«El teatro boliviano se ha desarrollado muchísimo en los últimos años»

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Han pasado  20 años desde que la actriz brasileña Alice Guimaraes decidió quedarse en Bolivia y ahora es uno de los engranajes fundamentales del Teatro de Los Andes, el grupo más internacional y representativo de nuestro país, fundado en 1991 en Sucre por César Brie, Nayra Gonzáles y Giampaolo Nalli, el productor italiano que falleció en 2017 dejando un vacío y tristeza en  el teatro boliviano.

Actualmente, Guimaraes es una de las figuras más fuertes del grupo, en esta entrevista con Oh! habla de sus procesos y planes para este nuevo año.

¿Qué te hizo decidir quedarte en el Teatro de Los Andes?

Cuando conocí al Teatro de Los Andes era como haber encontrado la materialización de una utopía teatral. Trabajar exclusivamente con tu arte, en una situación privilegiada de poder dedicarte 24 horas diarias al teatro y hacer obras magistrales. En el Teatro de Los Andes encontré la posibilidad de concretar en obras mi investigación como actriz, de hacer un trabajo ideológicamente comprometido (hablando de ideología político-artística) y elaborarlo en una dinámica de grupo. En la época que conocí al Teatro de Los Andes hacía parte de un Núcleo de Investigación Teatral en mi ciudad centrado en el entrenamiento del actor. En ese momento sentí que necesitaba hacer el paso de la sala de trabajo a la escena. El teatro comercial, de elencos que veía en Brasil no me bastaba, entonces con el Teatro de Los Andes vi la posibilidad de juntar la práctica investigativa actoral con el desarrollo de la puesta en escena y el trabajo de grupo como estilo de vida. Y también conocí a Gonzalo (Callejas).

Has sido asistente de dirección en montajes de Los Andes y has sido parte de la dirección de “Animales domésticos”. ¿Te interesa seguir como directora?

Actualmente, sí me interesa investigar en el tema de la dirección. En el Teatro de Los Andes trabajamos con un sistema de creación colectiva. El director es uno más dentro del proceso creativo y no el “dueño” de ese proceso como ocurre en algunos casos. Creo en un teatro donde el actor es también un creador de poéticas y significados y no sólo un “ejecutor” de las ideas de otro. En ese sentido es casi natural que, en algún momento, también nos animemos a dirigir. Tuve algunas experiencias en ese sentido, como asistente de dirección en “Te duele”, “120 kilos de jazz”, “Odisea” y “MAR”. Con “Animales domésticos” hice la dirección actoral. Fui codirectora y colaboré en la dramaturgia en la obra “Solamente Frida”, una coproducción del Teatro De Los Andes y el grupo Garotas Marotas de Brasil. También hice una “redirección”, en verdad una segunda versión de la obra “250” del Teatro Tetraskel. En esas oportunidades he podido ejercitar el “ojo desde afuera”. Creo que tal vez ahora sea el momento de intentarlo en algo más completo y complejo.

¿Cuál es la parte que más te interesa del proceso de creación?

Me interesa la búsqueda del lenguaje adecuado para transformar una idea en propuesta estética y el trabajo del actor dentro de este proceso. En el Teatro de Los Andes siempre empezamos por la elección del tema sobre el cual queremos/necesitamos hablar y luego empezamos a investigar teatralmente, a lanzar propuestas desde la actuación, la música, la escenografía, la dramaturgia para elaborar la puesta en escena. Este momento de fertilidad y de “ola creadora” es lo que más me encanta y estimula en el proceso creador de una obra.

¿Qué es lo que más valoras de todos estos años en Los Andes?

Valoro la constancia del trabajo, el valor de no ceder a las fórmulas fáciles y conocidas, a la manutención en el tiempo de la calidad de lo que se hace, la conquista de la admiración y fidelidad del público y de una ética en el hacer artístico. Además de la práctica colectiva de creación que fue y es el motor del Teatro de Los Andes. Por ocasión del aniversario de 25 años del teatro preguntaron en una entrevista cuál era el secreto del Teatro de Los Andes de poder haber sobrevivido tanto tiempo sin tener apoyos económicos y Giampaolo Nalli respondió: “En esos 25 años nunca hicimos una obra mala, sólo hicimos buenos trabajos.”

Han habido cambios en la estructura del grupo, ¿se van a replantear modos de funcionar?

Estamos en un momento complicado, luego de la partida de Paolo (Nalli) y que Lucas (Achirico) decidiera ir a vivir en Polonia con su familia. Quedamos yo y Gonzalo. Pero el hecho de haber estrenado una nueva obra sólo nosotros dos como actores arriesgándonos a un nuevo lenguaje, una obra íntima, centrada en el trabajo actoral, que no tiene los efectos y la grandilocuencia de las puestas en escena de MAR o Hamlet de Los Andes, y que nos haya ido tan bien con el público nos da mucha esperanza y seguridad de continuar creyendo en el trabajo que hacemos y en la necesidad social de este trabajo. Nos ayuda hacer alianzas como fue el proyecto de “Un buen morir” donde trabajamos con Elías Cohen en la dirección y Alex Aillón Valverde en los textos. También empezamos a trabajar con Marta Monzón de Utopus Cultural para ayudarnos en la organización y programación de la obra y con Sergio López en la parte técnica. También contamos con la colaboración de Cynthia Callejas en los aspectos prácticos y burocráticos del grupo, con Nely Arenas en la organización y manutención del espacio de Yotala y con Fabiola Mendoza en la técnica de “Un buen morir” y es nuestra asistente en asuntos informáticos y en los proyectos pedagógicos que pensamos realizar.

Además de seguir presentando “Un buen morir”, que está apenas estrenada, queremos profundizar la enseñanza teatral, compartiendo la forma de trabajo del Teatro de Los Andes. La idea es ayudar a formar gente, ayudar a nuevos artistas desde nuestra experiencia y darles herramientas para desarrollarse. Estamos buscando estrategias y formas para llevar a cabo un proyecto pedagógico más profundo, dirigido principalmente a jóvenes bolivianos. Las ideas y la disposición no faltan, pero siempre los aspectos económicos son los que dificultan concretar este tipo de proyecto.

¿Cómo ves la escena nacional?

Sin duda el teatro boliviano se ha desarrollado muchísimo en los últimos años. Creo que contribuyó el hecho de finalmente haber una escuela, ahora con nivel superior, que es la escuela de teatro de Santa Cruz. También el surgimiento de nuevos directores/directoras y dramaturgos/dramaturgas con poéticas propias y la creación de nuevos espacios gestionados por grupos teatrales. Lo que me inquieta un poco en el panorama del teatro nacional es la poca profundización que tienen muchas obras que no se dan el tiempo de existencia plena, sea en su preparación como en el tiempo en que se presentan. Nosotros nunca estrenamos una obra “lista”. Siempre la revisitamos después de estrenarla y confrontarla con el público porque es el momento en que realmente sucede el hecho teatral. Consideramos una obra “hecha” luego de hacer por lo menos 30 funciones con público y la seguimos presentando por un tiempo mínimo de tres años. Creo que eso influye en la calidad de los trabajos.

Muchas veces es complicado en Bolivia hacer temporadas verdaderas como sucede en Brasil o Argentina donde existe un mercado artístico, salas en condiciones y apoyos institucionales.

Háblame de los talleres residencia de enero y febrero por favor.

Hacemos talleres residencia de una, dos o tres semanas, casi siempre en verano, en enero y febrero que es cuando la gente tiene mayor disponibilidad. Los talleres son muy completos, pese al poco tiempo, porque son intensivos, con 8 a 9 horas de trabajo diarios. Es una inmersión total en el hacer teatral y también en un estilo de vida comunitario ya que se comparte la vida en todos sus aspectos durante el taller, con la ventaja de que en Yotala el internet es muy limitado.

Con el tiempo perfeccionamos nuestra pedagogía. Buscamos solucionar dificultades que nosotros mismos encontrábamos en el aprendizaje cuando éramos alumnos. Sistematizamos nuestra experiencia y conocimiento para poder trasmitirla con claridad y para que, en este poco tiempo, las personas puedan hacer un “viaje completo” y no sólo vivir una experiencia sino llevarse algo concreto para aplicar en su trabajo.

Los Tiempos

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