Poetas amotinados, insurrección

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Poetas amotinados, insurrección

POR MARÍA DEL ROSARIO LAVERDE

Francisco Véjar Paredes (Viña del Mar, 1967)

Un poeta, antologador y crítico literario chileno. Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas y sus libros son innumerables.Es colaborador de Artes y Letras, del periódico El Mercurio.

Recientemente publicó para la editorial Visor de España una antología de la obra del también chileno Jorge Teillier, que lleva como nombre Poemas de la realidad secreta.

De la obra de Véjar dice Thomas Harris (Chile): Una mirada de gran intensidad poética hacia el corazón del hablante, no de sus tinieblas, sino de un hombre que ha vivido mucho y quiere hacer de aquella intensidad vital todo un mundo de palabras. Ese mundo tan propio de Francisco Véjar, tan suyo y de los poetas y músicos y películas con las cuales dialoga. Estos también están muy afincados en su poesía en la que encontramos tantas ausencias, sobre todo de amores que por algún motivo lo abandonaron. El principal, claro, es paradójicamente la muerte, como cuando escribe: «Es cierto, si la poesía fuera real, / deberías estar aquí».

Reiterada lámina de álbum

(Restaurante Miramar, Quintay, Septiembre de 1998)

Es grato caminar solo por la playa
y empaparse de los fraseos de Charles Mingus,
hundiendo el sol en cualquier bolsillo de la camisa,
con sólo desearlo. Un estilo de vida perdido
para algunos amigos de la ciudad. Me imagino,
a personajes como ellos, buscando su imagen frente al mar.

-En fin- es grato caminar para sólo ver el oleaje
y las rompientes y las huellas de las aves,
acompañado de un libro de Douglas Dunnn
y una luna recién inventada.

Follaje de corales

Era el tipo de vida que anhelábamos.
Paraísos artificiales y café en la mañana.
La casa llena de luz.
Nosotros caminando por la playa.

Era el tipo de vida que anhelábamos
aunque temíamos la caída de la tarde
e ignorábamos el tiempo en Quintay.

Nuestra realidad vista a través de un ojo de buey,
acompañados por el vuelo de aves marinas.
Sólo nos faltó escuchar el paso de las nubes
deteniendo por un momento lo inasible.

La brisa del mar viajaba con nosotros.
El cielo solía cambiar de apariencia.
Los pelícanos desaparecían en las islas.

En la casa nos esperaba la vaga sombra de nuestros cuerpos,
la luna que llevabas de una a otra habitación.
Era el tipo de vida que anhelábamos
aunque temiéramos la caída de la tarde.

II

Viajo con mi padre hacia el sur.

La carretera se funde ante mi vista

con su panorama de montañas y ríos.

Recuerdo hosterías donde el olor

a bosque ocupa todos los espacios.

Recuerdo aromas de cazuela haciendo

sentir la energía del campo.

En tanto continúo plasmando en el paisaje.

Siluetas de caballos quedan para siempre

en lo hondo de mi infancia.

Ahora la voz de mi padre irrumpe en las

líneas de este relato y me lleva a caminar

por sus lares.

Veo su cuerpo nadando.

Tendiendo una manzana fresca.

Enamorando mi mano desnuda.

Esparcido en esta hoja.

**

Camila Fadda Gacitúa (Chile, 1969)

Poeta, traductora, gestora cultural. Sus traducciones y poesía han sido publicadas en importantes revistas literarias y antologías tanto en Chile como en el extranjero. En 2012 obtiene 1er premio en concurso Poesía de Mujer, Perú. En 2013 publica Cauce (JC Saez Editor). A partir del 2015 participa en eventos de traducción literaria en Argentina y México a través del Goethe-Institut. En 2017 obtiene la Beca de Residencia en Banff Centre for Arts & Creativity, Canadá. En 2018 participa en Cantera de Traductores (Alianza Iberoamericana para la Promoción de la Traducción Literaria – ALITRAL), Colombia. En febrero del 2019 es becaria de Übersetzerhaus Looren (Casa de Traductores), Suiza. En 2019 publica Mover el Agua (Los Perros Románticos), que de inmediato obtiene el Premio Círculo de Críticos de Arte de Chile 2019.

LA CASA Y EL PERRO (Inédito)

Ella tiene ganas de tener ganas pero

la intención es confusa y se desmorona.

Cuando tiene ganas de salir quiere

llegar a su casa estar con su perro

porque salir queda lejos y la agota.

Cuando tiene ganas de no ir a trabajar quiere

llegar a su casa estar con su perro

porque en su mente ya salió a trabajar

ya estuvo con demasiada gente

y demasiada gente la agota.

Cuando tiene ganas de estar en algún lugar

se imagina riendo en ese lugar pero

el mejor lugar es en su casa junto al perro

donde no necesita ser adecuada.

Cuando tiene que salir de viaje quiere

llegar a su casa estar con su perro

porque antes de hacer la maleta estuvo

sentada en un avión ansiosa

lejos de su casa sintiéndose ajena

perteneciendo a un conjunto vacío.

Sentada en su cama tiene

el espasmo de la arcada en la boca

y ganas haber vuelto

de cualquier lugar.

 

ANSIEDAD (Mover el Agua, Ed. Los Perros Románticos, 2019)

Cuando no hay

ni risa ni pena

voy por

la costra de

la herida que

ni viva ni seca

llevo puesta.

La obligo con

la uña que

ni larga ni corta

dura en lo duro

se in-crusta.

La costra de

la herida que

ni nueva ni vieja

llevo dentro.

Dolor que no es

ligero ni grave

uña que ya

ni limpia ni sucia

rompe la piel

ni blanca ni roja

viscosa y húmeda

encostrada

in-crustada.

BARRANCO (Cauce, JCSáez Editor, 2013)

Es jueves y vuelvo a casa

algo en la luz de la tarde me confunde

y podría perfectamente ser miércoles

suena un tema en la radio

se oye alegre como a viernes

apago la luz no lo recuerdo

por eso me vuelvo y corroboro

estoy cansada y pienso

menos mal que no es domingo

miro a mi perro que me mira

y juraría que es sábado

él me espera inquieto

para el paseo de los martes

mañana es sin duda

el día que queda más lejos

en el eco atroz de la memoria

y lo más probable es que es lunes

y que estoy equivocada.

**

Ernesto González Barnert (Temuco, Chile, 1978)

Ha obtenido por su obra poética el Premio Pablo Neruda de Poesía Joven 2018, Premio Consejo Nacional del Libro a Mejor Obra Inédita 2014, Premio Nacional Eduardo Anguita 2009, Premio de Honor Pablo Neruda de la U. de Valparaíso 2007, además de varias menciones y becas. Entre sus últimas publicaciones está: Éramos estrellas, éramos música, éramos tiempo (Mago Editores, 2018), la antología Ningún hombre es una isla (Buenos Aires Poetry, 2019), la reedición de Playlist en Chile (Plaza de Letras, 2019) y EEUU (Floricantopress, 2019). También es cineasta y productor cultural de la Fundación Pablo Neruda. Reside en Santiago.

De “Trabajos de luz sobre el agua”

MI ABUELA SE METÍA UNA PIEDRA EN LA BOCA

y se ponía a leer en voz alta.

Te obligaba a imitarla

tardes enteras cuando la visitabas.

Para hablar correctamente decía.

Pronunciar bien cada palabra

mientras te miraba fijo a los ojos,

sin descanso.

BÁSTENOS ESCRIBIR, LOS CAPRICHOS

de una obra menor,

este joderse al servicio de lo inútil.

Demasiada luz ha golpeado

en el agua liosa y la noche arrecia.

Bástenos escribir, echar de ver:

Nadie aprendió de nuestros errores.

Vivir es otra lengua.

TE OFREZCO EL SUAVE CALOR DE UNA VIDA EN LLAMAS.

Una luz que no admite sombras al decir te quiero.

Todo el mar diciéndome que me calme.

Así te guardes del fuego en la quemadura del hielo

o deba reencontrarte con pequeños incendios de cerillas

en tu silencio.

Te ofrezco lava, amor de veras, mi cortejo perpetuo

apenas sofocado por estas paladas de tierra.

 

NUESTRA MIRADA MÁS DURA

es también una mirada cansada de pelear.

Pero que peleará si hostigas, acorralas

con tu mayoría necia.

Mientras llueve y siento como reman, caminan

pesadamente hombres, niños

de un país a otro.

**

Rosabetty Muñoz (Ancud, 1960)

Desde su titulación como Profesora de Castellano ha ejercido labores de docencia en distintos establecimientos educacionales de Chiloé y participado activamente del desarrollo cultural del sur de Chile.

Ha publicado Canto de una oveja del Rebaño, Ediciones Ariel, Santiago (1981); En Lugar de Morir, Editorial Cambio (1987); Hijos, Editorial El Kultrún, Valdivia (1991); Baile de Señoritas, El Kultrún (1994); La Santa, historia de su elevación. Lom ediciones (1998); Sombras en el Rosselot, LOM ediciones (2002) y Ratada, LOM ediciones (2005).

HAY OVEJAS Y OVEJAS

Las que comen de cualquier pastizal

y duermen con una sonrisa de satisfacción

en los potreros.

Las que caminan ciegamente

por los caminos acostumbrados.

Las que beben despreocupadas

en los arroyos.

Las que no trepan por pendientes peligrosas.

Esas van a dar lana abundante

en las esquilas

y serán sabrosas invitadas

en las fiestas de fin de año.

Hay también

las que tuercen las patas

buscando campos de margaritas

y se quedan horas y horas

contemplando los barrancos.

Esas balan toda la gran noche de su vida

encogidas de miedo.

Y hay, por fin,

las malas ovejas descarriadas.

Para ellas y por ellas

son las escondidas raíces

y los mejores y más deliciosos pastos.

(De Canto de una oveja del rebaño. Santiago: Ediciones Ariel, 1981)

NO SE CRIAN HIJOS PARA VERLOS MORIR

Cuando el mar se llevó a sus tres hijos

ella estaba acodada en la puerta de

su casa, pensando en ollas aladas y repletas.

De pronto cayó en un vacío del que surgió

vieja y encorvada. No necesitó entrar para

vestirse de negro. Ya estaba recogiendo flores

cuando salió su hombre con la radio en la

mano, desamparado y tembloroso.

Ella es una sábana flotando sobre nosotros.

Nada detiene el remolino que alienta su vuelo.

Desde su vientre deshabitado

los ovarios violeta se abren como flores nocturnas.

La ansiedad es un arrecife

donde acerados corales hieren los cuerpos amados.

Sin hijos bajo sus ojos

quisiéramos las madres

ofrecerle un trozo de pañal

para vendar sus muñones o un arca

donde recoger los salados restos.

(De Hijos. Valdivia: El Kultrún, 1991)

**

Enrique Winter (Santiago de Chile, 1982)

Ha publicado en once países y cuatro idiomas los poemarios Atar las navesRascacielosGuía de despacho y Lengua de señas, además del disco Agua en polvo y la novela Las bolsas de basura. Traductor de Dickinson, Chesterton, Larkin, Howe y Bernstein, ha recibido los premios Víctor Jara, Nacional de Poesía y Cuento Joven, Nacional Pablo de Rokha y Goodmorning Menagerie, entre otros, y las residencias de narrativa de la Sylt Foundation en Alemania y de la Universidad de los Andes en Colombia. Abogado y magíster en Escritura Creativa por NYU, dirige el diplomado homónimo de la PUCV.

 

PALILLOS DE TEJER LAS ESCALERAS

en el chaleco roto de los cerros

 

y la tarde color cuchillo

corta en dos la ventana enciende

 

la radio y cuela unos merengues

en la laguna de su boca

 

no adorna la virtud

la desafía

ESCULTURA

 

Esto

como una reproducción a escala

del hielo

que remite al dibujo oficial de un copo de nieve.

 

La simetría de unas líneas que no están en la nieve:

que sean clavos grandes. Que entre ellos haya plumas blancas.

 

Que al hacerse más grandes

den cuenta de lo que significa hacerse grande:  f r a g i l i d a d .

 

Lo que hace a las líneas entrecruzadas decir –nieve.

 

Cuántas líneas sobre un papel se necesitan para verla,

alguien se pregunta al mirar que nieva tras la ventana.

Luego pasa la vista sobre el dibujo en dirección al que hizo antes

de un animal.

 

¿Qué ve la niña de un año en el trazo,

que dice –miau– cuando lo apunta?

¿Cuándo comienza

a ser un gato ese dibujo?

 

Deja las dos dimensiones del dibujo y vuelve a las tres

dimensiones                                        de la tarde,

de la reproducción a escala del hielo.

 

Una escultura.

Una escultura hacía perpetuo lo fugaz.

Pero si a una escultura le crece algo en la mejilla

pasto por ejemplo, hace fugaz lo perpetuo del hierro.

 

Hacer fugaz lo perpetuo, un bien de consumo

que antes duraba para siempre:

radio, mesa, casa. El sobreconsumo afecta la escultura.

 

Lo perpetuo

y su defensa

contra el consumo y sus dueños.

 

La perpetuidad es revolucionaria.

La perpetuidad es  f r á g i l .

 

Como el hielo

cuando es representado en la escultura.

PARA LA GENTRIFICACIÓN DEL CIELO

fue cosa de pagar el boleto de avión comprar

la mirada de un dios compelido a dejar su barrio

de negros pájaros embalsamados sobre un pequeño croquis de oficinas

en el que eres un punto elongas en piyama y lo eleva el viento ríes y cuando ríes

cuelgas el cielo como sábana

el cielo que no vuela pues no paga el boleto y yo

 

miro el país entero desde arriba un escote

cuyo pezón asoma y tal vez ni sea el enemigo

pulula dentro de luces continuas

calles o discontinuas llegas prendes apagas vuelves

a salir la ciudad una placa madre de amor partió la tuya bajo un árbol

esa cuestión verde con conectores que del computador no sale

como otra oficinista de su casa si está oscuro lo verde es lo oscuro es el campo

los conectores focos discontinuos llegas prendes apagas vuelves

a salir la batería y el ventilador son estadios allí detrás del ala

bloques de apartamentos las ranuras nubosidad parcial y

cómo dejar de esperanzarse por no sufrir desilusiones

si son inevitables

las nubes cuando abajo tantas hojas

agarraban al vuelo tu padre con tu hermano

revolcándose en el montón de secas

la madre entraba lluvia corriendo entre las sábanas

los ves de frente     y como ellos ríes

Revista Arcadia

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