Arquitectura e identidad

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Casas de Pindú, patrimonio

La Secretaría Nacional de Cultura dio a conocer la Resolución SNC Nº 621/2017 por el cual se declara Bien de Valor Patrimonial Cultural al conjunto de quince viviendas proyectadas por el arquitecto Genaro Espínola Tami, más conocido como Pindú, en Asunción.

De acuerdo al dictamen de la Dirección de Patrimonio Cultural Nº 28/17, la directora de Bienes Patrimoniales, arquitecta María Luisa Blanes, recomienda la declaración ya que la obra de arquitectura se reconoce como hito urbano y deja de ser un espacio neutro para ser un lugar.

Las mismas son: Casa Turtola (Avda. Mcal. López c/ Trifón Benítez Vera), casa Gruhn (Mcal. López esq. Zanotti Cavazzonni), casa Plate (Cap. Ruy Díaz de Melgarejo c/ Souza), casa Matalón – actual casa Benítez (España casi Brasilia), casa Peroni (Mcal. López c/ Pedro García), casa Pazos (Cap. Figari c/ Manuel Domínguez), casa Musi (Dr. Esculies c/ Rafaela Machaín de Guanes) y casa Espínola (Dr. Telmo Aquino 4085.

También fueron declaradas patrimonio la casa Kostianovsky (Avda. República Argentina esq. Alfredo Seiferheld), casa Ferreira Falcón (Mcal. López esq. Bélgica), casa Federer (Luis de Morales c/ Ricardo Brugada), casa Martínez Trueba (Avda. San Martín esq. Agustín Barrios), casa Martínez (Boggiani esq. R.I. 4 Curupayty), casa Casco Bachen (Dr. Brugada esq. Diego de Silva y Velázquez) y la casa Stadecker – casa Aldave (España c/ Venezuela).

El dictamen dice que la obra del arquitecto Genaro Pindú (1946-1993) se carateriza por un fuerte contenido formalista, un estilo de pensamiento creativo estructurado según ciertas reglas o normas de uso constante y continuo. El aporte de Pindú puede ser evaluado, tanto en el orden arquitectónico y urbano – ambiental como en el ámbito del diseño de la plástica.

Publicado en ABC

Arquitectura paraguaya

El arquitecto Pindú es uno de los artistas plásticos más destacados de los últimos tiempos y sus viviendas, desde el punto de vista “formal”, merecen elogios.

La cultura es la particular forma de ser y de hacer de un pueblo en todos los aspectos de la vida, y el hombre a través del tiempo se ha encargado de convertir en arte todo lo que impresiona nuestros sentidos, como la música, la pintura, la escultura y la arquitectura.

Nuestro país tiene una cultura muy definida y peculiar que nos enorgullece a todos, como la música. La arquitectura no escapa al razonamiento de estas expresiones, nace como un cobijo y su rol ancestral sigue siendo el cobijo.

El espacio existencial del hombre paraguayo, donde acontece gran parte de su existencia, es “el espacio intermedio”, es decir, un espacio que no es totalmente cerrado ni totalmente abierto, como nuestras galerías, pergolados, quinchos, el centro de la culata jovái, etc.

Estos espacios intermedios donde vivimos es una persistencia profunda en toda nuestra arquitectura de todos los tiempos y podemos observarlos en toda la geografía nacional, es una persistencia que se convierte en una esencia, en una obviedad.

En este sentido y justamente en el tema de LA VIVIENDA, la arquitectura espontánea en el Paraguay es una cantera de sabiduría que responde a nuestras condiciones climáticas, espaciales, geográficas, creando una arquitectura desprovista de formalismos foráneos o aculturados. En ella el hombre paraguayo más que habitar en su interior habita en su entorno, bajo los árboles, en las galerías, en las enramadas o en un espacio central techado y desprovisto de cerramientos.

La arquitectura de los países fríos es centrípeta y se concentra hacia el centro donde esta el hogar que produce calor, nuestra arquitectura por el contrario es centrífuga, se proyecta en su exterioridad, en su entorno, desde donde se goza del cielo, la vegetación y el viento. La arquitectura paraguaya y sobre todo en el tema de LA VIVIENDA debe hacer cultura de las sombras, cultura de la penumbra, cultura del viento y del frescor.

La vivienda paraguaya tiene un sentido de introversión creciente, desde el pleno sol al interior, de la sombra de los árboles se pasa a la sombra matizada de una enramada, a la galería, al centro del culata yovái y de ahí al interior.

Las formalidades pasan, las esencias persisten, nuestra arquitectura tiene una esencia y algunas persistencias que conforman nuestra identidad y si valoramos solamente la formalidad, lo plástico en la arquitectura y lo destacamos a nivel de Patrimonio Cultural, podemos confundir a las nuevas generaciones de arquitectos anteponiendo lo meramente estético y pasajero, a lo que es el filum de nuestra cultura arquitectónica.

Debemos ahondar en nuestra esencia y nuestra forma de vivir para ir enriqueciendo nuestra arquitectura con lo que nos es más propio y apropiado.

Publicado en ABC
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