Sinfonía para Ana

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Por Daniel Cholakian – Nodal Cultura

“Sinfonía para Ana” es la nueva película de los realizadores argentinos Virna Molina y Ernesto Ardito. Ganadora como mejor película en los festivales internacionales de Moscú (Rusia) y Gramado (Brasil), esta es la primera película de ficción de la dupla, que comenzó su carrera en el año 2003 con “Raymundo”, un documental sobre la figura del cineasta militante Raymundo Gleizer, que también fue premiado internacionalmente.

“Sinfonía para Ana está basada en la novela de Gaby Meik, que fue alumna del Colegio Nacional de Buenos Aires, al que ingresó en 1974. Cuenta una historia de amor en el marco de la militancia y el descubrimiento de todo aquello que implica la adolescencia, en esa época y en ese contexto y está basado en personajes reales. Ana es Magdalena Gallardo, Malena, la alumna más joven desaparecida del Buenos Aires y que era la mejor amiga de Gaby” contó a Nodal Cultura Ernesto Ardito.

El Colegio Nacional de Buenos Aires es uno de los más prestigiosos de Argentina y se distingue por haber sido el colegio secundario por el que han pasado gran parte de la elite dirigente del país desde el siglo XIX. El edificio, ubicado en una de las principales manzanas históricas de la ciudad, adquiere en la película un sentido profundo. Los realizadores, por un lado, logran que el mismo opere como espacio atemporal, pues la imagen, que no se modifica desde hace más de 100 años, hace de aquello que ocurre adentro un presente continuo; por el otro estructuran el manejo del espacio para que pueda, a través de una planificación cuidada, convertirse tanto en el lugar de la libertad para la militancia política en un momento, como el de la amenaza y la represión, en el tiempo inmediatamente posterior.

“La película es un túnel del tiempo que te lleva a esa época de un modo sensorial, sin un distanciamiento habitual en las películas de época. No hay distancia entre el ahora y el pasado. La película funciona como un puente de la memoria. Filmamos con chicos que estudiaron en el Buenos Aires. Lo decidimos  porque cuando estábamos haciendo la adaptación, Vera Jarach Madre de Plaza de Mayo de Franca Jarach, también desaparecida del Colegio, nos decía que cuando iba hablar con los alumnos, sentía que se transportaba, porque se comportaban, preguntaban y tenía hasta la estética que su propia hija y sus compañeros. Para ella era como volar en el tiempo”, agrega uno de los directores.

Isadora Ardito, protagonista casi excluyente de la película, interpreta a Ana. Ella fue alumna del Colegio Nacional de Buenos Aires. “Yo fui al Buenos Aires y también milité ahí. En ese ámbito es imposible no remitirse a la época de la dictadura, porque hay que tenerlo presente para continuar con esos ideales que quisieron desaparecer”, explica, “para mí fue muy fuerte, porque cuando se reconstruían asambleas, reuniones o espacios, lo que veía es que se hablaban los mismos temas de los que hablábamos cuando yo militaba en el colegio y se sostenían las mismas posturas. Es muy loco que pasen 40 años y que se repita siempre lo mismo”.

Isadora Ardito soporta la presencia de la cámara constantemente sobre ella. La construcción de las escenas es de mucha cercanía, con lo que se alcanza un registro más intimista que realista. La puesta en escena logra, a través de esta búsqueda, romper la barrera entre los ejes temáticos como si fueran estancos o incompatibles. “Sinfonía para Ana” es una historia de amor adolescente, una historia política y la historia de la transformación brutal que significó la última dictadura argentina en el ámbito de lo privado. Para ello el trabajo de Isadora Ardito, que no diferencia registros sino que los integra, es esencial. Tanto como la notable actuación de Vera Fogwill, la madre que pasa de joven militante social a horrorizada por el miedo.

En el sentido de la mixtura entre lo personal y lo político, Isadora comentó “Ana me permitió entender que esos chicos sentían y tenían problemas personales, además de la militancia. Y podían llevar adelante esas emociones, con lo que costaba sentir en ese momento. Porque ahora, por más que tengamos un montón de presiones en la sociedad, somos más libres de lo que eran ellos. Tenían medio prohibido el amor entre jóvenes. El amor y la militancia eran cosas medianamente clandestinas en esos tiempos”.

Los realizadores trabajaron esta búsqueda desde el momento mismo de la elección de los actores. “Una de las cuestiones que trabajamos con las personas que participan de la película, es que no hubiera escisión entre persona, actor y personaje. Eso pasó, por ejemplo, con Javier Urondo que protagoniza al padre de Ana, y es el hijo del escritor desaparecido Paco Urondo. Lo mismo pasó con los chicos del colegio, que no son actores y los actores protagonistas, en el modo en que trabajamos con improvisaciones y en el modo que organizamos la representación de escenas en el mismo colegio, protagonizadas por alumnos, pero ocurridas 40 años antes”, agrega Ernesto, director y padre de Isadora.

“Si la escuchás a Isadora te das cuenta que nada de eso fue en vano. Yo soy de la generación intermedia y la verdad es que nos criamos con una cantidad de prejuicios tremenda. En los noventa la política era una mala palabra. Quizás porque nuestros padres pusieron también un escudo por temor a la represión contra la militancia y el escepticismo simultáneamente. Nos separaron de la política como un posible eje de transformación. No solo en lo colectivo, sino también en lo personal. Los jóvenes de hoy son una generación que rompió con todo eso y se conectan con aquellos jóvenes que cuenta la película”.

Molina y Ardito demuestran en esta película como ciertos recursos del documental fueron aprovechados para la construcción de la ficción. Por un lado la mirada sobre lo histórico pero con sentido en el presente, por otro la falta de interferencia, la supuesta “transparencia” del realizador, en tercer lugar la articulación del protagonista como narrador.

Sobre el pasaje del documental al ficción, Ardito fue muy preciso «En el cine documental se hace una tarea casi solitaria, desde el proyecto, la investigación, el guion, la cámara, el rodaje, tu relación con los protagonistas de la historia. En el cine de ficción de te encontrás en un set con 30 personas, la primera semana nos presentó como una especie de crisis. Decidimos que lo mejor era ser coherentes con nuestro modo de trabajar. Como nosotros hicimos las cámaras, nos dio la posibilidad de operar en el set casi como una puesta documental, como una suerte de túnel del tiempo en el cual la cámara, que es el espectador de algún modo, tenía el privilegio de funcionar como un ser invisible que podía meterse en el medio de la situación en la década del ’70 y por lo tanto vivirla desde adentro. Ese fue el concepto con el que trabajamos con los actores, les dimos mucha libertad para que fueran cargando la escena, mientras nosotros estábamos muy cerca de ellos. Logramos acercarnos con mucha intimidad a cada situación y eso viene del documentalismo. Para la adaptación también nos sirvió mucho nuestra experiencia en el documental. Cierta mixtura entre el manejo de archivo y nuestra experiencia en la investigación histórica, también nos sirvió para reconstruir las escenas como la del acto del primero de mayo de 1974 en la Plaza de Mayo. También nos resultó útil en la reconstrucción sensorial para que el espectador pueda “viajar” hacia el pasado”.

Isadora compone un personaje bello, amoroso. Una Ana que descubre la adolescencia y todo lo que viene desde el amor, probablemente el principal deseo de quien gana sus primeros espacios de libertad.

Yo creo que lo lindo que tiene Ana es la inocencia. Es muy chica para poder meterse a militar de una manera mucho más seria, con mucha más carga. Pero ella tiene la intención de hacer algo, porque se da cuenta que hay que hacer algo en el mundo que está viviendo. Todo eso al tiempo que va descubriendo el amor y la amistad. Es una adolescente”, dice Isadora sobre su personaje, “lo que espero de Ana es la repercusión que tenga en la gente. Que puedan identificarse un poco. Y que le dé esperanza a los chicos de hoy para involucrarse en la política o pensar en el mundo que están viviendo. Dejar un poco de lado las cosas superficiales y artificiales, que parecen ser lo más importante, y preocuparse por el gobierno que tenemos, por la represión que hay. Que les dé la voluntad de preguntar”

 

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