La escritora chilena Nona Fernández ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz

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Por La dimensión desconocida, “novela que se alza como un ejemplo de los múltiples procedimientos con que las escritoras de Hispanoamérica exploran nuevas rutas para la narrativa contemporánea”, un jurado integrado por Daniel Centeno, de Venezuela; Cristina Rivera Garza y Eduardo Antonio Parra, de México, decidió de forma unánime, y “tras una larga y apasionada deliberación que impone la riqueza y la diversidad de nuestras literaturas”, otorgar la edición 25 del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz a la narradora chilena Nona Fernández.

“A medio camino entre el periodismo, la literatura y el diario personal”, La dimensión desconocida, de Nona Fernández, “consigue mostrar las emociones de toda una nación con respecto a un pasado negro y acaso vergonzoso”, destacó el jurado en su dictamen: “Partiendo de un hecho real que sacudió a la opinión pública chilena en plena dictadura, esta autora hace una actualización de la memoria histórica de su país durante las últimas décadas, integrando una visión híbrida pop en un relato en que se advierte una gran convergencia de recursos, técnicas y géneros, con un discurso narrativo fluido, coherente y por lo mismo, lleno de hallazgos”.

Nona Fernández nació en Santiago de Chile, en 1971. Es actriz y escritora. Ha publicado el volumen de cuentos El cielo (2000), las novelas Mapocho (2002) y Av. 10 de Julio Huamachuco (2007), ambas ganadoras del Premio Municipal de Literatura; Fuenzalida (2012), Space Invaders (2013) y Chilean Electric (2015). También es autora de las obras de teatro El taller y Liceo de niñas, ambas estrenadas por su compañía La Pieza Oscura. Algunos de sus libros han sido traducidos al alemán, francés e italiano. En 2011 fue elegida por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara como uno de los 25 Secretos Mejor Guardados de América Latina.

“Estoy todavía en shock”, revela Nona Fernández en entrevista difundida por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. “No tengo tanta lucidez como para organizar los pensamientos, pero estoy tremendamente feliz, muy emocionada, y esa emoción se traduce en completa felicidad. Estoy muy feliz y estoy ya contando los días para estar allá, en la FIL, y poder estar tomándome unos ricos tequilas, celebrando. Es un honor, es un lujo, es un placer y sobre todo es una tremenda felicidad y un regalo para mí. También me siento emocionada de formar parte de esa constelación de autoras que han ganado este Premio y a las que yo admiro, y que además han iluminado mi trabajo literario. Poder estar ahí, es hermoso, es un regalo hermoso”.

Adentrándonos un poco en un campo personal creativo, ¿cuál es tu intención al escribir?

Mi trabajo se ha ido organizando a través de los años y pretende ir iluminando una historia que tiene que ver con la historia reciente de mi país. Pasa por mi propia mirada, por mi propia biografía… pero lo que he intentado es hacer un viaje hacia la memoria, intentar despercudir la memoria, una memoria que es muy colectiva y personal, y que me he dado cuenta con el tiempo que es una memoria mentirosa, que es imposible de asir, que es imposible de establecer. Una memoria que es como un palimpsesto que se va armando de muchas historias, de muchas memorias colectivas. Lo que he ido haciendo, primero muy azarosamente, porque no era un proyecto determinado en mi trabajo se fue dando así: es ir recogiendo historias que han quedado sepultadas, ocultas, desenfocadas en la gran historia de mi país de los años de la dictadura. Esas historias de alguna manera me han recompuesto a mí misma. Al instalarme en el lugar de la creación e intentado ir hacia atrás para poder ver qué era lo que pasaba, escarbar en mis propios recuerdos, en los recuerdos de mis cercanos y de mi propio país para poder saber qué fue lo que pasó, y entendiendo el contexto histórico también comencé a entenderme yo misma.

Entonces La dimensión desconocida, va un poco en torno a eso: a la búsqueda en la memoria para dar a conocer esa historia no oficial contada a partir de diferentes personajes…

Exactamente. Yo diría que La dimensión desconocida llega para coronar un proyecto que comencé con una novela que se llama Mapocho, y he seguido esa hebra que termina de establecerse como proyecto en La dimensión desconocida.

El Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, concebido y bautizado por la escritora nicaragüense Milagros Palma, es un reconocimiento al trabajo literario de las mujeres en el mundo hispano instituido en 1993, que premia a la autora de una novela publicada originalmente en español. Está dotado con diez mil dólares estadounidenses. Nona Fernández lo recibirá el próximo miércoles 29 de noviembre, a las 18:00 horas, en el Auditorio Juan Rulfo de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Publicado por Aristegui Noticias

 

Historias desenfocadas de la dictadura

Por Silvina Friera

Todo se contamina. La actriz que se cuela en sus libros y la escritora que aparece en el escenario. La chilena Nona Fernández, la misma persona que sondea las caligrafías del cuerpo y de la palabra, ganó el premio Sor Juana Inés de la Cruz, que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), con La dimensión desconocida (Literatura Random House), “novela que se alza como un ejemplo de los múltiples procedimientos con que las escritoras de Hispanoamérica exploran nuevas rutas para la narrativa contemporánea”, destacó el jurado  integrado por Daniel Centeno (Venezuela), Cristina Rivera Garza (México) y Eduardo Antonio Parra (México). “A medio camino entre el periodismo, la literatura y el diario personal”, la novela premiada “consigue mostrar las emociones de toda una nación con respecto a un pasado negro y acaso vergonzoso”, agregó el jurado del premio, dotado de 10.000 dólares, que reconoce el trabajo literario de las mujeres en el mundo hispano. Fernández, que combina poesía, escritura epistolar y una narración sin límites entre lo real y lo imaginario, hilvana un diálogo con “el hombre que torturaba”, Andrés Valenzuela, el temido “Papudo”, miembro de la Dirección de Inteligencia de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), que en 1984 confesó sus crímenes a la entonces joven periodista Mónica González de la revista Cauce.

Fernández (Santiago de Chile, 1971) ha publicado los cuentos El cielo (2000) y las novelas Mapocho (2002), Av. 10 de Julio Huamachuco (2007) –ambas ganadoras del Premio Municipal de Literatura–; Fuenzalida (2012), Space Invaders (2013) y Chilean Electric (2015). “Mi trabajo pretende ir iluminando la historia reciente de mi país. Pasa por mi propia mirada, por mi propia biografía. Lo que he intentado es hacer un viaje hacia la memoria, intentar despercudir la memoria, una memoria que es muy colectiva y personal, y que me he dado cuenta con el tiempo que es una memoria mentirosa, que es imposible de asir, que es imposible de establecer. Una memoria que es como un palimpsesto que se va armando de muchas historias, de muchas memorias colectivas –explica la escritora chilena–. He ido recogiendo historias que han quedado sepultadas, ocultas, desenfocadas en la gran historia de mi país de los años de la dictadura. Esas historias de alguna manera me han recompuesto a mí misma. Al instalarme en el lugar de la creación he intentado ir hacia atrás para poder ver qué era lo que pasaba, escarbar en mis propios recuerdos, en los recuerdos de mis cercanos y de mi propio país para poder saber qué fue lo que pasó, y entendiendo el contexto histórico también comencé a entenderme yo misma”.

En Space Invaders, novela publicada en Argentina por Eterna Cadencia, la historia pivotea sobre Estrella González, hija del ex agente de la Dirección de Comunicación de Carabineros (Dicomcar), Guillermo González Betancourt, condenado a perpetua por el secuestro y degollamiento de tres militantes comunistas, José Manuel Parada, Santiago Nattino y Manuel Guerrero, el 29 de marzo de 1985. La obsesión de Fernández se condensa en lo que ella denomina “la generación guacha”, niños y adolescentes en la larga dictadura pinochetista que fueron testigos conscientes del horror, protagonistas marcados subjetivamente por la biopolítica militar. Ella se inscribe, sin vacilar, dentro de esa generación. “Históricamente somos los nacidos en dictadura en tiempos en que la generación de nuestros padres estaban con la cabeza en otra parte, algunos en shock, algunos muy golpeados por las pérdidas, algunos muy ocupados intentando resistir, otros definitivamente no estaban, los habían matado, y otros, los más, un poco locos de miedo, de ceguera, de tontera y estupidez, entonces nuestros padres nunca fueron buenos interlocutores a la hora de dar explicaciones o de narrar lo que ocurría”, plantea la escritora chilena que fue elegida por la FIL como uno de los 25 Secretos Mejor Guardados de América Latina en 2011. “Siento que crecimos un poco perdidos en el espacio, desconcertados, sin comprender del todo lo que pasaba a nuestro alrededor, con preguntas atragantadas y enigmas sin resolver. Había atentados, muertos, matanzas, desapariciones, marchas, protestas, velatones, y todo iba configurando un puzle oscuro difícil de resolver –advierte–. Cuando llegó la democracia pensamos que todo se aclararía, pero no fue así. Muchas preguntas se quedaron sin respuestas y el puzle seguía ahí, lleno de acertijos”.

La autora de las obras de teatro El taller y Liceo de niñas, ambas estrenadas por su compañía La Pieza Oscura, no deja de interrogar el pasado. “Creo que a mi generación le toca hacer el trabajo de ficcionalizar, de apropiarse de los hechos, de pasarlos por nosotros, sacarlos de la oficialidad y el museo e instalarlos en ese inconsciente colectivo donde los pedacitos se vuelven un todo más complejo y poderoso. De ahí mi interés de trabajar siempre sobre hechos reales”.

Publicado por Página/12
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