Vagamundos

1.688

Por Daniel Cholakian – Nodal Cultura

Blanca Domenech escribió Vagamundos, a la que considera la primera de su obras, hace varios años. En 2009 fue ganadora del Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de España. Sin embargo, la obra no había sido representada hasta este año. Fue Carlos Ianni, director general del CELCIT, quien propuso por primera vez a Domenech poner Vagamundos en escena.

En la sinopsis de la obra, que escribió la autora para la presentación en Buenos Aires, se lee “creada desde el inconsciente, Vagamundos es un viaje sin ruta prefijada, cuya primera espectadora era yo misma al tiempo que la escribía. Con ello no quiero decir que se trate de puro albedrío, sino un ejercicio de confianza en la propia historia, dejando que se active desde un lado más intuitivo e irracional. Quizá por ello, los elementos más dispares convergen imprevisiblemente, dando pie a lecturas muy diversas y multiplicando las posibilidades de enfocarlo en la escena”.

La obra puede asumirse como lineal, pero debe aprovecharse a partir de los muchos espacios en blanco que propone. ¿Cómo llega Max a una isla desconectada del mundo exterior, en una noche de invierno? ¿Qué lo mueve a buscar a su hermano a quien hace años que no ve? ¿Quiénes son los personajes que habitan esa isla? ¿Desde qué tiempo interpelan al presente?

El campo de lo utópico, pero también el de lo fantasmagórico, es el lugar donde viven estos Vagamundos. La obra construye una lógica que pone en cuestión a la propia historia del hombre que llega a un lugar desconocido y cuyos esquemas chocan absolutamente con los de quienes lo habitan. Es allí donde el espectador debe poner en duda las afirmaciones y las identidades que cada uno dice tener. En la duda, no en las certezas, es donde la visión de la obra se enriquece.

La puesta en escena trabaja sobre esta construcción. La aparición de los personajes laterales desarticulan la lógica espacio temporal que la obra parece sostener. La escenografía construye un fuera de escena que puede abarcar cualquier imaginario, y la iluminación sostiene construye una realidad difuso y engañosa.

Nodal Cultura conversó con Blanca Domenech, autora de Vagamundos, y con Teresita Galimany y Mario Mahler, dos de sus protagonistas.

¿De dónde surge Vagamundos?

BD: Es difícil explicar de dónde surge. Creo que es una obra que responde más una necesidad artística que a un objetivo concreto. Si te refieres a la idea de esta suerte de refugio que es la isla, es porque yo viví durante una temporada en una isla española que es Menorca, y creo que viene de ahí, aunque la obra se distancia muchísimo de lo que fue mi experiencia en el lugar. Ni yo misma puedo llegar a explicar de dónde nace esta obra.

Creo que finalmente surge de mi necesidad de hablar de la huída de la sociedad actual, tan masificada, y de encontrar un lugar casi de utopía, en el cual se pueda crear una sociedad alternativa. Eso que sí creo que viene del mundo del hippismo (como refiere el texto que escribí y es parte de la sinopsis de la obra), que está en el planteo de la obra. Se plantea el choque entre esa forma de pensamiento muy radical, que ataca directamente el sistema actual, con el personaje de Max, que entra en la isla tratando de imponer lo que es la sociedad del presente. Pero me parece que la obra lo que pretende es dejar esto abierto a que el espectador de cuenta de lo que vive con la obra, más que lo que yo puedo contarle a él.

Hay evidentemente un espacio simbólico que se construye en el texto, mucho más que físico. ¿Qué intenta hacer Max allí en ese espacio?

MM: Aparentemente, Max llega a la isla buscando a su hermano que hace 10 años que se fue de la casa paterna. Le sigue el rastro y llega hasta allí. En esa isla se encuentra con gente que tiene otro tipo de vida, totalmente distinta, gente totalmente desconfiada. Él entra con todo el bagaje de su posición capitalista, intenta arreglar todo con dinero y la gente se le ríe en la cara. El va a buscar a su hermano y, poco a poco, empieza a encontrarse a sí mismo. Y parece ser que no es un encuentro muy agradable para él.

¿Cómo es y funciona ese espacio al que llega Max?

TG: En lo físico, la obra plantea que es un lugar al que la gente no llega más que en verano. Ocasionalmente algún turista con un yate que pueda amarrar allí. Es un lugar que no tiene electricidad. Es un lugar de una vida muy aislada. Conscientemente se ha buscado que sea así, que no llegue prácticamente nada del exterior. Es un espacio más meditativo y contemplativo, donde todo lo que sucede en el mundo es muy lejano. Ni siquiera es muy lejano, es absolutamente ajeno.

Nosotros tenemos cuatro personajes en esta isla y algunas zonas muy misteriosas. De esos cuatro personajes, dos compartimos abiertamente un lugar de la isla. Creo que somos fundadores de esta alternativa a la vida que Max representa y no queremos. Los otros dos que están allí, pero que son más misteriosos, no parecen vivir en el mismo refugio. Yo creo que la escritura de Blanca te deja todo abierto, te da algunas señales para que vos completes la historia. Va planteando algunas cuestiones y el espectador termina armando todas las peripecias de Max, y qué pasa con estos seres que viven allí.

Vagamundos recibió en 2009 el premio Calderón de la Barca ¿cuántas representaciones previas a esta ha tenido?

BD: Ninguna. Esta es la primera vez que veo esta obra en escena. De hecho que cuando Carlos Ianni me comentó que quería dirigir esta obra me sorprendió mucho. Yo le había enviado todas mis obras y Vagamundos es prácticamente mi primera obra. Aunque tenía algunas obritas escritas, esta es como la primera de todas. Gracias a ese premio yo comprendí que este era mi camino, lo mismo que por el proceso de disfrute que yo viví al escribirla. Es para mí una obra muy querida. Es una obra que fui creando desde la propia incertidumbre, es una obra que me sorprendía cada día.

Cuando Carlos me dijo “quiero montar Vagamundos”, me quedé sorprendida porque no es fácil, es muy literaria, es larga –aunque ellos han hecho una versión reducida muy acertada, que va a la esencia- y me llevé una grata sorpresa al verla en escena. Es más, tuve la sensación de que fue un milagro, ya que siempre pensé que era la más difícil. Su propuesta me sorprendió y me alegró. Así que esta es la primera vez que la veo en escena. Es un estreno mundial en Buenos Aires.

¿Cómo funcionó entonces el paso del tiempo desde que has escrito la obra hasta esta puesta?

BD: Fue un salto maravilloso, porque me ha permitido reencontrarme con mis inicios. Creo que en estos momentos lo necesitaba. Desde que escribí Vagamundos hasta el día de hoy he desarrollado mi carrera hacia otros lugares muy distintos. He escrito de formas muy diferentes. Esto me permitió recordar porque escribo. Es muy bonito e importante para mí reencontrarme con la obra.

¿Cómo fue trabajar con Carlos Ianni para poner este mundo extraño y apartado?

TG: Yo trabajé muchas veces con Carlos y tal vez la mirada de Mario sea algo más objetiva, ya que para él es la primera vez. Carlos es sumamente tranquilo para trabajar. Te guía, pero te permite descubrir, encontrar, transitar. Si no lo lográs, va encontrando la manera de hacerte ver otros caminos para tu propia creación. Jamás trabajamos con un clima malo, esta manera de compartir el trabajo es una maravilla.

MM: Una de las cosas que me maravillo de Carlos fue que me avisó un año antes de que empezáramos a trabajar. Yo estaba haciendo una obra en el CELCIT y alguna vez lo vi en entre el público. Al día siguiente me mandó un correo electrónico preguntándome si tenía un proyecto para el año siguiente. Como yo no tenía nada planeado, me mandó la obra. A mí me encantó de entrada, y por supuesto le dije que sí. Pasado ese año de espera, la primera vez que nos juntamos nos dijo “Yo no soy de hablar mucho. Si lo que hacen está bien, no digo nada. Si hay algo que no me parece que está bien, entonces les digo”. Y realmente todo el proceso fue fantástico. Yo trabajé todos los días, de lunes a viernes, porque estoy en todo momento en la obra. Es verdad lo que dice Teresita, es un tipo sumamente tranquilo, muy respetuoso del proceso creador del actor.

TG: Pero también nos tomamos tres meses de ensayos diarios, lo que para el off y las condiciones en las que trabajamos, es mucho tiempo. Eso permitió ahondar y llegar al estreno con bastante solvencia.

Una isla y un escenario tienen algo de coincidente. ¿Cuánto la propia naturaleza del escenario, incluso este del CELCIT que tiene dos frentes, ayuda a la idea de lo aislado, y cuánto construyen ustedes con la puesta en escena la idea de la isla y lo aislado?

MM: Hay que resaltar el trabajo de Alejandro Mateo en la escenografía que es extraordinaria y la iluminación de Soledad Ianni que genera un espacio muy bello…

TG: …y crea ese clima de aislamiento. Ayuda un montón a partir de un juego de transferencias, luminosidades. Trabaja mucho entre lo que se percibe, lo que no se percibe, lo que es claro, lo que nos es claro, lo que es más onírico. Aporta distintos planos, es muy bello y quedó muy bien resuelto.

¿Cómo autora qué te aporta el trabajo de la puesta que comentan Teresita y Mario?

BD: Sinceramente las diferentes perspectivas que propone la puesta en escena encajan muchísimo con el texto. Porque lo que está ocurriendo en la obra se abre y se empieza a desplegar un imaginario que puede mirarse desde muchos puntos de vista. El hecho de que la misma sala tenga esas múltiples perspectivas y la duplicación de la mirada, potencia lo que está en la obra. De hecho invitaría al espectador que la vea una vez desde un punto de vista y luego desde el otro.

¿Cómo fue que le enviaste tus trabajos a Carlos Ianni? ¿Conocías el CELCIT?

Si te lo cuento, no te lo creerías. Creo que encaja perfectamente con la obra. En Vagamundos hay una búsqueda de romper los esquemas utilitarios actuales en los que parece que todo ocurre por un interés. Si algo hace esta obra es romper esa idea y se arriesga a buscar algo aleatorio, que no sabes ni siquiera cómo ha ocurrido y que seguro tiene una lógica que no alcanzamos a entender, pero que se está moviendo. Parece que queremos controlar la realidad y es que la realidad tiene unas leyes que nosotros no comprendemos. Y con esto pasó igual.

Yo suelo escribir para una revista que se llama “Primer acto” que tiene bastante difusión por Latinoamérica. En uno de los números escribí un artículo sobre las zonas oscuras de la realidad en el teatro. Un día vi en el facebook que Carlos Ianni había puesto una frase del artículo y una foto mía –yo lógicamente si sabía del CELCIT- y entonces me sorprendí mucho. Resultó que Carlos había leído este artículo y le había llamado la atención esa frase. Entonces le escribí, le agradecí y a partir de ahí empezamos a conversar. Así fue que me pidió las obras y las leyó. Entonces me escribió un día y me dijo “voy a montar Vagamundos”, y como dijo Mario, me avisó un año antes.

¿Cómo les suena a ustedes, Teresita y Mario, que haya alguien joven como Blanca proponga una vuelta a la idea de la utopía?

TG: A mí en un punto me resultó un territorio muy familiar, justamente por nuestra cercanía generacional a ese sueño. Me produjo como un reencuentro, como un deja vú. Como un “epa! Pero esto pueden ser nuestros seventies!”

MM: A mí me hizo volver a escuchar a King Crimson, Porque me acordé de “Formentera lady”, de Isla de Wight. Me llevó directamente a los setenta.

Vagamundos – Domingo 19:00 hs – CELCIT – Moreno 431 – Ciudad de Buenos Aires

De Blanca Doménech
Con Teresita Galimany, Magalí Sánchez Alleno, Mario Mahler, Juan Olmos y Enrique Cabaud
Escenografía y vestuario: Alejandro Mateo
Iluminación: Soledad Ianni
Música: Osvaldo Aguilar
Asistente: Mariana Arrupe
Dirección: Carlos Ianni

También podría gustarte