Paz y Fuentes en el ’68

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Por Guillermo Sheridan

Carlos Fuentes vendió su archivo en 1995 a la Universidad de Princeton. Contiene, entre muchos otros materiales, su abundante correspondencia con Octavio Paz, una que hemos comenzado a estudiar algunos interesados, a pesar de que no ha sido editada aún en un volumen crítico y cabal, como seguramente se hará tarde o temprano, ojalá que con correspondiente eciencia.

Ya es por lo pronto una pródiga cantera. En la revista electrónica Literal.Latin American Voices / Voces latinoamericanas, la investigadora Malva Flores acaba de adelantar un fragmento de su libro Octavio Paz y Carlos Fuentes: Historia de una amistad que puede leerse aquí: http://literalmagazine.com/octavio-paz-y-carlos-fuentes-un-mayo-oscuro/

Yo mismo aporté algunos asedios a esas cartas en “De Tlatelolco a Echeverría”, que aparecen en mi libro Paseos por la calle de la amargura que comenzará a circular en unos días. Todo lo sabemos entre todos. La correspondencia durante lo que Paz llamó “el año axial” de 1968 es particularmente intensa. A cincuenta años de los sucesos de mayo en Francia, de las rebeliones juveniles en el mundo y, claro, en vísperas del movimiento estudiantil en México, Paz envía el 22 de mayo de la India (donde es embajador) una carta trepidante a Fuentes, que está en Londres (si bien en su crónica narra hallarse ante las barricadas en La Sorbona).

Sin saberlo, con esa carta Paz se inscribía en la narrativa de una secuencia que habría de culminar con la matanza de Tlatelolco, y después en su decisión de no servir más al gobierno de Díaz Ordaz, abandonar la India, peregrinar un par de años dando clases en universidades estadounidenses y europeas y, nalmente volver a México para crear una revista de crítica (Plural) y un partido político. El párrafo inicia así: “¿Qué pasa? ¿Estamos realmente frente a lo increíble: una resurrección espontánea de la clase obrera francesa, preludio del renacimiento del socialismo revolucionario europeo? Si es así, es maravilloso.” Lo entusiasmaba que la alianza entre los estudiantes y los que una verdadera revolución proletaria sucedería sólo en un país “avanzado”.

“No puedo creerlo”, escribe Paz, “¡los obreros han ocupado las fábricas!” Un acto que le parece que “les da –o debería darles— conciencia de su función histórica: en ellos reside el poder para cambiar su situación y para cambiar al mundo”. (Estas líneas están llenas de subrayados enfáticos.) Su resumen es que lo que suceda en los días siguientes es denitorio: “o asistimos al principio de la revolución europea –es decir, al principio del socialismo mundial, y no al de sus tristes caricaturas soviéticas y chinas” o… pactan los dirigentes obreros con el capital y se pierde toda esperanza en la liberación humana.

Paz ya registra su temor de que los líderes comunistas sacriquen el alzamiento a cambio del “plato de lentejas” del aumento de salarios a cambio de dejar la insurrección. Y que los obreros claudiquen al cheque quincenal en vez de parapetarse con los jóvenes, lo que equivaldría a “castrarlos y acelerar su integración dentro del sistema neocapitalista”.

No sólo eso: tan grave como esa “integración” para la causa revolucionaria sería que la izquierda francesa optase por abrazar al sistema parlamentario “sin modicar la estructura económica y social, lo que signicaría el triunfo completo, y tal vez denitivo, de la sociedad industrial tal como la conocemos, con sus gerentes, sus accionistas, su tecnocracia y su gris, aburrida, cruel y desalmada ecacia…”

Y, bueno, los líderes pactaron y dejaron a los estudiantes y se acabó. La decepción de Paz fue enorme

Ante el mayo francés en 1968, en la India lejana, el Paz de 54 años de edad, nuevamente encendido por el amor y la poesía, revive su viejo fervor por la Madre Revolución. Era un fervor que conocía bien: había animado sus años juveniles en la preparatoria de San Ildefonso, su activismo como maestro de hijos de campesinos en Yucatán, su aspirante a comisario republicano en la España en guerra, su deseo de viajar a la URSS…

Tres meses después de aquella carta a Fuentes, el 19 de agosto, en carta ahora a otro amigo, Paz dice recién haberse enterado de que “en México también los estudiantes se han rebelado”. Ha llegado la hora, agrega, de “regresar a México y tratar de ser útil en algo”.

Años antes había escrito: “Cuando la Historia despierta, la imagen se hace acto, acontece el poema: la poesía entra en acción./ Merece lo que sueñas”.

Publicado en El Universal

 

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