Entrevista a Oscar Németh: «América Latina tiene para contar su identidad desde la oralidad»

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El actor, dramaturgo, docente y creador del Organillero Cuentacuentos, de vasta trayectoria en el ámbito escénico y dedicado a la narración oral por más de 30 años, regresó hace pocos días de Santander, Colombia, donde participó, junto a artistas locales e internacionales, del 5° Encuentro Internacional de Narradores Orales.
Oscar Németh dialogó con El Esquiú.com sobre su experiencia en unos de los encuentros de narradores más importantes de Latinoamérica, donde compartió durante siete días con artistas y «especialistas en historias infantiles” de Argentina, Brasil, Uruguay, México, Venezuela y desde Colombia acompañaron narradores de Bogotá, Cúcuta, Tunja, Itagüí y Bucaramanga.
Ante la diversidad cultural de este encuentro ¿Cuál fue tu experiencia en Colombia?
Es la primera vez que voy a un evento que es más rural, turístico y con un clima social distinto. Ellos tienen una fuerte tradición de teatro popular, de experiencias de narración oral. Además, las personas del pueblo están ávidas de esto y es muy intenso lo que pasa durante todo el encuentro. En una escalinata de la casa se juntaron más de 1000 personas que tenían ganas de escuchar a los narradores; es algo que resultó extraño en cuanto a la avidez por participar y escuchar. Tenían mucha ansiedad y cuando había alguna interacción con el público, todos participaban. Casi todo el encuentro se realizó al aire libre, rodeado por un clima muy interesante.
¿Qué pudiste destacar de este encuentro?
Fue intenso, en el sentido de que los narradores colombianos eran muy jóvenes, muy metidos dentro del tema de la narración, de la difusión de la oralidad como una cultura, que está dando una respuesta distinta a la tecnologización y globalización. Mientras que los invitados de los otros países casi todos éramos personas más grandes y con más años de profesión.
¿Los narradores tuvieron la oportunidad de juntarse y discutir sobre las problemáticas de la profesión? 
Sí, en los momentos de descanso teníamos la posibilidad de encontrarnos y discutir mucho sobre cuán diversa es la cultura latinoamericana desde Argentina hasta México. Hay climas, sociedades, conformaciones, economías y tradiciones totalmente distintas, pero a la hora de discutir la problemática que tiene que ver con nuestra profesión nos encontramos con que son similares y que América Latina tiene para decir, contar y  hablar de su identidad desde la oralidad. La escritura da cuenta de una cultura desde hace relativamente poco tiempo para lo que es la historia latinoamericana.
¿Cuáles fueron puntualmente esos puntos de debate?
Estuvieron presentes como punto de debate los aspectos culturales en los que nosotros nos basamos para defender la oralidad como el lenguaje o modo de comunicarnos en la sociedad. Y todos vivimos más o menos los mismos problemas, entendiendo que la tecnologización es abrumadora. Otro de los puntos de debate fue cómo representar la diversidad. Por ejemplo, yo que hago una suerte de personaje del organillero que narra, que lo traigo del pasado y lo cuenta como lo contaba mi abuelo, todo eso les pasa a otros narradores. Entonces, los personajes que traen para narrar tienen otros modos culturales, incluso lenguajes muy particulares, que es más o menos lo que me pasó con uno de los chicos de una región de Colombia, al que si uno no está muy atento, se pierde el contexto de la narración. Hablan con el dialecto de esa región; lo mismo nos pasaría con las culturas más mezcladas, como el quichua o guaraní en el Litoral. Entonces eso que tiene que ver con la diversidad de nuestro idioma, la amplitud y lateralidad que tiene nuestro modo de entendernos en la oralidad ya está desapareciendo. La comunicación tecnologizada nos obliga a interpretar, reinterpretar y malinterpretar. En cambio, cuando uno comparte la oralidad llega hasta el límite donde puede llegar mi voz y la mirada.
¿Te resulta difícil hacer este tipo de encuentros en la provincia?
 Posiblemente los mecanismos, que en otros lugares como Tucumán, donde es común que a uno se le ocurra producir un encuentro de esta naturaleza y que haya un mecanismo social que funcione y una gestión que acompañe, es más común. En Catamarca uno se encuentra con algunas dificultades burocráticas y algunos problemas económicos, dado que no hay particularmente un presupuesto destinado para estos eventos. Cuando se habla de la cantidad de dinero que se invierte para el Festival de Poncho, a uno también le gustaría que eso tenga una dinámica social un poco distinta. Es entendible que esa inversión sirve culturalmente y turísticamente, pero debería pasar otras cosas, que tal vez no sean tan masivas como en este caso.
¿Tenemos público para el teatro popular?
No me he encontrado con un público reacio o que la sociedad no participe, pero sí me he encontrado con la dificultad de comunicar, de hacer saber que esto existe y funciona. El año pasado (los narradores) nos hemos juntado en el Calchaquí, donde vivimos dos experiencias muy lindas y espero que este año con el Festival de la Palabra tenga eco esta posibilidad.
¿Qué actividades tenés en agenda para los próximos días?
El 8 de junio participo del evento «Que Rosario Suene a Cultura”, un encuentro de narración oral que dura 20 días. Otra de las actividades en las que estoy trabajando es poder conseguir fondos para restaurar el Centro Cultural ubicado en Villa Dolores. Es una vieja fábrica de dulces que se llamaba Polcos y que tiene una riquísima historia y cultura de la región.

 

Publicado en El Esquiu
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