Soledad Castro Lazaroff, murga Falta y Resto: “Las murgas de varones no existen”

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Por Carla Perelló – Nodal

“Sin nosotras no hay carnaval”, escribieron las murgueras en pañuelos rojos e ingresaron con ellos en las muñecas o en el cuello al desfile que inaugura el carnaval más largo del mundo. En Uruguay, no es que las mujeres no participan del carnaval, sino que quedan tras las bambalinas y son los varones los que encarnan a modo de parodia y entre risas los discursos que llevan al debate social.

De la mano del Encuentro de Mujeres de Murgas y Mujeres Murguistas, vinieron a reclamar por ese espacio y ser ellas mismas las que pusieran la voz y el cuerpo. Por decisión política y estética, lo mismo hizo hace un año la emblemática murga Falta y Resto que por primera vez en la historia no forma parte del Carnaval Oficial. ¿Hay una historia silenciada del carnaval uruguayo? ¿Es la primera vez que las mujeres se rebelan? ¿Qué hilos se mueven detrás del espectáculo de los tablados?

Nodal entrevistó a Soledad Castro Lazaroff, letrista de Falta y Resto, para conocer en profundidad una mirada disidente de una de las celebraciones más famosas de la región latinoamericana y caribeña.

¿Cuál es su opinión sobre la situación actual de la murga y el carnaval del Uruguay, hay limitaciones al momento de subir a los tablados?
Siempre las murgas se enfrentan al poder. Hay muchas y cada una elije sus batallas y, como en cualquier colectivo artístico, las posiciones políticas son muy diversas. A veces cuesta un poco llevar el discurso a la acción. Por ejemplo, enfrentarse a las propias patronales, ser generoso y solidario con los compañeros de carnaval o los colegas de otras mugas, porque lo que sí pasa en el carnaval uruguayo lamentablemente es que es un carnaval oficial. Aunque también hay uno extraoficial, todas las murgas están atravesadas por la idea de concurso y competencia y eso es un problema muy grave porque enfrenta trabajadores contra trabajadores.
Hay dos tipos de competencias: la del concurso y también por la cantidad de tablados, que es la cantidad de trabajo, que cada vez es menor. La logística del carnaval es organizada para la televisación y para las regalías que salen de la televisación de los tablados multitudinarios. Esta combinación sumada a los intereses de los dueños de los grandes tablados, que son los grandes inversores del carnaval, es un problema grave porque han roto la lógica barrial.
Cuentan además con el aval del Estado que, si bien trabaja para la descentralización, no logra preguntarse por qué es necesaria la descentralización en un fenómeno que en realidad nació y pertenece a la clase pobre y popular. Hay un proceso cultural muy pesado que tiene que ver con la apropiación cultural de clase que ha hecho el progresismo de ciertos fenómenos populares, particularmente de la murga. También tiene que ver con un uso de la política partidaria de ciertos símbolos que terminaron volviéndolos más de clase media. Dejamos de tener un festival pensado para los artistas, ahora es pensado para la televisión, para que se enriquezcan ciertas patronales y esta es una lógica del poder que el propio carnaval está intentando cuestionar muy lentamente.
Es muy difícil enfrentarse a esos poderes reales. Incluso, es muy difícil que los artistas se reconozcan como trabajadores. Más allá de eso, este año fundamos un sindicato de carnavaleros y carnavaleras y estamos en ese camino de trabajar para la solidaridad entre nosotros y que enfrentar a ese poder sea posible. En términos de otros poderes de la sociedad, como los políticos y los personajes públicos, creo que sí hay más fuerza y valentía. Las murgas siguen siendo editoriales del pueblo, con más o menos humor, más o menos de izquierda, siguen reflejando el pensamiento de mucha gente. Sobre todo, de muchos varones, porque hay muy pocas letristas mujeres. Aún así, me parece que desafían los órdenes sociales. De alguna manera, si se mira la historia de las letras murgas, en Uruguay tenemos el privilegio de tener la historia contada por los trabajadores. Eso son las murgas, tesoros artísticos de la cultura popular.

Desde 2017 las mujeres murgueras se vienen organizando y este año emprendieron una acción de visibilización con pañuelos rojos para reclamar mayor participación. Sin embargo, según contas en otra entrevista, no es la primera vez que las mujeres irrumpen en la escena del carnaval. ¿Podrías contar algo de esta historia y cómo se llega a la actualidad?
El campo de investigación de la historia de las mujeres en la murga no existe, hay que fundarlo, porque está súper invisibilizado. Personalmente, siempre trato de contarla y ahora estoy escribiendo un libro. Hay antecedentes de los años 30: una de las pioneras fue Perlita Cucú, una directora de 14 años. Milita Alfaro, historiadora, cuenta que las primeras agrupaciones de mujeres no eran estrictamente murgas, más bien parecían comparsas. A partir de 1900, con todo el proceso de la modernidad y del disciplinamiento de los cuerpos que enseñaba a las mujeres trabajadoras una forma de ser europea, mucho más colonialista, se las recluyó en el hogar.
Ese periodo en Montevideo implicó que las mujeres se bajaran del escenario, pero en toda la historia del carnaval hubo mujeres disidentes que se subieron, que dirigieron, salieron o desfilaron. En el año 1958, por ejemplo, salió toda una murga de mujeres llamada Rumba al Infierno con la dirección de Juanita “Pochola” Silva. Cuando cuenta esa historia recuerda lo que significó y lo que le implicó con su familia haberse tomado esa libertad. Por otro lado, lo que comprueba este hito es que esas iniciativas eran más posibles antes: en ese momento el carnaval no te cobraba entrada ni había que hacer una prueba de admisión.
La misma lógica del carnaval era mucho más permeable a nuevos grupos y a pobres. Avisabas que ibas a sacar una murga y se terminaba el partido, porque era popular, no estaba organizado por la guita (plata), por el negocio. Hay que volver a esos orígenes para poder pensar el género en el carnaval. No es casual que la primera murga de mujeres haya nacido a fines de los 50, incluso antes de la revolución sexual, ahí había mujeres disidentes pensándose de manera libre.
Recuperar esto es muy importante para entender que nosotras tenemos una tradición dentro de la murga uruguaya, sólo que la invisibilizaron. Es importante también porque tiene que ver con entender cuáles son los silencios que forman el código y la historia carnavalera. Entre 1960 y 1970 hay varios antecedentes como un Toque de Distinción, en las décadas del 80’ y 90’ también hay conjuntos de mujeres que salen y nunca dejan de existir.
El problema es la relación que esos colectivos tienen con el carnaval oficial y con el patriarcado carnavalero que es el que maneja el negocio como en cualquier ámbito de la cultura. Y el techo de cristal. Si querés hacer una murga de mujeres, tenés que cantar a beneficio: “No vengas a molestar a los premios, a los que ganamos guita que somos los varones, la verdadera murga”, dicen. Esa es la murga de primer nivel, que es la que termina quedándose con los tablados, la amplificación del discurso y los espacios más profesionales en nombre de una calidad que nunca nadie puede definir bien qué es porque el arte no funciona así, y menos el arte popular.
Es todo un entramado patriarcal que hace que las mujeres en la historia hayan sido excluidas. Hay otro concepto que quiero resaltar: las murgas de varones no existen. Esto es: durante el siglo XX, para que los varones trabajadores pudieran ir a cantar murga, tenía que haber mujeres haciendo los trabajos de cuidado con los botijas (las y los niños). Las mujeres siempre estuvieron cosiendo lentejuelas, maquillando, haciendo los trajes, cocinando, sosteniendo la vela (N de R: una expresión popular que se refiere a el acto de esperar). En toda la historia hubo mujeres que participaron del esfuerzo colectivo que supone sacar una murga.Es importante tenerlo en cuenta para darnos a las mujeres la chance de defender nuestro derecho de participar.

¿Y qué lugar tienen las identidades de la diversidad sexual, lxs pobrxs y lxs negrxs afrodescendientes y cuál es tu opinión sobre esa situación?
Pienso que como cualquier ámbito de la sociedad hay discriminaciones interseccionales muy pesadas. En este caso, es difícil y complejo porque el carnaval es un espacio naturalmente de disidencias. Cuando era niña había un coreógrafo muy famoso, que murió de sida, Quito Pérez. Me crie con él en la mesa de mi casa. También hay figuras homosexuales muy famosas como Canela, que es un director de comparsa.
El carnaval primitivo tiene una tradición muy profunda donde las convenciones sociales se rompían. Si se lo piensa, las murgas son un acto de travestismo, los varones se visten de mujer y se maquillan la cara. Antes había una enorme libertad sexual, de clase, de poder mezclarse ricas con pobres, pero las personas que gustan de disfrazarse, de vivir otras vidas y de romper las normas son las más pobres, quienes muchas veces son condenadas por la sociedad. Entonces, cuantas más barreras burocráticas ponés en el carnaval, más afuera queda esa gente.
Las barreras atentan contra la esencia misma de la libertad carnavalera. Obviamente, este año fui a la marcha de la diversidad y pensaba esto es el carnaval: la gente en la calle, gozando de su cuerpo, haciendolo que quiere, disfrazada. Se perdió mucho eso por la organización, la logística y el Estado paternalista que ejerce un control terrible sobre el carnaval porque no está dispuesto a lidiar con la libertad de la gente. Creo que ese afán de control y la competencia como gran excusa es, al fin y al cabo, para ejercer ese poder de control sobre los cuerpos que hoy tiene el capitalismo.
En términos de la población afrodescendiente, habría que conversar con ellos, pero mi lectura es que ahí hay cierta “turstización” del fenómeno del candombe, vinculado con el uso que el progresismo y la izquierda han hecho del fenómeno para decir “esta es la cultura uruguaya”, que generó cierto traspaso hacia los sectores medios. Me parece que se han roto ciertos códigos comunitarios que dicen quién puede participar o no.
Se ha dado una suerte de perversión en el deseo de las personas que quieren participar de la llamada, porque ya no es lo ritual o lo pseudo religioso, vinculado con haber sido esclavos, lo culturalmente profundo, sino es más el show de la llamada. La competencia era un adorno dentro del carnaval, no el sentido máximo, pero el capital, la televisión, lo agarró y se apropió eso y lo exacerbo a tal punto que se han roto muchas cosas que son difíciles de recuperar.

¿Cómo leen que este año Falta y Resto no forme parte del carnaval oficial?
Lo que pasó fue que la censura del patriarcado vino desde adentro de la propia murga, por parte de uno de los dos dueños debido a la presencia de mujeres. Fue la primera vez en la historia que uno de los dueños decidió no firmar para que nosotros nos presentásemos en el Carnaval Oficial(N de R: el año pasado Hugo Brocos, uno de los propietarios de la murga decidió no firmar para la participación de la murga en el Carnaval. Los propietarios no tienen incidencia en el ámbito artístico. Brocos además hizo declaraciones machistas: ver link aquí).
Dio la casualidad de que es cuando la murga levanta el discurso feminista y pone un coro paritario a cantar. Eso es un signo político que es bastante difícil de no leer como acto machista y de censura de un discurso y de un proceso que la murga venía haciendo con fuerza. No es lo mismo cualquier conjunto que sale con mujeres, a que sea la Falta y Resto. Estamos hablando de una institución netamente patriarcal, de tradición muy popular cambiando el discurso. Eso fue tomado por muchos sectores de la sociedad como una traición y produjo muchos cuestionamientos, pero ese era el propósito: generar fisura en el discurso sobre uno mismo, sobre la tradición, la esencia y la libertad. Se quiso colaborar con esas discusiones entendiendo que son valiosas y que el espacio del carnaval debe ser donde el discurso feminista encuentre su lugar porque ahí se da un diálogo social.
Discutir sobre murga es discutir política. Ahora,La Falta” no está y es una voz menos en ese lío que debe armarse para cambiar la sociedad. Por otro lado, “La Falta” ha tomado un camino de libertad. Decidimos convocar a algunas organizaciones sociales y populares, teatros y salas y, por suerte,se está laburando un montón y está yendo a donde tiene que estar, a los lugares de más vulnerabilidad social. Por ejemplo, ahora va a cantar para juntar fondos para las pibas desaparecidas, en cárceles, en refugios y en lugares del interior. Hubo una apelación para que la gente se organizara.
Si se estudia un poco la historia te das cuenta de que, en realidad, el carnaval nace porque los barrios se organizaban desde la comisión de fomento para tener la murga. Ahora está pasando eso. Si vos querés ver a “La Falta” vas a tener que laburar. Es juntes esto, para fomentar la autogestión, que la gente se conozca, y que la murga haga su trabajo y haya otro tipo de diálogo social. Lo comunitario, desde nuestro humilde lugar, es para mí lo que debe fomentar un grupo y un colectivo de izquierda, como es el nuestro.

¿Cómo debería ser el carnaval, consideras que debería ser feminista?
Pienso que el carnaval debe ser abierto porque es un espacio de libertad para que todos los discursos políticos, las ideas, los movimientos que se discuten en la sociedad fluyan sin censura. Soy una convencida de que la pluralidad es la esencia del carnaval. Desde el 2000 se ha empezado a cercenar el derecho ciudadano a la libertad carnavalera y el problema es que a las murgas de mujeres no las dejan entrar.
Creo que abrir el carnaval es para que la sociedad se haga cargo de su propia realidad, para bien o para mal. Se verá ahí de verdad cuáles son los discursos que se están disputando, no los que pasan por una prueba de admisión, no los que están filtrados por el Estado y por la patronal. Me parece que eso es sano y que esa es la belleza. Que saque pa’ fuera el síntoma de lo social en forma de alegría, de disfraz, de canto, en un espacio plural y democrático. Si fuera abierto estaría lleno de discursos feministas, porque las compañeras están organizadas.
Hay murgas de mujeres porque es un discurso que está dentro de la sociedad y estamos luchando por ese espacio. El feminismo es un movimiento imparable de justicia social y, mirási será fuerte, si será poderoso y potente, que hace años están haciendo fuerza para detenerlo, pero acá estamos levantando las banderas.

* Próximas fechas de presentación: 23 de febrero: La Trastienda Montevideo – 28 de febrero: Teatro Florencio Sánchez, Montevideo – 5 de marzo: Sala Zitarrosa, Montevideo – 9 de marzo: La Trastienda, Buenos Aires.

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