Yo vengo de Cuba
Los hermanos Salazar y su charanga cubanísima
Para Anaisa y Ángel Salazar la música cubana es su propia vida. Desde que vinieron al mundo en San Luis, Santiago de Cuba, los más auténticos géneros de la Isla han sido su banda sonora cotidiana, gracias a una herencia familiar que ha definido su existencia.
“Nosotros provenimos de una familia bien musical –dice Ángel a OnCuba. Mi padre, llamado Ángel como yo, formó junto a mis tíos el Combo de los hermanos Salazar, que luego se convirtió en una Típica, y siempre hubo mucho movimiento de música en la casa. Recibimos ese legado automáticamente, casi sin darnos cuenta, y pasó a formar parte de lo que seríamos en el futuro”.
Los jóvenes Salazar se vincularon desde temprano a los proyectos musicales de su familia, y crecieron personal y artísticamente en un ambiente marcado por el fuerte movimiento de las orquestas charangasen el oriente cubano. La figura de Pepecito Reyes, primo de su padre y una leyenda del piano en la Isla, sería también fundamental en su formación, al igual que el actuar “en vivo y en caliente” en carnavales, eventos y otros festejos populares.
A esa historia rinden tributo ahora con el disco Yo vengo de Cuba, que Anaisa y Ángel firman junto a su actual proyecto: la Charanga Cubanísima.
Lanzado por el sello Los Canarios Music, del cantante dominicano José Alberto “El Canario”, este álbum es “un homenaje a los maestros charangueros, a quienes se entregaron a esta música tan cubana y le aportaron todo su esfuerzo y su talento a través del tiempo; y en particular a nuestra familia y a los grandes músicos que ha dado San Luis y Santiago en general”, aseguran los hermanos.
Yo vengo de Cuba es para los nuevos Salazar un regreso a la raíz, luego de años trabajando para el turismo en Varadero y también en Europa, fundamentalmente en Alemania, “una puerta de nuevas perspectivas artísticas” como la música schlager y donde comenzó a gestarse el disco.
“Aunque hacíamos otras cosas, nunca abandonamos la música de nuestros orígenes, ni tampoco el deseo de grabar algo propio, 100 por ciento cubano. Y en un encuentro con el Septeto Santiaguero en Europa, comencé a conceptualizar con su manager, Alden González, que es por demás un gran amigo, la que sería nuestra primera producción discográfica, que yo quería que estuviera basada en la música de charanga. Luego, el proyecto terminaría de ganar cuerpo en Cuba”, cuenta Ángel.
¿Qué pasó entonces?
Ya en Cuba consulté a músicos como Félix Valera, director de la Familia Valera-Miranda, uno de los grupos más significativos de la música tradicional cubana, y tuve la suerte de encontrarme con Cándido Fabré, que también es de San Luis y al que conozco desde niño porque su hermano integró la orquesta de mi padre, de la que él mismo estuvo muy cerca en sus inicios.
Fabré es alguien a quien respeto y admiro muchísimo como artista, y cuando le hablé de mi idea se entusiasmó y me invitó a Manzanillo junto a mi hermana. Cuando llegamos ya nos tenía preparados dos temas para el disco, maqueteados, listos para que nos aprendiésemos las letras, y en eso estuvimos hasta la madrugada en su casa, viendo hasta el más mínimo detalle. Fíjate si fue importante que uno de los temas es el que identifica el disco, “Yo vengo de Cuba”, y el otro, un homenaje a Los Van Van.
También pasamos por Palma Soriano, donde me reencontré con Pepecito Reyes, que ya tenía 95 años, y tuve el privilegio de que me diera su última obra, “Danzón en Sol perdido”. Para mí es muy emotivo porque tres meses después de grabarla, Pepecito falleció.
Otros temas que destacarían del disco…
Tenemos un homenaje a Rudy Calzado, “Yo vengo de Oriente”, un tema que cantó Cheo Feliciano, pero que ya en los años cincuenta había sido popular por Rudy, cuya obra lamentablemente mucha gente no conoce. También grabamos el bolero “Voy”, que popularizó esa gran cantante santiaguera que fue Olga Guillot, como un homenaje a su figura, y “Ellos no han muerto”, un tema inédito de mi padre que rinde tributo al son y a los viejos soneros.
Y no puedo dejar de mencionar “Mariposita de primavera”, obra de ese santiaguero universal que es Miguel Matamoros y a la que hicimos una versión con un formato tradicional de trova, pero con las cuerdas de una orquesta charanga, un trabajo que pensamos seguir haciendo con otros temas similares.
¿Qué concepto musical defienden en sus grabaciones?
El disco respeta el formato tradicional de la charanga, pero sin dejar de lado las nuevas tendencias para el bailador, con algunas novedades en la instrumentación como la inserción de la trompeta. Esto, a su vez, es un homenaje a uno de los grandes trompetistas de Santiago, Inaudis Paisán, ya fallecido y profesor del trompetista que trabajó con nosotros.
Para lograr la sonoridad que queríamos fueron fundamentales los arreglos del músico y productor Roberto Linares,“El Seña”, quien ha sido nominado al Grammy, y del excelente guitarrista Emilio Martini, encargado de algunos temas.
También lo fueron los músicos, tanto los de la Charanga Cubanísima como los invitados, que se identificaron de inmediato con el proyecto, como Ariel Guillot, trombonista de Isaac Delgado; El chino, para mí uno de los mejores bajistas de Cuba; el tresero Lino Lores, director musical de Tony Ávila; y William Roblejo en el violín. Para los coros recurrí a dos charangueros veteranos de San Luis: Joaquín y el Pocho.
En sentido general, tratamos de que el disco fuera lo más fresco posible sin irrespetar la tradición. Se grabó en Cuba, en estudios de la Egrem y de Manolito Simonet, y también se hicieron grabaciones en Alemania. Se mezcló en Madrid con uno de los grandes ingenieros de sonido del mundo de la salsa, José Mendoza, conjuntamente con el puertorriqueño Michael Lázarus, que hizo la masterización.
¿Cuánto les ha aportado en su carrera trabajar para el turismo y cómo influye el disco en esta línea de trabajo?
Por experiencia propia, el turismo no es “sopa” como se le llama peyorativamente. Uno puede acompañar una cena o tocar en un espectáculo, pero sin menospreciar lo que hace, sin renunciar a ganarse el interés del público, porque esos turistas vienen con la idea de conocer Cuba, y a uno le toca entonces mostrar lo mejor posible nuestra música.
El trabajo para el turismo no tiene por qué limitarse; es triste que a ese público solo se brinde una visión estereotipada o limitada de nuestra música. Sin embargo, es cierto que hoy es difícil que una orquesta grande pueda trabajar en un hotel, y nosotros mismos nos hemos adaptado para desdoblarnos según el contexto en formatos más pequeños. Pero nunca renunciamos a nuestro trabajo como orquesta y por eso el proyecto de la Charanga Cubanísima es nuestra principal proyección, nuestra bandera musical.
¿Cómo ha sido la acogida del disco hasta ahora?
Internacionalmente el disco va funcionando bien. Hemos recibido opiniones muy positivas de Colombia, de Puerto Rico, de Estados Unidos; también de Europa, con elogios a la apuesta que hicimos por este tipo de música.
Nacionalmente, nuestra intención es que el disco pueda ser licenciado por una disquera cubana para que esté al alcance del público de la Isla. Creemos que podría tener una buena acogida a pesar de ser música tradicional. Tenemos ejemplos como los del Septeto Santiaguero, y la permanencia de orquestas como Los Van Van y la Aragón, que nos dicen que sí es posible.
Nuestro sueño como artistas es que este disco guste en Cuba, que pueda llegar a los jóvenes, para que lo consuman y se sientan identificados. No solo para que se aprecie nuestro trabajo, sino por el bien de la música cubana en general. Que escuchándonos conozcan que la música cubana tiene una historia muy rica y que se puede disfrutar. La juventud tiene que saber, porque hoy hay un problema de desinformación en ese sentido, y nosotros pretendemos contribuir modestamente a superarlo.
¿Y cuál sería la ruta de la Charanga Cubanísima para conseguirlo?
Con independencia del éxito que podamos tener, nos interesa mucho mantener el compromiso con nuestras raíces. El aprecio que tiene la música tradicional cubana fuera de Cuba, y que yo he podido comprobar en carne propia, no es por gusto. No se trata de quedarnos estáticos en el tiempo, ni que las cosas nuevas estén mal, sino de que seamos capaces de mantener esa tradición viva, de mezclar lo nuevo con lo viejo, en lugar de olvidarlo. Haciendo eso se puede lograr un gran producto.
Con esa intención, y pensando siempre en el bailador, ya estamos ideando el próximo disco, haciendo el trabajo de mesa, porque queremos que sea superior a este.
En cuanto a posibles giras, lo que más nos interesa es Cuba. Soñamos con tocar en San Luis, que fue donde comenzó todo, en los carnavales de Santiago, en todo el país. Tocar en grandes plazas ante cinco mil, seis mil bailadores, hasta la madrugada, es una experiencia muy emotiva para quien hace música popular, porque es algo totalmente distinto a presentarse en un local cerrado para cien o doscientas personas. Ese es el verdadero reto para las orquestas cubanas y esperamos poder lograrlo.