[NodalCultura pregunta] Diego Araujo, cineasta ecuatoriano: “Si bien tenemos una cinematografía pequeña, hay películas bien diversas”

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Por Daniel Cholakian – NodalCultura

Diego Araujo se muestra como un artista apasionado, condición que presta –aunque no del todo- a Víctor, el protagonista de Agujero negro, su segunda película. Víctor es un escritor que supo tener un debut muy popular con su novela “9 hits”, pero que no lograr escribir su segundo opus. Considerado uno de los 25 mejores secretos mejor guardados de América Latina, y auto impuesto a escribir la gran novela de iniciación esencial ecuatoriana, como él mismo la define, Víctor no avanza ni una línea en el texto.

La película lo encuentra 5 años después de su éxito, casado, a punto de ser padre y viviendo en una propiedad de su suegra, dentro de un barrio cerrado. Allí deberá revisar su lugar como escritor y asumir su paternidad. En medio aparece Valentina, una joven adolescente, una suerte de Lolita que obsesiona a Víctor.

Filmada en 18 días, la película funciona como una historia de la adultez demorada, un relato de las clases medias forjadas con miradas ajenas, consumistas y una mirada cínica sobre roles y sujetos, sobre innumerables frases hechas, sobre las organización familiar tradicional y los deberes del mundo adulto.

La película tuvo su premiere mundial en el BAFICI (Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires) y allí conversamos con Araujo.

agujero negro

La película tiene sobre el sujeto artista / creador una mirada bastante cruel ¿por qué observa así a Víctor y al mundo del arte en general?

Yo viví fuera de Ecuador mucho tiempo, principalmente en Brooklyn, y 14 años después regresé al país para hacer Feriado. En un principio con mi esposa, Hanne-Lovise Skartveit, que es noruega, nos establecimos en uno de estos barrios cerrados. Después de vivir en Brooklyn donde teníamos una convivencia muy fuerte con los vecinos, donde mi hijo iba a la plaza, saludábamos a la gente en la calle, todo cambió. En estos lugares super ascéticos, donde mi hijo Mateo, que tenía 3 o 4 años, si se quería acercar un niñito las señoras que los cuidaban, todas ellas uniformadas, quitaban a los pequeños como para que no se junten con él. Eso era algo super extraño para nosotros.

Yo trabajaba en la post producción de Feriado, en el mismo escritorio que usa Víctor en la película. Realizaba en el montaje al lado de mi cama, con las cortinas cerradas, como Víctor cuando se siente a escribir. Como él, salía a tender la ropa en la terraza. Las mismas señoras uniformadas desde las otras terrazas me miraban como el tipo raro. Como le dicen a Víctor, yo no era el hombre que trabaja de 9 a 5 y que sale en su autito del año. De acá surge la idea original.

Luego surge otra reflexión a partir de un autor noruego Karl Ove Knausgård. En Un hombre enamorado, él dice algo así como el que el acto creativo suele ser un acto super individualista. Yo hago esta película por el deseo de contar historias. Ese es el objetivo esencial. Crear una familia es un acto  de mucha generosidad, donde dejas muchas cosas. Entre estas dos decisiones hay una tensión. La cuestión es cómo lograr un equilibrio entre este acto tan individualista y el tener una familia. En la novela de Knausgård, donde la pareja tiene dos niñas y la mujer está esperando la tercera y el tipo sabe que ella va a dar a luz en cualquier momento, de todas formas se va de la casa para escribir. Y al mismo tiempo que manifiesta que dejaría todo por terminar su novela, observas como él mira a sus niñas con tanto cariño, infinito. Esas dos cosas están allí como una contradicción.  Eso me impactó mucho y me llevó a hacerme muchas preguntas sobre cómo lograr ese equilibrio.

Víctor no siempre parece tener esta pasión. Por momentos se comporta como un cínico. ¿Cuál es la relación de Víctor con esa pasión por la escritura?

Yo creo que al principio de nuestro trabajo si había en Víctor una pasión fuerte, pero en la medida que desarrollamos la historia efectivamente fue apareciendo algo de cinismo. Finalmente nos damos cuenta que Marcela, su mujer, tiene mucho que ver en esta última novela. Ella le dice “hice algunas notitas” pero vemos que el texto está lleno de las notas de su pareja. Probablemente él no lo habría hecho sin ella. Incluso ella es quien le sugiere el título, tomando en cuenta las referencias que él había hecho a los temas de The Cure. Probablemente ese no sea tampoco un buen texto.

En la película tiene cierta centralidad la idea de que no hay una novela de iniciación esencial en Ecuador. Según la idea de Victor, esa ausencia de una narración de este tipo –y podría faltar también una película- hace que los ecuatorianos “sean lo que son” ¿Falta esa narrativa iniciática esencial en Ecuador?

En principio sí, pero también eso es parte del discurso que Víctor se ha creado. Él no está tratando de escribir una novela nada más. Está tratando de escribir “la Gran Novela” y ese es el discurso que tiene para explicar los cinco años que han pasado. Han sido cinco años de dar explicaciones sobre qué es lo que está haciendo.

Más allá de Víctor ¿es un problema la búsqueda de una narrativa ecuatoriana?

Es interesante el tema. Estamos construyendo la narrativa cinematográfica. Mucho se ha hablado críticamente en el Ecuador sobre los cineastas de mi camada, que ahora estamos haciendo nuestras segundas películas, diciendo que nosotros nos estamos viendo el ombligo con estas historias personales o de adolescencia, y que al público mucho no le importan estas historias. Esa fue la reacción de una parte de la crítica ecuatoriana. Luego de una supuesta oleada del cine social, vino la supuesta oleada de películas personales. Y esto no es tan así. En Ecuador, si bien tenemos una cinematografía pequeña, hay películas bien diversas. Pero esa es la impresión que dicen tiene el público. Yo creo que está esa necesidad de verse en la pantalla, aunque no siempre es fácil verse en la pantalla. Me parece que son sensaciones. Lo cierto es que somos una cinematografía en construcción y la narrativa está allí, construyéndose.

De algún modo Agujero negro guarda una relación con Feriado, tu anterior película. Víctor es un adulto que sin embargo procesa un momento de pasaje, aún está entrando al mundo adulto, en relación con una identidad  y una familia por construir.

Pese a que Víctor no es un adolescente, hay una especie de “coming of age” o relato de iniciación. Es un viaje a su adultez. Víctor empieza a vivir otra adolescencia con la jovencita, una vez que se entera que va a ser padre. Finalmente crece, asume la paternidad y la conexión con su hija futura. Esto es lo que lo mueve a escribir esta “Carta a Elisa”, que no sabemos si en realidad es buena literatura, pero lo escribe desde adentro, que es lo que busca luego de que se lo sugiere Valentina. Eso es lo que lo lleva a cuestionarse la gran novela que quiere escribir desde el principio de la película.

Hay un par de decisiones formales que llaman la atención: el uso del blanco y negro y el formato del cuadro, que es 4:3, lo que le da cierta cuadratura a la imagen ¿por qué tomaste estas decisiones?

El blanco y negro fue una decisión que apareció de un modo intuitivo. Así como en medida que escribía Feriado, todo se traducía en colores, en este caso siempre se me apareció una imagen des-saturada. Yo escribí un tratamiento de 20 hojas que le pasé a los actores y a Simón, el director de fotografía, y él, tres semanas después, me dijo que tenía algo muy importante que decirme. Era que para él la película tenía que ser en blanco y negro, cosa que yo ya había pensado. Coincidimos los dos en esa decisión.

Por otra parte, esta película fue hecha en un momento en que se cayeron todos los fondos de fomento para el cine, a principios de 2016. Nosotros veníamos trabajando en una película más grande, Ocupación habitual, una comedia con una actriz mexicana, coproducida entre Francia, República Dominicana y Ecuador. Como nos dimos cuenta que no íbamos a poder aportar nuestra cuota como productores principales, decidimos que debíamos hacer una película para ese momento y continuar con nuestro oficio, que finalmente es hacer películas. De modo que esta película fue pensada para contar con menos.
Creo que el blanco y negro se enmarca un poco en eso. Hicimos una película de un personaje, con mucho diálogo. Nos concentramos en el personaje, con una cámara más bien estática. El 4:3 es un modo de atrapar a Víctor en un cuadro más acotado. En un principio en el guion había un momento en que él tenía una fantasía y el cuadro se abría, pero eso quedó afuera en el rodaje. En su conjunto esta imagen remite a una cuestión más clásica; hay algo de atemporalidad en la película. La música de orquesta colabora en esa intención con un estilo más clásico.

A propósito de esa suerte de atemporalidad, la computadora muy vieja, celulares de última generación, vehículos viejos y nuevos ¿hay alguna intencionalidad en esas elecciones?

Me encanta esa sensación que remite también a lo clásico. Incluimos una escena de baile donde usamos un tema de Palito Ortega, desde el sonido auténtico de la rockola que está en la escena y que funciona.

Esa escena a que referís, que aparece insertada como una suerte de salto entre lo real y lo imaginario ¿estaba en el guion o apareció en el rodaje?

Estaba pensado. La película fue escrita para algunos actores previamente elegidos, pero en el caso de Valentina vimos a más de 1000 chicas. Cuando teníamos unas ocho chicas, Marla (Garzón) nos envío un video donde ella proponía una coreografía. Mucho de lo que se ve en esa escena, es parte de lo que propuso Marla. Luego lo trabajamos con una coreógrafa. A mí me encantan los musicales, y quería incorporar una escena musical. Es también como una fantasía de Victor, que luego, cuando llega el padre, vuelve a la realidad. Me gusta tener música y bailes.

La escena funciona muy bien, pero seguramente no sería lo que es sin Marla Garzón, que da cuerpo a Valentina

Marla es increíble. Ella llegó por Victor, que había hecho un casting con ella. Vimos a chicas en Ecuador, Colombia, Argentina, México, Chile y de pronto apareció ella y fue Guau! Tenía muy poquita experiencia, un poco de teatro, este casting que hizo con Víctor…
Cuando vino a la segunda llamada de casting trajo una playlist de canciones que escuchaba Valentina, trajo una lista de libros, vino vestida como Valentina. La creación del personaje fue en gran parte responsabilidad de ella. La película fue en general una creación de todos. Para mí la curva de aprendizaje fue muy grande.

En la película hay referencias muy claras a la literatura. Salinger,  Knausgård, Nabokov, entre otros. ¿Cuál es tu relación personal con la literatura?

Todas estas referencias están un poco como parte del juego. Hubo muchas coincidencias también algo extrañas. Por ejemplo, mientras yo estaba escribiendo la película, estando una tarde en un cine se me acerca un tipo y me empieza a hablar como si me conociera, aunque yo no sabía quién era. Me dijo que era profesor de colegio y hacía muchos años conoció un chico que le había dicho que estaba participando del concurso “Libro leído”, un tradicional concurso ecuatoriano para el fomento de la lectura. El libro que había elegido era “A sangre fría” de Truman Capote. Ese chico era yo. A los 12 años participé del concurso con “A sangre fría” y a todos le llamaba la atención, porque era un libro super truculento. Entonces incorporé “A sangre fría”, que Valentina lo está leyendo cuando se encuentran. Y volví a leer “Desayuno en Tiffany’s”, que me aportó un poco también una relación con el primer libro de Víctor, por eso él se lo menciona a Valentina. Allí el escritor que la protagoniza escribe un libro de cuentos que se llama “9 vidas”, Salinger escribe los famosos “9 cuentos” y Víctor publicó su libro “9 hits”. Son referencias literarias en ese sentido. Para mí la literatura es como el alimento diario.

¿Y la música? La película tiene una estructura organizada desde la música y los personajes tienen una relación intensa con las canciones.

Esta película es especialmente musical. Yo tengo una relación importante con la música también. Siempre tengo una playlist de 6 o 7 canciones que escucho en loop mientras escribo. En este caso escuchaba Debussy muchísimo. Escuchaba The Cure, por supuesto. Una combinación particularmente extraña.

Cuando hice un primer corte de la película, utilizábamos Claro de luna, que es como el clichés de los clichés. Y me enamoré de esa música. Danielle Luppi, con quien ya trabajamos en Feriado, trajó  este giro que suena a la nostalgia del amor perdido y me enamoré de la música. Con eso le quitó un poco el tono más cómico que tenía antes la película, pero le añade una capa de melancolía que me gusta mucho.

En la pequeña secuencia de introducción tiene una suerte de humor y cliché al mismo tiempo

Justamente, se trata de usar todos estos códigos de la comedia romántica para llevarlos hacia otro lado. Por el propio modo de producción miramos mucho del sub género gringo que llaman Mumblecore, que son películas muy caseritas, muy habladas, hechas con muy bajo presupuesto. En un principio nos planteamos hacer la película en 12 días, pero terminamos haciéndola en 18. Fue un proceso muy lindo, fue muy corto. Lejos de lo que pasó en Feriado, que tardamos 5 años, pasamos por talleres, labs, festivales, todo lo que tienes que pasar como cineasta latinoamericano. Esta película no fue así. Fue una película hecha como salida de la tripa. Era una época de crisis en la que parecía que todo lo que habíamos creado los cineastas durante 10 años, se estaba quebrando por la falta de recursos. Y la hicimos, y luego surgió nuevamente el fondo y obtuvimos un apoyo para la post producción, y ahora obtuvimos apoyos para la distribución. Sin el apoyo del Estado es imposible hacer cine en América Latina.

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