XIX, y ahora abre la Antología de la crónica periodística chilena (1813-1881). El libro es una publicación inédita que muestra el origen del periodismo nacional. Una labor que fue realizada por el historiador Gonzalo Peralta y el periodista Juan Cristóbal Peña, en una coedición entre editorial Hueders y la Escuela de Periodismo de la Universidad Alberto Hurtado.

“Curas, soldados, viajeros y aventureros utilizan la crónica como ejercicio que fija la existencia en la palabra escrita”, apunta Peralta en el prólogo. “Gracias a la prensa, la cultura letrada ya no será el patrimonio exclusivo de unos pocos ojos privilegiados”, agrega para luego dar paso a cerca de 50 crónicas divididas por temas: catástrofes, territorio, política, guerras y sociedad. El volumen abarca 70 años y cierra con los sucesos de la Guerra del Pacífico.

Muchos escritos son anónimos, pero también se pueden leer crónicas de Charles Darwin, Claudio Gay, Domingo Faustino Sarmiento, José Joaquín Vallejo (Jotabeche), Vicente Pérez Rosales y Benjamín Vicuña Mackenna, quien escribe sobre el incendio de la Iglesia de la Compañía de Jesús, en 1863.

“Vista desde esta época, la literatura y la historiografía chilena, surgen con las crónicas. Los primeros libros escritos en el país son crónicas”, comenta Peralta en la Biblioteca Nacional, lugar que visitó durante dos años en busca de los escritos para completar Antología de la crónica periodística chilena, que ya se encuentra en librerías.

La Aurora de Chile abrió las puertas de la escritura social. Pero por cada década del siglo XIX nacieron y desaparecieron medios escritos. Por esos años están presentes El Araucano, El Progreso, La Clave, La Tribuna, El Independiente, El Nuevo Ferrocarril, La Semana, entre otros. Sin embargo, son medios, en su mayoría, controlados por grupos políticos. La creación de El Mercurio de Valparaíso, en 1827, fue crucial: por su vocación comercial logró profesionalizar su labor y distribuirse internacionalmente.

“Con La Guerra del Pacífico la prensa chilena se pega un salto gigantesco. Primero es un hito histórico evidente y es cuando se produce el proceso de Pacificación de la Araucanía y Chile se expande. Desde ese periodo la prensa se vuelve moderna, porque hay una gran demanda de la población, la prensa debe adaptarse a un ritmo informativo mucho más eficiente. Ahí nace la figura del corresponsal”, señala Gonzalo Peralta, quien ya finalizó el segundo volumen de la Antología de la crónica periodística chilena. El ejemplar estará disponible antes de que finalice el primer semestre y va desde 1881 hasta 1932. Ahí escriben, por ejemplo, Carlos Silva Vildósola, Vicente Huidobro y Joaquín Edwards Bello. El proyecto abarca cuatro tomos y finalizaría con escritos de inicios del siglo XXI.

En esta última década, la crónica como género del periodismo se ha vuelto de mayor interés entre los lectores. “La crónica saca al periodista de la pantalla del computador y lo devuelve a la calle, que es donde debiera estar la mayor parte del tiempo. Lo saca a respirar, a mirar, a ser testigo”, comenta Juan Cristóbal Peña. (ver recuadro).

Valor testimonial

Viajes, incendios, terremotos, guerras y funerales son hechos que se registran en la prensa. El 20 de febrero de 1835 ocurrió un terremoto en Concepción. El naturalista inglés Charles Darwin escribió una crónica, publicada cuatro años después en El Araucano, en marzo de 1839. “De repente una estupenda convulsión cubrió la tierra de ruinas. En menos de seis segundos, la ciudad era un montón de escombros”, anota y luego detalla: “Pálidos y trémulos, cubiertos de polvo y sudor, corrían de un lugar a otro”.

Dos meses después de ese terremoto, en el mismo diario, el historiador francés Claudio Gay publicó Exploración por la Araucanía, donde no solo se refiere a la flora y fauna de la zona, sino además a su encuentro con los mapuches. Allí dice que dejaron de tener desconfianza en él cuando se dieron cuenta de “mis observaciones barométricas e higrométricas”, escribe.

Por esos años, en 1837, un autor anónimo dejó anotado lo que vio en el funeral de Diego Portales. “Multitud de gentes venía a todas horas a dar el último adiós al ilustre mártir del orden social”, dice el texto recogido en la Antología de la crónica… que incluye escritos sobre la colonización alemana en Valdivia, por Vicente Pérez Rosales; el funeral de los hermanos Carrera, cuando sus cuerpos son repatriados a Santiago después de ser ejecutados en Mendoza, así como la llegada de los chilenos al Perú.

“Cuando este artículo llegue a la capital de Lima, ya flameará en sus torres, fortalezas y edificios públicos la bandera chilena”, se lee en Espionaje en la Guerra del Pacífico, publicado en enero de 1881 en El Nuevo Ferrocarril, por un firmante anónimo.

“Uno a través del cronista de cierto modo fisgonea, el cronista es intermediario entre los hechos y el lector. Eso le da una inmediatez y un valor testimonial único, que es distinto a la ficción. Además, la crónica tiene un afán estilístico, entonces tiene ese gancho de la belleza”, dice Peralta.

Publicado en La Tercera
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