#CuarentenaCultural La Casa Azul, el museo de Frida Kahlo, se puede recorrer de manera virtual

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El Museo Frida Kahlo abre para un recorrido digital La Casa Azul, donde vivió la artista mexicana junto con Diego Rivera, quienes dieron a la casa construida por el padre de Frida a principios de siglo XX una concepción estética integral. En 1937 alojaron allí a León Trosky.
La Casa Azul está ubicada en la calle de Londres 247, en uno de los barrios más antiguos y bellos de la Ciudad de México, el centro de Coyoacán.
Aquí pueden realizar la visita virtual a la Casa Museo

Disfruta de un recorrido virtual por el Museo de Frida Kahlo

Por Estefani Salazar

Si estás buscando actividades para realizar duarnte la cuarentena, aquí te traemos una alternativa que puedes aprovechar para disfrutar de un recorrido sin ruidos ni presiones.

Y si además eres fan de la famosa pintora mexicana Frida Kahlo, entonces este recorrido te interesará el doble, ya que se trata de un tour virtual en la Casa Azul, lugar que podrás recorrer con plena tranquilidad. Durante tu paseo cibernético observarás un poco de la obra artística de esta creativa mujer, así como artefactos que fueron de su propiedad y jardines de la casa donde nació y murió.

De acuerdo con la página ocial del Museo Frida Kahlo, esta artista armaba que, al contrario de los pintores surrealistas, ella no pintaba sus sueños, sino su realidad. De hecho, dentro de su obra destacan los autorretratos que capturaron su esencia en diversas etapas de su vida.

La personalidad de Frida Kahlo ha sido adoptada como una de las banderas del feminismo, la discapacidad, la libertad sexual y la cultura mexicana. Sus pinturas forman parte de colecciones privadas en México y en el extranjero, por lo cual tener acceso a ellas gratis y desde la comodidad de tu hogar es una oportunidad que no puedes desaprovechar.

El recorrido es bastante accesible, ya que puedes moverte con el cursor o con las echas de tu teclado hacia donde preeras. Adicionalmente, en el tour podrás ver una serie de echas azules que te dirigen hacia los lugares que puedes explorar. Y en la parte superior derecha hay un mini mapa donde se encuentran resaltados los puntos a los que puedes acceder, de manera que si no te encanta la idea de recorrer la Casa Azul de una manera lineal, también puedes optar por generar tu propia ruta.

La ventaja de esto es que en este tour virtual no tendrás que esperar a que otros asistentes pasen por los pasillos para que puedas visualizar los detalles del que fue el hogar de Frida Kahlo, sino que tú mismo podrás elegir qué lugares deseas recorrer y qué objetos deseas enfocar, pues gracias a la función de zoom tendrás la oportunidad de ver más de cerca las pinturas, artesanías y demás objetos que residen en la morada de dos de los más grandes pintores del siglo XX.

El Universal


La Casa Azul: el universo íntimo de Frida Kahlo

Texto: Hilda Trujillo

“Jamás, en toda la vida, olvidaré tu presencia.
Me acogiste destrozada y me devolviste entera, íntegra.”
Frida Kahlo

Cuando uno profundiza en el conocimiento de la obra de Frida Kahlo y tiene el privilegio de conocer su hogar, se descubre la intensa relación que existe entre Frida, su obra y su casa. Su universo creativo se encuentra en la Casa Azul, sitio en el que nació y murió. Aunque al casarse con Diego Rivera vivió en distintos lugares en la Ciudad de México y en el extranjero, Frida siempre regresó a su casona de Coyoacán.

Ubicada en uno de los barrios más bellos y antiguos de la Ciudad de México, la Casa Azul fue convertida en museo en 1958, cuatro años después de la muerte de la pintora. Hoy es uno de los museos más concurridos en la capital mexicana.

La llamada Casa Azul Museo Frida Kahlo es el lugar donde los objetos personales develan el universo íntimo de la artista latinoamericana más reconocida a nivel mundial. En esta casona se encuentran algunas de las obras importantes de la artista: Viva la Vida (1954), Frida y la cesárea (1931), Retrato de mi padre Wilhem Kahlo (1952), entre otras.

En la recámara que Frida usaba de día permanece su cama con el espejo en el techo. Su madre lo mandó colocar después del accidente que Frida sufriera en un autobús, al regresar de la Escuela Nacional Preparatoria. Durante la larga convalecencia que la mantuvo inmóvil por nueve meses, Frida pudo iniciarse en el retrato.

Al pie de su cama −remembranzas de aquellos tiempos− están colocados los retratos de Lenin, Stalin y Mao Tse Tung. En el estudio se encuentra el caballete que le regalara Nelson Rockefeller, sus pinceles y sus libros, y en su recámara de noche se guarda la colección de mariposas ―obsequio del escultor japonés Isamu Noguchi―, además del retrato que le hiciera a Frida su amigo y amante, el fotógrafo Nickolas Muray.

Cada objeto de la Casa Azul dice algo de la pintora: las muletas, los corsés y las medicinas son testimonios del sufrimiento y de las múltiples operaciones a las que fue sometida. Los exvotos, juguetes, vestidos y joyas hablan de una Frida obsesionada por atesorar objetos.

La casa misma habla de la vida cotidiana de la artista. Por ejemplo, la cocina ―que es típica de las construcciones antiguas mexicanas, con sus ollas de barro colgadas en paredes y las cazuelas sobre el fogón― es testimonio de la variedad de guisos que se preparaban en la Casa Azul. Tanto Diego como Frida gustaban de agasajar a sus comensales con platillos de la cocina mexicana.

En su comedor convivieron grandes personalidades de la cultura y destacados artistas de la época: André Breton, Tina Modotti, Edward Weston, León Trotsky, Juan O´Gorman, Carlos Pellicer, José Clemente Orozco, Isamu Noguchi, Nickolas Muray, Sergei Eisenstein, el Dr. Atl, Carmen Mondragón, Arcady Boytler, Gisèle Freund, Rosa y Miguel Covarrubias, Aurora Reyes e Isabel Villaseñor, entre muchos otros.

La Casa Azul se convirtió entonces en una síntesis del gusto de Frida y Diego, y de su admiración por el arte y la cultura mexicana. Ambos pintores coleccionaron piezas de arte popular con un gran sentido estético. En particular, Diego Rivera amaba el arte prehispánico. Muestra de ello es la decoración de los jardines y el interior de la Casa Azul.

El hogar de Frida se convirtió en museo porque tanto Kahlo como Rivera abrigaron la idea de donar al pueblo de México su obra y sus bienes. Diego pidió a Carlos Pellicer ―poeta y museógrafo― que realizara el montaje para abrir la casa al público como museo. Desde entonces, la atmósfera del lugar permanece como si Frida habitara en él.

Así describió la casona Carlos Pellicer en noviembre de 1955:

“Pintada de azul, por fuera y por dentro, parece alojar un poco de cielo. Es la casa típica de la tranquilidad pueblerina donde la buena mesa y el buen sueño le dan a uno la energía suficiente para vivir sin mayores sobresaltos y pacíficamente morir…”

En la Casa Azul también vivió Diego Rivera por largas temporadas. El muralista acabó por comprar la propiedad, al pagar las hipotecas y deudas que Guillermo Kahlo había contraído. El padre de Frida había sido un importante fotógrafo durante el Porfiriato, pero venido a menos después de la Revolución. Además, los múltiples gastos médicos generados por Frida después del accidente endeudaron a la familia.

La casona, que data de 1904, no era un lugar de grandes dimensiones. Hoy tiene una construcción de 800 m2 y un terreno de 1200 m2. De acuerdo con la historiadora Beatriz Scharrer, Guillermo Kahlo ―húngaro-alemán de nacimiento― construyó la casa a usanza de la época: un patio central con los cuartos rodeándolo. El exterior era totalmente afrancesado. Fueron Diego y Frida quienes, más tarde, le dieron un estilo muy particular y, al mismo tiempo, le imprimieron ―con colores y decoración popular― su admiración por los pueblos de México.

Beatriz Scharrer explica que, con el tiempo, la construcción sufrió algunas modificaciones. Cuando el político ruso León Trotsky vivió con Diego y Frida en el año 1937, se tapiaron las paredes; los muros se pintaron de azul y se compró el predio de 1,040 m2 que hoy ocupa el jardín, a fin de darle al intelectual soviético seguridad ante la persecución de que era objeto por parte de José Stalin.

En 1946 Diego Rivera le pidió a Juan O’Gorman la construcción del estudio de Frida. Diego propuso utilizar materiales del lugar: piedra volcánica o basalto, representativo de la zona por haber sido utilizado por los aztecas para construir pirámides y tallar sus piezas ceremoniales. El estudio adquirió un estilo funcionalista y un decorado con objetos de arte popular mexicano. En esta área de la casa, Diego colocó plafones con mosaicos y llenó las paredes de caracoles de mar y jarros empotrados con la boca al frente, de manera que pudieran servir de palomares.

Antes de morir, Diego le pidió a Dolores Olmedo –su mecenas y amiga− que, por un lapso de 15 años, no se abriera el baño de la que fuera la recámara del muralista en la Casa Azul. Pasó el tiempo y, mientras vivió, Lola respetó la voluntad de su amigo. Dejó cerrado no sólo ese espacio, sino también el baño de la recámara de Frida, una pequeña bodega, baúles, roperos y cajones. Diego había dejado un inventario breve de las cosas que guardó en su baño, pero, hasta hace poco, nada se sabía sobre lo que se encontraba en el resto de los lugares.

Durante casi tres años y gracias al apoyo de ADABI (Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México), un grupo de especialistas ordenaron, clasificaron y digitalizaron el acervo recién abierto: veintidós mil documentos, seis mil quinientas fotografías, revistas y publicaciones, libros, decenas de dibujos, objetos personales, vestidos, corsés, medicinas, juguetes… Dar a conocer estos archivos a la luz pública coincidió precisamente con el centenario del nacimiento de Frida Kahlo y el 50 aniversario luctuoso de Diego Rivera. Los archivos y objetos descubiertos resultaron ser realmente interesantes, pues dan pistas que enriquecen la biografía de ambos artistas. Algunos expertos que han visitado la exposición comentan, sorprendidos, que la historia debería reescribirse, pues muchas de sus suposiciones tenían otro sentido.

Estos documentos y dibujos dan apasionantes claves sobre la obra de Frida. De esta manera, por ejemplo, se encontraron ilustraciones sobre la matriz y el desarrollo del feto humano, así como dibujos sobre este tema, que ―más tarde se vio― corresponden al marco de madera de su díptico Naturaleza muerta. En el fondo de un ropero, atrás de algunos libros, se encontró una libreta llena de dibujos. En ella apareció uno pequeño, pero importante: Las apariencias engañan. En ese lugar también permanecían guardados varios borradores del texto que Frida escribiera sobre Diego ―“Retrato de Diego Rivera”― para el homenaje del muralista en el Palacio de Bellas Artes. Se había dudado de la autoría de ese texto e, incluso, se le adjudicó a Alfonso Reyes, pero, gracias a este nuevo archivo, ahora tenemos la certeza de que salió de manos de Frida. Todo eso se resguarda en la casa de Frida, una construcción que encierra un manantial de vivencias apasionantes.

Fuente: Museo Frida Kahlo

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