Crónicas contra la impunidad

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Gerardo Villadelángel: crónicas que resisten a la impunidad

Este jueves 2 de agosto el escritor y pensador mexicano Gerardo Villadelángel estará en el Centro Cultural Gabriel García Márquez (FCE) conversando con Alberto Salcedo Ramos sobre crónicas de crímenes violentos que han quedado en la impunidad en Colombia y México.

Gerardo Villadelángel estudió literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha curado y editado en seis ediciones El libro rojo (FCE), antología que reúne crímenes cometidos entre 1868 y 2008 en el país Azteca. A su vez, compiló varios ensayos y escritos que unen a México y Argentina como dos potencias culturales de América Latina a lo largo de los años en la antología México en sur. 1931-1951 (FCE).

Villadelángel ha dedicado su vida a repensar la sociedad desde las letras y las humanidades. Su colaboración con la reedición de El libro rojo le dio paso al estudio de la violencia y la incrustación de ésta en los posibles vacíos éticos que existen en una nación que dejó escapar las nociones de justicia, pluralidad y comunidad. Desde allí, el autor mexicano se ha propuesto la tarea de ahondar en las causas y consecuencias derivadas de los crímenes violentos y de una cifra tan alta de impunidad que, en el caso de México, ronda en el 97% de los casos.

En el conversatorio Crónicas de dos países que no olvidan, Villadelángel y el escritor colombiano Alberto Salcedo Ramos intercambiarán diversas historias y relatos que, infortunadamente, conectan a nuestras naciones como dos territorios que han permitido la normalización de la violencia y el olvido de los crímenes que han sembrado dolor y desesperanza en sus ciudadanos. Así, recurriendo a las memorias de quienes han sufrido a causa de las armas o la fuerza desmedida, buscarán puntos de inflexión que permitan comprender y repensar las nociones que permiten que se den estos escenarios de violencia en la sociedad y, también, esos espacios donde los entes gubernamentales se convierten en grandes símbolos de apatía, negligencia e indiferencia ante crímenes que son omitidos y que disminuyen la credibilidad de los pueblos en el cumplimiento de sus derechos y garantías por parte de sus mandatarios.

Compartir historias y observar a manera de espejo las tristes semejanzas que existen entre Colombia y México entorno a la ausencia de la justicia, ayuda a replantear el modo en que estamos permitiendo que la indiferencia ante el dolor se convierta en lo cotidiano. Sin embargo, para que estas problemáticas puedan ser reconocidas por la sociedad, es necesario acudir a las artes como canales de denuncia y como productos de memorias, perdón y resistencia. Y es precisamente, desde el arte como lugar de enunciación, que pensadores como Villadelángel, aportan a ese raciocinio colectivo donde todos somos capaces de establecer soluciones entorno a esos agujeros negros que absorben la capacidad de ayudar y evitar que surjan nuevas víctimas a causa de la violencia.

¿Qué caracteriza a una sociedad violenta? ¿Cómo puede llegar a permear este elemento al cine, la literatura o la pintura?

Su nula concepción del ser político, de la mesura, de la empatía, del ser ciudadano. La violencia entra en los discursos del arte a partir de su omnipresencia en la realidad, a modo, quiero pensar, de asimilarla, razonarla y multiplicar sus significados en la sociedad.

¿Cómo afronta la literatura a la violencia? Supongamos, ¿puede valorarse la muerte violenta desde la épica o la estética? 

Desde luego. Y los ejemplos sobran, incluso deslumbrantes, desde Homero a Juan Rulfo, el autor de Pedro Páramo, la más grande e insuperable alegoría, el mejor de los relatos y el peor de los espejos de la violencia en México, tan repleta de cuerpos muertos, transgredidos.

¿Qué tanto puede influir un gobierno en la normalización de la violencia?

Puede influir del todo. Más aún si su sistema de impartición de justicia permanece al margen, rebasado, o peor aún, corrompido hasta grados en que la impunidad deja de ser una excepción de la regla. Un ejemplo es el caso de México, donde los crímenes –incluyendo los crímenes violentos– tienen un índice de impunidad de cerca del 97 por ciento. Es un dato delirante, más aún por su carga de realidad.

¿En qué momento los países entran en el agujero de la violencia? Es decir, ¿Qué hace que una sociedad se vuelva violenta y legitime la presencia de esta?

A ciencia cierta no lo sé. Supongo que en algo pueden influir aspectos éticos relativos a la carencia de nociones de dignidad, justicia y memoria en épocas y sociedades determinadas.

El Espectador

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