El hip-hop y el poder de la cultura para la transformación social

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Rebeca Grynspan – Secretaria General, SEGIB*

El pasado 28 de octubre de 2016, 12 bailarines tomaron el escenario del Teatro Heredia en Cartagena de Indias como parte de Recital Colombia 2016, el programa cultural de la XXV Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, en torno al tema “Juventud, Emprendimiento y Educación”. Nunca antes se había presentado una coreografía de hip-hop ante un Rey y un grupo de Presidentes. La elección del espectáculo no fue fruto del azar, sino reflejo de uno de los pilares que actualmente impulsa la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB): la cultura como instrumento de inclusión y transformación social.

La cultura entendida en sentido amplio, como la forma en que convivimos e interactuamos como sociedad. El hip-hop nació de la experiencia cotidiana de las zonas urbano-marginales. Es la expresión de jóvenes que viven en la periferia física, pero a menudo también en la periferia social. Los 12 bailarines de Recital Colombia 2016 aprendieron a bailar en las calles, en medio de la violencia y la exclusión de los barrios más difíciles de las grandes urbes colombianas. Su infancia y su adolescencia estuvieron marcadas por vivencias extremas.

“La danza me salvó la vida”, nos dijo uno de ellos, mientras nos narraba cómo habían muerto sus amigos más cercanos por tensiones entre pandillas y a causa de las drogas. El hip-hop fue para él, como para incontables jóvenes en todas partes del mundo, una cuerda de rescate, una forma de expresarse contra la violencia y tender puentes con el resto de la sociedad.

El proyecto transformó la vida de esos 12 bailarines, permitiéndoles profesionalizar su talento y desarrollar su arte. Les dio posibilidades de expresarse pero, aún más importante, les dio la oportunidad de ser escuchados. Porque no se trata solo de
que cada quien tenga una voz, sino de que todos los miembros de una sociedad seamos capaces de establecer una conversación, respetando nuestra idiosincrasia, celebrando nuestra diversidad.

No necesitamos iniciativas para incluir a los iguales. Necesitamos iniciativas para incluir a los diferentes, a quienes habitualmente no se ven como miembros de una misma comunidad. La exclusión social quiere decir invisibilidad. No hay peor forma de discriminación que no ser tomado en cuenta, que no reconocer el aporte que cada uno realiza. Apostarle a la cultura quiere decir apostarle al reconocimiento mutuo entre todos los integrantes de la sociedad. No basta con tener expresiones artísticas y culturales, hay que promover la inter-culturalidad y la consciencia de que cada quien reúne múltiples identidades y pertenece, simultáneamente, a diversos colectivos. Somos iguales en nuestras diferencias, por eso somos capaces de forjar una visión y un proyecto común de sociedad.

Estos son los valores que promovemos en la Comunidad Iberoamericana y son los valores que nos unen a la Comunidad Europea y la Fundación EU-LAC. Es mucho lo que las instituciones pueden hacer en esta dirección. El primer paso es reconocer y apoyar las expresiones culturales que espontáneamente surgen en la sociedad, dejando de lado los prejuicios y las barreras invisibles que nos impulsan a dividir la llamada “alta cultura” de la “cultura popular”. Existe cultura, sin apellidos.

La dotación de recursos al sector cultural es también un elemento indispensable. La cultura aporta en torno al 5.5% del Producto Interno Bruto de los países iberoamericanos. Es justo reflejar esa aportación en una institucionalidad cultural cada vez más fuerte y en asignaciones presupuestarias acordes.

Como hemos dicho muchas veces: invertir en cultura es invertir en paz, es invertir en seguridad ciudadana, en estabilidad social y en bienestar. Asimismo, debemos continuar impulsando la cooperación internacional en esta materia. Iberoamérica se precia de haber construido una excelente plataforma de cooperación cultural, con 14 programas e iniciativas de alcance regional y una pluralidad de iniciativas de Cooperación Sur-Sur a nivel de los países. Más del 70% de los beneficiarios de los programas culturales iberoamericanos son personas jóvenes. Desde bailarines hasta cineastas, desde historiadores hasta bibliotecólogos, nuestros proyectos les permiten construir comunidad más allá de las fronteras.

Finalmente, debemos dar espacio para que los propios ciudadanos y ciudadanas desarrollen sus ideas. Las instituciones del futuro deben ser abiertas y responsivas, capaces de escuchar pero también capaces de involucrar y hacer partícipe a la ciudadanía. Desde la SEGIB hemos venido promoviendo con éxito los Laboratorios de Innovación Ciudadana, donde voluntarios de decenas de países trabajan directamente en la solución de problemas comunitarios, valiéndose de la tecnología y echando mano de múltiples disciplinas. También hemos establecido la plataforma CIVICS (http://www.viveroiniciativasciudadanas.net), en que inventariamos miles de iniciativas ciudadanas en distintas ciudades iberoamericanas, tanto mega-ciudades como municipios de menor tamaño. Al fin de este año contaremos con 30 ciudades mapeadas y una red que articula en torno a 25,000 actores en innovación ciudadana en toda la región.

Esperamos seguir trabajando en esta línea, en colaboración con la Fundación EU-LAC y con todos nuestros socios y aliados que creen, como nosotros, que la cultura encierra el secreto de una mejor convivencia ciudadana. No hay mejor símbolo de esa convivencia que un hip-hopper saludando al mandatario de un país.

*Publicado en el Boletín de la Fundación Unión Europea-América Latina y el Caribe (EULAC) – Julio de 2017
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