Historias trans en el cine

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Por Rodrigo González

Matías, un muchacho de 14 años que juega pool y alardea con su corte de pelo “a lo Vidal”, nació como Catalina. Tiene 14 años y su identidad sexual es tan segura como el apoyo que todos los días le entregan sus padres. No hay demasiadas dudas: Matías, a temprana edad, dejó de ser Catalina. Sólo la infaltable golpiza que de vez en cuando le propinaban los matones del colegio le hacían recordar que en Chile nadie pasa de hombre a mujer sin recibir una cachetada de intolerancia y odio.

Frente a la cámara de la directora Constanza Gallardo (28), Matías cuenta su historia con una prestancia que sorprende. Después de todo ha tenido suerte y en su hogar de Los Andes hasta su porfiada madre aprendió que hay que llamarlo Matías, no Catalina. “Toda mi vida he usado ropa de hombre. No me gustan las poleras apretadas en verano, Prefiero usar algo más fome”, comenta en la película.

La asertividad de Matías contrasta con los errabundos caminos de Gis, que en realidad preferiría ser llamado Gustavo y que a pesar de tener dos madres lesbianas no ha encontrado el apoyo total. No al menos, al momento en que la realizadora lo registró, hace tres años. “Mi madre biológica me decía que no entendía por qué me vestía como niño si había nacido niña”, dice Gis. “Me reclamaba que no le iba a dar nietos ni familia. Pero mi otra madre me entendía”, agrega el muchacho de La Florida, en ese momento con 17 años.

Los casos de ambos son sólo la mitad de En tránsito, documental de Constanza Gallardo sobre los transgéneros que el año pasado obtuvo una mención honrosa en el Festival Sanfic. La película, que se ha presentado en circuitos internacionales (entre ellos el Festival de La Habana), se estrena la próxima semana en 12 ciudades del país, desde Antofagasta a Coyhaique. En Santiago irá en el Centro Arte Alameda, Cineteca Nacional y la Sala K.

Su propuesta, que intercala las historias, es novedosa con respecto a los recientes documentales Naomi Campbel (sic) y El diablo es magnífico, que también abordaban historias de trans, pero a partir de un sólo caso. En el primer filme, dirigido por Camila José Donoso y Nicolás Videla, la protagonista era Paula Dinamarca, un hombre en cuerpo de mujer de la población La Victoria. Su conflicto era la incomprensión y la precariedad. En El diablo es magnífico, que dirigió Nicolás Videla (coautor de Naomi Campbel), la historia es casi un unipersonal de Manu Guevara, histriónica y arrojada trans chilena en París. Sus problemas, a diferencia de Paula Dinamarca, parecen ser la soledad y la inestabilidad emocional.

¿Qué cara trans muestra En tránsito? Según su realizadora, la película es una interrogante y es una búsqueda. Muestra a cuatro personajes dándose tumbos contra la realidad y parándose una y otra vez a pesar de todo. “De alguna forma la película partió también como una búsqueda propia”, dice la directora Constanza Gallardo. “Durante la investigación previa, tomé bastante conciencia de la vulnerabilidad de los trans. De todas las edades y de diferentes condiciones sociales”, afirma la realizadora, que declara encontrarse en proceso de búsqueda de su propia identidad sexual.

“Nunca me he identificado claramente como hombre o mujer. Soy una persona no binaria”, concede Gallardo, abriendo el espectro hacia aquellos trans que aún buscan y no encuentran, como es el caso de Gis, el muchacho hijo de lesbianas. Otros dos personajes importantes de En tránsito son Paty, quien se siente y viste como mujer a pesar de que sus padres nunca la han aceptado en tal condición. O, muy simbólicamente, Mara Rita, fallecida activista y estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras de la U. de Chile, con la que Gallardo creó especiales lazos: “Lamentablemente murió de un aneurisma cerebral en el 2016. Fue la primera de las que entrevisté y me enteré de la discriminación que sufrió, empezando por la universidad. Era mágica”.


Humilladas y felices

Como muchas, Gallardo fue espectadora en el Tercer Festival de Cine Amor LGBT+ que se realizó la semana pasada. Celebra la visibilidad que dio a los trans la película chilena Una mujer fantástica, pero aún lamenta la incomprensión. “Se ha avanzado, pero no lo suficiente. La semana pasada, por ejemplo, la Municipalidad de Providencia censuró un cortometraje (Insiders, de Sebastián Castillo) en el Festival Amor LGBT+”, dice Gallardo, que al mismo tiempo recuerda que en ese mismo encuentro se dio otro documental trans: Claudia tocada por la luna.

El filme dirigido por Francisco Aguilar es más reciente que En tránsito y se encarga de seguir los pasos de Claudia Ancapán, matrona nacida en Santiago bajo el nombre de Juan Carlos y criada en la Región de Los Lagos, en el pueblo de El Ñady. Estudió Obstetricia en la Universidad Austral, donde algunos la aceptaron como Claudia, pero el resto la ignoró o rechazó. El punto de inflexión en su vida ocurrió en el año 2005, uno antes de egresar, cuando sufrió una golpiza a manos de un grupo de neonazis.

Si Claudia tocada por la luna registra la cara de la intolerancia, el cortometraje Sofía Devenir, Una travesti rabiosa, de Valentina Ortega, da cuenta del personaje homónimo, una travesti (que no es lo mismo que transexual) que se encarga de predicar a voz en cuello y en plena calle los derechos de las minorías sexuales.

También está pendiente de estreno comercial el documental Casa Roshell, la primera cinta en solitario de Camila José Donoso, codirectora de Naomi Campbel. Estrenado en el Festival de Berlín 2017, este documental se escapa del drama y más bien celebra la existencia de Casa Roshell, un club transgénero de Ciudad de México. Todo transcurre entre sus cuatro paredes, donde sus dueños Roshell Terranova y Liliana Alba animan todas las noches espectáculos con transgéneros a los que pueden asistir desde los solitarios buscadores de aventuras hasta familias, con padre, madre e hijos incluidos.

La Tercera

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