Roberto Fernández Retamar: Calibán cumpliría 90 años

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90 años con Roberto

Este 9 de junio de 2020, Roberto Fernández Retamar hubiera cumplido noventa años. Casi setenta de ellos los dedicó apasionadamente a la literatura, desde que publicara su primer poemario y comenzara a colaborar en la legendaria revista Orígenes. A lo largo de tantas décadas de producción -que solo pudo ser interrumpida por su desaparición física hace poco más de diez meses- Roberto fue construyendo una obra colosal que dio cabida a la vez al gran poeta, al teórico y crítico literario, al ensayista que reflexionó con lucidez sin par sobre los procesos de descolonización cultural en nuestra América, al profesor celebrado, al editor de la revista Casa de las Américas, que él convirtió en una de las más importantes del ámbito latinoamericano.

Desde tan varias aristas Retamar cultivó lo mismo esa voz propia a la que aspira todo escritor como la mirada abarcadora de quien también se propone hablar en nombre de otros. No es casual que muchos de sus mejores textos íntimos estén atravesados por la historia. En él se unían, además, el saber enciclopédico y la experiencia vital, que emergían naturalmente en sus textos y sus diálogos, en los que se fundían con frecuencia la sabiduría y el humor.

Los congresos y volúmenes sobre su obra manifestaban el reconocimiento de prestigiosos círculos literarios y académicos de todos los continentes. En primer lugar, de la América Latina, pero también de los Estados Unidos, Europa, Asia y África. Su figura fue clave, además, para aquellos intelectuales que -con los ojos puestos en la periferia- cambiaron la perspectiva de Occidente, quienes lo consideraban precursor de los estudios culturales y postcoloniales. Retamar tuvo también una rara capacidad para entender procesos sociales y literarios, para bautizar fenómenos, para enfrascarse en polémicas. En cualquier caso, no cesaba nunca de generar y discutir ideas.

Para millones de cubanos, la opción por la Revolución fue un deber y un placer que implicó renuncias. En su caso significó, además, otro tipo de renuncia más excepcional: la de los reconocimientos que se le debieron, tales como algunos de los premios más sonoros de nuestra lengua, para los cuales fue propuesto y defendido por personas e instituciones de medio mundo; siempre supo que les serían esquivos y jamás intentó traicionarse a sí mismo para conseguirlos.

La Casa de las Américas tenía previsto iniciar, coincidiendo con los noventa años de Retamar, un coloquio internacional dedicado a su figura y su obra («El regreso de Caliban: presencia de Roberto Fernández Retamar»). Las excepcionales circunstancias en que nos hallamos nos impiden realizarlo tal como lo habíamos imaginado. Sin embargo, ello no es obstáculo para que le brindemos el merecido homenaje en los medios masivos y el espacio virtual, incluidos algunos textos que debieron enriquecer dicho coloquio.

Aprovechamos la ocasión para anunciar otro homenaje más concreto: desde hoy nuestra Biblioteca ostenta el nombre de Roberto Fernández Retamar (si bien la Sala de Lectura de la sede principal de la Casa conservará el de José Antonio Echevarría, con que fue bautizada en 1959). No se trata solo de un reconocimiento a las ya mencionadas virtudes de quien dedicó a la Casa cincuenta y cinco años de su vida, sino de que, además, Retamar ha sido el usuario más fiel de esa biblioteca y la persona que más fondos le ha donado -incluida su propia biblioteca personal.

Hoy -que vivimos en un mundo particularmente convulso y ante un futuro tan incierto- Roberto Fernández Retamar hubiera cumplido noventa años y como siempre, como nunca, nos sigue siendo necesario.

Casa de las Américas


Retamar: Un Ariel con entrañas de Caliban a 90 años de su nacimiento

Hace ya algunos meses nos acercamos a la cosmovisión de un profundo pensador e intelectual de talla superior, cuya ética a la vez que lo definía en su condición humana, tuvo su más alta expresión en la obra poética y ensayística. Hablamos de Roberto Fernández Retamar, quien a sus 90 años, tiene mucho que decirnos, aún desde la distancia natural que impone una partida física. Sea la palabra de Retamar un estandarte en la hora actual de Cuba y la humanidad, en el enfrentamiento a las prácticas neocolonizadadoras que le impone al mundo el sistema capitalista y neoliberal que carcome la identidad de nuestros pueblos, los desdeña y asfixia con la bota encima. Sea entonces Retamar un guerrero en tiempos de crisis humanística y terrible guerra cultural y simbólica.

Al saber la fatídica noticia escribí un texto que hubo de comenzar con palabras de dolor por eso que llaman muerte; pero como ésta no es verdad si se ha cumplido bien la obra de la vida, como advirtió Martí, la de Retamar no lo es. Estamos ante un referente esencial de las letras en nuestra América, con un estilo muy original, entendible (lo cual no atenta contra la consistencia y contundencia de sus textos). La obra de Retamar hace parte de una herencia cultural que tiene su origen en la forja del pensamiento emancipador cubano; un repaso a la obra de Varela, José de la Luz y Caballero y Mendive nos conecta con ese torrente sanguíneo madurador de ideas descolonizadoras que fue José Martí, cuyo pensamiento caló muy hondo en la filosofía de vida de Retamar, en su cosmovisión.

Foto: Cubasi

Cuando leemos los ensayos de Retamar asistimos a un ejercicio constante y consciente del pensamiento, que no sólo describe sino que valora, analiza y critica los sucesos o fenómenos que tienen al ser humano, contextualizado en un momento histórico determinado, como epicentro de los juicios que el pensador emitirá. Es una ensayística tan cercana y precisa que enseña como suelen hacer los pedagogos martianos. Hay en Retamar una continuidad del pensamiento electivo cubano; de ahí la integración que logra Retamar de factores muy diversos en relación al tema que abordara previa elección de sus criterios y valoraciones.

Su pensamiento descolonizador y revolucionario constituyen armas ideológicas imprescindibles en el contexto actual que vivimos. El ser nosotros mismos, asumir una identidad que no nos la regaló el colonizador; fue una creación autóctona que tuvo en las civilizaciones precedentes de la América nuestra; una fuente de conocimientos, cultura y valores que hicieron posible la determinación de una identidad nuestroamericana. En este sentido nos advierte Retamar sobre la necesidad de Martí hoy, máxime si tenemos en cuenta que, en tiempos de una terrible pandemia, los problemas globales se han recrudecido cada vez más. De ahí que la palabra de Martí, comprendida y trasmitida, de forma muy auténtica como hizo Retamar, siga teniendo plena vigencia.

Nuestra América, por su parte, se debate entre la nociva dominación imperial que a toda costa pretende hundir en el peor de los abismos a los pueblos de esta región dolorosa y sufrida, y la obstinada lucha por la verdadera liberación. Ante un escenario como este, en que las venas de América Latina siguen abiertas, es deber generacional asumir, como plataforma teórica de descolonización cultural, el pensamiento emancipador de hombres a quienes pudiéramos llamar «hijos de Ariel», personaje shakesperiano de la obra La tempestad, figurado por el uruguayo José Enrique Rodó, en su representación del «nuevo humano», del hombre que se conoce a sí mismo, que busca en su interior las motivaciones de su vida, su lucha, que crece y crea, que es de firme orientación moral, que es joven de espíritu, pensamiento y acción. Vamos en busca de Ariel y el hombre nuevo en nuestra América. Claro está, y valga la salvedad, cuando hacemos referencia a Ariel se trata de aquel cuya elección fue echar su suerte con los explotados, con las clases dominadas por la burguesía. No es el Ariel que sirve a Próspero (el colonizador) sino el intelectual que opta por el camino de la liberación, de la descolonización

Roberto Fernández Retamar con Erensto Cardenal – Foto: Archivo Casa de las Américas

Un Ariel que se conecta de inmediato con una fuerza natural corporificada en el hombre que rompe las cadenas del oprobio y se enfrenta resueltamente a la dominación, que hurga en sus entrañas, se sostiene en su identidad, bebe de su raíz autóctona y transforma la realidad que lo inquieta con sentido revolucionario. Un Ariel calibanesco, tocado por los valores de ese otro referente shakesperiano: Caliban. Adquiere el pensamiento y la praxis revolucionaria una mayor connotación, es el gran aporte al pensamiento descolonizador de uno de esos hijos de Ariel que figuró de manera excepcional el ser Caliban. Hablamos de Roberto Fernández Retamar, uno de los grandes intelectuales cubanos y de nuestra América; quien nos brinda las dos caras o posiciones de Ariel (en su ensayo Caliban), a lo que no pudo llegar, a nuestro juicio, José Enrique Rodó.

Es Retamar un auténtico escritor, dueño de un estilo reflexivo y transgresor de lo trillado, hombre que ha vivido la Revolución con una eticidad probada, con la dignidad de los verdaderos hijos de la patria. Es Retamar una escuela, reservorio de una cultura prolífera y un constante ejercicio del pensar, que no solo practica, sino que lo transmite a las generaciones más jóvenes; de ahí su ejemplo como intelectual comprometido con la historia patria, con el presente desafiante en materia cultural y con el futuro de la humanidad. Hace la conjunción perfecta entre Ariel y Caliban: es un Ariel con entrañas de Caliban, así pudiéramos definirlo.

Y ese Ariel con entrañas de Caliban nos lleva de la mano hacia José Martí. En ese texto ardiente y reflexivo: «Introducción a José Martí», Retamar realza estas ideas muy esclarecedoras sobre la identidad de nuestros pueblos y su defensa ante el peligro avecinado por el imperialismo. Al mismo tiempo hurga en esas esencias martianas cuya actualidad es impresionante. Fue muy aguda la visión de Retamar al referirse a conceptos que desarrolla Martí y asimilarlos con pensamiento propio y capacidad reflexiva. De ahí estas palabras del propio Retamar:

«Las guerras de liberación nacional como la que Martí prepara suponen una desafiante y a menudo patética confianza en lo propio; una necesidad de enfatizar lo genuino, lo autóctono, frente a la penetración colonialista e imperialista. Lo propio es para Martí, en lo más cercano, Cuba, cuya historia y cuyas realidades exalta grandiosamente y, en lo mayor, el continente americano al sur del Río Bravo: (nuestra América mestiza)».

Es la América en que nació el Benemérito de las Américas Benito Juárez y que al decir de Martí en su discurso conocido como Madre América: «Por grande que esta tierra sea, y por ungida que esté para los hombres libres la América en que nació Lincoln, para nosotros, en el secreto de nuestro pecho, sin que nadie ose tachárnoslo ni nos lo pueden tener a mal, es más grande, porque es la nuestra y porque ha sido más infeliz, la América en que nació Juárez».

Retamar entendió a Martí y su ideario nuestroamericano y, sobre todo, antimperialista. Su idea de preservar y defender la autoctonía, según Retamar, (criterio que comparto), se expresará con mayor claridad en su medular ensayo nuestra América:

«La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria (…) Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas».

Ese es Caliban, quien tiene que despojarse de la dominación, no solo económica o política sino también cultural. Hoy en pleno siglo XXI, requerimos de ese pensamiento descolonizador que evite a toda costa la fractura de la identidad de nuestros pueblos. En este empeño un hombre como Retamar tiene mucho que decirnos y hacer todavía. Martiano raigal, estudioso y promotor de la vida, obra y pensamiento de José Martí; nos acerca, en sus textos sobre el Apóstol de la independencia, al gran pensador, político y ser humano que fue Martí, con un método crítico y una coherencia discursiva que mucho se agradece. Y es que Retamar, como él mismo dijera, es: «fiel a los ideales de José Martí que, en esencia, han permanecido y permanecerán vivos, llameantes…»

Desde las medulares palabras a los intelectuales pronunciadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y hasta hoy, encontramos en Roberto Fernández Retamar un referente esencial en la cultura de nuestro país, la identidad y la defensa de los valores y la ideología del Socialismo; un convencido de que la hora actual sigue siendo de lucha, de sacrificios, de definiciones.

Cuba Debate


La obra de Roberto Fernández Retamar se enfrentó a los mitos de Occidente

En una época en que la oleada neocolonial se hace cada vez más dura e intensa, tener cerca la obra del poeta y ensayista cubano Roberto Fernández Retamar (1930-2019) es muy importante como instrumento emancipador, considera el escritor Abel Prieto (Pinar del Río, 1950).

El martes 9 de junio, el autor de Revolución nuestra, amor nuestro (1976) habría cumplido 90 años, y para celebrarlo la nueva biblioteca de la Casa de las Américas, en La Habana, lleva su nombre. Ahí se resguardan sus fondos personales (alrededor de 15 mil libros, además de documentos) que donó al recinto poco antes de morir, el 20 de julio del año pasado.

La efeméride es un pretexto para que las personas se acerquen a una figura entrañable y lúcida, reiteró Prieto en entrevista con La Jornada.

El ex ministro de cultura de Cuba explicó que también se iba a realizar el coloquio internacional El regreso de Caliban, dedicado a Fernández Retamar, “pero la pandemia impidió los viajes de los participantes; entonces se hizo virtual, se mandaron muchos textos escritos sobre la obra de Roberto, los cuales se están difundiendo en la página web de Casa de las Américas (http://www.casadelasamericas.org).

“También se compartió en Internet el libro póstumo, que se llama Alternativas de Ariel, que incluye ensayos y poemas, un texto misceláneo que él fue componiendo en la etapa final de su vida. Y el martes se estrenó el documental Sobrevivientes, de Omelio Borroto Leiseca, sobre la vida y obra de Roberto, en el cual se habla de su relación con la intelectualidad latinoamericana. Además se transmitirá el concierto que hizo Roberto con Silvio Rodríguez, dedicado a la memoria de Haydée Santamaría, donde Roberto leía un poema y Silvio cantaba una canción, un espectáculo cargado de emoción y de poesía.”

Roberto Fernández Retamar con Mario Benedetti – Foto: Archivo Casa de las Américas

Fernández Retamar, continuó Prieto, “fue intérprete de los procesos de colonización cultural; en su obra hay mucho instrumental para enfrentarse a esa maquinaria, a todos los mitos centrales de Occidente, los cuales fueron debatidos por él. Roberto fundó una mirada ajena a todo tipo de complejos de inferioridad o de posición sumisa intelectualmente, y logró trabajos muy reveladores acerca de esos procesos, desde el sur, no sólo desde nuestra América, fue más allá.

“Así será leído y recordado, en momentos en los que el mundo se enfrenta a pretensiones imperiales muy obvias, y a pesar de que el imperio no ha resuelto crisis y dramas graves como el del racismo, que está latente y ha explotado no sólo en Estados Unidos, sino en muchas ciudades del mundo.

La obra de Roberto nos ilumina en todos esos procesos, porque él habló, en uno de sus últimos textos, de que Hitler no tenía armas nucleares, pero que Trump era un Calígula atómico, un emperador insólito, narcisista, enloquecido, que además tiene armas nucleares para liquidar a la especie humana rápidamente.

Prieto considera que la pandemia de Covid-19, que ha hecho mucho daño, también ha desnudado el carácter genocida del neoliberalismo. El historiador y semiólogo español Ignacio Ramonet, quien por cierto está pasando la cuarentena en La Habana, dijo que el coronavirus ha sido como el luminol, que se usa en las escenas del crimen para develar las manchas de sangre que han sido borradas. El coronavirus es el luminol sobre la sangre derramada por el modelo neoliberal que ha tratado de ocultar atrocidades. Ahora se ponen a la luz esa competitividad feroz, esa falta de solidaridad, el egoísmo.

Cuba y la pandemia

Ante ese panorama, planteó, Cuba se muestra como un ejemplo, pues se trata de “un país pequeño, bloqueado, al que la administración de Estados Unidos, en lugar de debilitar sus restricciones en tiempos en los que se vive una crisis global, lo que hace es reforzar el bloqueo. Casi todas las semanas hay nuevas medidas estadunidenses contra Cuba.

“Aún así, que este pequeño país tenga la posibilidad de ayudar a otros es un símbolo acerca de la manera en la que hay que afrontar un fenómeno como el que vivimos: una pandemia se tiene que encarar con cooperación, con solidaridad y con esa palabra que Trump desconoce: multilateralismo. Una visión multilateral es donde cada país aporta lo que puede.

“Es un disparate enfrentar esta crisis como un negocio, como han hecho algunas figuras del mundo del dinero y las élites, a quienes se les han multiplicado las fortunas con la pandemia, cuando otros no tienen nada.

“Cuba es un país pobre, bloqueado, hostigado, pero está dando el ejemplo, primero al mandar médicos a la región de Lombardía, en Italia, y ahora a México, además de que hemos logrado en el país controlar el brote. Llevamos varios días sin fallecidos y sin enfermos graves, y la ciencia se puso a buscar tratamientos para elevar el sistema inmunológico de los pacientes, ya que no hay vacunas contra el virus. A nuestra escala pequeñita hemos salvado muchas vidas, y estamos intentando hacer algo que pueda ser aplicado por muchos otros países.

La clave está en cómo enfocarse en una situación de estas dimensiones, ver las cosas de otra manera, para ayudarnos los unos a los otros, y no competir por quién compra más mascarillas o respiradores para quitarle al otro país, ni que la industria farmacéutica siga viendo a los pacientes como clientes.

Prieto explicó que en su país la cultura “está fuertemente subvencionada, y ahora que han bajado de una manera drástica los ingresos de muchos artistas –por ejemplo, los músicos, que tuvieron que cerrar sus salas de concierto–, lo que se ha hecho para apoyar a la comunidad es utilizar un presupuesto extra para respaldar a los artistas que hoy no pueden reunirse con sus públicos.

“Se han organizado casi todos los días conciertos en línea, y también se promueve la lectura por Internet o se prestan libros que se llevan a domicilio. La propia nueva biblioteca Roberto Fernández Retamar está haciendo una importante labor de promoción de la lectura.

Nosotros, que hemos pasado por circunstancias verdaderamente muy duras, nunca nos habíamos visto ante la imposibilidad de reunirnos para ir al teatro, a escuchar música o a una galería. Pero el tema del sustento a los artistas está resuelto con el respaldo del Ministerio de Economía, concluyó el también escritor, autor de la novela El vuelo del gato (1999).

La Jornada


Leyendo un libro de Fernández Retamar

Por Omar Valiño

Lamento que Roberto no haya llegado a sus 90 para celebrar juntos con su risa estentórea. Me consuela leer su poesía, otra forma de saberlo vivo. Comparto aquí varios de sus poemas, aunque no van ahora esos justamente célebres: “El otro (enero 1, 1959)”, “Felices los normales”, “Con las mismas manos”, “Otro poema conjetural”, “Usted tenía razón, Tallet: somos hombres de transición”, “Oyendo un disco de Benny Moré”, “Pio tai” o “Aquí”, entre tantos otros…

Son estos de amor de quien fue un gran amante, aunque seguramente me rectificaría y habría dicho amador. En todo caso también supo que:

El amor es

Quien ve.

Está

Ella está echada en la penumbra humedeciendo la

madrugada inicial.

Hay un jardín en ella y él está deslumbrado en ese jardín.

Florece entera para él, se estremecen, callan con el mismo

rumor.

La noche va a ser cortada por un viaje como por una

espada.

Intercambian libros, papeles, promesas.

Ninguno de los dos sabe aún lo que se han prometido.

Se visten, se besan, se separan.

Ella sale a la oscuridad, acaso al olvido.

Cuando él regresa al cuarto, la encuentra echada en la

penumbra húmeda.

Nunca ha partido, nunca partirá.
Fue en Los Robles donde ella, que sabía…

Fue en Los Robles donde ella, que sabía,

Dijera la verdad. Aquella noche

Estaban dadas todas las estrellas.

Tiempo de suspirar juntas las bocas.

Parpadeaba una luz, alguien volvía

A hacer la hoguera frente a la caverna.

Marcharon entre armas a la gloria.

Nada en su cuerpo, suave como el agua,

Anunciaba los hijos de su cuerpo.

Era toda alma en la soñada cama,

Era un incendio, era una primavera,

Una muchacha azul bajo la lluvia,

Una bahía en quien entrar a gritos,

Una bandera ondeando en el combate,

Una batalla de azucenas cálidas.

Era ella.
Por primera vez

En países y más países,

Casas, hoteles, embajadas,

Suelos, hamacas, autos, tierra,

Rodeados de agua o sobre el lino.

Olor de desnudez primera.

Vasija de arcilla sonora.

Sorprendente, augusta, profunda.

Camanances, colinas, bosques.

Como leones, como santos.

Lo antiguo, lo simple, lo súbito.

La plegaria, el descubrimiento.

La conquista, la reconquista.

El relámpago de ojos de humo.

Cada desgarradura sólo

Para encenderse con más fuego,

Con más seguridad de aurora.

Ya él no puede perderla más.

Ya la perdió toda una vida.

Ahora de nuevo y para siempre

Va a amarla por primera vez.
Qué son las islas

Esto tienen de bueno los poetas,

Que han dicho lo que uno quería decir.

¿Dé que otra manera comunicarle lo que sintió

Al ver desde el aire los islotes verdes desparramados por el mar,

y cuando ya en el barco contempló a lo lejos el borde agreste

de la isla,

Sino como ya lo escribió la poeta:

¿Qué son las islas si no estás tú?

Eso es lo que gritó al aire luminoso de la tarde

Y lo que musitó después en la atormentada noche,

Añadiendo un nombre que en la cabina sonaba extraño

Como una flor de otro planeta.

¿Y podrá creer que la playa maravillosa,

Con su cadera de oro mordida por un ávido mar,

y la planicie del centro echada como un manto

No han podido ser gran cosa no estando ella,

Que ha dejado despoblada y silenciosa

Esa ciudad, ojo de la violencia, que ella hechizara

Marcando los lugares de encuentros y despedidas

Con una nostalgia como una cicatriz?
Un hombre y una mujer

 

                                                                               ¿Quién ha de ser?

                                                                      Un hombre y una mujer

Tirso de Molina
Si un hombre y una mujer atraviesan calles que nadie ve

sino ellos,

calles populares que van a dar al atardecer, al aire,

con un fondo de paisaje nuevo y antiguo más parecido

a una música que a un paisaje;

si un hombre y una mujer hacen salir árboles a su paso,

y dejan encendidas las paredes,

y hacen volver las caras como atraídas por un toque de

trompeta

o por un desfile multicolor de saltimbanquis;

si cuando un hombre y una mujer atraviesan se detiene

la conversación del barrio,

se refrenan los sillones sobre la acera, caen los llaveros

de las esquinas,

las respiraciones fatigadas se hacen suspiros:

¿es que el amor cruza tan pocas veces que verlo es motivo

de extrañeza, de sobresalto, de asombro, de nostalgia,

como oír hablar un idioma que acaso alguna vez se ha

sabido

y del que apenas quedan en las bocas

murmullos y ruinas de murmullos?
Una salva de porvenir

A Jacqueline y Claude Julien.

A Fina y Cintio.

No hay pruebas.

Las pruebas son que no hay pruebas.

No estaban, no están, no estarán dadas las condiciones.

Creer porque es absurdo,

Y creemos.

Más absurdo que creer es ser,

Y somos.

Nada garantiza que fuera menos absurdo

No ser ni creer.

Las llamadas pruebas yacen por tierra,

Húmedas reliquias de la nave.

Se derrumbaron las estatuas mientras dormíamos.

Eran de piedra, de mármol, de bronce.

Eran de ceniza,

Y un grito de ánades las hizo huir en bandadas.

No guardar tesoros donde

La humedad, los bichitos los mordisqueen.

No guardar tesoros.

El tesoro es no guardarlos.

El tesoro es creer.

El tesoro es ser.

No existen las hazañas ni los horrores del pasado.

El presente es más veloz que la lectura de estas mismas

palabras.

El poeta saluda las cosas por venir

Con una salva en la noche oscura.

Sólo lo difícil.

Sólo lo oscuro.

Y contra él, en él, el fuego levantando

Su columna viva, dorada, real.

El amor es

Quien ve.
París-La Habana, 1992-1994

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