La literatura como nacionalidad

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Valeria Luiselli, la escritura como única nacionalidad posible

La escritora mexicana reedita su primer libro de ensayos, Papeles Falsos, publicado originalmente en 2010. Desde su infancia, la autora ha vivido en distintos países del mundo, como Sudáfrica e India, lo que ha desarrollado en ella una identidad tan caótica como libre.

Por Guido Macari Marimón

Aunque Valeria Luiselli lo ha definido como un libro “enamorado de la vida”, éste comienza en un cementerio:

La narradora se encuentra en Cimitero di San Michele, en una isla de Venecia. Está frente a la lápida del poeta Joseph Brodsky. Piensa en los múltiples lugares que él habitó en sus cincuenta y seis años de vida, pero aun así, llega a la conclusión de que “quizá sea cierto que una persona sólo tiene dos residencias permanentes: la casa de la infancia y la tumba”, citando al difunto escritor.

Papeles Falsos (2010) es de esos libros cada vez más frecuentes y, al mismo tiempo, peculiares, porque eluden las clasificaciones, exploran la libertad de no aferrarse a ningún género. En este caso, el ensayo se mezcla con un diario de vida y, al mismo tiempo, el relato de viaje.

Fue un libro que Luiselli empezó hace más de quince años, cuando apenas tenía veintiuno de edad. “Lo escribí con mucha voluntad de juego y exploración que solo se puede dar una vez en la vida”, recordó la autora de La historia de mis dientes (2013) con el diario La Vanguardia.

Lo armó sin apuro: le tomó cinco años. Como si construyera algo.

Primera edición de Papeles Falsos

En el segundo capítulo, titulado “Mancha de agua”, la narradora se describe como una persona impaciente, se queja de que los extensos vuelos que van del océano Atlántico al Pacífico (o viceversa) porque muestran un mapa con un avioncito que marca en qué parte del trayecto van: “Lo mejor sería dormirse o ponerse a leer algo, volver a mirar la pantalla una vez que se hayan conquistado otros dos centímetros del mapamundi. Pero los que carecemos de paciencia estamos condenados a seguir fijamente el avioncito, como si deseándolo con suficiente intensidad pudiéramos hacerlo avanzar un poco más”.

El fragmento es una reflexión que transita por la analogía que hace la ciencia cartográfica con la realidad.

Luego avanza, de manera que hace parecer inevitable, del espacio hacia el tiempo: cómo se entiende ese concepto que, precariamente, se materializa en un reloj. La narración se pregunta si será “cierto lo que dice Brodsky: ‘el polvo es la carne del tiempo’”.

En el 2013, cuando Luiselli solo había publicado dos libros —Papeles Falsos y la novela Los ingrávidos (2011)—, estuvo en Chile y participó en la Cátedra Abierta de la Universidad Diego Portales. Zambra leyó un texto propio para presentar a la autora, quien lo escucha, atenta, seria, con la mirada extraviada en algún punto indefinido. “La originalidad de Papeles Falsos no está en los temas que aborda, sino en la manera de tratarlos”.

Luego, el autor de Bonsái (2006) advirtió que utilizará un cliché para describir la escritura de la mexicana: pareciera que los temas de los que escribe la eligieran a ella, y no al revés. “Como que ella los encontrara de paso, como si de tanto pensar en algunas imágenes accediera, naturalmente, a una trama”, dijo.

“Griega”
Luiselli nació en Ciudad de México y, en 1984, cuando apenas tenía un año y medio de vida, se fue a vivir con su padre a Pretoria, Sudáfrica. Desde muy niña creció en realidades lejanas a su lengua natal, el español. Se desarrolló de tal modo de que el inglés le resultaba igualmente natural, aunque con la diferencia de que el castellano era parte de su espacio más íntimo o, como ella ha dicho, del “habla fantasmagórica de la infancia”.

“Cuando uno es niño uno quiere ser todo menos exótico”, dijo Luiselli en una entrevista a Asymptote. En su escuela de Sudáfrica, relataba su historia personal de una manera que achicara las distancias con sus compañeros. Una vez, cuando tenía diez años, una niña griega le preguntó si era griega o libanesa. Luiselli no sabía nada del Líbano, y sí un poco del país europeo.

—Griega —respondió.

Así logró encajar en el grupo de las niñas griegas. Al menos durante un tiempo, logró cultivar esa mentira que después se hizo insostenible.

Terminó la educación secundaria en un internado de la India y recién ahí regresó a México. Mientras estudiaba en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), empezó a escribir en castellano. Fue “una decisión consciente, volver a unas realidades que no habitaba del todo, en las que me sentía un punto extranjera”, expresó a La Vanguardia.

Valeria Luiselli

Recién en su adolescencia en el internado indio había tenido los primeros acercamientos a la literatura en español. Leyó por primera vez a su compatriota, Juan Rulfo. Releyó con más profundidad a los autores del Boom, como el colombiano Gabriel García Márquez y el argentino Julio Cortázar. Y también clásicos como San Juan de la Cruz o Lope de Vega.

Si bien Papeles Falsos surge en castellano, sí resultó producto, además, de esa tensión idiomática: una especie de doble identidad (o triple).

En la misma Cátedra UDP, Luiselli supuso que, sin quererlo, tenía “tatuada en la conciencia” el juicio del escritor ruso Iván Turguénev, quien escribió en una carta: “El escritor que no escribe en su lengua materna es un cerdo y un ladrón”.

Refugio

Papeles Falsos reflexiona el pasado, pero va más allá y convierte la memoria en una especie de hábitat. Como el padre de la autora era diplomático, ella pasó toda su infancia, y parte de su adolescencia, fuera de México; y actualmente vive en Nueva York. Ambas son ciudades enormes, caóticas y cosmopolitas, donde todo se encuentra en cambio y pocas cosas tienen por destino perdurar.

Su habla, hasta hoy, no ha terminado de mimetizarse con la de los mexicanos que viven en el país, situación que durante un tiempo le causó inseguridad.

“Creo que en la condición móvil de mi infancia se encuentra el impulso que me llevó a escribir”, supuso la escritora en Asymptote. Continuamente se ha enfrentado a cambios de idioma, pero también de acentos y de costumbres. Siempre ha sido encasillada como una extranjera. En México, le cuestan más los juegos de palabras con el lenguaje hablado, habilidades que suelen adquirirse con la práctica.

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Valeria Luiselli

“Todo eso generó una relación muy conflictiva con el lenguaje pero también de mucha intimidad con la escritura, porque la escritura era un espacio que me resultaba mucho más seguro que el espacio del habla”, explicó. Pero al mismo tiempo era un reto, al escribir en un idioma que, por momentos, le resultaba distante.

Con una historia personal desarraigada de territorios, Papeles Falsos se estableció como un mapa de espacios, ideas, cuestionamientos y literaturas, el esbozo de identidad que no busca establecerse en un punto concreto, sino que transita: “En el mejor de los casos, los libros que leemos, como los textos que escribimos, se parecen mucho a ciertos cuartos de hotel donde entramos exhaustos a medianoche y de los cuales nos expulsan a mediodía”.

Así, para Luiselli, el lenguaje pareciera convertirse en una especie de no-lugar, que la adopta y, al mismo tiempo, trae consigo una orfandad.

Sin detenerse hasta el cementerio

En el sexto capítulo, “Paraíso en obra”, Luiselli escribe: “Quisiéramos creer que los nombres de las cosas son exactos y necesarios, que hay una palabra en el núcleo de cada cosa y que pronunciarla equivale a develar —o incluso a inventar— la esencia misma del objeto”. Para la escritora, aprender a hablar es “un primer destierro” en el que se inicia un camino para descubrir que el lenguaje intenta apropiarse de la realidad, poniendo nombre a los elementos que la componen, aunque sin ser verdaderamente capaz.

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Valeria Luiselli

Ha pasado una década desde que Luiselli publicó este primer libro. De ahí en adelante vinieron las novelas Los ingrávidos (2011), La historia de mis dientes (2013) y Desierto sonoro (2019, escrita originalmente en inglés), o el ensayo Los niños perdidos (2016). De alguna manera, Papeles falsos estableció la base de las publicaciones que han venido con los años, en que los desplazamientos, motivados por distintas razones, se convierten en un eje.

—¿Cómo ha envejecido su libro desde que lo publicó? —le preguntaron a Luiselli, en El País, respecto la reedición de Papeles falsos.

—Sospecho que la que envejeció fui yo —respondió—, no el libro.

Hoy, Luiselli tiene una hija y, en su residencia neoyorquina, se comunican en spanglish, una fusión lingüística que cada vez se vuelve más compleja e independiente.

El lenguaje como un acto que, mientras dura la vida, nunca se detiene. Quizás por eso Papeles falsos empieza y termina en un cementerio.

Edición aniversario
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