Kandler, artista del pueblo

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Era crítica sin alzar la voz. Su sátira era tan fina como las plumas con las que dibujaba sus caricaturas, cada domingo en las páginas de Opinión de La Nación.Ricardo Kandler era un artista plástico completo, punzante cuando la realidad noticiosa de Costa Rica y el resto del mundo lo ameritaba.

Siempre fue esquivo a los reflectores y prueba de ello son sus escasas fotografías. Su forma de manifestarse era a través de sus trazos, muchos de ellos de fuerte ataque a la política. Se fue demasiado rápido, tenía apenas 62 años.

Este domingo se secó la tinta, esa que tantas veces vertió en su espacio El mundo de Kandler, que se publicaba en La Nación. El legado de este artista plástico, caricaturista e ilustrador queda en miles de páginas del diario, en la retina de quienes le siguieron y en los cuadros originales repartidos entre sus amigos. «No hay vuelta de hoja, pero fue un gran viaje».

Kandler comenzó a trabajar en La Nación a sus 23 años.  Pasados cinco meses de formar parte de la línea editorial gráfica de la publicación, su trabajo destacó y en el suplemento semanal  Áncora se retrató en letras quién era aquel joven prodigio.

Descubrió su habilidad para el dibujo durante sus años de colegio cuando estudiaba en el Conservatorio Castella (donde también se vio seducido por la guitarra y el violín) y aunque en la universidad se decantó por la carrera de Arquitectura, al poco tiempo se dio cuenta de que no era lo que lo hacía feliz.  Su técnica favorita para ilustrar fue la plumilla y aseguró en una entrevista con la Revista Dominical el 23 de febrero de 1992 que sus musas llegaban a visitarlo por las mañanas.  «A esa hora es cuando más dibujo», comentó en esa ocasión este hombre talentoso, pero de muy pocas palabras.

«En mis dibujos no hay proceso previo de selección de temas, simplemente voy haciendo trazos.  Tampoco pinto para liberar tensiones o volar mi personalidad en el papel.  Solo me gusta», le explicó a la periodista Larissa Minsky.

Kandler era hijo de un alemán y de una costarricense.  De niño vivió frente al mar y fue un eterno enamorado del cuento Alicia en el país de las Maravillas; se sentía identificado con aquella oruga tranquila que se sentaba sobre un hongo a fumar.

Con el pasar de los años el reconocimiento de sus trazos fue en aumento pero, fiel a su forma de ser y de vivir, Kandler evitaba hablar de sí mismo y prefería dibujar.  Sin embargo, el gremio se encargó de reconocer su aporte.

«Las caricaturas del arista plástico Ricardo Kandler Sancho desafían al lector. El mundo de Kandler, con más de una década de publicarse, conforma un espacio distinto, en cuanto a humor gráfico se refiere», escribió Ana Sánchez Molina en el libro Caricatura y prensa nacional, que se publicó en el 2002.

A esta descripción se le suma la del crítico de arte Juan Bernal Ponce: «Son imágenes compuestas por signos emblemáticos: ángeles, papalotes, sirenas, globos terráqueos.  Las combina de tal modo que su conjunción produce situaciones que llevan a elucubrar innumerables soluciones e interpretaciones. Ninguna es cierta, todas son posibles», comentó el crítico en una referencia que se hace sobre el artista en dicho libro.

«Siempre fue la representación del artista del pueblo, reflejaba en sus creaciones lo que sentía la sociedad y ahí es donde radica la importancia de su trabajo. Su ilustración y línea gráfica fueron sencillas pero grandes en ironía sobre lo que pensábamos la mayoría de las personas en los diferentes momentos de la vida como sociedad», dijo Jessenia Araya, diseñadora web quien trabajó al lado de Kandler durante ocho años en La Nación. 

En el año 2013, como parte de la Feria Internacional del Libro, se presentó una exposición compuesta por 40 de las obras de Kandler en la Casa del Cuño.

«No tengo ninguna receta para hacer mis dibujos. Es algo, quizá, más natural», le dijo el artista a La Nación, como detalle de su exposición en el marco de la feria.  Era un hombre de pocas palabras, según se detalló en el momento de la publicación.

Reacciones. «Para La Nación fue un privilegio conseguir durante tantos años que la voz crítica de Ricardo Kandler llegara a todos los costarricenses. Su obra es de las más importantes en el dibujo y la caricatura crítica nacional. Fue además un gran amigo y todos lamentamos muchísimo su pérdida», Armando González, director del diario.

«Kandler fue una persona muy amable y misteriosa.  Roquero 100%, siempre hablábamos de la música.  Tenía un sentido del humor muy fino y lo reflejaba en sus dibujos muy vanguardistas con un estilo muy espontáneo y de contenido conceptual muy crítico», comentó William Sánchez, ilustrador y diseñador de La Nación y que trabajó con él durante 15 años.

«Siempre fue de un pensamiento crítico muy analítico y también surrealista, eso es muy importante», expresó Carlos Arroyo, profesor de la Universidad de Costa Rica e integrante del grupo de humor gráfico La Zarigüeya. «Dentro de lo analítico no cabe nunca lo surrealista, pero de repente en este país tan impredecible el surrealismo se convierte en un tema vital para el señor Kandler. Siempre lo fue. Un surrealismo poético y bellísimo. Usted en medio de la poesía podía encontrar una crítica social muy fuerte».

¿Qué lo diferenció? «La soltura», agregó Arroyo. «Él nunca fue complaciente. Él no andaba haciendo una estética complaciente, sino una propia… una cuestión muy particular. Es una enorme pérdida para el país y para el planeta, porque fue una persona conocida en muchos ámbitos y un gran artista».

El artista se pensionó en el 2016 tras más de cuatro décadas de trabajo.

A la sorpresa de la repentina muerte del artista se unió Eduardo Ulibarri, director de La Nación desde 1982 hasta el año 2003. «Ricardo ha sido el mayor intelectual de la caricatura que ha tenido Costa Rica por lo menos dentro de lo que mi memoria recuerda. Yo creo que él tuvo un humor sumamente fino», dijo Ulibarri.

Sobre lo que trataban sus ilustraciones, Ulibarri agregó: «A veces un poco crítico extraño pero que lograba llegar a los puntos más neurálgicos de temas que trascendía los simples acontecimientos noticiosos y que tenían que ver más  bien con condiciones del país, condiciones de las personas y condiciones del mundo. Su capacidad de síntesis conceptual transmitida a las caricaturas, a mí me parece que no ha tenido parangón aquí en Costa Rica».

«Eso lo diferencia radicalmente de otros caricaturistas muy buenos que tiene el país. Estaba en otra dimensión, en otra categoría. Nos quedamos sin una voz y sin un referente de humor agudo de gran perspicacia analítica para referirse a los hechos del país de forma sistemática», agregó.

«La obra de él, en gran medida, no ha tenido mayor impacto en Costa Rica porque él siempre se negó a tener una exposición, a que hubiera como un libro sobre su obra. Esa especie de retraimiento deliberado que él tenía indudablemente condujo a que su obra no tuviera todo el impacto que se merecía, pero yo creo que ese impacto se puede rescatar incluso después de su muerte», concluyó Ulibarri.

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